miércoles, 9 de enero de 2008

En nombre de la naturaleza


Ben Barres nació siendo Barbara Barres. Poco tiempo después de someterse a una operación de cambio de sexo, un académico de la facultad en la que él ya era profesor dijo que había que reconocer que su trabajo era muy superior al de su hermana Barbara. En su época de estudiante en el Instituto de Tecnología de Massachussets, y cuando todavía era Barbara, destacó como la única alumna capaz de resolver un complicado problema matemático. Su profesor comentó que seguramente su novio la habría ayudado. No me extraña que Barres se halle más que satisfecho con su nueva condición sexual: según declara, desde que es hombre se siente tratado con mayor respecto e incluso puede terminar una frase sin que ningún otro hombre le interrumpa.

Ben Barres saltó a los grandes medios de comunicación al publicar en 2006 un artículo en la prestigiosa revista Nature en el que criticaba duramente ciertas afirmaciones de Lawrence Summers, poco antes rector de la Universidad de Harvard, y posteriormente refrendadas por Steve Pinker, con respecto a las causas que explicarían la presencia de un mayor número de hombres frente al de mujeres en los puestos de élite de los departamentos de ciencias duras. Según Summers, evidencias científicas demostrarían que las mujeres se encuentran biológicamente, es decir, naturalmente, dotadas de menores aptitudes para el desempeño de las actividades científicas. Steve Pinker defendió poco después a su colega apuntando a la existencia de sólidas diferencias entre sexos en lo que se refiere a la distribución del talento, del temperamento, y de las prioridades en la vida, cuyo origen no cabría limitar a los procesos de socialización. Apenas meses más tarde, Peter Lawrence, galardonado este pasado año con el premio Príncipe de Asturias, se suma a la línea abierta por Summers y Pinker al sostener que los hombres se caracterizan biológicamente por una mayor agresividad y autoconfianza que las mujeres, lo cual justificaría sus mayores éxitos en el campo de la ciencia. Todos ellos dicen fundamentar sus teorías en los recientes descubrimientos de la neurociencia, una moderna disciplina dedicada a investigar la relación entre el comportamiento humano y el funcionamiento del cerebro.

En su artículo Barres critica la flagrante falta de base científica de tales afirmaciones, así como el absoluto desconocimiento de sus defensores de los estudios más relevantes sobre el tema, para señalar, apoyándose en éstos, que la menor presencia de la mujer en los puestos de primera fila de las instituciones científicas responde esencialmente a causas discriminatorias. Habiendo experimentado lo que significa ser primero una mujer y luego un hombre dedicado a la ciencia, Barres incide especialmente en el diferente trato y valoración que se le ha otorgado en uno y otro momento de su vida.

Me parece importante destacar que Summers, Pinker y Lawrence son, respectivamente, economista, psicólogo y biólogo genetista especializado en el estudio de las moscas. Sólo Barres es neurobiólogo.

Pero igualmente relevante creo que resulta el hecho de que Barres, más allá de su condición de neurobiólogo o precisamente por ella, se posicione a favor de lo que, desde hace ya muchos años, disciplinas como la antropología y la sociología -ah, ya se sabe, ciencias al parecer mucho menos fiables y rigurosas que la biología o la neurociencia-, vienen proclamando a partir de los resultados de investigaciones genéticas, etológicas o psicológicas: que no es el sexo ni lo biológico, sino el género, es decir, el resultado de la distribución cultural de roles y de los procesos de socialización que los acompañan, lo que define las diferencias de comportamiento y actitud ante la vida entre hombres y mujeres. Que hombres y mujeres han desarrollado históricamente aptitudes y caracteres diversos no por sus diferentes naturalezas, sino por las distintas funciones que se les ha asignado en la sociedad y el trato desigualitario recibido desde el momento mismo de su nacimiento para fomentar en ellos el adecuado cumplimiento de dichas funciones. O por decirlo aún con mayor claridad: que las diferencias psicológicas o conductuales entre sexos, lejos de ser naturales o innatas, son adquiridas, esto es, culturalmente transmitidas y heredadas por medio de la educación.



Decantarse por una u otra interpretación del origen de las diferencias entre hombres y mujeres -a fin de cuentas, y dada la falta de pruebas concluyentes, ambas no dejan de ser dos posibles interpretaciones, si bien la segunda vendría avalada por más y más contundentes argumentos- no es una elección en absoluto inocente. Para nada. Porque lo innato o natural es lo que nos determina inamoviblemente, lo que hace absurdo todo esfuerzo por alterarlo. Si las mujeres, por naturaleza, están mejor capacitadas para el cuidado de los hijos y los hombres para el pensamiento abstracto, invariablemente cambiarán ellas mejor los pañales de sus hijos y ellos llegarán a ser científicos de éxito con mayor facilidad. Por el contrario, lo adquirido o cultural, aunque también nos condiciona, sí es susceptible de cambio, de modificación, siempre y cuando tomemos conciencia de ello y deseemos, por unas razones u otras, alterarlo. Desde esta perspectiva, si las mujeres sólo están más predispuestas al cuidado de los hijos a fuerza de nenucos, también los hombres lo estarán cuando los niños empiecen a jugar con ellos.

En tanto dictado por la naturaleza, lo innato se identifica con lo perpetuo. Frente a lo natural, lo cultural ofrece la esperanza del cambio, dado que se compone de ideas, creencias, valores, sensibilidades y estructuras socio-económicas cuya modificación depende en buena medida de nuestro poder de decisión. Sospecho entonces que tras el constante empeño por demostrar, recurriendo falazmente al incuestionable prestigio de la ciencia dura, que hombres y mujeres poseen por naturaleza diferentes capacidades, se esconde un objetivo bastante alejado de la búsqueda de la verdad: oponerse a los intentos de la mujer al libre acceso a todos aquellos ámbitos de experiencia que históricamente fueron privilegio masculino, reavivando y promoviendo ideas que justifiquen la antiguamente aceptada separación de roles entre sexos.

Un objetivo que no dudaré en calificar de reaccionario si por reaccionario se entiende aquello que reacciona contra tendencias que tratan de avanzar en la dirección que algún colectivo desfavorecido ha considerado no sólo deseable, sino de digna y justa adquisición. Prueba de ello es lo bien que ha sabido verlo la Santa Madre Iglesia, que ahora puede reafirmarse en su tradicional reivindicación de diferencias naturales -¡y de origen divino, ahí es nada!- entre hombres y mujeres que corroborarían sus necesariamente distintas pero siempre complementarias funciones apelando a los nuevos descubrimientos científicos. Y no hace falta decir cuáles son, para la Iglesia, las funciones que a las señoras nos corresponden, ¿verdad?

No sé si será cierto eso de que las ciencias adelantan una barbaridad. Pero lo que sí lo es es que su utilización interesada amenaza con hacer retroceder cambios en la percepción de nuestra identidad sexual, a mi juicio tan positivos para hombres como para mujeres, que aún tienen un largo camino por recorrer.

Siento de nuevo abusar así de vuestra paciencia. Pero es que aquí hay mucha tela que cortar. ¡Más todo lo que se me ha quedado en el tintero! Por cierto, Steve Pinker fue invitado por Punset a su programa Redes. ¿Le veremos algún día charlando con Ben Barres? Permitidme que lo ponga en duda.

45 comentarios:

Ana dijo...

No hay abuso de ninguna clase.

Yo en estos casos ni me cabreo, chica... me resultan tan patanes, tan tendenciosos, tan carcas, tan CATETOS, que no me llega para el cabreo por discriminadores, machistas y tal.
Lo que me cabrea es la estulticia humana, sea quien sea el/la portador/a.

Y esta cuadrilla, claramente, es una cuadrilla de tontos de baba, llenos de prejuicios e ideas conservadoras poco razonadas. Llenos de miedo, de complejos, reprimidos sexuales de primer orden, con todo lo que eso conlleva en todos los órdenes de la vida.

Que les zurzan, ellos se lo pierden.
No aceptaría trabajar con gente de este jaez, imagínate...

Un beso, y no te enciendas que a los tontos redomaos tampoco es plan de dedicarles mucho espacio, no sea que además de todo se nos engolen!!
Cuídateeeee :)

Anónimo dijo...

Pero... a ver... no habíamos quedado en que las mujeres nunca descubren nada; les falta, desde luego, el talento creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles; vosotras no podeis hacer nada más que interpretar, mejor o peor, lo que los hombres os dan hecho...".

O, al menos, eso era lo que enseñaba Pilar Primo de Rivera a vuestras madres y abuelas.

Miss.Burton dijo...

Todo esto no hace mas que confirmarme, que arrastramos desde épocas pasadas un problema de sociedad emferma, de señores emfermos, que creen en películas de este tipo, y que no dudan en tirar de estos aranceles para poner de manifiesto, que las diferencias existen, y que vienen dadas por los códigos genéticos. Me meo yo en todo esto¡ Pero no hay mas que ver, echar, un vistazo a los sueldos de directivos, por ejemplo, el de la señora directiva siempre es mas bajo, lo se por amigas que ejercen de... y lo peor es que muchas de ellas están mucho mas preparadas y lo hacen todo mucho mejor, que estos señores. Y aquí no quiero hablar de sexos, quiero hablar de personas. Personas que están capacitadas para desarrollar una labor, y que deberían cobrar lo mismo, pues lo importante son los resultados, no la era arcaica, los señores del pleistoceno, y las conductas que se arrastran de siglo a siglo, propiciando todo este caldo de cultivo para realidades atroces como estas: que una tía cobre menos que un tío en un puesto igual. Y eso de que encima, unas tengamos unas capacidades para unas cosas... que aquí faltaría poner: lavar y planchar... Y otros tengan, los señores, unas habilidades extraordinarias en, casualidad, campos cojonudamente pagados, y puestos tan chicks.... Chirrían mis oidos, mis ojos, y el corazón... Y no soy capaz de leer otra vez el post, porque está fenomenalmente escrito, una vez mas, pero el contenido me pone emferma.
No, no creo que veamos a esos dos señores sentados juntos... porque desgraciadamente, y lo repito, vivimos en una sociedad emferma... y punto.
Un bso fuerte, guapa, perdona el no haber venido hasta ahora, sigo malita, de un cólico, y malita, de un barman... pero voy recuperándome. Te echaba de menos... Ya estoy aquí, preciosa¡¡¡

Germánico dijo...

Pues a mi me parece que las pruebas que presenta Barres en un debate tan profundo y duradero son anecdóticas, si es que son exclusivamente las expuestas aquí. Por otra parte reducir los argumentos de Pinker y los otros (no tengo el gusto de conocerlos, pido disculpas por ello) a que el hombre debe dedicarse a la ciencia y la mujer a cambiar los pañales creo que es simplificar y tergiversar en exceso, y, dicho claramente, crear un hombre de paja a la medida que sirva de sparring dialéctico al que zurrar sin tregua...¡y con toda la razón, además!.

Debo añadir además que la condición de neurobiólogo no es una credencial mejor que la de economista, genetista o psicólogo evolutivo por lo que se refiere a la mayor o menor validez de las propias ideas acerca de la naturaleza humana. Y más si hablamos de especialistas de cierto nivel y que están en el debate, digamos, dejando a un lado su especialidad para lanzarse a un terreno de gran amplitud y complejidad, en el que la ciencia no ha expulsado aún del todo a la filosofía.

Pero lo que por encima de todo creo es que incluso en el caso de que el ambiente fuera más determinante en la formación de la personalidad que la naturaleza, cosa que dudo bastante, nunca lo sería lo bastante como para determinar fatalmente el “género”. Si así fuera estoy convencido de que habría muchos más casos de ambigüedad en lo que se refiere a las costumbres propias de cada sexo de la que realmente podemos observar a diario.

Te felicito por la claridad expositiva.

Un saludo.

Memetic Warrior dijo...

Mal que os pese, no solo las evidencias son aplastantes en los tests de inteligencia, donde se ve claramente las diferentes habilidades entre hombres y mujeres, sino que hay una explicación evolucionista.

ver por ejemplo en Wikipedia el artículo sobre "Psicología Evolucionista"

No os solivianteis, guardianes puros de lo politicamente correcto, pero creo que si quereis estar a la última (cosa que es evidente) vais a tener que cambiar un poco de rollo.

Kurtz dijo...

No estoy muy versado en el tema que expones, creo que Germánico lo está un poco más que yo. Sí puedo decir que he leído "La tabla rasa" de Pinker y que, efectivamente, tal y como afirma Germánico, es demasiado simplista reducir todo lo que en el libro se expone (que es resumen de toda una teoría, la de la psicología evolucionista)al asunto de los pañales y la ciencia.

En mi opinión, a tenor de lo poco que sé del asunto, sí estamos condicionados por un "kit" genético que nos impele a ciertos comportamientos que no podemos evitar por mucha voluntad que ello pongamos. También es cierto que tenemos capacidad de formarnos y evolucionar y que el ambiente también es influyente en la creación de nuestra personalidad y carácter. No creo que sean asuntos completamente excluyentes, sino que se solapan.

Un beso. Yo también te felicito por la claridad expositiva.

Margot dijo...

Un tema con mucha, mucha chicha, querida Antígona y complicado... me declaro incompetente para negar o afirmar las evidencias científicas dado mi desconocimiento en profundidad del tema. Creo que seguimos dando palos de ciego en uno y otro sentido y de momento estas teorías acerca de la diferenciación de los sexos de forma tajante y que además mantienen el estatus sexual y económico de la dominación de unos sobre otros las mantengo algo apartadas pero sin descartarlas. El inmovilismo al que nos conducen me produce urticaria. Más si cabe porque ese mundo científico sigue marcado por la pauta masculina.

De lo que sí puedo hablar es de la deformación cultural que seguimos manteniendo. Estos días tuve la mala experiencia de ver los anuncios publicitarios dirigidos al mundo infantil y me entraron ganas de llorar: los roles son los de siempre, no han evolucionado lo más mínimo y me río yo de la búsqueda de la igualdad. Como me he reído durante toda mi vida tratando de encontrarla en mi medio.

El maquillaje es fácil en todo pero palabrita que tengo la sensación de que lo hemos modernizado pero si rascas sale la misma cara de siempre
y la ciencia forma parte de nuestro mundo, no? no es algo ajena a la cultura que nos rodea... Y hablamos de ciencias que dificilmente son demostrables, sorry, por mucho que se empeñen los psicólogos (aun las evolutivas, Memetic) o de las lagunas sin par en neurología y la recién neurociencia. Estamos en pañales y queremos pontificar como dioses...

Hasta ahí llego en mi argumentos y en mi intución sobre el tema, no es mucho, me temo, ays!

Besote cañero, eso sí, y de amazona, qué leches!!

El veí de dalt dijo...

Pedazo de post... El tema sempiterno entre igualdad de sexos... Que si biológico, que si cultural. En fin, refrendo tu punto de vista y, con sólo un poco de sentido común y perspectiva histórica, no hace falta darle más vueltas a lo que es evidente: el papel que ha jugado la mujer en la sociedad (del primer o del tercer Mundo) supeditado al hombre y sostenido por los dictados de la Iglesia (cristiana o no). La verdad es que es necesario de vez en cuando volver a plantear temas de relación de sexos y cómo asumimos roles distintos según la genética. Pero la pregunta (y para provocarte un poco) es ¿por qué caramba nunca encuentro la mantequilla en la nevera y mi mujer sigue siendo incapaz de leer un mapa?

Un beso

PS Por cierto, hoy hablo indirectament de ti en mi post. Que lo sepas.

Antígona dijo...

Me alegro de que pienses que no hay abuso, un Árbol. ¡Es que tengo una tendencia a enrollarme que ni las persianas, joer! :)

A ver, si yo me cabreo es por el poder y el prestigio social de quien hace tales afirmaciones, cuya influencia sobre los demás va a ser mucho mayor de la que pueda tener cualquier otra persona. Porque en el caso de que merezcan todos esos calificativos que dices, ¿quién va a pensar que el rector de la universidad de Harvard es un cateto? ¿O el premio Príncipe de Asturias? Los científicos gozan de un prestigio enorme, por el que todo lo que dicen pasa automáticamente a percibirse como verdadero, y más si pretenden, presuntamente, apoyarse en sus propias investigaciones o en las de otros científicos de prestigio. Ahí reside para mí su efecto dañino. A fin de cuentas, ¿no presume la ciencia de ser el único conocimiento objetivo y fiable? Esa idea ha calado tanto que por eso el Actimel se nos vende como producto cuya eficacia está científicamente probada.

Por desgracia, creo que el problema es que no son sólo ellos quienes detentan ese tipo de ideas. Sus ideas se utilizan desde muchos flancos como armas arrojadizas para justificar toda una serie de prejuicios que a muchos les interesa seguir manteniendo. Me parece francamente preocupante que un hombre a quien considero no sólo inteligente, sino muy inteligente, diga que su mujer está biológicamente más preparada que él para encontrar los calcetines de su hijo sin pararse a pensar en toda una serie de motivos mucho más razonables y de sentido común que explicarían esa “especial” habilidad de su mujer. Como, por ejemplo, que es ella quien ha pasado cuatro meses de baja al cuidado de su hijo y está mucho más entrenada, por una cuestión de mera práctica, en atender a sus necesidades. Que ella tiene más conciencia de lo que significa cuidar a un bebé porque lo lleva haciendo desde niña con sus muñecos. O, simplemente, ¡que es ella la que ha guardado en el cajón los dichosos calcetines!

No es que me encienda, que también, sino que creo que todavía hay mucho por hacer para luchar contra ciertas ideas que, después de haber imperado durante siglos, es lógico que no puedan desaparecer de la noche a la mañana. Y tampoco en las propias mujeres, por supuesto, que hemos recibido una educación tan exista como la de ellos.

Y me enciendo, ante todo, y más allá de la cuestión de género, por la tiranía del poder científico en el mundo de hoy, que me parece francamente peligrosa.

Cuídateme tú también, guapetona.

¡Un besazo!

Antígona dijo...

Pues sí, Carrascus, eso es lo que se enseñaba entonces y también mucho antes. Por ejemplo, un tal Gustav Le Bon dijo en 1879: “En las razas más inteligentes, como entre los parisienses, existe un gran número de mujeres cuyos cerebros son de un tamaño más próximo al de los gorilas que al de los cerebros más desarrollados de los varones. Esta inferioridad es tan obvia que nadie puede discutirla (…). Todos los psicólogos que han estudiado la inteligencia de las mujeres (…) reconocen que ellas representan las formas más inferiores de la evolución humana (…)”.

Sospechoso que declaraciones de esta índole sirvieran para mantener el dominio del hombre sobre la mujer y los beneficios obtenidos a través de ello. Más sospechoso aún que argumentos tales se utilizaran, en relación a los negros, para justificar su esclavitud y así poder explotarlos con la conciencia tranquila. Poca verdad puede haber en aquello que se utiliza como un instrumento de dominación y discriminación. Porque los intereses que están en juego son mucho más poderosos que el de la búsqueda de la verdad.

¡Un beso, amigo Carrascus!

Antígona dijo...

Bueno, Delirium, como he dicho antes, no es fácil transformar conciencias educadas según los referentes de una tradición milenaria. No es un proceso que pueda suceder de un día para otro, no. Porque una cosa es lo que dicen las leyes con respecto a la igualdad de sexos, y otra cómo piensan y actúan las personas que siguen sometidas, o lo han estado cuando niños, a mensajes que inciden constantemente en las diferencias. Todavía recuerdo el escándolo que se montón en mi colegio cuando dos niñas se pegaron. Las profesoras las tacharon de arrabaleras, que qué vergüenza, eso no era un comportamiento digno de una señorita. Al igual que recuerdo como mi madre le decía a mi hermano, que era un chaval un poco tímido, que a quien le pegara, él debía de devolvérsela aún más fuerte. La cultura condiciona, y mucho. Aprendemos a reconocer las identidades sexuales, y los comportamientos que socialmente les corresponden desde bebés, cuando aún ni tan siquiera somos capaces de razonar. Y todos estamos imbuidos, inconscientemente, de prejuicios sexistas. No puede serlo de otra manera cuando nuestras abuelas o incluso nuestras madres aún siguen pensando que los hombres son superiores a las mujeres. Pero la única forma de cambiar las cosas, y por supuesto, no sólo por el bien de la mujer, sino también del hombre, es empezar a tomar conciencia de ello. Ése es el primer paso. Nada fácil, desde luego. Pero creo que vale la pena esforzarse.

Pienso, no obstante, que la sociedad no está tan enferma como antes. En algo hemos avanzado. De haber nacido hace cien años ni tú ni yo sabríamos, probablemente, escribir. Mucho hemos ganado las mujeres. Y creo que los hombres también. Pero hay que seguir avanzando.

Yo también he estado un tanto ausente desde hace días, así que no te disculpes por nada. ¡Que no siempre las condiciones nos permiten hacer lo que nos apetecería! Y sigue recuperándote, anda, sobre todo de lo del barman, que ese tío no merece ni el más mínimo de tus desvelos.

¡Un beso enorme, hermosura!

Antígona dijo...

Germánico, acudir a Barres sólo ha sido una forma entre otras de plantear un problema. Entre otras razones, porque su artículo en Nature sólo es accesible en la red previo pago y no he podido leerlo. Pero por lo que he leído en otras páginas, por supuesto que las razones no son exclusivamente las expuestas aquí, sino que Barres presenta en él argumentos basados tanto en la propia neurociencia como en los resultados de otras disciplinas, tal y como he señalado en el post.

Por otra parte, tienes en parte razón al señalar que reduzco los argumentos de Pinker, o que tal vez los exagero. Pero, en primer lugar, me remito a ciertas palabras de Günther Anders que comparto: “Si hay alguna posibilidad de que los otros nos escuchen, es haciendo que nuestro discurso sea lo más tajante posible. El tiempo feliz en que podamos prescindir de estos, en el que podamos evitar la exageración y actuar con sobriedad aún no ha llegado”. Es, pienso también, lo que exigen las condiciones de un blog, donde la requerida brevedad del discurso no permite excesivas matizaciones. Pero, en segundo lugar, y ya dejando de lado la exageración, las propias palabras de Pinker -en el post sólo he parafraseado sus declaraciones- me parecen igualmente escandalosas. Creo que este hombre jamás ha leído un sencillo manual de antropología o sociología, cuyas interpretaciones del origen del desigual comportamiento o capacidad en las mujeres también se apoyan en investigaciones de carácter científico. Además de que no puede obviarse que lo que dice refrenda una situación de discriminación. De manera que, incluso si fuera verdad lo que dice -cosa que no creo en absoluto- ¿no se da cuenta de que todo discurso, y tanto más cuanto más público, tiene un cariz político? ¿No se da cuenta de que sus afirmaciones apuntalan una situación que desde muchos lugares se ha percibido como injusta? Es fácil ponerse del lado del poder dominante, y más cuando uno mismo se ve beneficiado con ello.

En cuanto a la condición de neurobiólogo de Barres, permíteme que discrepe. Porque resulta que todos estos señores dicen lo que dicen basándose, presuntamente, en los descubrimientos de la neurociencia. Y el que más formación tiene de todos ellos en lo relativo al funcionamiento del cerebro, ¡es Barres! Además de que, si algo saben de filosofía estos señores, deberían referirse con más cuidado a la fiabilidad y objetividad del saber científico para apoyar sus ideas. Porque precisamente ha sido la filosofía quien más ha contribuido a cuestionar esa fiabilidad y objetividad analizando los métodos de la ciencia, la propia condición histórica de los científicos y todo un sin fin de aspectos que vendrían a relativizar sus logros. Que Barres sea neurobiólogo y sin embargo se fíe más de la sociología o la antropología me parece significativo. Sabe que desde la neurociencia no pueden fundamentarse esas supuestas diferencias en los rendimientos naturales del cerebro femenino y masculino, y considera que son quienes han estudiado los mecanismos culturales de producción de diferencias los que algo tienen que decir.

Personalmente, no entiendo tanta confianza en la naturaleza cuando cualquier análisis social o histórico es capaz de explicar, en función de los modos de vida, de la educación, de los valores sostenidos, las diferencias conductuales entre hombres y mujeres. Por suerte, la cultura no “determina”, sino que condiciona, y los cambios históricos lo demuestran. Las mujeres de hoy en día no nos comportamos como lo hacían nuestras abuelas. Ni tampoco los hombres como sus abuelos. No hay aquí determinación. En cuanto a las costumbres de cada sexo, lo que llamas la observación de lo que sucede a diario es totalmente insuficiente. A diario te ves rodeado de personas que comparten tus mismos referentes, tu mismo ambiente, una educación y unas creencias muy similares. Y cada vez más. En eso consiste la globalización. Eso es el imperio de la cultura occidental. Más útil sería leer los estudios antropológicos realizados sobre relaciones entre hombres y mujeres en tribus o comunidades totalmente diferentes a la nuestra. Y ahí sí aparecen muchas ambigüedades.

Gracias por tu aportación y un saludo.

Antígona dijo...

Memetic Warrior, me gustaría saber, francamente, cuáles son esas evidencias aplastantes a las que te remites.

Te copio los resultados de un análisis bastante exhautivo en cuanto a diferencias de género que he encontrado por la red: “Como se deduce de lo expuesto hasta aquí en este documento, la información disponible no permite establecer, con el rigor requerido, una tabla que cuantifique las diferencias entre géneros, ni por lo que respecta a las capacidades ni por lo que se refiere a los rasgos de personalidad. Esto, en cierto modo, se puede considerar decepcionante, pero lo cierto es que no hay base para fijar unos valores representativos de algunas características para cada género y que hacerlo no sería, por lo tanto, serio ni positivo”

Aquí tienes el link: http://www.ioc.upc.es/IVIS/main/
Proyectos/Proyecto_1/doc4.htm#4

Te copio también lo que dijo el genetista Richard Lewontin ante la evidente falta de pruebas de esas diferencias de origen genético entre hombres y mujeres en cuanto a sus capacidades y aptitudes: “El hecho de que una persona se autodefina, en principio, como hombre o como mujer, con la multitud de actitudes, ideas y deseos que acompañan a esa identificación, depende de la etiqueta que se le haya adjudicado a esa persona cuando era pequeña. Si los acontecimientos siguen un curso normal, esas etiquetas se corresponden con diferencias biológicas en cuando a los cromosomas, hormonas y morfología. De esta manera, dichas diferencias se convierten en un signo y no en la causa de los diferentes roles sociales”

Y por último, creo que ciertas experiencias señalan que la fiabilidad de los test de inteligencia es muy cuestionable. Hace años se hicieron test en Estados Unidos que “demostraban” que los negros eran menos inteligentes que los blancos. Obviamente, los test estaban diseñados por blancos que partían de sus propios referentes culturales y cognitivos. Por no aludir a los factores sociales, emocionales o económicos que influyen en el mayor o menor desarrollo de la inteligencia.

La explicación evolucionista es sólo una interpretación más. Y a mi juicio, menos concluyente de lo que aportan otras interpretaciones.

No me considero guardiana de nada, mucho menos de lo políticamente correcto. Y no pretendo estar a la última, sino simplemente del lado de la racionalidad, de la lógica, y de la argumentación fundamentada. Que son los instrumentos que nos permiten poner en cuestión discursos pretendidamente científicos sospechosos de servir a intereses poco científicos. Así que mi rollo no va a cambiar. Eso lo tengo clarísimo.

Gracias por tu aportación y un saludo.

Antígona dijo...

Coronel Kurtz, por no repetirme, te remito a lo que ya le he dicho a Germánico sobre lo que opino de Pinker.

Y en cuanto a lo segundo, permítame también que te remita a las afirmaciones del genetista Lowentin, que creo que hablará con mayor conocimiento de causa que yo. No creo que nuestro kit genético nos fuerce a ningún comportamiento. En absoluto. La variedad de comportamientos en la especie humana es tal que ningún kit genético podría dar cuenta de ello. Y más teniendo en cuenta que todos venimos de un única especie de hombres prehistóricos.

Por otra parte, para mí no se trata de los factores culturales o naturales son asuntos excluyentes o no. Se trata de que los argumentos naturalistas son peligrosos porque históricamente han venido a justificar innumerables tropelías contra los colectivos morfológicamente distintos al colectivo dominante. Y más peligrosos todavía cuando algunos científicos los desmienten. Confío más en aquellos antropólogos que niegan que algo se pueda saber de la presunta “naturaleza” humana apelando al potentísimo poder de la cultura y aportando experimentos, observaciones y reflexiones que, personalmente, me resultan mucho más convincentes.

¡Un beso!

Antígona dijo...

Margot, no puedo estar más de acuerdo con tu actitud. Porque aun sin saber nada de ciencia siempre hay que sospechar, como señalas, de quienes formulan teorías que sólo avalan un estado de cosas indeseable. Efectivamente, conducen al inmovilismo e incluso al retroceso, como evidencia el artículo al que remite el link que he puesto sobre la “Santa Madre Iglesia”. Contentos deben estar los obispos con estas teorías, presuntamente avaladas por la ciencia, cosa que el propio Barres, siendo científico, niega. Sobre todo los que organizaron el pifostio de días atrás sobre la familia cristiana.

En cuanto a lo de los anuncios de juguetes para niños, sí, el tema es de juzgado de guardia. No entiendo por qué se censura la publicidad en la que una tía en bolas aparece subida a un coche y no los anuncios dirigidos a un margen de la población con cero capacidad de crítica que invitan a seguir reproduciendo los roles que, desde otras instancias, se pretenden distribuir igualitariamente entre los sexos.

En cuanto a lo último, te doy de nuevo toda la razón. Los científicos son señores como nosotros, con sus propias creencias, sus propias valoraciones, sus propias ideas, y viniendo de donde venimos, no pueden ser ajenos al condicionamiento cultural que todos y todas hemos sufrido. Por supuesto que no es algo ajeno a nuestra cultura. Es, por el contrario, simplemente el producto de ella. Y de ahí también el prestigio de la ciencia y su carácter dominante sobre cualquier otra forma de saber o de percepción del mundo.

Tus argumentos son tan certeros como tu intuición, Margot. Para llegar a ciertas conclusiones, sólo hace falta pensar con un mínimo de perspicacia sobre la realidad que nos rodea y siendo también capaces de tomar cierta distancia de ella.

¡Un beso anti-naturalista, y con jabalina! ;)

Antígona dijo...

Querido Veí, me alegro de que digas lo que dices. Nadie niega aquí que no existan diferencias. Lo importante es el calado de esas diferencias, si realmente se corresponden con las diferentes funciones que nos ha tocado cumplir, históricamente, a hombres y a mujeres. Y la perspectiva cultural señala que no hay nada biológico en todo ello. ¿Necesario plantear estas cuestiones? Muy necesario, diría. Y me remito a lo que dice Margot sobre los anuncios en televisión de juguetes para niños y niñas. Aún hay mucho por hacer. Aún hay mucho que pensar al respecto.

En cuanto a tu pregunta “provocadora”, te respondería: piensa quién abre más veces la nevera, si tu mujer o tú; si era ella la que de pequeñita se ocupaba de ayudar a su madre en lugar de sus hermanos; si a ti de pequeño te obligaban a colaborar en casa; si has jugado alguna vez de pequeño a los supermercados, o has tenido una cocinita. ¡A mí me compraron una lavadora en miniatura que lavaba y todo! Piensa también a cuántos mapas te has tenido que enfrentar tú y a los que se ha tenido que enfrentar ella. O a gráficos parecidos según vuestras respectivas profesiones.... Se me ocurren mil cosas que podrían explicar esa diferencia.

Además, yo misma tengo mucha más facilidad para leer un mapa que para encontrar la mantequilla en mi nevera. ¡O el atún en la despensa! ;)

Anda, ¿de verdad que aparezco? ¡Qué ilu! :) Paso a verte en cuanto descanse un poco. ¡Que me he agotado con tanta respuesta!

¡Un beso!

NoSurrender dijo...

Desde luego, doctora Antígona, lo expone usted con gran claridad y contundencia, sí. Y déjeme que me una en su cruzada a favor de las ciencias sociales. Que algunos cientificistas deberían empezar por leer más a Popper, Lakatos y similares para llegar a haberlas y otros. Pero cuidado, doctora, que el señor Punset no es más que un divulgador… y sí ha leído a Popper.

Las diferencias entre hombres y mujeres existen y son cuantificables, no creo que eso ofrezca mucho debate. Y no existen sólo entre las piernas sino en la propia composición bioquímica de cada uno. Eso sí, que el nivel de testosterona en un cuerpo influya más o menos en la capacidad analítica de un individuo concreto ya es otro tema. Vamos, que nada que ver con cambiar pañales o diseñar dispositivos nucleares, por supuesto.

De todas maneras, yo estoy convencido de que el “determinismo” que tenemos como género es básicamente cultural. Mayoritariamente cultural. Brutalmente cultural. Pero no creo que lo cultural sea menos determinista que lo biológico en un mamífero bípedo que viste medias de encaje, come magret de pato en salsa de frambuesa con un tenedor de tres puntas, lee poesía de Rilke o grita ¡penalti! con excitación ante un televisor encendido. Se necesitarían demasiadas generaciones para cambiar ciertos hábitos. Porque ese acervo cultural en torno al género es atávico y reside también en el más profundo inconsciente (Barres incluido). Y, por tanto, sea cultural o biológico, determina (estadísticamente) la manera de sentir algunas emociones, doctora Antígona.

Si alguna vez vuelvo a coincidir con Eduard Punset asiento con asiento en el puente aéreo, le diré de su parte que lleve a Barres a su programa. No lo dude.

Le dejo un párrafo escrito por él en su blog que creo explica muy bien su postura acerca del talibanismo cientificista biológico: ““El cerebro no ve nada. La mayor parte de su energía la consume haciendo predicciones en la oscuridad más absoluta. Por fin entendemos porque sólo vemos lo que queremos ver, de la misma manera que la luna nos parece mucho mayor cuando está en el horizonte terrestre que cuando está arriba del todo. Ahora sabemos que el haz de luz visible es sólo una fracción diminuta de todo el espectro de luz. Ya no podemos estar seguros de nada. De manera que no hace falta luchar contra las opiniones de los demás ni morir por nuestras propias convicciones”.

Está usted bárbara en los comentarios, doctora! Yo también quiero mi dosis de caña! ;)

Besos!

NoSurrender dijo...

… obviamente, donde dice “haberlas”, debe decir “Habermas”…

Arcángel Mirón dijo...

El límite que separa lo innato de lo cultural es breve y confuso. Si desde siglos y siglos las mujeres son educadas para criar hijos, ¿no es eso innato, además de cultural? Las personas que se apoyan en el hecho de que los hombres son mayoría en los puestos de poder y demás, olvidan o ignoran que es así porque así fue educado el mundo, con escasas excepciones. La superioridad masculina es un tema cultural desde hace siglos y siglos, entonces se confunde con lo innato.

Nuestras generaciones tienen la oportunidad de equiparar las chances, y de cortar de raíz esa idiota y peligrosa guerra de los sexos. ¿Por qué un sexo tiene que ser superior al otro?

Antígona dijo...

Únase usted a esta cruzada, claro que sí, doctor Lagarto. Que al menos los especialistas en las ciencias sociales no son tan prepotentes como los de las ciencias naturales -o los de algunas de sus disciplinas- y siempre se han esforzado por analizar y exponer con claridad cuáles puedan ser los límites de sus conclusiones. No les ha quedado otro remedio, claro, siempre teniendo que disculparse por no poder recurrir con la misma facilidad a la matematización y a la experimentación en laboratorio, simplemente porque su objeto de estudio es muchísimo más complejo que el de las ciencias naturales. Le veo muy puesto en temas de filosofía de la ciencia, doctor, lo cual me alegra. Creo que sería labor de todo científico ocuparse minuciosamente del estudio de esos y otros autores para luego no proclamar tan alegremente lo verdaderos que son sus resultados.

Ya sé que el señor Punset es un divulgador, y como tal, no puede decirse que lo haga mal. Ahora, entrevistas como la de Víctor Johnston -ya se acordará usted del debate que tuvimos aquí al respecto- me tientan a poner en duda su capacidad de selección sobre la gente de valía que merece tales entrevistas. Además de que no comparto su entusiasmo por los supuestos descubrimientos de la neurociencia. Me parece muy graciosa esa manera en que pronuncia... “oye, entonces, el cerebro...”, y hay que reconocer que es un gran comunicador. Pero creo que debería ser un poco más crítico con las tesis que sostienen algunos de sus entrevistados.

Como he dicho antes, no es mi intención, en absoluto, negar que tales diferencias existan. Ahora sí, las cuantificables son las puramente físicas: hormonas, diferencias morfológicas, genéticas. En cuanto al resto, los propios científicos han reconocido que ni tan siquiera hay acuerdo acerca de los métodos o instrumentos que podrían medir las diferencias psicológicas o conductuales. Por otra parte, me parece relevante que cite el caso de la testosterona: estudios con monos rhesus muestran que sus niveles de testosterona descienden cuando han tenido un fracaso social y aumentan, en cambio, cuando viven un momento de triunfo o cuando se les permite dominar a otros. Eso significaría que hasta los niveles en nuestras hormonas están sujetos a nuestros comportamientos. O sea, que hasta lo biológico debe tener en cuenta, para poder entenderse, lo que el sujeto en cuestión hace o deja de hacer o las situaciones a las que es enfrentado ¡Y eso simplemente en los monos! En todo caso, son muchos los científicos que desmienten la tesis de que los niveles hormonales influyan en aspectos tales como la capacidad analítica. E incluso si hubiera diferencias de esta índole entre hombres y mujeres, muchos otros factores podrían explicarlos. La capacidad analítica también es algo que se forma, que se adquiere. Y todo dependerá de si hombres y mujeres tienen las mismas oportunidades de adquirirlas o lo necesitan para cumplir sus respectivas funciones.

En cuanto al “determinismo” cultural del que habla, le doy en parte la razón, pero no del todo. El término determinismo tiene connotaciones de necesidad, de inalterabilidad que no son ciertas para lo cultural. Por eso, creo que debe de hablarse de condicionamiento, pero nunca de determinismo. Entre otras cosas, porque la historia demuestra que ha habido profundos cambios a lo largo del tiempo en los individuos de una misma cultura, en su manera de sentir, de percibirse a sí mismos y la realidad que les rodeaba. Y cuando el cambio es posible, no creo que haya lugar para el concepto de determinación. Es verdad que el acervo cultural en torno al género es atávico, sí, al menos en nuestra cultura y en muchas otras. Y que sus aspectos inconscientes son los más difíciles de alterar. A lo mejor hacen falta muchas generaciones para ello. Pero es evidente que muchas cosas han cambiado, y algunas muy rápidamente. Las expectativas, deseos, ideas, creencias de una mujer de hace cien años no son ya las mismas que las de la mujer de hoy. Su acceso a la educación le ha abierto un mundo inmenso de posibilidades que antes le eran negadas. El cambio es demasiado reciente como para que puedan verse sus resultados a largo plazo. Pero sólo hace falta esperar, si no sufrimos un retroceso gracias a las tesis de ciertos científicos.

Por otra parte, claro que nuestras emociones vienen condicionadas por esa cultura. Pero de la misma manera en que una campesina o un campesino del siglo XII no podía sentir de la misma manera la muerte de uno de sus diez hijos que una madre o un padre del siglo XX. Las emociones son también históricas. Como la vivencia del amor. Y estoy segura de que los hombres de hoy en día, al menos aquellos que se rebelan contra el dictado de que “los hombres no lloran”, tienen una manera de sentir diferente a la de sus antepasados. Las emociones son históricas para todos. Y que hombres y mujeres las vivan de modo diverso por su condicionamiento cultural -en algo tiene que influir, obviamente, toda la represión emocional sufrida durante siglos por los hombres; a veces me pregunto si no es por eso por lo que los hombres tienden a tener actitudes más agresivas, precisamente porque ése es el único modo de canalización emocional que se les permite, aunque esto ya son elucubraciones mías- es algo que puede cambiar si cambian otros factores.

Precisamente por esa posibilidad de transformación, no me parece en absoluto trivial que las diferencias se califiquen de biológicas o de culturales. No es para nada lo mismo. En absoluto. Como digo en el post, tras la idea de lo natural se esconde la de lo inamovible, e incluso la de lo que “debe ser”, porque no puede ser de otra manera. Mientras que lo cultural alberga la posibilidad de hacer uso, por poco a poco que sea, de nuestra libertad para transformar la realidad. Quien dice que las diferencias son biológicas detenta una postura ante la condición humana muy diferente de quien dice que son culturales.

Sí, ande, doctor, hágame ese favor de pedirle a Punset que invite a Barres. ¡Que me encantaría ver a Barres por la tele y al Punset diciéndole eso de “oye, pero esto que dice...” ;) La cita que pone me parece muy interesante la verdad. Me muestra otra faceta de Punset que tal vez me anime a leerlo. Tal vez.

¿Considera que es suficiente la dosis de caña que le he dado? Porque, si no, yo, ¡a mandar! Aunque ahora mismo mis dedos andan ya tumefactos ;)

¡Un beso!

Antígona dijo...

Bueno, Arcángel, yo no creo que lo adquirido por educación se pueda calificar de innato. Innato es tener un útero. Pero no la necesidad de hacer uso de él para tener un hijo. Eso ya es cuestión de elección. Prácticamente todo lo demás, empezando por el lenguaje, que es lo que nos permite pensar, se adquiere por herencia cultural. Innato es aquello que te determina desde tu propio nacimiento. Y el hecho de que, por ejemplo, muchas mujeres decidan hoy día no tener hijos demuestra que el deseo de tenerlos no lo es. En todo lo demás que dices, estoy de acuerdo. Porque es verdad que, como decía Nosurrender, lo atávico de la cultura se confunde con lo innato. Pero es importante distinguir. Justamente por eso que ya he dicho de que lo innato no puede alterarse, o sólo en muy pequeña medida, y lo cultural no.

Por supuesto que ningún sexo debe ser superior a otro. No se trata de eso. El ideal es que todos tengamos acceso a las mismas oportunidades de experiencia y realización, hombres y mujeres. Luego que cada cual que elija lo que quiera. Pero, de entrada, que no se nos niegue, ni a unos ni a otros, la posibilidad de acceder a ellas o se nos coarte la motivación para hacerlo alegando inferioridades inamovibles.

¡Un beso!

BACCD dijo...

¡Joder, este blog es la leche!

Este mediodía me he leído tu post, había tres o cuatro comentarios, yo tenía que hacer la comida y he pensado "por la noche le dejas el comentario". ¡Coño, y ha pasado por aquí ya medio mundo!

Las ideas que me han ido viniendo eran, como siempre, una mezcla de factores. Creo que uno de los hechos más influyentes es el hecho de la división de tareas, y estoy hablando en términos básicos y antiquísimos ya. Como no somos hermafroditas y para procrear se necesitan a dos componentes y para proteger a la prole es más fácil con dos que con uno, se ha establecido desde hace mucho tiempo una especie de división de tareas. De algún modo, los hombres se han especializado más en unas actividads y las mujeres en otras. Eso crea una mejor predisposición para unas u otras cosas. Hablando siempre en términos generales. Y no estoy diciendo en absoluto que a cada uno le toca lo suyo.

Lo malo del asunto es la situación privilegiada constante en que se encuentran los hombres. Además, curiosamente, no se critica la educación de los hijos por su padre, sino por su madre. Si el padre pasa del hijo, como que es "más normal, excusable y hasta comprensible". ¡Pero no se te ocurra ser mala madre!

Que los hombres se han dedicado más al conocimiento es innegable. Pero es también innegable que es cuestión de mero ejercicio. Y vaya, no sé, pero creo que la experiencia de Barres dice muchísimo, por mucho que otras personas quieran anular su importancia. No son pocas las mujeres célebres en la historia que han conseguido serlo presicamente por hacerse pasar por hombres. Una discriminación totalmente irracional, ¿no te parece?

Sin duda, la cultura pinta mucho en todo este asunto. Lo que me pregunto es por qué precisamente en todos los casos es el hombre el ser considerado superior. ¡Y menuda ironía lo de la Santa "Madre" Iglesia!

Chica, el tema da para demasiado. Yo no entiendo de ciencias, ni siquiera las sociales. Pero creo que sólo hay que pensar con un poco de lógica.

Un beso y un placer, cómo no, leerte.

dErsu_ dijo...

Hay tales convencimientos que ninguna ciencia puede demolerlos, pues no hay peor ciego que el que no quiere ver, y al tuerto lo hacen rey.

Anónimo dijo...

Antígona, es un tema que levanta polémica y de plena actualidad. la postura de la Santa Madre Iglesia ante la mujer ya es de todos/as conocida,su rol tradicional,pilar del único e incuestionable modelo de familia que defienden a capa y espada, procreadora,madre,esposa...etc...en fín, es un modelo de mujer tan respetable como cualquier otro para quienes decidan libremente asumirlo,pero¿respetan ellos otros modelos de mujer?ésa es otra cuestión.
Por otro lado,en el tema de la ciencia o en cualquier otro campo, mi postura será siempre más ambientista que genetista, así que cualquier persona, con independencia de su sexo,creo puede tener unas determinadas aptitudes o habilidades si se esfuerza por desarrollarlas y su entorno es favorecedor.Otro tema sería la igualdad de oportunidades pero eso creo que es más bien una cuestión de carácter social.
Un abrazo y un placer participar del debate,como siempre.
troyana.
Posdata: Leí tu post sobre el destino, pero no terminé de vislumbrar tu posicionamiento,disculpa mi torpeza.

dErsu_ dijo...

Es curioso, si se me permite repetir, el papel de la Iglesia en este tema. Y digo que es curioso porque tal como se explica en el Génesis, la mujer es muy superior al hombre, no em vano Dios tuvo que crearla en segunda instancia, para intentar arreglar la chapuza de Adan. Y creo que ni a la segunda le acabo de salir la cosa bien del todo.

Antígona dijo...

Claro, Dusch, es que el tema se las trae. Pero como verás el número de los comentarios depende también de mis propias respuestas. ¡Que me he extendido de lo lindo!

Desde luego, tienes toda la razón al decir que es la división de tareas la que produce diferencias. Si en un mundo hipotético la mitad de los hombres hubieran de ser matemáticos y la otra artistas, no te quepa duda de que los primeros poseerían más capacidad analítica que los segundos. Porque las capacidades se generan, se desarrollan, se producen en función de la práctica, del entrenamiento. El hecho de que sólo las mujeres, y no ellos, sean las que puedan parir, es lo que, por lo general, se admite que ha sido el origen de esa división de tareas. Tal vez también, en los tiempos primitivos, la mayor fortaleza física de los varones. Ahí hay dos hechos puramente biológicos, sí. Nosotras tenemos un útero y menos masa muscular, al menos proporcionalmente. Pero eso no significa que una mujer esté mejor dotada para cuidar de un niño que un hombre. Ninguna madre sabe qué hacer con su niño en cuanto sale de sus entrañas, a diferencia de los animales, que sí saben, de forma innata, desde cómo darles de mamar a cómo enseñarles a andar. Los humanos tenemos que recibir información para poder hacerlo, aprender de la experiencia de otros. Y esos aprendizajes -dar un biberón, cambiar unos pañales- pueden hacerlos todos. En cuanto a la fortaleza física, nuestros medios de vida han cambiado tanto que para la mayor parte de los trabajos es innecesaria emplearla. De ahí que esa división de tareas haya perdido, hoy por hoy, su sentido.

Lo que dices de la maternidad me parece muy acertado. Pareciera que la mujer fuera madre por naturaleza y el padre sólo por accidente. De ahí que una madre que abandonara a sus hijos fuera una madre “desnaturalizada”, mientras que de un padre que hiciera lo mismo jamas se ha dicho tal cosa. No digo yo que el hecho de llevar durante nueve meses de tu vida no tenga un sentido emocional para la mujer que el hombre nunca podrá experimentar. Pero dudo mucho que eso marque decisivamente la educación de los hijos. Apostaría a que en las parejas que adoptan hijos las madres adoptivas siguen mostrando actitudes más maternales que los padres, y eso, dada la falta de toda alteración hormonal en ellas fruto del embarazo, sólo puede ser resultado de su mayor predisposición cultural -vuelvo a los nenucos- para la maternidad.

Y por supuesto que en lo que dices del conocimiento todo es una cuestión de ejercicio. Es que todo es una cuestión de ejercicio, porque a este mundo nacemos sin saber nada, más que succionar y defecar. Esos son los dos únicos actos reflejos que los antropólogos atribuyen a los humanos, similares, pero sólo similares, a los instintos animales, que entrañan patrones de conducta mucho más complejas. Me parece muy interesante lo que apuntas de mujeres que, para lograr triunfar en ámbitos sólo reservados a hombres, hubieron de hacerse pasar por uno de ellos. Una nueva prueba de que las capacidades intelectuales de las mujeres, en aquellas pocas privilegiadas que tuvieron ocasión de cultivarlas, en nada diferían de las de los hombres. La educación lo es todo. Porque todo lo que percibimos nos educa, nos forja, en una dirección o en otra.

El hombre ha sido considerado superior, en mi opinión, porque esa distribución de tareas le situaba en la situación de poder, de dominio. Y las relaciones de poder son intrínsecas a los seres humanos y siempre se vive mejor estando arriba que abajo. Ningún grupo que tuviera el control, en cualquier ámbito, ha querido renunciar a él. Éste ha tenido que serle arrebatado para que se diera el caso de que lo perdiera. El hombre ha obtenido grandes beneficios estando él en la situación de poder. Y no sólo en el plano de lo psicológico. Tener poder es poder decidir, ser más libre, poder cumplir la propia voluntad. Y cuando mi voluntad choca con la de otro, el conflicto puede resolverse reduciendo al otro, dominando al otro.

Tampoco yo creo que haya que tener demasiados datos científicos, y sí simplemente algo de perspectiva y conocimiento de la historia, o capacidad de observación, para entender de qué va este tema.

Lo que es un placer es leer tus comentarios, niña, que siempre aportas cosas interesantes y lúcidas.

¡Un besazo!

Antígona dijo...

En fin, Dersu, supongo que con lo de los convencimientos se refieres a los prejuicios heredados. Y sí, esos sólo pueden modificarse si uno quiere, si quiere tomar conciencia de ellos, si quiere ponerlos en cuestión y analizarlos críticamente. De lo contrario, no hay nada que hacer para cambiarlos.

¡Un beso!

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La postura de la Santa Madre Iglesia es, Troyana, hoy en día, un auténtico escándalo. Por supuesto que hace mucho que olvidaron el respecto hacia quienes no piensan como ellos. Es algo en el fondo intrínseco a toda religión, el pensar que sólo puede haber una verdad. Pero luego está el modo en que se traduce esa verdad en lo relativo a las normas, a los preceptos que la deben corroborar. Y las verdades que proclaman hoy día los católicos están muy alejadas de las doctrinas más esenciales del cristianismo. El problema es el poder que tienen. Que todos los domingos se plantan en sus altares y dicen a la gente cómo deben vivir para no ir al infierno. Tampoco yo tengo nada en contra del papel que ellos defienden para la mujer. Es una opción tan respetable como cualquier otra. Pero ése es el quid: que tiene que ser una opción, y no una obligación, no una imposición.

También yo me decanto, pero además de manera radical, por el ambiente. ¡Pero si hasta los propios genetistas lo dicen, como señalaba Rowentin! Todo depende, como señalas, del desarrollo de ciertas habilidades, de que las condiciones sociales o culturales lo permitan. ¿Tan sorprendente es eso? ¿O acaso los científicos no llegan a serlo tras largos años de estudio? Pero para que todos y todas podamos ser científicos o artistas o lo que sea debemos tener oportunidades idénticas para acceder a la formación y al desempeño de esa labor.

Gracias a ti por participar, Troyana, ¡no dejes de hacerlo!

En cuanto al post, no lo tengo ahora muy fresco pero creo que quería decir que eso que llamamos azar, destino, casualidad, o fatalidad no son más que proyecciones nuestras con respecto a acontecimientos cuyas causas últimas nunca podremos entender. Por eso, tal vez lo importante sean las actitudes que adoptemos, las interpretaciones que hagamos ante lo que nos pasa. Si quiero creer que un acontecimiento X marca mi destino, será en el fondo una decisión mía. Porque el por qué último de ese acontecimiento siempre se me escapará. La realidad es que tenemos la necesidad de atribuir sentido a lo que nos ocurre. Pero el sentido es algo que aportamos nosotros. Algo así era la idea.

¡Un beso!

Antígona dijo...

Por supuesto que puedes repetir, Dersu, y todas las veces que quieras, que aquí no se agotan las existencias ;)

Interesante lectura la que propones del Génesis, claro que sí, aunque me temo que la Iglesia nunca estará de acuerdo con esa interpretación por el tema de la costilla y lo que Dios le dice a Adán de Eva. Y tienes razón, la obra divina es bastante chapucera. En todos los sentidos. El de cómo somos los humanos, hombres o mujeres, es uno de ellos.

En el "Libro de los Abrazos" de Eduardo Galeano hay una reinterpretación del Génesis que siempre me ha hecho gracia. ¿La conoces?

¡Un beso!

Ana dijo...

RÉPLICA!!!

Vale, tienes razón, vaya eso por delante.
Los científicos están sobrevalorados.
Eso no quiere decir que no sean unos catetos. En eso tengo razón yo, maja.

Y quien les escucha, quien defiende sus tesis, quienes les siguen, son catetos, como ellos, son ciegos que no quieren ver lo evidente: las mujeres y los hombres somos capaces de hacer todo lo que nos propongamos con sólo dos condicionantes: la voluntad férrea en primer lugar, y una mínima capacidad intelectual, un saber dilucidar, discernir... lo que en mi pueblo llaman un poquito de seso, vaya.

Dicho lo cual, debería confesar que mi nivel de hormonas MASCULINAS, la testosterona esa que hace que los hombres sean más agresivos que nosotras, más dispuestos al apareamiento continuo y tal, está en unos niveles inusualmente altos en mi persona. Pero me siento mujer, supermujer, pedazo mujer, orgullosona de ser alta, delgada, guapa, lista, simpática, empática, joven, rubia y con los ojos azules.
Que en determinados y ridículos foros se niegue la mayor, es decir, que se niegue que el único problema de las mujeres SECULARMENTE ha sido que se las ha ninguneado, simplemente es una estrategia para continuar ninguneándonos, pero, sinceramente, crees que lo consiguen? Crees que alguien puede parar esta avalancha de mujeres con carreras, conocimiento, capacidad, VOLUNTAD y energía suficiente para jugar a las canicas con el sistema solar??
No te enciendas.
No lo veremos, porque ya sabes que la historia de las mentalidades va por detrás de los hechos consumados.
Pero yo sé en mi fuero interno que cuando algún hombre maravilloso, listo, culto, encantador, con puesto de responsabilidad y tal y tal le diga a una de mis hijas "reina, me has planchado la camisa?", a mis hijas se les romperán las costillas flotantes del ataque de risa.
Y eso, en parte, es cuestión de educación, en parte de voluntad, y en parte de la propia dinámica social. Sí. Muy lenta.
Tiempo al tiempo, Anti.
El mundo es nuestro, somos las hijas de las pioneras y queda mucha tela que cortar.

Besooooo

Antígona dijo...

¡¡¡Hermosa!!!

No te lo tomo como una réplica porque estoy de acuerdo contigo en lo esencial, y, en el fondo, no soy pesimista respecto a la cuestión.

Catetismo, lo hay, sí, hay que reconocerlo. He visitado ya muchas páginas que se centran en estas cuestiones y efectivamente, la psicología evolucionista, que es quien más interés tiene en mostrar que las diferencias de género son innatas, tiene muchos adeptos. Demasiados, teniendo en cuenta la fragilidad de sus tesis. Y para postre, Steve Pinker, uno de sus principales promotores, este señor que justificó biológicamente las menores aptitudes de las señoras, pobres de nosotras, para las tareas científicas apoyando a Summers, fue reconocido por la revista Time como una de las 100 personas más influyentes en 2004. ¡Lo que nos faltaba! Pero hay un debate abierto y son muchos los científicos que rechazan sus tesis, entre otros el tal Lowentin que cité, él mismo genetista -Pinker es psicólogo- con argumentos mejores y más fundamentados. No hace falta ser muy listo para ver que detrás de todo ello hay dos claras actitudes políticas: son la derecha y la izquierda hablando desde la ciencia. Y los deterministas biológicos no están precisamente en el bando de la izquierda.

Así que, por fortuna, también hay científicos no catetos, y gente detrás que les apoya, aunque, por alguna razón, sus publicaciones no cobren la relevancia de la de los catetos. Qué casualidad, ¿no?

Confío en la voluntad de las mujeres con conciencia de lo que tiene que significar ser mujer hoy en día frente a la mujer del pasado, claro que sí. Pero, como decía Margot, no deja de preocuparme que ciertas cosas tan básicas como los juguetes destinados a niños y niñas sigan siendo tan sexistas. No dejan de preocuparme ciertas afirmaciones de señores -el que comentaba no es el único- a quien considero inteligentes que son para salir corriendo y compadecer a sus pobres mujeres. Y no deja de preocuparme que jovencitas que conozco digan que algo natural hay en las mujeres que las predispone a limpiar mejor que los hombres. Para llorar, vamos. ¿No se habrán fijado en cómo limpian algunos hombres sus coches los domingos por la mañana, hasta hacer brillar la carrocería cual diamante, pese a ser unos guarros en sus casas?

Los prejuicios tienen mucho peso, más cuando llevan tantos siglos funcionando. Y por eso creo que hay que mantener una actitud activa ante la cuestión y no dejar de analizar, incluso en nosotras mismas -que tampoco hemos sido inmunes, por supuesto, a esos prejuicios machistas- cuándo éstos están operando sin que ni tan siquiera nos demos cuenta.

Creo en el poder de la voluntad. Ciegamente. Y también en la educación. Más ciegamente todavía. Pero el medio en que vivimos también es educativo, se aprende también por mera ósmosis. Y ciertos logros tienen que mantenerse, por una parte, y por otra, ser seguidos de otros para que ese medio no se vuelva en contra de la voluntad ni de la educación que podemos controlar nosotros.

Tiempo al tiempo, en efecto. Pero como dice el refrán, a dios rogando y con el mazo dando. Creo que aún hay mucho que cambiar en las conciencias, o en las conciencias de ciertos sectores de la población, más allá de las leyes. Y que también hay que revisar algunas de esas leyes que flaco favor le hacen en el fondo a la causa feminista y que sólo están generando una guerra de sexos. Y que conste que no me considero feminista, al menos en el sentido en que actúan muchas corrientes actuales del feminismo.

Te veo guerrera a ti también, eh? Además de alta, delgada, guapa, lista, simpática, empática, joven, rubia y con los ojos azules, claro ;)

¡Besazo!

el nombre... dijo...

Antígona:
Hay temas que merecen ser tratados con seriedad, como lo has hecho, no debes disculparte por eso.
Has planteado las distintas perspectivas de una manera clara y contundente.
Tan clara y contundente como no lo es para mí esto de la diferencia entre los sexos.
Mi opinión dista de una concepción meramente biológica.
Creo que uno nace "macho" o "hembra", y de ahí devienen hombres y/o mujeres...
Que culturalmente, algunos estén más o menos "aptos" para ciertas actividades, es una pregunta abierta para mí.
Yo no creo para nada que un hombre pueda cambiar pañales, o que una mujer no pueda ser investigadora científica.
Creo que ha habido un abuso de esa "división de tareas", y obviamente, que desde la educación, se torcieron las cosas a gusto y piacere de quienes estaban interesados en ello.

Para mí, existen seres humanos, con posiciones sexuales varias: homo, hetero, trans, travestis, etc. y eso arma una manera de estar en el mundo, pero no limita lo que cada quien elija hacer con su vida intelectual laboral personal.

No niego que hay "tendencias" y miradas diversas desde las diferentes posiciones sexuales (y no hablo de la cama, vos sabés)...

Bueno, sólo es mi opinión, como siempre.

Y mil, pero mil gracias, por traer temas tan interesantes y que abren a debate, y a repensar conceptos "clásicos" o "dados".
El mundo, la vida, no son estáticos, cambian. Y debemos estar a la altura de las circunstancias.

Dante Bertini dijo...

Algo estragado por la gripe, no puedo leer todos los comentarios y a lo peor me repito.
No me extraña esta sintonía; aunque desde puntos de vista muy diferentes, acabo de colgar un post que toca el tema de la transexualidad, ligeramente en mi caso. Mi estado no permitía profundizar demasiado en nada.
Tal vez influirá la cercanía de la película de Lucía Puenzo (que todavía no he visto). Me interesa saber qué está pasando en mi país de origen con este tema tan resbaladizo, tan propicio a la astracanada o al desborde.

Dante Bertini dijo...

Perdona que insista, pero tal vez tú puedas decirme si está dentro de las características propias de mi sexo ubicar en un lugar agradable un ramo de flores que compré, haga la colada de mi ropa de cama y piense en los efectos colaterales del calentamiento global. Agradeceré tu respuesta. Ah! En mi DNI pone masculino.

Antígona dijo...

Creo que la realidad ha cambiado mucho, el nombre, y que en el tema de las diferencias de género éstas empiezan a diluirse como hubiera parecido impensable hace unos cuantos años. No se trata de que un hombre no sea capaz de cambiar pañales. Se trata de que lo aprenda, lo quiera, se interese por el tema, y entonces demostrará que es tan apto como cualquier mujer para hacerlo. Hoy mismo, en la cola del supermercado, a un hombre de unos cincuenta o sesenta años se le ha caído un botón de la chaqueta que ha ido a parar a mis pies. Cuando se lo he dado me ha dicho: “Contenta se va a poner mi mujer”. Es decir, que él ya está dando por sentado que quien puede y debe coser ese botón es ella. ¿Es él incapaz de coser un botón? Probablemente, pero sólo porque jamás ha aprendido a hacerlo, porque siempre ha considerado que eso es cosa de mujeres. ¿Alguien nace enseñado, programado para coser botones? No, ni ellos ni ellas. Simplemente, ellas saben hacerlo porque se les ha enseñado y ellos no. Ésta es la única diferencia.

Por supuesto que ha habido un abuso en la división de tareas, y más cuando las que correspondían a la mujer eran las que la condenaban al ámbito de lo doméstico, mucho más tedioso, aburrido y lleno de insatisfacciones que el ámbito de lo público. Quienes han visto limitado su campo de experiencia en el mundo han sido fundamentalmente las mujeres, aunque también a costa de otras limitaciones para los hombres, como el cuidado de los hijos, que hoy día también muchos quieren reivindicar.

Poder elegir lo que cada cual quiera hacer con su vida es básico, un derecho elemental. Pero para que hombres y mujeres puedan elegir igualitariamente deben disponer de las mismas oportunidades de formación, deben estar sometidos a las mismas expectativas, y creo que eso es lo que la cultura, tratanto de manera desigual a hombres y mujeres, no ha permitido. Pero como he insistido a lo largo del post, lo cultural puede cambiar. Habrá aspectos más profundos que necesiten más tiempo. Otros, sin embargo, han empezado a cambiar ya desde hace unos cuantos años.

Gracias a ti, el nombre, tus opiniones son siempre bienvenidas, así que no dejes de expresarlas en esta casa.

¡Un beso!

Antígona dijo...

Bueno, el tema de la transexualidad de Barres sólo lo he enfocado desde la perspectiva que él mismo recalca, es decir, la de haber tenido la oportunidad de vivir como mujer y como hombre y poder comparar cómo se le trataba bajo una condición y bajo la otra. Creo que su experiencia resulta bastante iluminadora, más allá de su profesión científica, como la de otros transexuales que vienen a coincidir en lo mismo. Todos los aspectos de su vida social, según algún que otro caso que he leído, se han visto profundamente alterados: desde el modo en que les trataba el camarero en un restaurante hasta la valoración de su actividad profesional. Pero más allá de eso, desconozco la problemática de la transexualidad, que intuyo debe de ser compleja.

En cuanto a lo segundo, ay, Cacho de pan, se supone que eres tú, inculturado como hombre, quien debe saberlo. O mejor se lo preguntas a los que defienden que según tu naturaleza biológica estás más preparado para ciertas cosas y no para otras. A lo mejor así encuentras alguna explicación acerca de por qué siempre mezclas la ropa blanca y la de color ;)

Bueno, fuera bromas, creo que después de todo lo dicho mi posición está más que clara: creo que hombres y mujeres son aptos -fuera del tema de traer hijos al mundo- para hacer las mismas cosas. Que cada cual decida después qué es lo que quiere o no quiere hacer a partir de sus virtudes o limitaciones. Pero sabiendo de antemano que tales limitaciones no dependerán de su sexo, sino de sus caracteres específicos como individuos, de su voluntad, de su biografía, y de las enseñanzas recibidas, que siempre pueden tratar, si así lo desean, de modificar.

Cuídate esa gripe-pasa y a ver si pronto te deja en paz.

¡Un beso!

El Secretario dijo...

Hola Antígona.

Justo ahora están viendo en casa una peli en la que un señor habla de la naturaleza frágil de las mujeres y cosas de esa índole, en un debate ante una audiencia de sufragistas.

Y una de ellas le dice: ¿Acaso no habéis sido todos educados por mujeres? ¿Es que mi hijo tiene derecho al voto y yo no?

Mi hija de 15 años me apunta: "Papi, menos mal que tú no eres machista"

En cuanto a los roles establecidos, te pondré un ejemplo: en casa, siempre que estoy presente, yo he sido el encargado (entre otras cosas) de "limpiar culitos" (aún tengo una pequeña de 3 años).

Ellos han sabido eso siempre y siempre me han llamado a mí para esa "faena".

Los cambios son difíciles, sobre todo en determinadas sociedades.
Pero no imposibles.

Ah, y tú no abusas de nuestra paciencia.
Me gusta leerte.


Abrazo natural.

AnA dijo...

Obviamente y a falta de pruebas concluyentes en contra yo me decanto por Barres. (Y no lo hago porque seas mi amiga y yo te admire y te quiera mucho, que ya sabes) Nada mejor que la historia del propio Ben para ilustrar lo que Butler denomina “el género en disputa”
Barres era transexual. Prueba 1: sexo/mujer no es género femenino ni cuerpo/hombre es género masculino. Si el género es una construcción Barres asumió los significados culturales masculinos y por eso ahora lo identificamos como hombre. El mismo confiesa que esta reasignación le benefició. Claro! Las estadísticas están ahí. Miren el número de egresadas en nuestras universidades y el número de catedráticos. Vayan a las cifras de de desempleo o a la estructura de la masa salarial de España, comprobarán que los hombres llevan ventaja. Barres se fue al el lado hegemónico de la cama. Espacio que ocupan los que identificamos como hombres. Bueno no se fue. Realmente siempre estuvo ahí.
Ahora bien Barres es un “raro”. Prueba 2: Un Queer. Condición que no le ha impedido investigar, publicar y convertirse en un gran ciéntifico. El, antes ella, no ha sufrido discriminación por ser pobre o negro y transexual. No acabó haciendo porno o en la prostitución. Muchos transexuales sí. Sufren exclusión. A Barres le salvó su talento. Sus aptitudes. Aptitudes que Pinker y compañía aseguran no encontrarse en la socialización. ¿De dónde salieron entonces las de Barres- XX? Aquellas que llevaron a su profesor a decir que él/ella era mejor que su hermana o sea él? Una tesis descabellada basada en la contrainterpretación en las teorías de Summers podría llevarnos a decir que socialización activó registros biológicos propios en la secuencia ADN de Barres (suponiendo que Barres siempre fue XX) y de ahí su capacidad.
Pero no es así. Barres independientemente de su género y su sexo tiene talento. Frente a la fuerza física el talento es ventaja competitiva en la sociedad del conocimiento .En esta nueva sociedad no se tira del arado ni se caza. Pero recordemos que la máquina de vapor tampoco acabó con la hegemonía económica, política y social masculina .Lo que es irrefutable es que en cualquier situación de injusticia social siempre hay personas con exceso de autoconfianza (lo pueden hacer) y agresividad (la forma en la que lo hacen).
El avance social de las mujeres/género/sujeto/objeto/sustancia es lento. El retraso es considerable.

Mi adorada amiga, la construcción social de la mujer es un gen mutado en la secuencia genética de la historia de la humanidad. Esta metáfora (tú me nombraste Reina recuerdas?)me sirve para concluir diciendo que somos producto de la transmisión equivocada de una forma de entender la vida. De entender la felicidad en cualquiera de sus dimensiones.

huelladeperro dijo...

Mientras casi todos los humanos, hombres y mujeres, estemos tan lejos del aprovechamiento máximo de nuestras capacidades como de hecho lo estamos (y podemos discutir de las causas más tarde), creo que es perder el tiempo pretender descubrir quien es mejor en tal o cual campo.

Feliz año, Antígona

c.e.t.i.n.a. dijo...

Los cerebros masculino y femenino de un bebé son iguales en un 99'9% y es el aprendizaje el que hace que se potencien más unas habilidades u otras. De hecho un mismo cerebro desarrolla nuevas habilidades ante nuevas necesidades, como ocurre en casos de ceguera, amputaciones o paraplegia.

Los machos no nacemos con un gen especial que nos dota de mayor agresividad que las mujeres. La agresividad es una forma de respuesta en casos de miedo e incluso puede llegar a ser un comportamiento aprendido. El que lo dude que busque "pelea de chicas" en Youtube.

Y si nos referimos a escalar en la pirámide social no es cuestión de sexos, es cuestión de táctica. Se puede ascender mordiendo al macho alfa, siendo su amigo, compartiendo sus aficiones o simplemente riéndole las gracias.

Y a eso si que ganamos los machos(no todos,claro), porque es más fácil atacar a otro macho, ser su amigo, compartir sus aficiones o reirle las gracias si eres macho que si eres hembra.

A una mujer no le resulta fácil ser amiga del macho alfa. Y mucho menos hacerle la pelota(pensaría que se está insinuando). A una mujer no se le da bien hablar de futbol, coches y tías con un macho alfa. Y mucho menos sabéis reiros de los chistes machistas del macho alfa. Y a muchos hombres nos ocurre exactamente lo mismo.

Es solo una cuestión de tiempo. El número de mujeres en puestos de responsabilidad aumentará exponencialmente en los próximos años simplemente porque las jefas que hay en la actualidad se rodearán de mujeres con las que se entenderán mejor que con los hombres por una mera cuestión educacional. Y así poco a poco de irán igualando los salarios.

Pensad que hace 30 años en este país las mujeres necesitaban un permiso de su marido o su padre para tener un contrato de trabajo. eso si que marca y no el 0'01% que puede diferenciar el cerebro de un macho y de una hembra.

Salu2

Anónimo dijo...

No dices más que gilipolleces, C.E.T.I.N.A.

El Can

c.e.t.i.n.a. dijo...
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Antígona dijo...

Bueno, señor secretario, me alegro de que sus hijas tengan un padre consciente de que la única manera de que los roles no sean dañinos es que se vuelvan intercambiables. Además de por el hecho de que tanto ellas como yo misma hayamos nacido después de que esas sufragistas lucharan por lo que debía ser un derecho para todo individuo, con independencia de su sexo.

Estoy contigo en que los cambios son difíciles, pero, por supuesto, no imposibles. Sólo hay que quererlos y ser pertinaces en nuestra lucha por la transformación.

Me gusta que te guste leerme :)

Un abrazo sin artificio ;)

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Bueno, reina de la metáfora -de esa hegemonía nadie te va a poder derrocar, niña ;)- veo que estás puestísima en el tema y que mucho mejor que yo podrías haber tú escrito este post.

Aprendo de cada una de tus palabras, las suscribo desde la más pura lógica, y me parece muy importante lo que señalas de que el talento de Barres, por supuesto un valor mucho más en alza en nuestra sociedad que la fuerza física, es lo que le ha permitido no convertirse en un marginado. Francamente, sólo refuerza la idea de que menos que nunca, en esta sociedad, pueden legitimarse diferencias de género desde diferencias naturales.

Me encanta tu metáfora: porque la secuencia genética de la historia no está dictada por la naturaleza, y sus genes mutados podremos hacerlos mutar de nuevo en la dirección justa.

Qué bien que te pasaras por aquí, Anita, en este debate no podías faltar tú :)

¡Un gran beso!

Antígona dijo...

Razón llevas, huelladeperro, nuestras carencias en cuanto al aprovechamiento de nuestras capacidades, carecen de sexo. Pero es que los científicos no deben de estar muy dispuestos a aportar su granito de arena para que eso cambie y algunos hasta prefieren entretenerse sirviendo a los intereses de quienes se resisten a perder su ancestral posición de dominio. Pérdida de tiempo o, simplemente, demasiadas otras cosas en juego como para no combatir de manera reaccionaria.

Feliz año para ti también, y ¡un beso!

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Relevante lo que señalas, C.E.T.I.N.A., en cuanto a la similitud de los cerebros masculino y femenino del bebé, precisamente porque antropólogos y sociológicos han señalado que es entonces, siendo simplemente bebes, cuando comienza el aprendizaje de la identidad sexual.

Y claro que la agresividad es aprendida, fomentada en los hombres y coartada en las féminas. Y no creo que aquí sirvan contraargumentos sobre la mayor agresividad en los animales machos que en las hembras si tenemos en cuenta las dosis de agresividad elevadísimas que puede presentar cualquier hembra animal para defender a sus cachorros.

Iluminador me parece lo que señalas en cuanto a la escalada en la pirámide social. Obviamente, la distinción de géneros impone actitudes, aficiones, gustos diferentes, y dentro de cada género, sencillamente por una cuestión de referentes similares y diversos frente al género contrario, es mucho más fácil suscitar empatía y afinidad que entre géneros, marcados por características diferenciales.

Ahora, sólo espero que llegado el momento en que las mujeres ocupen puestos de responsabilidad las diferencias entre géneros se hayan diluido hasta tal punto, gracias al intercambio de las funciones que dictan sus roles, éstas no se rodeen solamente de mujeres, sino de individuos en los que el género sea una cuestión irrelevante. De lo contrario, todo esto acabará en una guerra de sexos que me parece tan indeseable como la antigua subordinación del hombre a la mujer. No puede ser ése el objetivo, sino que la educación para ambos se iguale, de manera que haya mujeres que se entiendan con hombres y mujeres hablando de fútbol, y hombres que se entiendan con hombres y mujeres hablando de los zapatos que se han comprado o de los modos de depilación más eficaces.

¡Un beso!

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Huelladeperro, ehhh, yo creo que C.E.T.I.N.A. no ha dicho ninguna gilipollez, la verdad, sino todo lo contrario.

¡No se me enfade usted, señor Can, que es malo para la salud!

¡Otro beso!

huelladeperro dijo...
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huelladeperro dijo...

Vale, explicaré por que he dicho que dice gilipolleces.
Ahí va.

Párrafo 1:
La redacción de la primera frase es lamentable, pero entiendo que se refiere a que hay bebés macho y bebés hembra y que la diferencia entre sus respectivos cerebros es de 0’1%.
Este dato seudo-científico me recuerda los anuncios de cremas antiarrugas y de suavizantes y champúes para el pelo que prometen porcentajes de brillo, volumen, y desaparición de arrugas contrastados en laboratorio.
Si, como es de dominio público (aunque quizá inexacto) el cerebro de Anatole France pesaba sobre un kilo, y el de C.E.T.I.N.A. un kilo y cuatro décimas como parece ser la media estadística de la humanidad, la diferencia (en peso) entre ambos cerebros es de 28’6% lo que podría explicar cómo Anatole France es un gran escritor y C.E.T.I.N.A. redacta :
Los cerebros masculino y femenino de un bebé son iguales en un 99'9% y es el aprendizaje el que hace que se potencien más unas habilidades u otras. Sin embargo la diferencia parece estar en contra del francés que tiene un cerebro más pequeño; de lo que deduciremos:

"Más masa cerebral no implica en absoluto más inteligencia".

Salimos así al paso de una de las argumentaciones machistas más típicas que dice que las mujeres tienen por término medio cerebros más pequeños que los hombres.
Si el peso habitual del cerebro humano oscila entre los 1350 y los 1400 gramos, como es habitual leer en los libros de texto, entonces una diferencia del 3’6% es habitual en los cerebros humanos, y esta diferencia es 36 veces mayor que la que nos dice C.E.T.I.N.A. ser la normal entre un bebé macho y un bebé hembra...

Conclusión:
¡Viva la diferencia!
y no sólo entre machos y hembras, sino entre todos.

Párrafo 2:
La primera frase hace una reducción simplista de los datos técnicos que nos aportan los científicos. A pesar de que se ha secuenciado el genoma humano, descubrir un solo gen, y saber qué función cumple en el ser humano adulto es algo mucho complicado que lo que parece creer C.E.T.I.N.A.
Además de que para un solo carácter fenotípico son a veces necesarios más de un gen, resulta que los últimos estudios muestran que cada gen podría codificar más de una proteína, dependiendo de factores externos (el medio de la célula).
En cualquier caso el cromosoma Y parece tener mucha que ver en la formación de los testículos, donde mayormente se sintetiza la testosterona. El cromosoma Y, aunque es el más pequeño de los de los humanos, tiene un montón de genes. Claro está que esto no demuestra que los machos, gracias al cromosoma Y, vayan a tener más agresividad que las mujeres, pero sí sabemos en cambio que la testosterona está implicada en la formación de los músculos...
Resulta cuanto menos sorprendente que sea la mitad más musculosa de la humanidad la más agresiva.
La agresividad es la tendencia a actuar o responder violentamente, según el diccionario de la Real Academia Española. No es pues una forma de respuesta en casos de miedo. El miedo puede provocar respuestas agresivas, pero también respuestas de huída, o la paralización del que tiene miedo.
Si estoy de acuerdo en que la agresividad puede ser aprendida, pero C.E.T.I.N.A debería informarse de la diferencia entre tendencia y comportamiento. Por si el visionado de peleas de chicas no le deja tiempo para cultivarse le diré que la agresividad es una tendencia y la agresión un comportamiento.


Párrafo 3:
Hasta donde yo sé, el término “macho alfa” viene de la zoología, y aprovechando que los lobos son una especie muy jerarquizada, y que los perros derivan de los lobos, se ha divulgado entre nosotros de la mano de veterinarios y adiestradores caninos, preocupados por enseñar a sus clientes algo útil sobre sus mascotas con el fin de reducir los sufrimientos de unos y de otros, de optimizar la relación del dueño con su perro, y de evitar accidentes fatales.
Lamentablemente la vulgarización del término se ha quedado en lo más anecdótico, y hemos asistido estos últimos años al lamentable espectáculo de ver dueños de perros de gran tamaño y envergadura intentando ser para sus pupilos el “macho alfa”, lo que ha tenido como consecuencia que, en contra del sentido común y la tendencia natural del perro (y del lobo) de respetar a un individuo como alfa no sólo por la fuerza y el comportamiento agresivo sino también por la inteligencia, los recursos y el carácter, el Hombre ha enseñado al Perro que lo más importante es el poder físico, con las horribles consecuencias que todos conocemos.
Efectivamente, en el Perro, como en el Hombre, la mayor parte de los homicidios son consecuencia de una socialización perversa.

Paso, por puro pudor, sobre el contenido del resto de este párrafo, así como el 4 y el 5.

Párrafo 6:
Explicar, como hace C.E.T.I.N.A, el auge de las mujeres en los puestos de decisión de empresas, gobierno y demás agentes sociales por una simple cuestión de sintonía anímica de raíces educacionales es, en el mejor de los casos, un reduccionismo muy grande que no explica nada.

Párrafo 7
Sí, es cierto: cuando Franco las mujeres en este país necesitaban permiso de su marido para todo; y los hombres llevaban bigote; y reían las gracias de sus jefes; y se hablaba de fútbol; de coches; de tías. Y cuando una mujer halagaba a un hombre, casi todos pensaban que se insinuaba y... bueno, lo de trepar a empujones en la escala social es bastante más viejo.

Saludos, Antígona.