Un íntimo convencimiento de que el misterio de la sustancia del tiempo, a su paso por nuestro más esencial interior, elude el recuento de soles y lunas, la voluntad al servicio del orden y la memoria, te mueve a renegar de la celebración impuesta al compás de las hojas de tu propio calendario.
Dices que la coerción de la repetición ritual a fecha fija se compadece mal con la anarquía que rige el fluir de los estados de ánimo. Que el caer de los números sobre tu cabeza se encuentra a menudo con el corazón ocupado en más urgentes menesteres, indispuesto para la alegría obligada, para la emoción compartida, para la solemnidad requerida. No es extraño, piensas, que el convenido soplar de las velas nos halle en ocasiones sin aliento. Tampoco que la peregrinación a la tierra sagrada se exija cuando en discordante y odiosa injusticia impera el letargo sobre la sinceridad del dolor y la añoranza vivamente sentidos pero a destiempo de la reiteración regular de los días. O que la simbólica renovación de los votos de unión sobrevenga en la semiconsciencia asustada del desacierto, en el temido anuncio del declive, en presencia de una infelicidad esquivada que sume en el tormento de la duda y fuerza a la hipocresía encubierta.
Crees entender la ancestral necesidad de marcar hitos, de proporcionar muletas a la memoria para esa narración sobre la que constantemente nos construimos y reconstruimos, perfilando en sonidos y trazos el significado de la historia que nos cuenta. Pero desconfías de la posibilidad de instaurar comienzos. El propio nacimiento no es sino un acontecimiento de otros si tu mismo despertar a la vida te rehúsa la condición de testigo capaz de rememoración. La unión de dos se asienta sobre una marea confusa de cruces, de percepciones, de fuerzas, que no resiste la demarcación de un origen ni la constatación devenida del acto que aspira a inventarlo. Y hasta la muerte puede carecer de un principio definido que sobrepase la última exhalación y el definitivo desmadejarse de los miembros.
Ante todo, proclamas para ti que la celebración de lo más grande y hermoso debe ser continua, ceremonia perpetua que fragüe la materia huidiza de cada instante.
Y sin embargo, hoy una vaga intuición te impulsa a detenerte en el calendario, a retroceder en busca de las huellas que adivinas depositadas sobre esta misma fecha. A reconocer algo semejante a un comienzo en un tímido movimiento de apertura, allí necesariamente ciego para el mundo que después levantaría, cuyas dimensiones siguen ensanchándose, cada vez más luminosas, sobre un horizonte que quiere perderse en la lejanía.
La palabra celebración toma entonces posesión del silencio de tu lengua y desgranas entre tus dedos los diversos sentidos que dicta la fría objetividad del diccionario, templándolos con su calor, espejeándote con intensidad en todos ellos. Porque celebrar significa hoy entregarse a la acogedora recreación del recuerdo que conmemora y revive la voz muda cargada de promesas, no sabidas y sólo ahora legibles, en medio del canto de las sirenas. Festejar al son de campanas en tus oídos la siempre frágil intervención del azar, lentamente transformado en dichosa fortuna. Celebrar son hoy las manos que se arrancan sin moverse a aplaudir con entusiasmo cada uno de los pasos que, desde aquel día pretérito, han trazado el curso del río que desemboca en este presente. Venerar, una vez más, mil veces más, el espacio sagrado que crece imparable sobre el germinar de aquella pequeña semilla.
No se precisan velas, ni cirios, ni copas, ni tan siquiera abrazos para la celebración a la que hoy te pliegas. Basta el entrechocar de las gotas de sangre en tu corazón danzante, que se regocija de estar vivo, tan abrumadoramente vivo. Basta la certeza de que la celebración aún será mayor mañana.
21 comentarios:
Hay una canción de un grupo de rock llamado Callejeros que dice "a las fiesta las inventó un sabio; a las ceremonias, los que no sabían qué hacer".
Creo eso: la celebración no puede regirse por ritos inmóviles.
Un texto abigarrado, brumoso, casi un decir introspectivo, que parece a punto de hundirse en las negruras del cansancio para finalmente buscar un resquicio entre la fronda y volver a respirar.
A veces, todo cuesta mil palabras de contar. Otras, la circunstancia, o la persona, se bastan a sí mismas.
Yo me alegro de leerte, Antígona. Y de tus besos enfáticos.
Y de que te sientas viva.
Un beso :)
Dime si me equivoco, pero te he leído y esa celebración me ha sonado a cumpleaños,en toda esa reflexión agridulce al final,sale triunfante el deseo de vivir que después de todo, es lo único que cuenta.
Besos danzantes!( que me ha encantado el final del post)
Y que la veamos crecer día a día es lo que pido yo. Sin velas, sin copas. Con abrazos, aunque sean así, desde lejos.
Entiendo el sentido de las celebraciones oficiales, Arcángel, pero particularmente prefiero las espontáneas, aquellas que surgen sin necesidad de atenerse a la fecha en que toca celebrar algo. Creo que la mera obligación de celebrar puede arruinar la propia celebración y la alegría o la solemnidad que le corresponde, según el caso.
¡Un beso!
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Bueno, querida Mityu, supongo que cuanto más personalmente me toca la cuestión que abordo en los textos, más abigarrada y opaca tiendo a ser. En parte, mera voluntad de enmascaramiento, debo reconocerlo. Pero, por otra parte, porque también me gusta este ejercicio literario que trata de jugar más con la metáfora que con la claridad expositiva.
De todos modos, me interesa la cuestión de la celebración en sí misma, y pensándolo después, creo que se me han quedado muchas cosas en el tintero. Como por ejemplo el hecho de que aquello que representa un acontecimiento en nuestra vida, en el sentido fuerte del término, sólo a posteriori puede descubrirse como tal, y por tanto, sólo a posteriori emerge la necesidad de celebrarlo.
Yo también me alegro de que me leas, Mityu. Y del hecho de sentirme viva, ay, tengo mucho que agradecer al respecto.
¡¡¡Un beso muy muy enfático!!! :)
Troyana, te equivocas :) Mi cumpleaños será dentro de unos días y te aseguro que eso pertenece al orden de cosas que no me gusta celebrar, o tal vez sólo cuando ya ha pasado y coincide que estoy con amigos y entonces digo, “venga, que ha sido mi cumpleaños, os invito yo”.
Claro que sigo deseando vivir, y mis deseos de estar viva aumentan día a día. Las circunstancias que nos rodean provocan a veces que esos deseos palidezcan un tanto. Otras, que se muestren florecientes y ávidos de más.
¡Besos a ritmo de claqué! ;)
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Sus deseos son órdenes para mí, querida K ;) Aunque en este caso porque coinciden plenamente con los míos.
Pero tienes razón, los abrazos se sienten también en la lejanía. Puede que no los sienta nuestra piel, pero sí nuestro corazón. Ejem, perdón por la cursilada :P
¡Un beso!
Las celebraciones son recordatorios de la fugacidad de nuestra existencia. Quizás sea por eso que no nos sentimos cómodos ante nuestras propias celebraciones porque nos enfrentan a al paso del tiempo, a nuestro propio declive.
Yo tampoco soy partidario de las celebraciones, prefiero disfrutar la vida como un tranquilo fluir de los días y las noches. Llámame "bonvivant". :-)
Un beso, Antígona
Celebrar las paradas que dibujaron un antes y un después... aunque tienes razón, lo curioso es que sólo somos conscientes una vez pasado el tiempo y nunca en ese germen que fue su nacimiento. O no del todo.
Pero no reside ahí su gracia? jeje.
Comadre, un brindis por esas dimensiones hoy ensanchadas y luminosas y todos los calendarios que las acompañen.
Ou yeah!! Antígona muá, con globos al aire.
(Me gustan las celebraciones. Me gusta hasta la palabra. Dar a conocer la alegría, compartirla, reservarse un momento para ello... me gusta.)
Lo cierto es que la Tierra gira alrededor del monstruoso Sol, ofreciéndonos en el viaje circular la visión de los cuatro costales del universo (¿tiene costales algo que se expande en el vacío?). Quizás, al final de cada ciclo de ese viaje de atracción de feria cósmica, tenemos una conciencia mayor de lo pequeña que es la inmensidad de ese Universo desnudo que nos rodea, y de lo grande y cálido que es lo que tenemos tan cerca.
¡Le deseo un millón de vueltas más, doctora Antígona!
Un beso.
Hay mucha Vida en la vida, mucha esperanza en el texto. Es de los buenos, los que sugieren más que lo que explican. Cuando se dé esa celebración mayor, espero ser notario .
Salud!
gracias ant�gona: me uno a �sta, tu celebraci�n gozosa de la vida.
Entiendo el sentido de las celebraciones oficiales, pero particularmente prefiero las espontáneas, aquellas que surgen sin necesidad de atenerse a la fecha en que toca celebrar algo.
Eso escribe usted más arriba.
¿Desea celebrar usted conmigo esta ciber-amistad de forma así de espontánea y sin que importe la fecha que sea...? Esta noche, pues, a las 11 en punto estaré en mi porche con una copa de cava en la mano. Miraré a la luna ofreciéndole mi brindis... usted puede hacer lo mismo si lo desea desde el lugar en que se encuentre.
No se olvide, eh! a las 11. Ya sé que las doce es una hora más mágica, pero es que mañana me vuelve a sonar el despertador a las seis de la mañana.
C.E.T.I.N.A, ¡¡¡bonvivant!!! ;)
No lo había pensando pero me gusta esa idea, por lo que creo que tiene de verdadera. Desde luego, en el caso de los cumpleaños, y sobre todo cuando las cifras empiezan a alcanzar ciertas cotas, pienso que es esa sensación de fugacidad la que más se impone, así como la de la finitud. Cuando somos jóvenes pensamos que el tiempo que nos queda va a dar mucho de sí. Pero conforme pasan los años, comenzamos a darnos cuenta de que ese tiempo no podrá albergar todo aquello que desearíamos: nunca podremos leer todos los libros que nos interesan, nunca podremos escuchar toda la música que desearíamos. Que nos lo recuerden hace daño. Ahora, cuando el recuerdo de ciertos acontecimientos nos llena de una sincera alegría, la celebración, al menos la interior, aparece por sí sola.
Sigue disfrutando de ese tranquilo fluir de los días y las noches. Yo también lo haré, tratando de no pensar en el número que nos resten.
¡Un beso!
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Creo que es así, Margot, la relevancia de muchos pequeños acontecimientos se nos sustrae en el momento mismo en que suceden. Como decía Primo Levi, a quien estuve releyendo el otro día, somos ciegos para el futuro, lo cual implica que, en parte, también lo somos para el presente, justamente porque las consecuencias que se derivan de un determinado presente, y por tanto, la relevancia que puede acabar teniendo en nuestra vida futura, no se dejan anticipar en su acaecer, sino únicamente al echar la vista atrás. Hace no mucho tiempo celebré el haber sufrido un esguince de tobillo que me supuso un montón de complicaciones en el momento en que ocurrió. Sólo mucho más tarde pude darme cuenta de todo lo bueno, buenísimo, que ese esguince trajo consigo. ¡Quién me lo iba a decir, cuando andaba a gatas por casa lloriqueando del dolor!
Brindemos, sí, alcemos nuestras copas, reales o figuradas, por todas las dimensiones que en su ensancharse hacen que nuestras ganas de vivir aumenten día a día.
¡Un beso chin-chin!
Doctor Lagarto, ¡qué cósmico le veo a usted! :P
Me ha gustado eso de los cuatro costales del universo, tanto si los hay como si no a causa de su expansión. Pero recuerde que aunque el universo no deje de expandirse, Brooklyn no se expande, eh? ;)
Y tiene usted toda la razón: la inmensidad de ese universo es diminuta en nuestras vidas en relación a la importancia de aquellas cosas que nos quedan cerca. Y cuanto más cerca, más importantes. No vale la pena perderse en la inmensidad cuando lo más próximo se convierte en aquello alrededor de lo cual queremos hacer girar nuestras vidas. Ésas son las vueltas que realmente nos mueven a seguir caminando, y no las que la tierra da bajo nuestros pies.
Gracias por sus buenos deseos, doctor Lagarto, yo también me deseo un millón de vueltas más. ¡O dos!
¡Un beso!
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Bueno, Cosaco, si hay que hablar de esperanza, yo sólo espero que aquello que me hace sentir viva en el presente lo siga haciendo durante mucho mucho tiempo. ¿Alguien podría desear otra cosa?
¿Notario? ¡Cosaco! ¡Tú lo que quieres es sacarme los cuartos! :P
No, para esa celebración mayor no necesito ningún notario. Basta con la certeza de mi alegría. Basta con el deseo de que día a día los motivos para celebrar no dejen de crecer.
¡Un beso!
Gracias a ti, cacho de pan, eres más que bienvenido a esta celebración. Anda, toma una copa, pero… ¡oye!, ¡que se te ha olvidado traer la botella de vino que acordamos! ;)
¡Un beso!
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Pues claro que lo deseo, amigo Carrascus. A las 11 en punto estaré con mi copa en la mano, eso sí, si me lo permite, será de vino, ¡que el cava no me sienta bien! Y aunque no tengo porche ni balcón, abriré de par de par la ventana más grande que tenga en casa y miraré también a la luna, a ver si consigo localizar en ella el reflejo del brillo de su copa.
Tranquilo, a las 11 es buena hora. Me temo que a las 12 estaré aún despierta, pese a que mañana tocarán diana a las 6 y 20, pero a esa hora ya no me quedarán fuerzas ni para levantar un dedo, mucho menos una copa.
¡No se olvide usted tampoco, que le espero!
¡Un beso!
jo, ahora que había encarrilado mi vida laboral ganando pasta con la felicidad de la gente... en serio, te leería tu lista de cosas felices muy rapidito y firmaría el documento llevándome una pasta gansa...oye, en serio, debes pensarlo. Mira, me he vuelto más serio e intelectual, ven a mi blog y lo comprobarás: ahora trato temas relevantes y filosóficos.
:P
Cuando sea mayor quiero escribir como tú.
Me apunto al rulito cósmico, al vino, al cava y al porche a cualquier hora.
Tengo unas ganas locas de celebrar cualquier cosa que no se suela celebrar... por ejemplo, celebrar que estamos acabando abril... cosa más tonta, no?
Un beso de árbol, guapa.
Bueno... pues aunque algo tapada por las nubes, pero ha sido una luna fantástica para tenerla como testigo e hilo conductor de nuestro brindis.
Al final cambié el cava por un vinillo blanco de Barbadillo muy fresquito...
Gracias, Antígona, ha sido un placer compartir este guiño con usted. Ahora me voy a Oniria a intentar tener dulces y bonitos sueños...
Un beso... o dos... o tres...
Tú lo que eres, Cosaco, es un estafador en potencia. Háztelo mirar, anda :P
Que yo no necesito que nadie me firme nada ni dé testimonio por mí de las cosas que me hacen feliz, ¡hombre! Hasta obscena me parece la idea.
Ya he visto que te has puesto muy “serio” e “intelectual” en tu blog. Debe de ser que hablar de mujeres despierta tu vena más filosófica :P
¡Otro beso!
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Jo, qué bien, un árbol, porque yo de mayor también quiero escribir como tú y seguro que para entonces ya se pueden hacer trasplantes de cerebro y de dedos sin graves efectos secundarios :)
Apúntate, apúntate, que me parece que con tanto hablar de celebración vamos a tener que montar una de verdad, con buen vino, musiquita y toda la gente maja que quiera apuntarse. Ahora, cuidado con romper ninguna copa al brindar, eh?, que luego me dejáis la casa hecha unos zorros :P
Condición imprescindible será que cada cual celebre lo que le dé la gana. ¿Que se acaba abril? Pues que se acaba abril. ¿Que está a punto de empezar mayo? Pues que está a punto de empezar mayo. Con tal de celebrar, lo que sea.
¡Un beso enorme!
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Aquí no había anoche ninguna nube, amigo Carrascus, y la luna, que quedaba a la izquierda de la ventana desde la que alcé mi copa, brillaba intensa y fascinadora como nunca. Seguro que, en parte, gracias al reflejo de nuestras respectivas copas.
Le alabo el gusto con el vino. Yo me puse una copilla de vino tinto bastante corriente, pero es que, como se trataba de una celebración espontánea, no me dio tiempo a comprar uno más apropiado. Cosas de la espontaneidad, claro. Pero estaba bueno, eh?
Gracias a usted, caballero, el placer ha sido mío. Espero que su estancia en Oniria le proporcionara esos dulces sueños y un descanso reparador. Yo caí rendida en brazos de Morfeo después de un día agotador.
¡Cuatro besos! ;)
Cheers, amiga...!
Zum Wohl, amigo Carrascus! ;)
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