Cada cierto tiempo los fantasmas llaman a la puerta de tu armario, y aunque a ti se te ponen los pelos de punta en cuanto oyes ese insistente toc-toc, sabes que no tienes más remedio que abrirles y dejarles pasar. Es verdad, hasta un niño te dirá que los fantasmas son capaces de atravesar cualquier barrera física, por sólida que sea, dada su naturaleza incorpórea y juguetona, y que no hay por tanto necesidad de abrir puerta alguna. Pero, a fin de cuentas, se trata de viejos conocidos. Un poco de cortesía siempre es deseable.
A nadie se le escapa que tener fantasmas paseándose por casa es un auténtico engorro. Desde el momento en que se presentan puedes dar el día por perdido: con ellos por el medio te resultará imposible hacer nada. Además, no les gusta venir solos, y cuando uno reclama salir del fondo del armario, apuesta a que lo hará en compañía. En un abrir y cerrar de ojos te habrán desordenado la mesa de trabajo, estarán emborronando con tus Pilots tus apuntes más recientes -los fantasmas de tu infancia disfrutarán pintarrajeando incluso las paredes del estudio-, habrán ensuciado de colillas todos tus ceniceros, sembrado de ceniza la alfombra, y si tienen el día revoltoso cuenta con que tropiecen con alguna maceta o le pisen el rabo al gato. No por mala idea, claro, pero los hay especialmente desmañados, como el fantasma de los errores del pasado o el del futuro fracasado.
Ya sabes que de poco sirve que intentes encerrarte en alguna habitación y obviar su presencia. Los fantasmas nunca dejan de perseguirte por toda la casa buscando incansablemente conversación con preguntas tontas, incordiándote para que juegues con ellos a las adivinanzas, o, lo que es más probable, las dos cosas a la vez. Así que ante su aparición sólo cabe armarse de paciencia, procurar tenerlos entretenidos sin que monten demasiado escándalo o se peleen entre ellos y confiar en que el sueño venga pronto en tu rescate. Éste se hace a veces el remolón y la visita puede prolongarse entonces hasta altas horas de la noche. Pero, por fortuna, en la mayoría de los casos, cuando por fin logras dormirte los fantasmas empiezan a aburrirse como ostras y optan por regresar mohínos a la oscuridad del armario.
Sólo el fantasma del miedo a los fantasmas suele esperar junto a tu cama a que despiertes para compartir contigo el café del desayuno. Pero al menos es de los que se lamenta del estropicio y luego se ofrece para ayudarte a limpiar y volver a colocar todo en su sitio.
A nadie se le escapa que tener fantasmas paseándose por casa es un auténtico engorro. Desde el momento en que se presentan puedes dar el día por perdido: con ellos por el medio te resultará imposible hacer nada. Además, no les gusta venir solos, y cuando uno reclama salir del fondo del armario, apuesta a que lo hará en compañía. En un abrir y cerrar de ojos te habrán desordenado la mesa de trabajo, estarán emborronando con tus Pilots tus apuntes más recientes -los fantasmas de tu infancia disfrutarán pintarrajeando incluso las paredes del estudio-, habrán ensuciado de colillas todos tus ceniceros, sembrado de ceniza la alfombra, y si tienen el día revoltoso cuenta con que tropiecen con alguna maceta o le pisen el rabo al gato. No por mala idea, claro, pero los hay especialmente desmañados, como el fantasma de los errores del pasado o el del futuro fracasado.
Ya sabes que de poco sirve que intentes encerrarte en alguna habitación y obviar su presencia. Los fantasmas nunca dejan de perseguirte por toda la casa buscando incansablemente conversación con preguntas tontas, incordiándote para que juegues con ellos a las adivinanzas, o, lo que es más probable, las dos cosas a la vez. Así que ante su aparición sólo cabe armarse de paciencia, procurar tenerlos entretenidos sin que monten demasiado escándalo o se peleen entre ellos y confiar en que el sueño venga pronto en tu rescate. Éste se hace a veces el remolón y la visita puede prolongarse entonces hasta altas horas de la noche. Pero, por fortuna, en la mayoría de los casos, cuando por fin logras dormirte los fantasmas empiezan a aburrirse como ostras y optan por regresar mohínos a la oscuridad del armario.
Sólo el fantasma del miedo a los fantasmas suele esperar junto a tu cama a que despiertes para compartir contigo el café del desayuno. Pero al menos es de los que se lamenta del estropicio y luego se ofrece para ayudarte a limpiar y volver a colocar todo en su sitio.
12 comentarios:
Con buena disposición los fantasmas pueden ser divertidos, te sacan de la rutina diaria. Forman con nosotros una gran familia.
Te sugiero que les pongas las pilitas de vez en cuando para que dejen todo como lo han encontrado, aunque sólo sea por no oir refunfuñar al fantasma del miedo a los fantasmas.
Creo que ese es la peor compañía.
Un beso.
Es bueno llevarse bien con los fantasmas de cada uno. Y tratarles como a niños, tan caprichosos y pesaditos ellos. Y, como niños que son, aplicarles un poco de disciplina y no dejar que participen en las conversaciones de los mayores, Antígona.
Un beso.
Bueno, un árbol, sean divertidos o no el caso es que hay que convivir con ellos. Y que te sacan de la rutina, ¡de eso no me cabe ninguna duda! Con que no nos convirtamos en la familia Monster... ;-)
De todos modos, el fantasma del miedo a los fantasmas se vuelve también al armario una vez está todo en orden. Y puede ser hasta un gran aliado en determinados momentos. En el fondo no es mal chico :-)
¡Un beso!
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Creo, NoSurrender, que en realidad solemos tenerlos bastante disciplinados desde el momento en que por lo general están calladitos en el fondo del armario y nos dejan seguir con nuestras cosas. Pero cuando algún día se presentan al asalto y con ganas de jolgorio, poco se puede hacer más que esperar a que se aburran. Y por suerte siempre acaban aburriéndose.
Aunque te doy la razón en que no deben mezclarse en las conversaciones de los mayores. Por eso mejor entretenerlos tú solo y no pillar a nadie de por medio.
¡Un beso!
me ha gustado mucho, niña!! felicidades. Sabes q tngo q escribir un relato sobre fantasmas para mi proxima clase d relato? q sepas q no va a ser tan bueno como el tyo. bsotes.
Sabes, Antígona, tus fantasmas pueden incordiar, pero no son peligrosos. Incluso veo que tienen su puntito creativo y reivindicativo.
En alguna cosa igual hay que hacerles un poco caso. Pero con lo demás a raya.
Un beso.
Gracias, Déjà, me alegro de que te haya gustado. Así que vas a clases de relato, eh? Qué bien. No sabía que existieran estas cosas. Pero tranquila que estoy segura de que tu relato va a ser mucho mejor.
¡Besos, guapa!
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Ay, Marc, eso de que no son peligrosos... pues no sé. Después de muchos años lidiando con ellos supongo que uno acaba domesticándolos un poco, pero de los fantasmas no se puede uno fiar del todo. En el momento menos pensado vuelven a presentarse y tratan de hacerte la vida imposible. Pero sí, trataré, como dices, de mantenerlos a raya. Qué remedio!
¡Un beso!
El fantasma madrugador es un fantasma de otro tiempo y es mi favorito Antígona.
Besos
A
Has sido tan gráfica que lo he materializado en película mental. ¡Los has descrito magníficamente, Antígona!
Cuando los fantasmas se levantan revoltosos y te lo lían, estropean y atrasan todo, encima no tienes excusa. Imagínate que tienes que entregar un trabajo, cumplir con un trato puntualmente y ese día no lo logras, o no del modo en que debería ser. ¿Cómo le explicas a alguien que los fantasmas te lo han puesto todo patas arriba?
Besos de buenas noches sin fantasmas.
Ciertamente lo peor de los fantasmas es su manía de no venir solos y he detectado que se alían en secreto en extrañas combinaciones. Lamentablemente yo aún no he aprendido a domesticarlos y me encabezono en la realidad absurda afirmando que, al fin y al cabo, los fantasmas no existen.
Un gran beso real, sin fantasmas.
Ana, me tienes que contar más de ese fantasma madrugador de otro tiempo, has despertado mi curiosidad :-)
Un beso
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Querida Dusch, parece que tus fantasmas son tan bandarras como los míos, eh?, y cuando les da por revolucionarlo todo no tienen en cuenta ni trabajos, ni citas ni compromisos ni nada que se le parezca :-) Y tienes toda la razón, me he imaginado a mí misma tratando de explicarle a alguien que si los fantasmas han tenido un día tonto y tal y me ha entrado la risa.
Besos a media mañana, también desfantasmados ;-)
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Tako, es que los fantasmas odian la soledad, cualquier niño lo sabe ;-), y está claro que en grupo siempre se monta más follón, ¿no?
Estoy segura de que los tienes mucho más domesticados de lo que te piensas, aunque haya épocas en que parezca que se desmadran un poco más. Pero es verdad que el primer paso para ponerlos en su sitio es asumiendo que, en efecto, existen. Pese a no llevar una sábana blanca por encima. O a lo mejor sí :P
Un beso tan real como este medio virtual permita ;-)
Hola, mis fantasmas no harían eso: ni tengo gato ni fumo; y sobre de "salir del armario" allá ellos si se atreven, je,je.
Veo tantos fantasmas por la calle que no me preocupo de los de casa.
Gracias por visitarme. Tienes relatos avasalladores.
Juan Rafael, a lo mejor tienes algún gato fantasma y todavía no te has enterado... :-) Por si acaso cierra bien la puerta del armario, no te vayan a dar un día un susto.
En cuanto a los fantasmas que uno se encuentra por la calle, ésos merecerían un post aparte. Y te doy la razón en que a veces pueden resultar mucho más peligrosos que los propios.
Gracias a ti por tu visita.
¡Un beso!
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