martes, 27 de febrero de 2007

Cazador cazado


Has caído en la trampa. Ja! Pero no porque seas tonto, ni demasiado orgulloso o débil. Todos hubiéramos caído. Todos hemos caído ya alguna vez. Al menos los que, como tú, estamos ávidos de que nos quieran. ¿Y quién no?


Nunca te hubieras fijado en ella. No era tu tipo. Decididamente. Nada en ella te conmovía. Sólo, tal vez, su manera de mirarte. Hasta llegaste a sentir incluso un poquito de pena. Cómo puede pensar que yo. Pero si nunca por mi parte. Si es obvio que a mí no.

Pero ella seguía mirando. A veces de manera furtiva. Otras directamente. Y al poco su rostro se teñía de rojo y bajaba la vista. Cada día se acercaba y te decía algo amable. El tono de su voz delataba que esas pocas palabras hubieran querido ser muchas otras.

Tú te mostrabas perfectamente cordial, pero nada más. No querías dar falsas esperanzas. Siempre has tratado de ser honesto. Rechazaste sus dos o tres invitaciones a tomar algo tras el trabajo con excusas convincentes y una sonrisa. Te sentiste bien y mal al mismo tiempo. No te gusta hacer daño. Sin embargo. Reconócelo. Una sensación cálida te invadía con cada mirada suya, con cada palabra. Su cercanía en la distancia no dejaba de ser reconfortante.

El primer día en que vuestras miradas no se cruzaron te quedaste algo extrañado. Habrá sido casualidad. Pero ella parecía un tanto ausente.

Al tercer día fuiste tú quien te acercaste a su mesa, como al descuido, para decirle algo agradable. Ella respondió con naturalidad y te dedicó una sonrisa. Pero el tono ligeramente insinuante, contenido, había desaparecido. Sus mejillas no se colorearon.

Al cabo de una semana tuviste la certeza de que el juego había terminado. Sin poder saber por qué. Ahora eres tú el que la mira. A veces de manera furtiva. Otras directamente. Ella no parece darse cuenta.

Sigue siendo la misma. Sigue sin ser tu tipo. Decididamente. Pero echas de menos sus miradas, su callado deseo. La oyes charlar con una compañera y por primera vez su conversación te parece inteligente. Empiezas a admirar el suave ritmo de sus andares, su piel fina. Y te preguntas qué habría pasado si. Por qué eso lo ves ahora, y no antes.

Casualmente hoy has sido testigo de cómo alguien venía a recogerla a la salida y depositaba un beso en sus labios. Ella estaba radiante. Y tú has sentido una punzada de dolor que no terminas de entender. Porque ella sigue siendo la misma que entonces no te interesó. Pero ahora jurarías que estás un poco enamorado de ella.

sábado, 24 de febrero de 2007

Gafas

Al margen de los pequeños signos que día a día le hablan en el espejo del paso del tiempo, se ha dado cuenta de que se está haciendo viejo en el momento en que la realidad ha empezado a parecerle un escenario familiar y previsible. Nada le resulta ya ajeno o extraño. En los rostros desconocidos es capaz de percibir rasgos antiguos, cercanos. En las palabras que escucha, que se dice a sí mismo, resuenan cada vez con más frecuencia ecos de voces ya oídas y diálogos mantenidos. Cada uno de sus actos, de sus gestos, comienza a arrastrar consigo la memoria repetida de lo ya vivido.

Nada de esto estaba ahí cuando era niño. Lo que le rodeaba entonces era un paisaje selvático, un terreno ignoto cuya cartografía era incapaz siquiera de entrever. A cada paso acechaba la posibilidad del abismo, de la caída en el vacío, pero también la sorpresa y el milagro.

Ahora la selva amenaza con convertirse en un jardín doméstico, y en ocasiones cree reconocer perfectamente cada uno de los caminos que figuran en el mapa. Incluso los que nunca ha recorrido. A fin de cuentas, todos son tan parecidos que uno acaba anticipando lo que le espera en cada recodo, y casi siempre acierta. A veces es una sensación tranquilizadora. Otras, se pregunta inquieto si no acabará en puro hastío que le hará acoger la muerte con alivio.

Últimamente le ha dado por ponerse unas viejas gafas que llevaba de niño. Al cabo de un rato lo ve todo tan borroso que empieza a sentirse un poco perdido. Y en los contornos difuminados de las cosas intuye de nuevo la sombra de lo desconocido.

miércoles, 21 de febrero de 2007

Los amantes



Crees estar muy cerca de él. Pero un muro infranqueable os separa. Lo darías todo por romper esa barrera. Pero no puedes.

Deseas verle. Pero sólo ves la imagen que se refleja en tus pupilas. Anhelas oírle. Pero sólo oyes la vibración que oscila en tus oídos.

Te acercas. Le besas.

Crees estar sintiéndole. A él. Pero piénsalo bien. Sólo sientes tu propia lengua.

martes, 20 de febrero de 2007

Sin título

- Toc, toc...
- ...
- ¿Hay alguien en casa?
- ...
- Hoooooolaaaaaa!
- ...
- ¿Hay alguien? (¿pa qué coño pregunto, si sé que estoy ahí? Me pierde la retórica...)
- ...
- Hola, soy Antígona, ¿estás ahí?
- ...
- Anda, di algo, tú.
- ...
- Jo, cómo eres...
- ...
- Andaaaaa, ¿no vas a contestar?
- ¡¡¡¿Se puede saber qué %&&%$:::#@###?!!! ¡¡¡&&grr$##;&}@$*##%%@%%%$$$$&&brrgrr
&###&&!!!
¿!!ESTÁ CLARO¡¡?

- ...(¿?)
- ...
- ¡PUES TÚ MÁS! ¡Y PERDONA, PERO LO DE LA CÓLERA ERA COSA MÍA! ¿¡¡TE ENTERAS!!?

Me parece que hoy no va a haber post.

lunes, 19 de febrero de 2007

Persona

Hoy también es aquí carnaval. Pero no son ésas las máscaras en las que pienso, sino aquellas otras que día a día nos exponen y a la vez nos ocultan al mundo, las que hemos ido adquiriendo por descuido o esculpiendo con paciencia y precisión de relojero, las que nos violentan o nos hacen sentir como en casa, las que nos imponen o las que escogemos caprichosamente. Porque detrás de todas ellas, detrás de ese amplio y cambiante repertorio que nos vamos procurando a lo largo de la vida, construyendo algunas, resignándonos a otras o intentando quebrarlas, sólo hay otra colección de máscaras, tal vez un poco más verdaderas, pero máscaras al fin y al cabo. Ésas que creyendo proteger de miradas ajenas, en el fondo tratamos constantemente de sustraer a nuestra propia mirada.

Atreverse a exhibirlas ante los demás sólo supone un paso más en el camino hacia el reconocimiento de nosotros mismos. Camino sin duda escarpado donde los haya.


¿Crees que no lo entiendo? El sueño imposible de ser.
No de parecer, sino de ser. Consciente en cada momento, vigilante.
Al mismo tiempo, el abismo entre lo que eres para los otros y para ti misma,

el sentimiento de vértigo y el deseo constante de, al menos, estar expuesta,
de ser analizada, diseccionada, quizás incluso aniquilada.
Cada palabra una mentira, cada gesto una falsedad,
cada sonrisa una mueca. ¿Suicidarse? Oh, no! Eso es horrible.
Tú no harías eso. Pero puedes quedarte inmóvil y en silencio.
Por lo menos así no mientes. Puedes encerrarte en ti misma, aislarte.
Así no tendrás que desempeñar roles, ni poner caras ni falsos gestos. Piensas.
Pero, ¿ves? La realidad es atravesada, tu escondite no es hermético.
La vida se cuela por todas partes. Estás obligada a reaccionar


(La psiquiatra a la paciente, en Persona, de Ingmar Bergman)

domingo, 18 de febrero de 2007

Asamblea


Anoche toda la tropa de voces se reunió en uno de sus lugares habituales, cierto recodo entre dos haces neuronales apropiado para este tipo de encuentros formales.


(voz-de-la-razón): Chicas, chicas, esto es desde ayer una verdadera batalla campal que no puede continuar. La que habéis montado esta mañana con si se le daba al botón de "suprimir el blog" o no... Hay que ponerse de acuerdo.

(voz-irreflexiva y voz-niña, a coro): QUEREMOS UN BLOG, QUEREMOS UN BLOG, QUEREMOS UN BLOG, QUEREMOS ....

(voz-de-la-razón): Ya están las petardas éstas otra vez... Niñas, ¿podéis argumentar en vez de gritar?

(voz-escéptica): Yo lo del blog lo veo una estupidez y una pérdida de tiempo, vaya, que qué se esté armando tanto jaleo por eso...

(voz-juiciosa): Y luego, con la cantidad de horas que ya nos pasamos trabajando ante el ordenador, ya son ganas de torturarse, ya. ¡Pero si lo que nos hace falta es salir más de casa, y no buscarnos más motivos para estar encerradas entre estas cuatro paredes dándole a la tecla!

(voz-agorera): Pues claro, que si ya desvariamos de cuando en cuando, a este paso acabaremos en el manicomio... o hechas unas frikis... que no sé lo que sería peor.

(voz-irreflexiva y voz-niña, machaconamente, a coro): QUEREMOS UN BLOG, QUEREMOS UN BLOG, QUEREMOS UN BLOG, QUEREMOS....

(voz-de-la-razón): ¡Que argumentéis o calléis de una vez, puñetas!

(voz-irreflexiva): Vaaaaale, pues....¡queremos un blog porque sí!

(voz-niña): Eso eso, ¡porque sí!

(voz-de-la-razón): Pues menudos argumentos los de estas pavas, tócate las narices, tantos años estudiando para esto... A ver, ¿alguien tiene algo serio que decir?

(voz-de-la-conciencia): Yo también estoy en contra, que ya estamos muy dispersas últimamente, no nos centramos en lo que toca y luego andamos de lloriqueos porque no se hace lo que se debe... ¿Y ahora nos metemos por voluntad propia en otra fuente de dispersión? Esto no es serio, tú...

(voz-calculadora): Además, ¿se puede saber para qué sirve eso de un blog, qué ganamos con eso? ¿No nos valdría la pena estar haciendo algo más provechoso? Con ocupaciones como ésta no vamos a llegar a ninguna parte...

(voz-optimista, tímidamente): Pero si hay tiempo para todo, sólo hace falta organizarse un poco y ya está. Yo no creo que deba montarse un drama de todo esto.

(voz-emprendedora): Claro claro, además, ¿por qué no hacer algo nuevo, diferente? ¿Por qué no probar a escribir para otro público, o para nosotras, pero de otra manera?

(voz-insegura): Pero si no tenemos nada interesante que decir... y seguro que en dos días estaremos en blanco...

(voz-escéptica): Y nos habremos cansado de la tontería ésta del blog, que me lo veo venir...

(voz-irreflexiva y voz-niña, de nuevo a la carga): QUEREMOS UN BLOG, QUEREMOS UN BLOG, QUEREMOS UN BLOG, QUEREMOS...

(voz-juiciosa): Habráse visto las mocosas éstas, la bulla que arman... ¿Y todas las que estáis calladas, no tenéis nada que decir?

(voz-de-la-razón): Puff, esto va para largo...



Que yo sepa, la cuestión sigue sin estar resuelta. Eso sí, voz-irreflexiva y voz-niña se han atrincherado en el enlace neuronal que habría de encargarse de mandar la orden para darle al botón de "suprimir el blog" y se lían a tortas con todo el que se acerca. Mientras tanto, la fracción anti-blog anda por lo visto preparando algún tipo de ofensiva. Yo ya no sé en qué bando ponerme, la verdad...

sábado, 17 de febrero de 2007

Indecisiones


Hace apenas unas horas que he nacido y ya he estado varias veces a punto de desaparecer. La diversas voces que andan detrás de todo esto no consiguen ponerse de acuerdo. Una, que si para qué. Otra, que por qué no. La de la sensatez, que si no tenemos tiempo. La más aventurera, que por qué no ahora que tenemos un tiempo del que no volveremos a disponer fácilmente. La plasta de la conciencia, que si se puede saber qué hacemos que no estamos a lo nuestro. La más niña, que si no nos da la gana ponernos a lo nuestro. Y luego están la ansiosa, la preocupada, la insegura, que no paran de preguntar que si cómo, y de qué manera, y con qué tono, y apabulladas por ellas las que se ahogan con tanta vacilación y sólo miran con ojos como platos. Pues habrá que tomar alguna decisión, ¿no? Digo yo. Aunque todavía no sepa muy bien ni quién soy ni cuál de esas voces habla en mí en este momento.

La aporía del aprender


Era la víspera del primer día de comienzo de curso. Por fin iba a dejar atrás la vergonzosa etapa de preescolar, la de los bebés llorones y mocosos, para dar el salto glorioso a la que entonces aún se llamaba la E.G.B. Pero ya metida en la cama, lloraba desconsoladamente. Mi madre trataba de tranquilizarme. "¿Qué te pasa, cariño? ¿Pero no tenías tanta ilusión de empezar el cole?". Yo no podía hablar de la congoja. "Vamos, vamos, que seguro que no es para tanto", y me acariciaba las mejillas bañadas en lágrimas. "Anda, dime, dime qué es lo que te pasa". Sólo después de un rato conseguí articular lo que pugnaba por sacarme de dentro: "Es que no voy a saber...", dije entre hipidos. "¿Cómo?" "Que me van a preguntar y no voy a saber...", y mi vocecita volvía a quebrarse. Mi madre no pudo evitar reirse mientras me seguía abrazando: "Pero bobita, si para eso vas al colegio, para aprender lo que aún no sabes". Pero yo aquella noche no tenía consuelo.


He necesitado mucho tiempo para descubrir que, sin ser consciente de mi propio saber, ya en aquel entonces me angustiaba lo que sólo más tarde habría de recordar de la mano de los filósofos: que sólo se aprende aquello que ya se sabe, y que lo que no se sabe no puede aprenderse nunca.