Por haber dudado de su predisposición para embarcarse en esto de los memes, me llega de manos de Escéptico uno inventado por él mismo que consiste en relatar qué es lo que hice con mi primer sueldo. Pues nada, Escéptico, asumo el "castigo" por mi desconfianza y os lo cuento :P
La primer dificultad con la que me topo es determinar cuál fue mi primer sueldo. Porque si me remito a algunas de las tareas por las que ya en tiempos inmemoriales recibí algún tipo de retribución (au-pair, labores de mantenimiento en campamentos de verano en el extranjero...), me resulta difícil considerarlas estrictamente como trabajo, pues tal retribución fue hasta cierto punto simbólica dados los beneficios que, en otro orden de cosas, se presuponían a tales experiencias. Y si por el contrario escojo el momento en que por primera vez me llegó al banco una bonita nómina, éste ha tenido lugar tan tarde, gracias a circunstancias por las que me siento afortunada, que me da un pelín de vergüenza relatarlo aquí públicamente. Así que situaré mi primer sueldo en lo que yo, subjetivamente -y no de forma muy agradable, dicho sea de paso-, experimenté como mi primer contacto con el mundo laboral.
Tenía diecinueve años, estudiaba por aquel entonces una carrera que ya había decidido abandonar cuando finalizara el curso y estaba ansiosa por conocer mundo. Pero para conocer mundo hace falta dinero y se me ocurrió que una manera de conseguirlo compatible con mis estudios era solicitar trabajo en alguna de las chocolaterías que en las fiestas locales de mi ciudad se mantienen abiertas las veinticuatro horas del día para satisfacer las necesidades del aluvión de turistas recibido. Me aceptaron en una de las más tradicionales, un establecimiento pequeño ubicado en el centro y regentado por una familia. En estas fechas fijaban turnos de doce horas, así que durante una semana trabajé de nueve de la mañana a nueve de la noche detrás de la barra sirviendo principalmente chocolate con buñuelos que una señora, empleada también exclusivamente para las fiestas, freía en un gran caldero situado a pocos metros de la barra. El trabajo resultó francamente agotador. Cuando llegaba por la mañana bandas de música enteras desayunaban en la barra y había que ir fregando tazas al mismo ritmo que éstas se utilizaban. El ritmo era frenético, pero por primera vez descubrí lo despacio que puede pasar el tiempo en este tipo de tareas que requieren un esfuerzo más físico que mental y la sensación de que una vida consumida por el trabajo podía convertirse en algo ciertamente invivible. No sin cierta admiración, me sorprendía que mi compañera de trabajo, la chica que habitualmente trabajaba detrás de la barra en el establecimiento, llevara con tal sentido del humor esa ampliación de su jornada habitual y buscara, de la mejor manera posible, un mínimo de diversión en las horas que compartíamos. Para mí la verdadera vida, la vida digna de vivirse, quedaba fuera de ellas. Y puesto que sólo conseguía emplear el escaso tiempo libre que me restaba en arrastrarme hasta casa, ducharme concienzudamente para librarme del intenso olor a fritanga que me impregnaba de pies a cabeza, intentar ver alguna película y dormir, esa vida se había reducido prácticamente a nada.
Por fortuna, el esfuerzo valió la pena y con el dinero obtenido, sumado al que pude conseguir con otros trabajillos, en verano compré un ticket llamado Interrail que permitía utilizar durante un mes de manera ilimitada trenes de un gran número de países europeos y me fui a recorrer, mochila al hombro y junto al chaval con el que salía por aquel entonces, algunas de las ciudades que siempre había soñado ver. Nuestro primer destino fue París, donde permanecimos casi una semana visitando museos, deambulando por sus calles y asustándonos de los elevados precios. Después estuvimos unos pocos días en Alemania, concretamente en Baden-Baden, desde donde nos desplazamos un día de excursión a Friburgo, y por espacio sólo de una tarde en Munich. Luego vinieron Praga, Budapest, unos días en un pequeño pueblecito suizo para descansar tirados en la hierba, y ya finalmente Venecia, donde cogimos el tren de regreso a casa. El viaje se prolongó prácticamente todo el mes de validez del ticket y en parte fue una experiencia algo dura, pues el dinero del que disponíamos era escaso y no hubo más remedio que economizar gastos aprovechando los desplazamientos en tren para ahorrar noches de albergue, comiendo en parques lo que habíamos comprado en supermercados y permitiéndonos muy escasos lujos. Por otra parte, se nos acabó imponiendo la sensación de que era imposible mantenerse receptivo a tanta novedad durante tantos días seguidos y de que, llegado cierto punto, nuestros sentidos empezaban a saturarse por los muchos estímulos recibidos sin que lográramos ya disfrutarlos como al principio. Pero éramos jovenes y supongo que fue inevitable que al planificar la ruta y el número de destinos no nos dejáramos arrastrar por la curiosidad y por la avidez de ver mundo.
Nunca he vuelto a hacer un viaje tan largo ni creo ya que lo haga. Con los años he acabado descubriendo además que la mejor forma de tomarle el pulso a una ciudad es vivir un tiempo en ella. Sin embargo, reconozco que fue una experiencia intensa y enriquecedora, y el viaje interior que todo viaje supone me ayudó a conocerme mejor a mí misma y a tomar o a reafirmarme en decisiones que serían para mí determinantes en los años venideros.
Y con esto -como siempre un poco excesivo, ay, qué le vamos a hacer- doy por concluida la realización del meme, que voy a pasar a Koolauleproso, a Mandarinada Contraproduent y a Gato. Esta vez no dudaré de la predisposición de nadie, no sea que luego me caiga una lluvia de memes, pero como siempre, sabéis que esto de los memes sólo es una invitación y como tal hay que tomarla. ¡Besos a todos! :)
La primer dificultad con la que me topo es determinar cuál fue mi primer sueldo. Porque si me remito a algunas de las tareas por las que ya en tiempos inmemoriales recibí algún tipo de retribución (au-pair, labores de mantenimiento en campamentos de verano en el extranjero...), me resulta difícil considerarlas estrictamente como trabajo, pues tal retribución fue hasta cierto punto simbólica dados los beneficios que, en otro orden de cosas, se presuponían a tales experiencias. Y si por el contrario escojo el momento en que por primera vez me llegó al banco una bonita nómina, éste ha tenido lugar tan tarde, gracias a circunstancias por las que me siento afortunada, que me da un pelín de vergüenza relatarlo aquí públicamente. Así que situaré mi primer sueldo en lo que yo, subjetivamente -y no de forma muy agradable, dicho sea de paso-, experimenté como mi primer contacto con el mundo laboral.
Tenía diecinueve años, estudiaba por aquel entonces una carrera que ya había decidido abandonar cuando finalizara el curso y estaba ansiosa por conocer mundo. Pero para conocer mundo hace falta dinero y se me ocurrió que una manera de conseguirlo compatible con mis estudios era solicitar trabajo en alguna de las chocolaterías que en las fiestas locales de mi ciudad se mantienen abiertas las veinticuatro horas del día para satisfacer las necesidades del aluvión de turistas recibido. Me aceptaron en una de las más tradicionales, un establecimiento pequeño ubicado en el centro y regentado por una familia. En estas fechas fijaban turnos de doce horas, así que durante una semana trabajé de nueve de la mañana a nueve de la noche detrás de la barra sirviendo principalmente chocolate con buñuelos que una señora, empleada también exclusivamente para las fiestas, freía en un gran caldero situado a pocos metros de la barra. El trabajo resultó francamente agotador. Cuando llegaba por la mañana bandas de música enteras desayunaban en la barra y había que ir fregando tazas al mismo ritmo que éstas se utilizaban. El ritmo era frenético, pero por primera vez descubrí lo despacio que puede pasar el tiempo en este tipo de tareas que requieren un esfuerzo más físico que mental y la sensación de que una vida consumida por el trabajo podía convertirse en algo ciertamente invivible. No sin cierta admiración, me sorprendía que mi compañera de trabajo, la chica que habitualmente trabajaba detrás de la barra en el establecimiento, llevara con tal sentido del humor esa ampliación de su jornada habitual y buscara, de la mejor manera posible, un mínimo de diversión en las horas que compartíamos. Para mí la verdadera vida, la vida digna de vivirse, quedaba fuera de ellas. Y puesto que sólo conseguía emplear el escaso tiempo libre que me restaba en arrastrarme hasta casa, ducharme concienzudamente para librarme del intenso olor a fritanga que me impregnaba de pies a cabeza, intentar ver alguna película y dormir, esa vida se había reducido prácticamente a nada.
Por fortuna, el esfuerzo valió la pena y con el dinero obtenido, sumado al que pude conseguir con otros trabajillos, en verano compré un ticket llamado Interrail que permitía utilizar durante un mes de manera ilimitada trenes de un gran número de países europeos y me fui a recorrer, mochila al hombro y junto al chaval con el que salía por aquel entonces, algunas de las ciudades que siempre había soñado ver. Nuestro primer destino fue París, donde permanecimos casi una semana visitando museos, deambulando por sus calles y asustándonos de los elevados precios. Después estuvimos unos pocos días en Alemania, concretamente en Baden-Baden, desde donde nos desplazamos un día de excursión a Friburgo, y por espacio sólo de una tarde en Munich. Luego vinieron Praga, Budapest, unos días en un pequeño pueblecito suizo para descansar tirados en la hierba, y ya finalmente Venecia, donde cogimos el tren de regreso a casa. El viaje se prolongó prácticamente todo el mes de validez del ticket y en parte fue una experiencia algo dura, pues el dinero del que disponíamos era escaso y no hubo más remedio que economizar gastos aprovechando los desplazamientos en tren para ahorrar noches de albergue, comiendo en parques lo que habíamos comprado en supermercados y permitiéndonos muy escasos lujos. Por otra parte, se nos acabó imponiendo la sensación de que era imposible mantenerse receptivo a tanta novedad durante tantos días seguidos y de que, llegado cierto punto, nuestros sentidos empezaban a saturarse por los muchos estímulos recibidos sin que lográramos ya disfrutarlos como al principio. Pero éramos jovenes y supongo que fue inevitable que al planificar la ruta y el número de destinos no nos dejáramos arrastrar por la curiosidad y por la avidez de ver mundo.
Nunca he vuelto a hacer un viaje tan largo ni creo ya que lo haga. Con los años he acabado descubriendo además que la mejor forma de tomarle el pulso a una ciudad es vivir un tiempo en ella. Sin embargo, reconozco que fue una experiencia intensa y enriquecedora, y el viaje interior que todo viaje supone me ayudó a conocerme mejor a mí misma y a tomar o a reafirmarme en decisiones que serían para mí determinantes en los años venideros.
Y con esto -como siempre un poco excesivo, ay, qué le vamos a hacer- doy por concluida la realización del meme, que voy a pasar a Koolauleproso, a Mandarinada Contraproduent y a Gato. Esta vez no dudaré de la predisposición de nadie, no sea que luego me caiga una lluvia de memes, pero como siempre, sabéis que esto de los memes sólo es una invitación y como tal hay que tomarla. ¡Besos a todos! :)
21 comentarios:
En que lio me has metido preciosa??, jejejeje, ningun problema, ahora mismo me pongo a ello :-)
Un besazo enorme!!!!
Bueno, ya sabes de mi proverbial vagancia, pero creo que, si me permites tomarme un tiempo para ordenar mis recuerdos, lo acabaré haciendo (ya sabes que soy Hombre lento para todo, como el de mi admirado Coetzee)
A ver, no lo he hecho tan largo como el tuyo, pero ya esta colgado :-)
Un besote bonita!!!!!
Caray, Mandarinada, lo tuyo es dedicación y lo demás son cuentos. Creo que de ahora en adelante voy a pasarte a ti todos los memes ;) Ahora mismo voy a verte.
¡Un gran beso, guapa!
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Koolauleproso, tómate todo el tiempo que precises, claro que sí. La lentitud me parece una auténtica virtud en los tiempos que corren :)
¡Un beso!
Oye tampoco hace falta que me los pases todos eh :-S
Jajajajajajaja.
Un besazo!!!!!
Anti al menos era un trabajo dulce!!! y bien invertido el sueldo, digo!
besos, amor!
Oligo: no entro al trapo.
El trabajo, esa maldición bíblica, debería limitarse a una especie de servicio social durante dos años. Algo así como era la mili en su momento. Dios fue demasiado cruel; no me extraña que lo acabaran asesinando los filósofos del XIX. Por cabrón.
Yo también recorrí parte de Europa en esos trenes a tarifa fija, el mismo verano que tú. Pero mi recorrido fue otro: Francia, Inglaterra, Gales e Irlanda. Quizás nos cruzamos en la Gare de Austerlitz, quizás se pidieron fuego nuestras respectivas parejas de entonces mientras tú y yo mirábamos diferentes escaparates. O al revés :)
Ya veremos, Mandarinada, según como te portes...
Que nooooo, mujer, que era broma :)
¡Un besazo, guapa!
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Ay, Ana, desde luego lo que servía era dulce, de eso no cabe duda, pero el trabajo en sí no tanto. Y lo que desde entonces ya no he vuelto a comer son buñuelos, ¡pero si yo enterita olía a buñuelo de qué manera!. Creo que la experiencia me sirvió para saturarme ya para siempre.
¡Besos muchos, niña!
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Ay, NoSurrender, qué razón llevas, no hay término que mejor defina el trabajo que maldición, maldición de la que pocos pueden librarse. Y estoy contigo, luego le echan la culpa a Eva por haberse comido la manzana y esas cosas, pero digo yo que Dios también podía haberle pasado por alto ese pecadillo o al menos condenarnos a menos trabajo del que nos toca a sus descendientes, ¿no? La putada es que pese a que los filósofos lo mataran aquí seguimos, sin saber organizarnos como debiéramos. Increíble que con la cantidad de máquinas que sustituyen la fuerza de trabajo humana no se haya reducido ya la jornada laboral. Sospecho que la maldición la hemos interiorizado ya tanto que hay algunos que hasta les gusta. ¿Prestación social de dos años? Espero que sea el lema de la próxima revolución social, yo mientras tanto voy a ir imprimiendo unas octavillas ;)
Así que el mismo verano, qué coincidencia, tú. Y quién sabe, tal vez nos cruzamos como dices, aunque lo del fuego... no, no puede ser, yo no fumaba todavía en aquella época. Aunque... ¡espera!, mi pareja sí fumaba, me acuerdo de que precisamente en la Gare de Austerlitz le pidió fuego a una rubia despampanante que iba acompañada de un tipo al que llamaba constantemente Lagarto y que tarareaba un tema de Bruce Springsteen... ¿eras tú? Por desgracia sólo me acuerdo de la rubia, qué rabia ;)
¡Un beso!
Hola hola hola Colérica Aquilínea, memeadicta incansable, poetisa de la razón pura, está muy bien eso de cómo gastaste tu primer sueldo, pero un viaje es siempre, más que un gasto, una inversión.
El Martín Pecador te saluda.
¿El primer sueldo?
Osti... espera que haga memoria. Creo que fue en el ramo de la restauración (de camarero)... aunque dudo si fue ese o mi trabajo en una tienda de ultracongelados. De todas maneras, igual que tu, mi trabajo fue para pagarme un viaje. ¿A que te lo imaginabas? :P
Un gran beso
Chévere tu historia. Y que bueno que decidieras viajar, pues a ciertas edades estamos dispuestos a hacer de todo.
Un beso
Pues esto me recuerda la pintada que ví ayer en mi barrio y que me sacó una sonrisa: "Once meses trabajando y uno de vacaciones, no me salen las cuentas"... Salaó el anarca!
Así que hiciste bien en retrasar el momento, yo hice algo parecido y tengo en mente jubilarme a los 45 y largarme con los bereberes, los de "la prisa mata"... jeje.
Un beso!!
Hola, Martin Pecador, ¿¿¿incansable memeadicta??? Eso no me lo dices en la calle. A ver si te van a caer a ti todos los próximos memes que me lleguen :P Pero tienes razón, Pecador, los viajes son una inversión, uno gana mucho más de lo gastado, y además de eso que no se puede pagar con dinero.
¡Un beso!
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¿Tienda de ultracongelados, Tako? Espero que ya hayas entrado en calor :P
Y sí, me lo figuraba, tú eres un alma viajera, no podía ser de otra forma :) Espero que fuera un viaje memorable.
¡Un beso enorme!
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Gracias, Waipu Carolina. Y es verdad que está bien que lo hiciera en aquel momento. Ahora mismo no me veo cruzando media europa con una mochila al hombro... Bueno, si alguien me la lleva sí ;)
Bienvenida a esta casa y vuelve cuando quieras.
¡Un beso!
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A mí tampoco me salen las cuentas, Margot, a nadie le salen, no entiendo como la gente se lanza a la calle con los mundiales de fútbol, por ejemplo, y no la monta bien gorda para que eso, que nos pica mucho más a todos, cambie ya de una vez.
¿Así que tú también tuviste esa suerte? Estupendo, yo desde luego no me arrepiento un pelo. Lo de jubilarme a los 45 lo veo un poco más difícil, aunque digo yo que con los bereberes se debe de gastar poco, ¿no? Mmmm, será cuestión de ir ahorrando, ya me cuentas cuál es tu plan.
¡Un beso!
Mi lista de cosas pendientes, por suerte, no es muy larga. Creo que la mayoría de las que me he propuesto en la vida, antes o después las he realizado.
Pero si hay una que encabece dicha lista sería la de un viaje en Interrail postpuesto, por desgracia, in aeternum: teníamos la idea un amigo y yo de llegar con él hasta cruzar el círculo polar ártico. Estaba todo planeado... pero precisamente aquel primer trabajo mío desbarató los planes de las vacaciones.
Es cierto que con el tiempo aprendemos que más importante que viajar es conocer las culturas con las que nos topamos. Y para eso es necesario tiempo, calma...
Según maduramos comprendemos que el objetivo no es atesorar sellos en el pasaporte, sino miradas, conversaciones o abrazos.
Por lo que leo, te marcó de esa primera experiencia laboral... pero a nosotros, nos has privado de esa imagen glamurosa tras un mostrador envuelta en aroma de chocolate...:P
Por lo demás, me parece una buena inversión la que hiciste de esas rentas.
Saludos y besos.
Pd. Mi primer trabajo también estuvo muy rodeado de glamour: fue con una compañía italiana de ópera; yo era uno de los mozos porteadores del material del montaje;)
Jolines, qué primer gasto más chachi; un viaje. Creo que lo mío va a ser bastante más pueril, pero tomo el testigo y continuaré con el meme, guapa...
Tienes suerte, Escéptico, de que tu lista de cosas pendientes no sea ya larga. La mía siempre me desborda, aunque poco a poco uno va aprendiendo que en esta vida no todo cabe y que la renuncia es necesaria.
Tal vez nunca hicieras el Interrail pero harías otras cosas, otros viajes que te proporcionarían experiencias tan interesantes como ésa o incluso mucho más. Además de que nunca es tarde si la dicha es buena. Ya no será lo mismo, claro, pero también la madurez nos vuelve más lúcidos y capaces de disfrutar con más serenidad las cosas que emprendemos.
En lo último, no puedo estar más de acuerdo. He tenido la suerte de poder vivir durante bastante tiempo en un país extranjero y es cierto la percepción de él, el conocimiento de su cultura que se obtiene, supera con creces el de cualquier viaje turístico. Pero esto no siempre es posible y tampoco hay que restar al viaje, a la aproximación que supone a otras formas de vida, ni su atractivo ni lo mucho que podemos aprender con ello.
¡Un beso!
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En fin, Marc, creo que mi imagen tenía poco de glamourosa, con un uniforme horroroso con el que parecía una criadita de principios de siglo, cansada y ojerosa, y con un intenso olor a buñuelo que la gente que me rodeaba, hasta después de la ducha, no dejaba de notar. Eso sí, a lo mejor a alguno se le despertaron las ganas de darme un bocadito para ver si el olor se correspondía con el sabor ;)
Y aunque tu primer trabajo fuera como mozo porteador, caray, eso de estar con una compañía italiana de ópera no suena nada mal, la verdad. ¿No aprendiste ningún aria con la que ahora nos puedas deleitar? :P
¡Un beso con olor a buñuelo! ;)
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Pues sí, Gato, estuvo muy bien. A ver tú que nos cuentas. Sea lo que sea, estoy segura de que me voy a reír de lo lindo.
¡Un besazo, guapa!
¡Menuda historia la de tu primer sueldo! ¡Como para olvidarse!
Es cierto que con tanta novedad uno se acaba saturando, pero la juventud justifica muchas cosas y ofrece tiempo para luego poder procesarlas. Desde luego, nada como vivir un tiempo en un sitio para poder saborearlo en todas su vertientes. Y también es muy cierto el último apunte de Escéptico, ¡desde luego!
¡Un besazo muy grande!
Como estamos guapa??
Querida Dusch, el viaje, tanto por las cosas buenas como por las no tan buenas, fue desde luego de los que no se olvidan.
La juventud, por otra parte, es como es: ansiosa, ávida de beberse el mundo a grandes tragos y poco tendente a la mesura. Pero forma parte de nuestro proceso de aprendizaje el descubrir que todo requiere más tiempo y calma de lo que entonces éramos capaces de entrever.
¡Un gran beso!
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Ay, Mandarinada, pues ajetreadilla, qué le vamos a hacer.
Ahora me paso a verte, guapa.
¡Más besos!
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