jueves, 19 de abril de 2007

Sirenas


Suenan las primeras notas y por un momento se te nubla la vista. Todos los muros de contención que, con tanta paciencia, piedra a piedra, has ido alzando, parecen desplomarse de repente bajo la embestida de un torrente invisible. Ni siquiera hay imágenes en tu cabeza. Sólo un dolor opaco en el pecho y el volver a sangrar de antiguas heridas que ya creías cicatrizándose.


También tú, en su día, te hiciste atar al mástil. Tus hombres obedecieron sin preguntar y anudaron bien las cuerdas. Sordos a tus gritos, te dejaron berrear hasta agotarte.

Ahora hace ya mucho que no gritas. Ya no necesitas esos lazos, que han ido aflojándose con el tiempo. Puedes permanecer apoyada contra el mástil sin peligro. Sabes que no darías ni un solo paso al frente por esa melodía. Pero otra cosa es el dolor, que por sorpresa vuelve a golpearte. Y los pedazos, cuidadosamente recompuestos, amenazan por un instante con arrancarse del lugar al que pudiste devolverlos, con caer al suelo y quebrarse en más pedazos todavía.

Pero entonces piensas que si Ulises hubiera vivido cien vidas, y cien veces, en su travesía de retorno, hubiera escuchado el canto de las sirenas, sería tal vez capaz de oír sus voces no sólo libre ya de los amarres, sino también de toda emoción. Que después de haberlas oído en tantas ocasiones, habría logrado domesticar su influjo, conjurar el poder de sus encantos, y no sufriría la desesperación ni el tormento de su necesaria lejanía.

Te lo imaginas paseando al sol por la cubierta, la mirada fija en el horizonte, y al fondo vibra una melodía brillante, afilada, que, sin embargo, ya no puede hacerle daño. Sereno y feliz ante la perspectiva del regreso a casa, de lo que allí le aguarde, sea lo que sea. Convencido ya de que ni el canto de mil sirenas le haría volver la vista atrás.


Y por ello aguantas la respiración y te dispones a hacer sonar de nuevo esas notas, una y otra vez, y una vez más. Todas las que hagan falta. Hasta que el dolor se esfume y puedas oírlas sin miedo, sin lágrimas en los ojos. Sin nostalgia alguna.

Y qué más da si entonces, saturados tus sentidos, dejas de percibir su hermosura. Si la repetición tenaz acaba matando su belleza. Vives tú, que es lo que importa. Ya habrá otras vidas para aprender de nuevo a apreciarla. A recobrar su inocencia.

14 comentarios:

Déjà vie dijo...

precioso. me ha encantado. Aunq creo q ulises si viviera 100 años deberia d amarrarlo al mastil 100 veces.

Andrés dijo...

Ulises no sólo se amarró al palo mayor...
también se tapólos oídos concera...
así cualquiera se resiste.

me encanta como lo contás...

delicioso blog

A.-

BACCD dijo...

A mí me da yuyu pensar que el dominar el dolor te impida percibir la belleza. Creo que todos los contrarios se necesitan para mantener un equilibrio, lo bueno y lo malo. Si para poder reír es necesario que también llore, que así sea.

¡Magníficamente escrito, Antígona!

¡Un besazo!

Antígona dijo...

Jo, Déjà, para una vez que me pongo optimista y vienes tú y me hundes ;-)

Pobre Ulises!

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Andy, si me permites, Ulises obligó a sus hombres a taparse los oídos con cera para que no oyeran el canto de las sirenas mientras seguían remando, pero él se hizo atar y no se puso cera para poder oírlas y sin embargo no sucumbir a sus encantos.

Me alegro de que te haya gustado la historia, y también el blog. Te dejo que le des un mordisquito :-)

Gracias por tu visita y bienvenido a esta casa!

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Dusch, entiendo que, en una primera fase, puede ser necesario sacrificar la experiencia de la belleza para superar el dolor y sobrevivir a él. Pero esa fase no tiene por qué durar siempre, claro. De ahí el final del post, que apelaría a la confianza en que en un momento posterior pueda recuperarse, una vez sentimos que ya no nos dañará.

Pero creo que entiendo perfectamente lo que dices. Sólo que también pienso que somos limitados y que en ocasiones, aunque sea de manera transitoria, sobreponerse al dolor se convierte en la máxima prioridad, para así, después, ser de nuevo capaces de disfrutar de todo lo bueno que la vida nos ofrece, incluidas las cosas hermosas.

Otro besazo para ti!

NoSurrender dijo...

El dolor es parte esencial de la vida. Tenemos que aprovechar los momentos de no-dolor al máximo porque el viaje de la vida esta lleno de contrastes. Brindo por ti. Me alegro de haber encontrado este blog

El detective amaestrado dijo...

Me amarré al mástil terminé rompiéndolo a mordiscos

Sir Villet dijo...

¿Puedo explicar un secreto?

No todos los marineros hicieron caso a Ulises...

Sir Villet dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Antígona dijo...

Te doy toda la razón, Nosurrender, y precisamente porque hay momentos en que el dolor parece capaz de matar toda vida es por lo que nunca podemos dejar de afrontarlo. Sólo entonces llegan los momentos del no-dolor, y la posibilidad de volver disfrutarla.

En fin, qué te cuento, tu nombre ya lo dice todo.

Gracias por tu visita. Yo me alegro de que lo hayas encontrado.

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Detective, es cierto, ésa hubiera sido otra posibilidad. O no. Hay muchos caminos para llegar al mismo sitio.

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Sir Villet, si puede, tráigame a uno de esos marineros. Quiero conocerlo!

Dulcinea dijo...

... Yo soy de las que a veces reclamo que me aten al palo mayor...porque me encanta escuchar el canto de las sirenas...

...Mi piloereccción es evidente, me encanta esta historia...

Un placer de leerte.

besos.

M. Imbelecio Delatorre dijo...

jo, me dejas sin estas cosas con las que hablamos (¿orejas?... no esas son para echarles cera y no escuchar a las sirenas... "¡palabras!", eso era)

No sé cómo es la ulises Antígona, pero este pusilánime Odiseo que tan afectuosamente te manda su sonrisa y sus mejores deseos, aunque no sabe absolutamente nada de amores, creo que tropezaría mil veces con la misma piedra, y se dejaría arrastrar mil veces por los cantos de las sirenas...

Antígona dijo...

Es que hay que llevar mucho cuidado con las sirenas, Dulcinea, algunas son pérfidas pese a su dulce canto.

Me alegro de que te haya gustado la historia, y me ha encantado lo de la "piloerección".

El placer es mío de que me leas.

Un beso!

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Pues recupera el habla, m. imbelecio, que tampoco es para tanto :-)

Esta Antígona revestida de Ulises puede ser tan pusilánime como tú, Odiseo, según le pille, y te devuelve desde aquí una gran sonrisa. Me pregunto, Odiseo, si en tu caso no te hará más bien falta dejarte cautivar una temporadita por una sirena maja que te arrulle con su canto. Para que luego reclames que te aten al mástil ya habrá tiempo... y entonces ya comprobarás si tropiezas o no.

Un beso

M. Imbelecio Delatorre dijo...

jeje, antígona... ¿eso es una insinuación ?

:P

es broma.

gracias por tu consejo, pero no puedo seguirlo :) soy masiado asqueroso para el amor, ya lo sabes. no puedo amar: sólo puedo soñar que amo.

una sonrisa

Antígona dijo...

No, hombre, no, que yo de sirena tengo poco, pero te puedo presentar a alguna :P

En fin, tu derrotismo no tiene límites, m. imbelecio. Pero insisto, no puedes decir que no puedes hasta que no lo hayas intentado. Y en este terreno los sueños saben a poco.

Además, como decía alguien, siempre hay un roto para un descosido (esto también es broma, eh?)

Un beso