jueves, 6 de marzo de 2008

Infierno


He subido al taxi y acabo de darle al taxista, un hombre mayor en el que apenas me he fijado, la dirección de mi destino. En parte aliviada porque gracias a él llegaré puntual a mi cita, en parte angustiada porque al final del trayecto sólo me espera el sillón de mi dentista, me recuesto con un ligero suspiro en el asiento. El taxi arranca con brusquedad y en el breve recorrido de dos semáforos realiza un par de maniobras cuya agresividad me saca del estado de semiletargo -ha sido un día duro y es la hora de la siesta- en el que estaba empezando a entrar. Miro algo inquieta por la ventanilla. El tráfico es denso.

Oigo entonces la voz del taxista, una voz clara y bien modulada: "Para darse cuenta de la necesidad de admitir y plegarse a las leyes de este mundo más allá de la calma interior alcanzada, basta apenas con aventurarse a franquear la puerta de casa y rozarlo". Sorprendida por la complejidad retórica de su frase, miro al retrovisor central y me encuentro con unos ojos que indudablemente esperan alguna reacción por mi parte. Sólo se me ocurre preguntar, aún desconcertada pero curiosa, por qué ha dicho eso.

"Ah, no me has entendido. Pero no será porque yo no me haya expresado correctamente, porque, si te fijas, me he expresado con mucha corrección". Le digo que creo haber comprendido sus palabras pero que lo que no termino de comprender es porqué las ha dicho en ese momento. Él insiste en que se ha expresado con mucha precisión, claramente orgulloso de su dominio del lenguaje, y finalmente concede en aclararme, como quien desciende con desgana a formular de una manera injustamente trivial una idea complicada: acaba de salir de casa, su jornada no ha comenzado por la mañana sino con mi viaje, se ha subido al taxi pensando en sus cosas, venía tranquilo, dice, rezando, pero nada más comenzar la carrera ya otro vehículo le ha puesto en peligro, un autobús se le ha echado encima, sacándolo de un golpe del estado anímico en el que se hallaba; o sea que, en resumidas cuentas, agrega, tal y como él ya había dicho con su primera frase, el infierno que es este mundo no le permite a uno más que convertirse, ajustarse a él, mimetizarse con él y actuar tal y como uno debe actuar en el infierno.

Para ilustrar su explicación me habla de un libro, muy especial, recalca con énfasis de erudito, que ha estado leyendo, escrito por una hermana -y en este punto aclara cuidadosamente, como si estuviera dando una conferencia, que "hermana" no significa en este caso religiosa, pues en el país del que proviene se llama "hermanas" a las enfermeras de la Cruz Roja- que tras un infarto cae en coma durante nueve días. La hermana narra en él cómo en esos días pasó por todos los estadios evolutivos del ser, el último de los cuales correspondía al infierno. Atemorizada por lo que allí veía, la hermana comienza a rezar hasta que el guía espiritual que la acompaña en el proceso la recrimina: ¡Aquí no reces! Porque, sigue explicando el taxista, en el infierno los rezos no valen. En el infierno hay que hacerse respetar mostrándose y actuando tal y como lo hacen los que están allí. "Al volante", sigue el taxista, "sólo puedo convertirme en un hijo de puta. Eso es lo que se aprende estando durante más de cuarenta años al volante. Que tienes que ser un hijo de puta porque estás rodeado de hijos de puta. Al volante y en cualquier parte". Y para dotar de mayor autoridad de sus palabras me remite a varias casas de congregaciones religiosas donde me certificarán que él, ahí donde le veo, es licenciado en teología y ha reflexionado mucho sobre las cosas que dice.

Me quedo pensando y tímidamente le digo que no creo que las cosas tengan que ser necesariamente así. Ahora es él quien me mira con cierta sorpresa y repite de nuevo, "ah, no me has entendido". Replico una vez más que sí, que creo comprender bien lo que dice pero que simplemente no estoy de acuerdo, porque me parece que hay otras maneras de conducirse ante la fiereza y agresividad del mundo y que si todos adoptáramos esa actitud éste sería un infierno mucho peor de lo que ya es. En mi cabeza resuena una conocida frase de Rabindranath Tagore que escuché siendo niña y que me pareció hermosa: "Sé como el sándalo, que perfuma el hacha que lo hiere". Me sobreviene también el recuerdo de una discusión que una vez tuve con una amiga sobre el hecho de que el optimismo y la alegría sean a menudo interpretadas por los demás como ingenuidad o falta de lucidez ante la perversidad y suciedad del mundo, y en la que ella concluyó alegando que, dado que este mundo es, en efecto, un lugar triste, perverso y sucio, tenemos incluso la obligación de hacer de él algo menos triste, sucio y perverso con nuestra propia alegría, con nuestra propia bondad. Pero antes de que pueda plantear nada sobre todo ello -ya nos aproximamos además al lugar en que debo apearme-, el taxista vuelve a insistir: no le entiendo y no puedo entenderle porque no sé de lo que hablo, mientras que su experiencia en el taxi de más de cuarenta años le ha permitido llegar a una verdad irrefutable que mi inexperiencia me impide alcanzar.

Opto entonces por callar -qué otra cosa se puede hacer ante lo supuestamente irrefutable- y al poco también el taxista. Atrincherado tras mi presunta incomprensión, sus ojos en el retrovisor reflejan una mezcla de decepción y desprecio por la lógica ignorancia reinante en este infierno que es el mundo. Cuando finalmente le pago y salgo del taxi, ni siquiera responde a mi despedida.

43 comentarios:

NoSurrender dijo...

Vaya taxistas más raros que se encuentra usted, doctora. Los taxistas de mi ciudad tienen la obligación de permanecer de mala hostia durante todo el trayecto, con la COPE puesta a buen volumen y murmurando entre los dientes algo de que alguien ha vendido España a los terroristas. Pero si le digo la verdad, doctora Antígona, como lo murmuran sin gana mientras mueven un palillo entre los dientes y sin poder ver yo su rostro, no puedo asegurar que no me hablen de estadios evolutivos del ser.

Es doloroso, sí, ver como se confunde la ilusión con la ignorancia y la buena voluntad con la falta de experiencia. Pero la teoría de su taxista, doctora, tiene un fallo básico y fundamental: yo me niego a se un hijo de puta. Así que nuca jamás será cierto que todos somos unos hijos de puta.

Me viene a la cabeza el famoso dilema del prisionero. Sólo los imbéciles sin experiencia de vida, sin haber visto nada más allá de sus propias narices durante esos cuarenta años se comportan como hijos de puta. La maldad es la hija del miedo y de la cobardía. Lo tengo comprobado.

Un beso para usted y un portazo para su iluminado taxista, doctora Antígona!

Unknown dijo...

Pero tia! te has subido al taxi de lucifer!! jaja seguro que no era rojo y tenía el aire acondicionado a tope incluso en esta época del año?

Yo tengo claro que la única forma éticamente correcta de comportarme es reirme de mi mismo y hacer sonreir a los demás (que para hacer llorar no hace falta esforzarse demasiado)

Salud y risas!!

Miss.Burton dijo...

Bueno, está claro que su puesta en escena no le sirvió de nada, detrás llevaba a una señorita muy bien equipada de cabeza, que supo responderle y no alabar ese criterio tan absurdo de hacer leña del arbol caido. Tu tranquila, niña, hay mucho amargado, y lo que es peor, pretenden que todos tengamos el mismo filtro contaminado, y eso no, aquí cada uno con lo que se busca, esa actitud no puede traerle nada bueno, y a ti, pues eso, ni te roza, cero contaminación, sólo la acústica, que seguro sabrás olvidar leyéndote un buen libro, o riéndote de la experiencia aquí con nostros, que es para reirse, aunque el fondo sea triste de cojones... el suyo...
Un besazo¡

c.e.t.i.n.a. dijo...

Si algún día pillase a ese taxista le respondería:

"Sí, ya se que le mundo es una mierda, que los otros son el infierno y bla, bla, bla,... Ya conozco esos argumentos. Son los argumentos que acostumbran a usar los hijos de puta para justificar sus acciones ante los demás y ante ellos mismos.

¿Pero sabe qué? A mí no me sirven. Un hijo de puta lo es per sé, independientemente de su entorno y de los estímulos que reciba. El escorpión sigue actuando como un escorpión aunque matando a la rana se acabe ahogando con ella.

No conozco a ningún hijo de puta que se presente como tal, sin excusas. Todos acostumbran a decir que no les queda más remedio que actuar así para sobrevivir o incluso que ellos son bellísimas personas y que son los demás los que le obligan a ser malo.

Una mierda para todos ellos. Si usted se maneja como un hijoputa es porque usted y solo usted lo decide. Déjenos a los demás en paz. Pare el taxi y quédese con el cambio"

Y me iría dando un paseo para oxigenarme de la sobredosis de azufre.

c.e.t.i.n.a. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
k dijo...

Estoy con c.e.t.i.n.a. Me parece a mí que es el camino fácil justificar la propia maldad apoyándose en la supuesta maldad de los demás. La culpa nunca es mía, siempre es del otro. Pero la cosa, sin embargo, tal como yo lo veo, es como sigue: cuando eres un hijo de puta, lo eres; cuando no, no. No hay excusas que valgan, no hay otros y no hay hostias en vinagre.

El último taxista con el que hablé me llevó una noche de noviembre desde Bilbao hasta Puerta de Arganda. Fuimos hablando de Bruce Springsteen, de los americanos en general ("al fin y al cabo, hay gente buena en todas partes"), de los prejuicios contra los que a veces deberíamos luchar, del rock and roll, y al final esperó a que entrara en el portal de casa antes de marcharse. Ergo, casi mejor que ese taxista tuyo se sienta para siempre un incomprendido en su mundo infernal.

Tako dijo...

¿El infierno son los otros?

Debe ser, como tu amiga, que afirmo que es mejor tomárselo (aunque a Tagore no llegará nadie nunca) con algo más de azúcar (el café solo por eso :p).

Mientras podemos tomarnos unas copas con Dante.

Besos

Margot dijo...

Fue Italo Calvino quien dijo que la mejor forma de sufrir el infierno (ese que formamos entre todos al convivir juntos)es buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno. Y cuidarlo y mimarlo dejándolo espacio.

Lo adopté una vez leído.

Aunque el verdadero problema del mal me parece ser el mismo que el que afecta a la bondad (hay buenas intenciones tan demoledoras con la peor de las intenciones, lo he visto demasiadas veces y suelo tener cuidado también con esa "bondad"): la ignorancia y la falta de coherencia al dejarnos llevar por los demás.

Aunque lo reconozco: hay días que me entran unas ganas de ser una hija de puta de cuidado! Pero me contengo... Cuestion de elección y esfuerzo y que soy muy mía....jeje.

Besos con olor a azufre, Antígona muá!!

Marc dijo...

Quizás sea más comodo y apentemente tenga más benificos (sobre todo materirales) ir de hijo de puta por la vida. Sin embargo, esas recompensas dejan mucho vacío porque los "valores" que las sustentan son muy endebles y sólo la cerrazón o el fanatismo pueden sustentarlos.

Cierto que a algunos casi no les ha quedado otro remedio, o no han conocido otro cosa que esa forma de andar por el mundo, pero desde luego no es caso de este taxista con una formación en moral. Me recuerda esto al que se tiene por buen ciudadano y lleva navaja "para defenderse", cuando el auténtico peligro es él. Además, se me antoja más estimulante y creativo no actuar como un hijo de puta cuando la aparente "lógica" te dice que deberías actuar así.

En fin, como soy bueno, te dejaré un beso;)

juan rafael dijo...

Con que personas más singulares te encuentras...si es que Dios los cría y ellos se junta, je,je.
La verdad es que os expresáis igual y yo no sé si está hablando del infierno o qué, pero la verdad que a mi me parece algo psicótico y a más de uno le daría un susto.
Al principio, pensé que te habría reconocido y eso que ya es misión imposible.
Besos.

Anónimo dijo...

¡Bah! eso será por las fallas.
En cuanto acaben se le pasará...

¡Besos!

Abel Granda dijo...

Taxista; 40 años; hijo de puta; teólogo; magnánimo, y por si eso fuera poco, no le responde al saludo; pues está claro ¿no?. Nunca entendí, porqué los taxistas, que cobran por hacer lo que todos hacemos gratis, no son los más amables en la circulación, los más respetuosos, porque hay que ser muy zafio para pasarse el día al volante y no entender que para que el tráfico vaya bien, cada uno tiene que dar lo mejor de sí.
La animo a que cite los nombres de los autores de las pinturas con que ilustra su blog, también es de respeto, además de didáctico.

Anónimo dijo...

El sabio acerbo cultural español tiene dos refranes que pueden aplicársele a ese taxista de forma clara y rotunda: "Seamos tú y yo buenos y habrá dos canallas menos"... sustitúyase aquí "canallas" por "hijoputas" y quedará ad hoc.

Y el otro: "Habló el buey y dijo mú".

En realidad lo que pasaba es que ese taxista estaba intentando vernderle algo a usted, amiga Antígona. Nunca sabremos si algo tangible o intangible porque usted no le dejó terminar. Pero actuó de la misma forma que esos vendedores que nos quieren colar algo que ya de por sí ni necesitamos ni es demasiado ética la forma en que ellos saben que lo van a hacer; ya sea una propiedad compartida de ésas o la idea de que tenemos que ser un hijoputa por obligación. Primero zalamerías, respeto... que se va tornando en "tú que sabes de esto, déjame que yo te lo explique"... relación de todas las ventajas y de ningún inconveniente... prisa porque lo aceptes no sea que te arrepientas tras pensártelo bien... y si al final no consiguen nada, pues dejas de existir, y ni siquiera te responden al saludo, porque ya eres invisible. No les importas nada, solo centraron en tí su atención como potencial cliente, pero una vez fallido ya solo tienen la mente en el próximo...

Con lo rica que hubiese sido una charla en condiciones con usted. Déjelo, el se lo perdió. Por hijoputa.

Arcángel Mirón dijo...

De todas las cosas que me irritan, en tu texto veo reflejadas dos:

1) que el optimismo sea menospreciado por los motivos que bien dijiste

2) que cuando no estás de acuerdo con algo de lo que dice tu interlocutor, éste te diga "no entendiste". A ver, entendí. Lo del taxista es soberbia. Es ser insoportable. Es buscar pretextos para realmente ser un hijo de puta.

Un abrazo.

Antígona dijo...

Bueno, doctor Lagarto, aquí también hay muchos de esos taxistas como los que usted describe, pero de cuando en cuando aparece algún espécimen extraño que se niega a plegarse a la norma, aunque pudiera ser que todo no fuera en el fondo más que una cuestión de plumaje, de revestimiento distinto que oculta en el fondo una actitud idéntica. De todos modos, fíjese bien la próxima vez, porque a lo mejor es condición necesaria para tener el carnet de taxista ser capaz de hablar de los estadios evolutivos del ser ;)

Usted lo ha dicho perfectamente: confundir ilusión con ignorancia y buena voluntad con falta de experiencia. Sólo que se trata de una confusión muy común y en mi opinión no carente de fundamento. Porque creo que en algo tiene razón el taxista: el mundo mancha, nuestro enfrentamiento con él no puede dejarnos impasibles, ni mucho menos inmaculados. Cuando uno recibe golpes debe aprender a protegerse, e incluso puede aprender a devolverlos. Acumular experiencia no es posible sin una cierta pérdida de inocencia. Ahora, en efecto, siempre podemos negarnos a ser unos hijos de puta. Siempre podemos tratar de combatir ese mecanismo de mimetización con el mundo que se activa en nosotros por múltiples razones. Negarse a ello no es siempre conseguirlo. Pero es el primer y necesario paso.

¿El dilema del prisionero? Me lo tendrá usted que explicar, porque lo desconozco. Pero estoy de acuerdo con lo que dice. La maldad proviene fundamentalmente del miedo, de la desconfianza hacia el otro, de un afán de protección desmedido e incluso patológico que llega a anular el entendimiento.

Pero no le demos ningún portazo al taxista. Para él sería la confirmación de que sólo hay una única lógica a la que plegarse. Eso sí, el beso me lo quedo ;)

¡Otro beso para usted, doctor!

Antígona dijo...

Jajaja, Juan Cosaco, ¡pues a ver si va a ser eso y he corrido el peligro de venderle mi alma al diablo! Pero no, olor a azufre no noté, aunque a lo mejor Lucifer se ha hecho asesorar por un buen estilista y ahora va oliendo a Calvin Klein ;)

Eso es, Juan Cosaco, eso es en lo que insistía mi amiga: hacer sonreír a los demás para, en la medida en que esté en nuestra mano, alegrarles un poco la vida. Y para ello es necesario aprender antes a reírnos de nosotros mismos. Tarea difícil, pese a que tú ya tienes mucho terreno ganado, por lo que voy comprobando. Bien, un día me vas a tener que dar unas clases :)

¡Besos risueños!

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Bueno, Delirium, la verdad es que de responderle poco, no es fácil dialogar con quien está tan convencido de lo que dice y no parece poder someter sus convicciones a discusión. Aunque sí, al menos le dije que no estaba de acuerdo, que era lo mínimo que podía decirle. Pero supongo que mi desacuerdo sólo sirvió para reafirmarle en su posición. La experiencia no me pareció tan triste. ¡Más triste fue la visita al dentista, que me pone enferma! :) Fue más bien algo curioso, no me pasa muchas veces esto de verme envuelta en una conversación casi teológica con un taxista y en el fondo no me molestó que no se despidiera. Me dio más bien la impresión de que quien se quedaba triste era él, decepcionado ante mi falta de comprensión. En fin, tal vez aún le pase algo que le haga cuestionarse sus planteamientos. Quién sabe.

¡Un besazo, guapa!

Antígona dijo...

Ay, C.E.T.I.N.A., tampoco me pareció una persona tan agresiva como para responderle todo eso. Pero sí, tienes razón, no hay hijo de puta que no se justifique. Pero es que supongo que es cierto aquello de que nadie hace mal a sabiendas. No nos resulta nada fácil aceptar que la maldad también habita en nosotros mismos, y por eso tendemos constantemente a echar balones fuera. Son los otros los malos, no yo. Y todo aquel que hace daño cree tener razones justificadas para hacerlo e incluso cierta manera de ver las cosas en función de la cual ese daño no es sino el camino hacia un bien mayor.

Yo también creo firmemente que a la base de nuestros actos se encuentran decisiones sobre las que tenemos plena responsabilidad. Que el hijo de puta decide comportarse como tal, bien sea por ignorancia, por egoísmo, o por una falsa comprensión de qué es lo que le hará sentirse mejor. Ahora, también me parece que hay situaciones, circunstancias, en las que ser un hijo de puta resulta más comprensible que en otras, aun cuando comprensible no signifique justificable. Como le decía a NoSurrender, el mundo mancha. En una sociedad donde prime e incluso se alabe la perversión, más fácilmente nos tentará la idea o con más comodidad asumiremos la posibilidad de ser perversos. Me vienen a la cabeza películas tales como “La vida de otros” o una que he visto recientemente, “Cuatro meses, tres semanas, dos días”, en las que se refleja claramente como un sistema político perverso condiciona hasta tal punto las relaciones entre las personas que actuar solidariamente se convierte en una heroicidad.

A mí no se me ocurrió bajarme del taxi, la verdad. Tenía prisa, claro, pero, de habérseme ocurrido, creo que no me hubiera apetecido mostrarle que sus planteamientos me agredían. Porque eso hubiera significado en parte darle la razón aceptando que no confío en que las personas puedan entenderse de otra manera.

¡Un beso!

Antígona dijo...

Querida K, te remito entonces a lo que le digo a C.E.T.I.N.A., si me lo permites, para no repetirme hasta la saciedad :) Ahora, otra pregunta interesante es la de si los hijos de puta nacen o se hacen. Yo estoy convencida de que se hacen, y básicamente en función de decisiones que toman a la hora de afrontar su vida. Pero también, en ocasiones, por cómo la vida les premia esas decisiones. Hablabas el otro día en tu blog de “Match Point”. Ahí tienes el perfecto ejemplo de un hijo de puta al que la suerte sonríe, negándole, al menos en el momento de su vida que vemos en el film, la posibilidad de aprender que la maldad sólo engendra más maldad. No estoy diciendo que haya excusas, eh? Por supuesto que no las hay. Pero, ¿qué decirle a quien opta por ser un hijo de puta y encima las cosas le salen bien? Ah, la cuestión no es nada fácil. Otra cosa es que desde luego, por mi parte, contaría con mi más absoluto rechazo.

Qué lujo de taxista, niña. Pero por aquí también hay muchos así, claro. Al volante de un taxi se pueden aprender muchas cosas, y algún taxista que otro me he encontrado que parecía un pozo de sabiduría. Ahora, que hablen de Springsteen, ¡todavía no me he encontrado ninguno! La próxima vez que me suba en un taxi empezaré yo la conversación preguntándole si lo conoce ;)

¡Un beso, hermosa!

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Echémosle un poco más de azúcar, sí, porque si no, no la próxima vez que salgamos a calle llevaremos bajo el brazo una metralleta. ¡Y al café también, hombre, que si no está demasiado amargo! :P

Esas copas con Dante, ¡ya tardan! Que el infierno debe de ser, pese a todo, un lugar mucho más divertido que el cielo ;)

¡Un gran beso, Tako!

Antígona dijo...

Me parece una perspectiva muy inteligente, niña Margot, ¡no podía ser de otra manera viniendo del señor Calvino y de ti! ;) Porque es así. En medio del infierno siempre hay infiltrados que no se someten a su lógica, disidentes que echan tantas pestes de ese infierno como uno mismo. La cuestión es encontrarlos. Pero mirando un poco a nuestro alrededor, siempre aparecen.

En el tema de la bondad, pues sí, tienes también toda la razón. No en balde se dice eso de que el infierno está empedrado de buenas intenciones. Que se lo preguntaran si no a algunos dirigentes nazis, si no pensaban que el exterminio de los judíos no era una medida en pro del bien de la humanidad. Vuelvo a aquello que ya he dicho del “nadie hace mal a sabiendas”. E incides en un punto esencial: la ignorancia es peligrosa, muy peligrosa. Hasta el código penal lo recoge cuando señala que el desconocimiento de una ley no es eximente de culpa. Cuántos no habrá dicho aquello de, “ay, si yo hubiera sabido…”. Pues hay que saber, al menos en lo que toca a las cuestiones verdaderamente importantes. Y hacer por saber aun cuando ese saber nos ponga en una situación incómoda. Porque a veces es mucho más fácil cerrar los ojos.

Que levante la mano quien no haya tenido tentaciones de ser un hijo de puta de cuidado. Pero luego está eso de la reflexión, y del esfuerzo, como bien dices, que debe servirnos de freno ante tentaciones de esa índole.

¡Besos con olor a tocinillo de cielo, niña Margot! ;)

Antígona dijo...

Yo también creo, Marc, que optar por ser un hijo de puta siempre acaba pasando factura, y que por tanto, lleva consigo un castigo que tal vez no se perciba a corto plazo, pero sí con el tiempo. Quien opte por la maldad debe saber a lo que atenerse, porque estoy segura de que las consecuencias negativas de sus actos siempre acaban llegando, más pronto o más tarde. En esta vida podemos, nadie lo duda, optar por lo que nos plazca. Ahora, creo también que es el desconocimiento del daño que puede suponer en tu propia vida el optar por ser un hijo de puta lo que lleva a muchos a serlo sin el más mínimo escrúpulo.

Está bien ese “casi” que pones delante del no quedar otro remedio porque yo creo que siempre hay una alternativa. Otra cuestión es que esa alternativa suponga un acto de heroicidad que nadie debería pedirnos. O que nos ponga en una situación de la que no haya forma de salir sin daño moral. Me estoy acordando ahora mismo de la película “La decisión de Sophie”, por ejemplo. Y en cuanto a lo de llevar una navaja para defenderse, de “Bowling por Columbine” (jo, qué cinematográfica estoy hoy), donde efectivamente se muestra cómo adoptar esa actitud tan extremadamente defensiva ante el mundo nos convierte en un verdadero peligro. Es el miedo, como decía NoSurrender, lo que nos vuelve peligrosos. Pero para no tenerlo hay que confiar en que los demás no son unos hijos de puta partiendo de la base de que uno mismo tampoco quiere serlo.

Gracias, caballero, por su bondad. Yo también haré gala de ella y le enviaré otro beso ;)

Antígona dijo...

Joder, Juan Rafael, ¿cómo que dios los cría y ellos se juntan? Espero que si acaso te refieras a mi gusto por embarcarme en discusiones teóricas, porque si no te voy a dar… :P

En lo de psicótico, no sé, pero a mí me pareció bastante claro, por otras cosas que dijo y que no he puesto en el post, que este hombre pertenecía a algún tipo se secta religiosa o era un fanático de la religión mal entendida, más allá de su licenciatura en teología.

¿Y cómo que ya es imposible reconocerme? Tranquilo, que te lo pondré fácil. Si algún día te encuentro por la calle te hablaré de los estadios evolutivos del ser, para que sepas que soy yo :P

¡Un beso!

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Sí, huelladeperro, lo de las fallas es para enloquecer a cualquiera. Hoy mismo han cortado mi calle y ya se ha montado un lío tremendo con los coches que suelen aparcar en ella. ¡Si es que cada vez empiezan antes! Y un amigo mío que no es de aquí vio el otro día una fallera y se asustó. ¡Que no es para menos!

¡Un besote, niño!

Antígona dijo...

Ay, Lenguaraz, a este hombre le deben de estar pitando todo el día los oídos desde que puse el post, y te aseguro que mi intención no era meterme con él sino discutir un poco la tesis que planteaba acerca de que el mundo nos ensucia sólo por estar en contacto con él. Aun así no puedo dejar de darte la razón en lo de que los taxistas deberían ser los más respetuosos al volante, porque está claro que el tráfico funcionaría mucho mejor si nadie fuera pensando que es más listo que los demás y que la calzada se ha hecho para él solo.

Si no cito los nombres de las pinturas que pongo es en parte por pereza y porque por lo general son obras clásicas en su mayoría bastante conocidas. Además de que no es mi intención focalizar la atención hacia las pinturas sino que éstas sólo pretenden adornar los textos. Pero si le interesa saber de quién es ésta se lo digo: se trata de un cuadro de Bouguereu titulado “Dante y Virgilio en el infierno”.

Bienvenido a este blog, lenguaraz, y gracias por pasarse por aquí.

¡Un beso!

Antígona dijo...

No conocía ninguno de los dos refranes, amigo Carrascus, pero creo que le vienen perfectamente al pelo a la situación y al señor.

Yo también creo que estaba tratando de venderme algo, Carrascus, y más bien intangible en este caso. Como le decía a Marc, sus múltiples referencias a la religión, a los rezos, al libro religioso, me hicieron sospechar que debía de pertenecer a alguno de esos extraños movimientos que proliferan hoy día. Ahora, no creo que anduviera haciendo conmigo ninguna labor de captación, sino tal vez simplemente le apetecía mostrar lo mucho que sabía de estas cosas, lo reflexivo y culto que era en un mundo en que abunda la ignorancia, o no aburrirse durante el trayecto. Es posible también que estuviera vendiéndose a sí mismo para cobrar en algo así como una admiración o reconocimiento por mi parte que no llegó. Pero bueno, yo tampoco espero importarle nada a ningún taxista sino únicamente que me lleve a donde le pido sin que ninguno de los dos nos matemos por el camino. Creo que es una expectativa ajustada. Y si se sintió defraudado, ¡pues qué le vamos a hacer! Es lo que suele suceder cuando uno alberga expectativas erróneas.

Yo la verdad es que no estaba muy en condiciones para tener una charla rica con nadie. ¡Que estaba hecha polvo y con la mente puesta en el sillón del dentista! Pero bueno, sí, si al volante me hubiera encontrado con Jude Law o, en su defecto, con algún filósofo resucitado, seguro que hubiera hecho un esfuerzo ;)

¡Un beso!

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Bueno, Arcángel, también hay gente a la que la vida no ha tratado bien y a los que no sólo les cuesta ser optimistas, sino que les molesta que alguien a su alrededor lo sea. O también los hay nihilistas que te miran con cara de que acabas de caer del guindo. ¡Que de estos he conocido muchos! ;)

En cuanto a lo de “no entendiste”, es la mejor barrera que se puede alzar para impedir la comunicación con alguien: no considerarlo un interlocutor válido. Pero ese “no entendiste” no sirve. Porque el otro siempre puede llegar a entender si quiere, por una parte, y si uno hace un esfuerzo por explicarse, por otra. Entender no es lo más difícil. Mucho más difícil es si acaso ponerse de acuerdo en opiniones dispares. Aunque esto ya es harina de otro costal.

¡Un beso!

Unknown dijo...

Dios mío!! Siempre me ha gustado conducir, llevar a los colegas en el coche hasta la misma puerta de su casa, soy rojillo y lo peor de todo es que apesto a CK one!!!!

A ver si voy a ser yo el puto diablo!

;)

Belcebú mío!!

Lúzbel Guerrero dijo...

¡TELEDEMONIO!; ¿alguien ha pedido un BMW?
Oiga GENGIS KHAN, tenemos unas ofertas increíbles de usados peperos; ¿hace?

el nombre... dijo...

Bueno, los taxistas son, al menos por estos lares, de lo más desubicados que hay, por empezar.
O meten la radio a todo volumen, o te cuentan sus cuitas, o comienzan conversaciones a las que una no les da lugar, porque lo que quiere es que quiere una es que la TRASLADEN, y no que les den cátedra. Y para ellos, el taxi parece ser una especie de universidad, a la que asisten y se cuelgan el título de "sabelotodosyencimanoaceptootra". Lo que, por lo menos, a mí, me pone de pésimo humor... Suelo abrir mi agenda, simulando ocuparme y no contestando, o sea, me vuelvo "infernalmente un lucifer", que no sabe, no contesta.
Salvo algunas excepciones, obviamente, pero una no está para andar eligiendo taxista, no?
Bueno, me extendí muuuucho en el comentario, pero estoy hasta las ... que la gente adopte esas posturas tan trogloditas, y encima una se siente "casi secuestrada", porque debe llegar a destino, a manos de estos "demonios".
¿Optamos por el subte?

el nombre... dijo...

Ah! me olvidaba! La mitología griega habla de ACTEÓN, un cazador, que, queriendo burlar a Artemisa, que era una mujer de armas tomar,y echa una maldición sobre él, termina siendo cazado por sus propios perros. Es re-interesante...
Seguramente lo recordarás con estos datos.
besos, compañera!

Antígona dijo...

Juan Cosaco, ¡¡¡nooooo!!! Ahora mismo saco todos los crucifijos y llamo a un exorcista, ¡que en mi blog no quiero ningún contacto con el maligno! ;)

Aunque así, entre nosotros, yo creo que más que el puto diablo debes de ser un diablillo de esos que hacen del infierno un lugar mucho más agradable… Y no es por rebajarte de categoría sino todo lo contrario, eh? :)

Ahora, cuidado con tanto CK one no vayas a intoxicar a alguien :P

¡Otro beso!

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Hombre, señor Guerrero, ¡qué sorpresa! Aunque me tenía que haber figurado que el título de este post actuaría como un poderoso imán sobre las fuerzas del mal … ;)

¿Un BMW? Mmmm, puestos a pedir, yo más bien le pediría un milloncejo o dos de euros para así retirarme definitivamente del mundo laboral. ¿Hace por mi alma? ¿Dónde tengo que firmar?

A los peperos usados me los mantiene usted a unos cuantos kilómetros de distancia, si no le importa…

¡Un beso!

Antígona dijo...

Aquí, de taxistas, el nombre, hay de todo, como en botica. Callados, parlanchines, malcarados, biencarados… vamos, que todo depende de la suerte que uno tenga. Yo por lo general prefiero que no me den cháchara, porque ya que no conduzco yo me gusta relajarme en el asiento de atrás e ir pensando en mis cosas o simplemente dejar la mente en blanco. Pero también he encontrado gente muy agradable con la que he tenido conversaciones interesantes. Supongo que los taxistas son muy dados a hablar con el cliente porque se aburren teniendo que estar tantas horas solos. Aunque, ahora que lo pienso, debo de ejercer cierta atracción sobre los taxistas con inquietudes teológicas, porque hace no mucho me topé con uno que no dejó de hablarme sobre la reencarnación y sobre los animales en los que pensaba que le gustaría reencarnarse. Pero era un tipo muy simpático, que no dejaba de reírse de todo lo que decía, y que consiguió ponerme de buen humor.

Gracias por la aclaración mitológica, el nombre, la verdad es que con tanto curro se me había pasado buscarla, porque no la conocía, pero ahora con esos datos podré dar con ella más fácilmente. Las historias mitológicas son fascinantes, sí. Increíble cómo han conseguido retratar con tal lucidez tantos aspectos enjundiosos de la condición humana.

¡Un beso, guapa!

Anónimo dijo...

Ay Antígona!
H.Hesse decía en "Demian" algo así como" sólo pretendía vivir lo que espontáneamente brotaba de mí¿por qué tenía que resultar tan dificil?"pues eso mismo,tu naturaleza amable y benévola se estampa contra la pose de ese taxista que se alimenta de su dogmática intransigencia, pero Antígona, tus esfuerzos no son en vano, y seguro que este mundo es un poco más habilitable con el sándalo que con el hacha.
Un abrazo troyano

El veí de dalt dijo...

¡Caramba, qué suerte encontrar taxistas filósofos! Yo, a lo máximo que aspiro es q que no me taladren con la COPE o con lo cara que es la gasolina. Aunque es bine cierto que para sobrevivir en la selva de la ciudad (de cualquiera) es necesario una coraza de dureza infernal.

el nombre... dijo...

Bueno, vos... encontrándote con taxistas con orientaciones teológicas, y luego colgando un post titulado Infierno...
¿No te da miedo por la noche?
Besos

dErsu_ dijo...

La inevitabilidad de la derrota, creo, es la que nos permite reirnos de la misma, y sonreir en medio de las llamas.

BACCD dijo...

No es por nada, pero este taxista debe sufrir más de lo que se piensa. Además, una cosa es protegerse a sí mismo de las agresiones externas (que sí, que uno necesita protegerse) y la otra, volverse un capullo integral.

Me niego a la opción del taxista, es pura autodestrucción. Sólo se alimenta la desesperanza y se anula por completo el sentido de la vida. Opto por sonreír. Al menos tengo la oportunidad de que alguien me devuelva la sonrisa. Y esas oportunidades se multiplican cuando uno mismo empieza a cultivarlas.

¡Un beso gigante, querida Antígona!

Mityu dijo...

Alcanzada la condición de verdad irrefutable, entramos en la esclavitud de la subjetiva verdad alcanzada, desarbolada del universo, a mitad de camino entre mantra sectario y convencimiento férreo que permite la supervivencia en un mundo que de otra manera tal vez se lo tragaría.
Así pues, no se puede dialogar. Efectivamente, no se dialoga con el diablo, que en un momento dado, son todos los que no opinan como él, o en el mejor de los casos son seres pobres, lejos de esa verdad, como tú, Antígona, que vienes a importunar con tus preguntas de niña lo que ya ha sido establecido y convertido en cimiento de vida.
El taxista está perdido, y según parece, para toda esta vida.

Un beso¡¡¡

Fernando dijo...

Joder!!..perdón..pero aquí en mi ciudad sólo encuentro los que oyen la cope...y los demás...a los primeros no les doy propina..pero ninguno me habla de la vida como un drama o una experiencia existencial..a lo sumo es un sainete..encantado de verte..saludos

Anónimo dijo...

Antígona!
ahora resulta que vamos a ser paisanas!ja,ja,ja,ja,ja..no sé por qué pensaba que eras de Madrid y al hablar de las fallas me has descolocado.al final, todo queda al Mediterrani...
bss,
troyana

Ana dijo...

Qué encanto de hombre!!

Sólo le faltó decir: son 10.000!!!

Anda y que le zurzan!
Suavecito estará después de los resultados electorales, no me gustaría encontrármelo en estos días, jua jua jua!!

Un besoooo

Antígona dijo...

No he leído “Demian”, Troyana, pero supongo que Hesse confiaba en el buen natural del ser humano, y de ahí su apelación a lo que “espontáneamente” brotaba de él. No tengo claro si darle la razón en eso, o si se le puede dar la razón sin reflexionar sobre las circunstancias que conducen a esa dogmática intransigencia del taxista –palabras muy ajustadas, ciertamente- a la que aludes. Pero lo que sí tengo claro, sean mis esfuerzos vanos o no, es que el mundo sería más habitable si imperara el sándalo en lugar del hacha. Quedémonos con la parte que nos toca. Hagámoslo nosotros, en la medida de nuestras posibilidades, uno poco más habitable.

¡Un beso y un abrazo!

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Ay, Veí, llamar a este hombre “filósofo” es echar por tierra el nombre de demasiados pensadores que sí aportaron algo valioso, aun cuando sólo fuera para darnos que pensar. Así que mejor atengámonos al calificativo de “teólogo”, que era como él se autodenominaba. Así no tengo yo tantos problemas para meterme con él si hace falta ;)

Lo de la dura coraza te lo admito. Lo de infernal, pues depende. Que no puede ser infernal lo que nos protege sin dañar a otros, ¿no crees?

¡Un beso!

Antígona dijo...

El nombre, no, no me da miedo… sobre todo desde que duermo con un crucifijo y una ristra de ajos colgada al cuello… Ah!, y una pistola con balas de plata por si las moscas… ;)

¡Más besos!

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Cierto, Dersu, la derrota es inevitable, sobre todo la última y definitiva. Pero hagamos caso de John Houston: a lo mejor si sonreímos en medio de las llamas el fuego acaba por apagarse.

¡Un beso!

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En efecto, Dusch, protegerse y volverse agresivo como medio de protección son dos cosas muy distintas. Sólo que a veces la primera desemboca en la segunda, porque a la base de la necesidad de protegerse no se encuentra sino el miedo, y el miedo, como me contaban a mí de pequeña acerca de las zorros a los que se sorprende en el gallinero y se les bloquea la puerta de salida, puede volvernos muy peligrosos.

También yo pienso que esa opción es en el fondo autodestructiva. En última instancia, sólo genera amargura, mala leche y una agresividad a flor de piel que terminaría minando la salud de cualquiera. Sonreír es, como dices, la mejor forma para provocar una sonrisa en el otro. Del mismo modo que golpearle es casi la garantía de que antes o después el golpe nos será devuelto. Multipliquemos esas posibilidades de ser pagados con una sonrisa, en vez de con un golpe. Es, además, la mejor forma de vivir tranquilo.

¡Un gran beso, niña!

Antígona dijo...

Es así como dices, Mityu, la verdad irrefutable es como una cárcel que encierra a quien la sostiene. A los demás nos impide el diálogo. Pero a él le impide abrir los ojos al mundo y percatarse de que la realidad es siempre mucho más compleja, y más rica, de lo que una presunta verdad humana pueda alcanzar. Además de que pocas verdades irrefutables hay más allá del hecho de que dos y dos sean cuatro, y con ellas apenas seríamos capaces de llegar, y tropezando, a la vuelta de la esquina.

De todos modos, me gustaría pensar que el taxista no está perdido. Que nunca es tarde para abrir los ojos si la suerte, revestida de múltiples formas, incluso la de la desgracia, así lo decide. Que siempre está abierta, hasta el instante antes de morir, la posibilidad de aprender, aunque sólo sea para darse cuenta de lo equivocado que estuvo uno durante su vida. Idealista que es una, sí. ¡Qué le vamos a hacer! ;)

¡Un beso grande, Mityu!

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Fernando Sarriá, pues a mí encontrarme con un taxista que me recitara o cantara un sainete no me parecería una experiencia nada despreciable, eh? Pero a ver si va a ser que en esta ciudad la licencia de taxista sólo se adquiere tras un examen en el que hayan de demostrarse profundos conocimientos sobre Sartre y yo aún no me he enterado… ;)

Encantada yo de verte por aquí, así que bienvenido y vuelve cuando quieras.

¡Un beso!

Antígona dijo...

Ay, Troyana, ¿así que tú también estás sufriendo las fallas? Cada año más insoportables, a mi parecer, sobre todo por lo pronto que empieza la toma fallera de la ciudad y el caos que con ello originan. A los Madriles les tengo mucho cariño, para qué vamos a negarlo, pero de momento sólo me considero hija adoptiva de esa ciudad. Y la luz de esta ciudad no la cambio por nada.

¡Más besos!

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Si me llega a decir que son 10.000, un árbol, entonces sí que me doy a la fuga como sugería C.E.T.I.N.A., y a la velocidad del rayo. ¡Aunque luego hubiera caído un tridente sobre mis carnes!

Pero tienes razón, después de los resultados electorales miraré bien al taxista antes de aventurarme a coger algún otro taxi, no vaya a ser que la casualidad me lleve a toparme con el mismo individuo. Más que nada, ¡porque pretendo llegar viva a mi destino y no morir estampada contra una farola, que la mala uva al volante no puede traer nada bueno!

¡Otro beso, moza!

x dijo...

ai antigona tienes mas moral que el alcoiano tu haha !!
ç
muy buen blog , me ha gusatado mucho y adelante !