miércoles, 2 de mayo de 2007

Identidad


Hay quien se ha planteado qué es lo que nos permite superar cada noche el corte abrupto que las horas de sueño suponen en nuestra existencia y retomarla al despertar exactamente en el punto en que la dejamos al acostarnos. Cuáles son los mecanismos que deben operar para que, a diario, seamos capaces de salvar la distancia que nos separa de nosotros mismos entre el momento en que se nubla la luz de nuestra conciencia y aquél en que volvemos a recobrarla. La idea de un continuo se quiebra ante el abismo que media entre un día y el siguiente. Como si el hilo de nuestra vida sólo fuera el resultado de tantos cortes y nudos como noches de sueño hemos atravesado. Da lo mismo que al despertar no quede huella de ese tránsito, o que nuestra cabeza amanezca poblada de imágenes y sucesos oníricos. Si los hay, siempre pertenecen a otro mundo, a otro orden lógico que nunca se deja engarzar plenamente con lo efectivamente vivido.


Parece claro que uno de los elementos fundamentales de la argamasa que une cada nuevo despertar con aquello que en nuestra conciencia le antecede no es sino la memoria. El recuerdo de lo que creemos ser, de lo ocurrido, o de lo que planeamos ayer para hoy sale en ese momento a nuestro encuentro para dar consistencia al nuevo día e integrarlo en un orden lineal que no admite interrupciones sino al precio de la locura. Para rescatarnos de allá donde quiera que fuimos y lanzarnos intactos, tendiendo un lazo entre el pasado y el porvenir, al lugar exacto que pocas horas antes abandonamos. La certeza de que ése que despierta soy yo y no otro no es, por tanto, una verdad inmediata, sino una obra cuidadosamente construida por la memoria.

Sin embargo, al despertar cada mañana, ese mecanismo de autorreconocimiento parece demorarse unos segundos antes de ponerse en marcha. Son sólo cuatro, cinco, quizás diez segundos. Una cantidad de tiempo despreciable en comparación con lo que vendrá después. Pero ahí están, precediendo al instante en que, gracias al asalto del recuerdo, logramos hacer un nuevo nudo y recuperamos el hilo perdido entre las sombras del sueño. La experiencia de esos pocos segundos llega a ser en ocasiones brutal: pudimos dormirnos traspasados por el dolor pero despertaremos serenos, y así permaneceremos, por breve que sea ese tiempo, hasta que la memoria de la causa del dolor nos sobrevenga de un golpe y de un golpe nos inunde la tristeza.

A veces me pregunto quiénes somos realmente en esos escasos segundos en que el peso de la memoria nos concede una pequeña tregua. Qué podría definirnos en ese mínimo intervalo en que nuestro yo parece reducirse, en ausencia de recuerdos, a una mirada limpia. Una mirada tal vez animal, libre de toda conciencia de sí y, en medio de la bruma, milagrosamente proyectada sin deseo alguno, sin heridas ni expectativas, cargada simplemente de nada. O qué es lo que en ese extraño umbral, aparentemente vacío, alcanzamos a ver antes de que irrumpa el recuerdo y devuelva a nuestros ojos su ceguera cotidiana.

13 comentarios:

NoSurrender dijo...

“... cuando me despertaba en plena noche, en el primer instante –por ignorar dónde me encontraba- ni siquiera sabía quién era; tenía tan sólo la sensación de la existencia en su sencillez primordial, como la que puede vibrar en el fondo de un animal; estaba más despojado que un hombre de las cavernas, pero entonces el recuerdo –aún no del lugar en el que estaba, sino de algunos de aquellos en los que había vivido y en los que podía encontrarme- venía en mi ayuda desde lo alto para sacarme de la nada de la que no habría podido salir solo; en un segundo pasaba por encima de siglos de civilización y la imagen, confusamente vislumbrada, de los quinqués y después de las camisas de cuello vuelto recomponía poco a poco los rasgos originales de mi ser...” (Don Marcel)

el sueño pertenece a otro mundo a otro orden lógico, como bien dices. Pero nuestro inconsciente también somos Yo. Quizás, como decía García Calvo en su Manifiesto, sobreestimamos la realidad. Me gusta soñar, Antígona. Besos.

Tako dijo...

Y a veces esos pocos segundos pueden aclarar el día anterior y darte fuerzas para el nuevo día. Igualmente la pregunta de quiénes somos en ese y otros momentos abarca infinito.

Besos

BACCD dijo...

Desde luego que esos segundos son una tregua y, mientras duran, alcanzamos una especie de pureza de existencia.

Sin embargo, el cerebro te pide tomar conciencia de lo que sucede y, como dices, se interrumpe ese maravilloso estado. A veces la toma de conciencia sobresalta. Hay veces en que me quedo tan profundamente dormida que, cuando me despierto, no sé qué día es, ni si es mañana, mediodía o noche, si tenía algo que hacer y se me ha olvidado y, si soñaba, por ejemplo, que tenía que entregar un trabajo, me sobresalto pensando que no lo he acabado, confundiendo sueño y realidad. Ahí es como si desde el sueño profundo abrieras los párpados y una luz de realidad te cegara de repente sin darte tiempo a reubicarte.

¡Un beso, Antígona!

Déjà vie dijo...

lo siento pero demasiado filosofico para mi despertar. Volvere i lo reeleeré. :) bsotes

Antígona dijo...

Nosurrender, me sorprende encontrarme aquí con este texto que leí hace tantos años y creí olvidado. Pues es como si su memoria o algo similar a ella me hubiera inspirado, después de tanto tiempo y sin yo poder saberlo, este post. Monsieur Marcel lo dice, desde luego, infinitamente mejor. Lógico en un maestro como él.

Tienes razón en que nuestro inconsciente también somos yo. Pero es una verdad que tendemos a olvidar fácilmente, precisamente porque nos resulta difícil reconocernos en ella. El inconsciente siempre es un enigma y la realidad se maneja mal en lo enigmático. Pero soñemos, claro, y olvidemos un poco esa realidad.

Te dejo, a cambio de tu cita, un fragmento de una Elegía de Rilke que también tiene que ver con esa mirada animal que precede al recuerdo. La traducción no es perfecta, pero espero que sirva:


"Con todos los ojos ve la criatura
lo abierto. Sólo están nuestros ojos
como invertidos, por entero puestos
como trampas a su alrededor,
y en torno a su libre salida.
Lo que afuera es, lo sabemos tan sólo
por un rostro de animal; pues ya al niño
reciente lo volvemos y forzamos
a que vea hacia atrás conformación,
no lo abierto, que es tan profundo
en cara de animal. Libre de muerte.
A ella la vemos sólo nosotros:
el animal libre tiene su ocaso
siempre tras sí, y ante sí a Dios,
y cuando va, va hacia la eternidad,
del mismo modo en que van las fuentes.
Nosotros jamás tenemos, ni un día,
el puro espacio adelante, hacia el cual
las flores se abren sin fin. Siempre es mundo y
nunca ningún sitio sin no: lo puro,
invigilado, lo que se respira y
sin fin se sabe y no se ansía. En tanto
niño uno se pierde en ello en calma
y es sacudido. O aquél muere y lo es.
Pues cerca de la muerte no se ve
la muerte más, y se mira hacia fuera
absorto, quizá con vasta mirada
de animal. Los amantes, si el otro,
que tapa la vista, no estuviera,
están cerca de ello y asombrados..."

Un beso!

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Tako, no sé si aclararlo lo aclaran pero darnos fuerzas, es probable. O al menos es lo que me gustaría creer!
Y también te doy la razón: el quiénes somos es una pregunta inabarcable la mires por donde la mires.

Un beso!

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Dusch, efectivamente, eso es lo que trataba de expresar. Supongo que esa realidad a la que apelaba Nosurrender tiene por meta imponérsenos a cada paso, y de ahí el sobresalto. ¡No quiere que nos escapemos! Lo de la ceguera también iba en el sentido de que nuestra mirada siempre va cargada de todo lo que desde nuestro yo ponemos en ella. De ahí que, a la vez que nos muestre la realidad, al mismo tiempo la deforme y la nuble. Pero lo uno va unido a lo otro sin que los dos polos puedan separarse, más que tal vez en escasos momentos como ése de la tregua.

Un beso, Dusch!

Antígona dijo...

Tranquila, Dèjá, no dejes que nada arruine tu despertar, y menos eso que llamas lo filosófico. Tampoco te pierdes nada :-)

Besotes, guapa!

Déjà vie dijo...

entre el inconsciente y el consciente mmmm podria sacar mis apuntar y quedar como una señora pero prefiero decir q quiza son unos pocos segundos de descanso del frenetico ajetreo q tiene nuestra mente. quiza...

Antígona dijo...

Pues mira, te doy la razón, porque significarán lo que significarán o tendrán más o menos relevancia, pero lo que sí que está claro es que en esos segundos la mente respira. ¡Que falta le hace de cuando en cuando! Besos, guapa

M. Imbelecio Delatorre dijo...

qué cabecita tiene mi niña :)

aquí te copio una cita de un libro (y un personaje dentro de ese libro) que me gustan mucho:

Al despertar, en este momento en que los juicios de la realidad se confunden con las imágenes mentirosas del sueño y hay en el cerebro un crepúsculo, una discusión vaga entre lo que es verdad y lo que no lo es, el engaño persistía un rato, y Maximiliano hacía por retenerlo, volviendo a cerrar los ojos y atrayendo las imágenes que se dispersaban. «Verdaderamente -decía él-, ¿por qué ha de ser sueño lo del día y vida efectiva lo de la noche? Es cuestión de nombres y que diéramos en llamar "dormir" a lo que llamamos "despertar", y "acostarse" al "levantarse"...¿Qué razón hay para que no diga ahora mientras me visto: "Maximiliano, ahora te estás echando a dormir. Vas a pasar mala noche, con pesadilla y todo, o sea, con clase de Materia Farmacéutica Animal..."?



Besazo, Antigonina :)
Galdós, Fortunata y Jacinta

M. Imbelecio Delatorre dijo...

jaja, es claro que lo de "besazo antigonina" no pertenece a la cita de Galdós :D

Antígona dijo...

Pues una cabecita a veces un poco loca :-)

Muchas gracias por tu cita de Galdós. Además de acertada, me gusta comprobar que esto del umbral entre el sueño y la vigilia ha sido asunto que ha inquietado a muchos y se ha abordado de diferentes maneras.

¡Otro besazo, Imbelecio!
(Que tampoco es de Galdós sino mío, claro :-))

Anónimo dijo...

Anda, qué bien, también coincidimos en Rilke!!! Por cierto, sobre Rilke, acaba de salir la biografía más completa escrita por un español... "Vida de Rainer María Rilke" de Antonio Pau Pedrón(Trotta, 2007.

Ya sabes lo que el decía, "Deja que todo suceda: la belleza y el espanto".

Un beso, querida Antígona.

Juanjo

Antígona dijo...

Veo que estás muy al tanto de las novedades editoriales, eh? Sí, desde hace años me gusta mucho Rilke, es probablemente el poeta al que más tiempo he dedicado.

Aun así, fíjate qué memoria la mía, no termino de recordar esa frase, aunque sí aquella otra de "la belleza es el comienzo de lo terrible..."

Qué repaso le estás dando al blog :-)

Un beso, Juanjo