sábado, 30 de marzo de 2013

Agudizar, agravar, empeorar


 En el verano de 2010 algunos Premios Nobel de Economía y otros prestigiosos economistas comenzaron a anunciar –la realidad ha demostrado sin lugar a dudas que con pleno conocimiento de causa– que las medidas impuestas a Grecia a cambio del rescate que su gobierno había solicitado para financiar su excesiva deuda pública sólo contribuirían a una profunda depresión de su economía y, por tanto, a un incremento de esa misma deuda pública. Ya entonces empecé a preguntarme por qué la llamada Troika se empeñaba en prescribir una serie de recetas de las que, sin remedio, se derivaría justamente el efecto contrario del que supuestamente pretendían lograr. Un efecto que se ha repetido sin excepción en todos aquellos países de la periferia de Europa que han debido demandar la ayuda de las altas esferas europeas. Fueran cuales fueren los orígenes de sus respectivas crisis, y con independencia de que éstas nada tuvieran que ver con una desmesurada deuda pública – los datos del caso español son aquí incontestables–, la Troika no ha dado más opción que la tan cacareada y defendida austeridad, que conlleva la reducción del gasto público y, en consecuencia, la reducción de los mecanismos del Estado para paliar las desigualdades sociales y económicas a través de políticas redistributivas de la riqueza. Esa austeridad que, en lugar de solventar los problemas económicos de tales países, tan sólo está conduciendo a su progresivo y a este paso imparable agravamiento. 

Si hasta yo, que carezco de toda formación en materia de economía, podía por aquella época comprender la validez de los razonamientos de los expertos que alertaban del suicidio económico que suponían las políticas de austeridad, resulta como poco insensato acogerse a la hipótesis de que los economistas que componen las instituciones de la Troika no sabían de antemano de las consecuencias de la aplicación de dichas políticas. Tan insensato, comienzo a sospechar, como creer que su falta de atención a los hechos objetivos, que han ratificado sobradamente las predicciones de empobrecimiento de aquellos expertos, obedezca tan sólo a una suerte de ciego dogmatismo –tan ciego, que rayaría ya en lo puramente patológico– por completo inmune a las evidencias empíricas. Los datos que periódicamente publican otras instituciones de la propia Unión Europea cantan a voz en grito el estrepitoso fracaso de las medidas de austeridad. Inconcebible que los mandatarios que las prescriben no tengan, cuanto menos, tanto conocimiento de ellos como cualquier ciudadano de a pie que se interese en buscarlos o tenga acceso a los medios de información que los difunden. 

¿Cuáles son entonces las razones que podrían explicar tan contumaz empecinamiento en unas recetas cuyas presuntas bondades son día a día desmentidas por los datos económicos? Más contando con la circunstancia de que el mismísimo Fondo Monetario Internacional –antaño feroz adalid de las políticas de austeridad– ha llegado a reconocer públicamente que sus cálculos en relación a los efectos de la austeridad sobre la economía contenían un embarazoso error, cuya corrección indica que la drástica reducción del gasto público dictada a los países en crisis deprime más de lo previsto sus economías e imposibilita cualquier posible recuperación tanto a corto como a largo plazo. ¿Por qué entonces, ante tal reconocimiento, el comisario de la Unión Europea se apresuró a advertir al FMI, eso sí, en un elegante lenguaje técnico, de que dejara de tocar las narices y mantuviera la boca cerrada –que así no entran moscas– en lugar de lanzar mensajes encaminados a minar la confianza de los Estados intervenidos en las políticas prescritas por Europa? 

Mientras tanto, ciertas voces críticas se han alzado para afirmar que los rescates a los países del Sur podrían no tener más finalidad que garantizar que sus bancos nacionales paguen los miles de millones de euros que deben a la banca alemana, lastrada por un enorme agujero financiero a causa de su activa participación en el mismo juego especulativo de casino –y generador de obscenos beneficios a corto plazo– que hundió a la banca norteamericana. Que ciertos sectores de la sociedad alemana se están beneficiando enormemente de la depresión de los países del Sur, a pesar de que la imposición más temprana en Alemania de las mismas medidas de austeridad ahora decretadas al Sur de Europa ha empobrecido a marchas forzadas a sus clases trabajadoras. Y también que, de perseverar en la dinámica seguida hasta la fecha, la propia economía alemana comenzará a acusar en sus propias carnes la depresión económica de los países del Sur para acabar entrando en recesión. 

Más que nunca, pues, continúa vigente el interrogante por los motivos que subyacerían a la aplicación de unas medidas que de ningún modo parecen favorecer a la economía de los países europeos. Un interrogante al que, a mi juicio, el libro de Naomi Klein La doctrina del shock brinda algunas respuestas. 

La doctrina del shock” es un espeluznante relato que apuesta por la tesis de que la materialización efectiva de las doctrinas neoliberales, hoy día presentadas bajo el formato de las políticas de austeridad, ha dependido invariablemente de una ciudadanía en “estado de shock”, esto es, aturdida e incapaz de resistencia, bien bajo diversos regímenes del terror, bien como consecuencia de catástrofes naturales o crisis económicas hábilmente aprovechadas para la introducción de una serie de “reformas” estructurales –en esencia, destrucción de servicios sociales y privatización de bienes públicos para el enriquecimiento de una élite empresarial, financiera y política– que los ciudadanos, de poder actuar libremente, sistemáticamente han rechazado. Para defender esta idea, su autora nos propone un exhaustivo recorrido geográfico y cronológico que se extiende desde la dictadura de Pinochet en Chile hasta el desastre el huracán Katrina en Nueva Orleans, pasando por la Junta militar en Argentina, la aplicación de la Ley Marcial en Bolivia, la masacre de la plaza de Tiananmen en China, la quema del Parlamento ruso tras el desmembramiento de la Unión Soviética, la crisis financiera de los Tigres Asiáticos, la invasión de Irak o el tsunami acaecido en 2005 en las costas de Sri Lanka, por sólo mencionar algunos de sus hitos. Se trata, por lo demás, de un texto extenso y profusamente documentado que se detiene a cada paso en los pormenores de lo sucedido en estos y otros países durante los períodos en que sufrieron o siguen sufriendo la aplicación del pensamiento neoliberal. 

Muy numerosas serían las cuestiones que valdría la pena reseñar de este libro. Pero como no tengo intención de aburriros aún más con este árido post, tan sólo rescataré de él, de entre las declaraciones de personas de influencia que han contribuido a la conquista del mundo por parte del neoliberalismo recogidas por Naomi Klein, una que, en el momento de leerla, me pareció particularmente ilustrativa para responder a la pregunta que comencé a plantearme en aquel verano del 2010. 

El que en 1995 fuera el economista principal del Banco Mundial, Michael Bruno, afirmó en una conferencia impartida ante la International Economic Association, convertida posteriormente en una publicación del Banco Mundial, que cada vez existía un mayor consenso en torno a “la idea de que una crisis suficientemente amplia podría conseguir impresionar hasta tal punto a los decisores políticos de un país que éstos se decidieran finalmente por instaurar reformas destinadas a potenciar la productividad”. Con tales reformas no se refería sino a aquellas que actualmente se definen en Europa como las políticas de austeridad. En este sentido, Michael Bruno sostuvo que los organismos internacionales no sólo tenían que aprovechar las crisis económicas existentes para imponer tales políticas –lo que entonces se recogió bajo el rótulo del Consenso de Washington– sino que debían hacer todo lo que estuviera en sus manos para agudizar esas crisis. Sí, han leído ustedes bien: agudizar. Que es lo mismo que hacer por agravar o empeorar esas crisis. Y si bien Michael Bruno admitió en aquella conferencia que la perspectiva de profundizar intencionadamente la depresión económica de un país resultaba de entrada aterradora, no dejó de animar a sus oyentes a aceptar ese proceso de destrucción como primer paso de una positiva transformación de la economía según su concepción neoliberal. “A medida que la crisis se hace más profunda, el Estado podría irse atrofiando lentamente”, concluyó, y con él, todas aquellas políticas intervencionistas que restan posibilidades de mercado al mundo empresarial. 

Yo no sé a ustedes, pero, en mi caso, estas palabras de Michael Bruno actuaron como una especie de interruptor que encendió una bombilla en mi cansada cabecita. Y me llevaron a sospechar que esta crisis será muy, pero que muy larga. 

11 comentarios:

El peletero dijo...

Puede estar completamente segura, querida Antígona, esta crisis será muy larga, yo, sinceramente, creo que no terminará nunca.

Para alimentar la polémica permítame que enlace un post de un blog de un famoso economista liberal catalán, Xavier Sala Martí, en el que se defiende de acusaciones de un buen amigo suyo que lo tilda de “neoliberal”. El post está en catalán, pero Google tiene un magnífico traductor on line que puede ser de gran ayuda para quien tenga ganas de leer otro tipo de cosas.

http://salaimartin.com/randomthoughts/item/566-carta-a-jaume-barber%C3%A0-els-homes-verds-de-plut%C3%B3-no-existeixen.html

Es gracioso el final que yo mismo traduzco:

“usas un método retórico arcaico que consiste en RE-definir el adversario intelectual caricaturizándolo "de forma rápida y torpe" (en palabras tuyas) y entonces cargarte esta caricatura. Esta estrategia hace que tu crítica sea inútil porque te estás cargando algo que no existe, una filosofía en la que nadie cree y una política que nadie practica. Caricaturizar la ideología contraria y luego criticar el resultado puede ser divertido y puede servir para ponerse indignados en el bolsillo... pero es un ejercicio de futilidad equivalente a decir que "los hombres de verde que vienen de Plutón son una pandemia y una patología". Esta frase puede ser cierta. O puede ser falsa. No lo sé. Lo que sí sé es que es irrelevante. Porque los hombres verdes de Plutón no existen!”


Besos plutonianos.

Carmela dijo...

Querida Antígona, no he leído el libro pero no creo que ande descaminado, al igual que su linda cabezita, que aunque cansada, piensa de forma parecida a lo que yo le voy tambien dando vueltas.
Al igual que tú, creo que todo esto va para largo, para muy largo, y desde luego lo que menos pretende es la recuperación de las economías.
Un beso grande.

Marga dijo...

Más que una bombilla semeja a un ladrillo, querida Antígona. A veces concretar intuiciones provoca eso... el dolor de una hostia en plena cara.

Y como ya te he dicho otras veces, es que no dejo de tener la boca y los ojos abiertos como platos, tal es el pasmo. Y todo lo que leo o veo acerca de esta grieta me lleva a la misma conclusión: el fin es ese, que la grieta se ensanche y los de ahí abajo, apretujados, se callen que hay poco aire.

Y si a los inventos con gaseosa de organismos internacionales unes la actuación de una derecha nacional de tan racio abolengo e inventiva como la nuestra, tendrás que la agudización es ya de tal calibre, que el pasmo es paralización absoluta. Son únicos para agravar y empeorar.

Y a todo esto, nuestro insigne presidente ofrece ruedas de prensa a través de un plasma. Aggg, mejor lo dejo, que vengo de darme una vuelta por algunas informaciones y ni te imaginas la bilis que he generado en un ratito.

Besos revueltos!

Dona invisible dijo...

Hola, Antígona,
leí el libro hace un año más o menos y le dediqué esta entrada: http://perdudaaviena.blogspot.co.at/2012/01/la-doctrina-del-xoc-de-naomi-klein.html#comment-form
Cuando empecé a leerlo, no pude evitar pensar en los paralelismos con la situación actual (bueno, que dura ya ¿cuánto? ¿5 años? ¿7 años?), en la época de "crisis" en que estamos. Me temía ya anteriormente que no se trataba de una crisis cíclica más, sinó que detrás de todas esas medidas impuestas por los grandes organismos económicos, había muchas trampas y todo un cerebro de organización y propagación de un nuevo sistema. Efectivamente, no se trata de una crisis surgida de la nada, sinó de un cambio propuesto desde arriba, unos cambios que no parece que vayan a recular, sino que van a ir a más: privatización, destrucción del Estado de bienestar, precarización de las condiciones laborales, destrucción de las clases llamadas "medias", empobrecimiento de los trabajadores, pérdida de poder adquisitivo, etc.
Está claro que, tras esa máscara de "austeridad", se esconden unos intereses, los de unos pocos que se enriquecen con esta crisis.
Yo, aunque de naturaleza tradicionalmente pesimista, quiero creer que la solución está en nuestra mano, que solo la acción colectiva que viene del conocimiento de las consecuencias de estas políticas (hay sobrados ejemplos en el pasado) nos salvará del deshaucio, del sucidio (metáforico y literal)... Aunque me temo que todavía no somos conscientes del todo respecto a eso (¿qué más tiene que pasar para que reaccionemos?).
Tu post me ha aportado algunas claves que desconocía, como que el FMI reconoció el error de aplicar estas políticas. Terrible.
Un abrazo!

Antígona dijo...

Yo no sé si terminará o no, estimado Peletero. Pero sí creo que va a arrasar con todos los logros sociales y económicos de los últimos setenta años, por lo que estamos asistiendo a una transformación del mundo conocido que, posiblemente, los que ahora lo contemplamos no veremos renacer, si es que ese renacimiento se produce en algún momento futuro.

Me he leído el artículo de Sala i Martí al completo y sin necesidad del traductor –por cuestiones de origen, puedo leer en catalán aunque no siempre me resulte fácil, sobre todo si se trata de textos literarios, ahí el vocabulario se me desmanda- y si tuviera la oportunidad de replicar a este señor, le diría que no tiene más que consultar la wikipedia para saber que ninguna de las teorías económicas que hoy en día se recogen bajo el rótulo del “neoliberalismo” se ha llamado jamás a sí misma neoliberal. Lo cual no significa que no existan ciertas corrientes de pensamiento económico que, por sus rasgos comunes, se dejen aglutinar –por economía lingüística, supongo- bajo un mismo rótulo, ni que no existan quienes defienden esas teorías y puedan por ello ser nombrados legítimamente a través de ese rótulo aunque a ellos no les guste.

Lo que dice Sala i Martí es algo así como decir que no existe la fruta porque lo que existen son peras y manzanas. Muy bien, lo que existen son peras y manzanas. Pero, por sus rasgos comunes, peras y manzanas se dejan nombrar como fruta por más que uno se empeñe en no utilizar este concepto.

Así que, lamentándolo mucho, su réplica a las acusaciones vertidas sobre él me parece bastante torpe. Más cuando, por lo poco que sé, lo que defiende este señor en materia económica se parece tanto a eso que se ha dado en llamar neoliberalismo –asumiendo, repito, que eso llamado neoliberalismo no es una visión por completo homogénea de la economía ni una única corriente que se bautizara a sí misma con tal nombre- que no sé por qué se rebota tanto porque se le tilde de neoliberal.

Besos terrestres!

Antígona dijo...

Querida Carmela, hay que tener estómago para leerse este libro con la que está cayendo, porque uno se da cuenta de que la historia de lo que nos está sucediendo –y lo que está por llegar- ya está contada en ese libro a través de la historia de todos aquellos países que, desde los años setenta, han sufrido la aplicación de las medidas que ahora se aplican en Europa. Así que no sé si recomendártelo o no, pese a lo ilustrativo que es.

Por otra parte, no me extraña que tú estés llegando a las mismas conclusiones a partir de tu dar vueltas a tu propia cabecita. Las noticias sobre Grecia o Portugal, o la caída en picado de los datos económicos aquí, suscitan pocas dudas acerca de si lo que se está buscando es la recuperación económica o no.

Un gran beso!

Antígona dijo...

Jeje, niña Marga, ¡es que es una bombilla-ladrillo! Recuerdo que cuando leí esos pasajes del libro, que era a la hora de la siesta, me entraron algo así como una especie de temblores anímicos y ya no puede pegar ojo. Con eso, creo que lo he dicho todo.

A mí ya se me está empezando a cerrar la boca después de mucho tiempo de tenerla abierta. Pero sencillamente porque creo que estoy ya acostumbrándome, hay que ver lo que es el hábito, a desayunarme cada mañana con noticias a las que no doy crédito y que sólo anuncian calamidades presentes y anticipan futuras. Sin embargo, esta suerte de insensibilización me parece en el fondo nefasta, porque compruebo que nos está forzando a asumir lo que antes considerábamos inasumible. Recuerdo cómo al comienzo de la crisis ciertos comentaristas radiofónicos criticaban las bajadas salariales. Ahora parece que se empieza a dar por sentado que, de tiempos de crisis, no cabe sino esperarlas y que hasta hay que aceptarlas sin rechistar. Un asco, vamos.

Lo de este país cenutrio no tiene nombre. Aquí es que se nos juntan el hambre con las ganas de comer. Porque una cosa es que se fuercen recortes desde Europa, y otra dónde se decida recortar. Algún tirón de orejas se nos ha dado ya también desde las altas instancias por meterle mano a la sanidad y la educación, aunque vete tú a saber si no es todo puro teatro y a esas altas instancias les importa un carajo dónde se recorta con tal de que se recorte. Por no hablar de cómo se nos miente constantemente, ya cada vez con menos distancia temporal entre unas afirmaciones y las contrarias, como si fuéramos niños estúpidos y desmemoriados.

Lo de las ruedas de prensa a través del plasma es de república bananera. Ahora, que también lo es toda la cuestión Bárcenas, el litigio Ruz-Bermúdez y la justicia saltándose sus propias leyes para obedecer al poder, y tantas otras cosas que nos tienen la vesícula machacada. ¿Bilis? Yo pensé que ya no me quedaría después de haber malgastado tanta. Pero su capacidad regenerativa es impresionante.

Besos estragados!

Antígona dijo...

Vaya, Dona, pues después de leer tu entrada –estupenda, por cierto- compruebo que la hiciste en la época en que estaba out del blog y de ahí que me la perdiera. Lástima, porque de haberlo hecho me habría leído el libro mucho antes y habría entendido mejor mucho antes lo que nos está sucediendo.

Y es que esos paralelismos que ya entonces trazaste con nuestra situación actual son inevitables a la luz de lo que cuenta Naomi Klein. Se trata, en efecto, del relato –muy pormenorizado y documentado, como bien destacas en tu blog, alucinante todo el equipo de investigación con el que debe de haber trabajado esta mujer- de la aplicación histórica de una serie de medidas que son exactamente las mismas que ahora se están aplicando en Europa. Y las consecuencias que Naomi Klein retrata como consecuencia de su aplicación en todos los países en los que se implementaron son, también, exactamente las mismas que empezamos a ver en nuestro país y que ya están bastante avanzadas en Grecia. Como decía más arriba, nuestra historia, en sus trazos más generales, ya está contada. Sólo hace falta leer este libro de Naomi Klein para conocerla.

Yo no sé si la crisis financiera de Wall Street que inició esta debacle estaba o no programada, aunque no me cabe la menor duda de que era previsible, dados los altos riesgos en que estaban incurriendo las entidades financieras a causa de la desregularización bancaria. Pero lo que sí sé es que si no estaba programada, su acaecimiento está siendo muy bien aprovechado para imponer esa revolución neoliberal que pretende acabar con todos los logros sociales que resultaron del keynesianismo. No sé si lo he mencionado por aquí en algún momento, pero si es así, vale la pena repetirlo. Nada más y nada menos que el multimillonario Warren Buffet se atrevió a decir que esto es una guerra de clases y son los de la suya los que la están ganando. Con toda la razón del mundo. Y aún hay quien se empeña en decir que todo este lenguaje marxista está trasnochado y caduco. Para mí, nunca estuvo más de actualidad y fue tan útil para comprender lo que nos está sucediendo.

Desde luego, si la solución no está en manos de los poderosos, que son los causantes de la enfermedad, tendrá que estar en las nuestras. Pero, francamente, no veo la forma en que podamos llegar a parar este proceso, aun cuando ciertas iniciativas (la PAH, los escraches...) inviten a la esperanza. Y es que tiene razón Naomi Klein: estamos bajo los efectos constantes del shock de una crisis que ahora mismo sirve de pretexto para justificar cualquier atentado contra la ciudadanía y cuya parálisis nos impide reaccionar con contundencia. Aún hay quienes siguen repitiendo como un mantra esa mentira de que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” (curioso, como poco, que justamente esa misma expresión fuera ya utilizada en Canadá hace años para imponer todo un conjunto de recortes sociales). Contra ese estado de shock sólo cabe, como ella dice, la información y la concienciación. Veremos si éstas siguen avanzando.

En cuanto al FMI, lo más increíble es que la Comisión Europea y el BCE hayan conseguido dejarlo a la izquierda con sus políticas austericidas. Quién nos hubiera dicho que llegaríamos a ver esto.

Muchos besos!

El peletero dijo...

Como decía Forrest Gump, querida Antígona, “es tonto el que hace tonterías”, así que siempre es mejor hablar de tonterías que de tontos, permite confrontar mucho mejor la realidad y no los prejuicios que los calificativos encierran que, como usted ya sabe, conducen a algo muy parecido a lo que en el mundo jurídico se llama “causa general” y de la que en España tenemos no muy gratos recuerdos. En la misma Wiquipedia hay una entrada dedicada a ella en la que se explica cómo el Régimen del dictador que murió en la cama enjuició la España a la que llamaban roja, adjetivo que, permítame la ironía, por sí mismo es precioso, poético al ser colorista, igual que el de neo (por nuevo) liberal (aquél al que le gusta la libertad), tan bonitos los dos como perversos al igual que imprecisos. Fíjese lo que dice la Frikipedia de rojo: http://www.frikipedia.es/friki/Rojo_(pol%C3%ADtica)

Sí, la crisis será larga y se llevará, como usted dice, por delante muchas de las conquistas sociales logradas durante estas últimas siete décadas, e incluso antes según el caso. Nada, absolutamente nada, será ni igual ni parecido a lo que antes fue, no solamente en España, también en el mundo que, igualmente, ha cambiado y cambiará más todavía. La semana pasada una amiga colombiana de Miami me aconsejaba que me fuera a Colombia y mi otra amiga de Ghana me insiste, una y otra vez, que allí las oportunidades son muchas.

Veo, por lo que dice y deduzco que tal vez usted, o su familia, sea de la “franja” que aquí llamamos de “ponent”. Así pues ni terrestres ni plutonianos, simplemente…

Petons.

Antígona dijo...

Por completo de acuerdo, estimado Peletero, con que es mejor hablar de tonterías que de tontos. Lo segundo conduce con rapidez de vértigo a la falacia ad hominem, que, como su propio nombre indica, es una falacia y, por tanto, no una argumentación admisible en cualquier debate serio, además de que, por ser falaz, desautoriza intelectualmente a quien la utiliza.

La wikipedia no siempre es una fuente fiable. Pero lo es en bastantes casos y sólo la cité para indicar que hasta una consulta tan fácil como es acudir a la wikipedia le podría haber puesto sobre la pista a Sala i Marti sobre la legitimidad de la utilización de este término. Término que, por lo demás, no dejan de utilizar economistas de prestigio, y de los que no parece muy sensato pensar que incurren en un uso poco riguroso de la terminología económica aceptada por la academia. Por lo demás, existen diferentes estudios por la red que abordan las diferencias existentes entre el liberalismo clásico y eso que se ha dado en llamar neoliberalismo como nombre para diferentes posiciones económicas que defienden postulados comunes. No creo que a Sala i Marti le costara tanto encontrar una explicación acerca de por qué se le tilda de neoliberal, si es que realmente quisiera averiguarlo. Porque dudo mucho de que se trate de la única vez que se le ha calificado de tal en virtud de sus ideas.

Jejeje, no conocía yo esto de la frikipedia, en la que, por cierto, aparte de sentido del humor, se gastan también un pelín de mala leche, ¿no cree?

Hacen bien sus amigas en proponerle un cambio de residencia bien lejos de aquí. Yo, si no tuviera los lazos que tengo, creo que ya lo habría hecho hace tiempo. También por no tener que aguantar tanto despropósito a diario, ya no propio de neoliberalismos o no neoliberalismos, sino de la idiosincrasia de este dichoso país y del cinismo y la bajeza moral de quienes nos gobiernan. Últimamente las declaraciones de algunos políticos parecen sacadas de “El Mundo Today”. El problema es que yo no puede reírme de ellas, como hago con las de este periódico chusco, sin haber previamente excretado una cantidad exagerada de bilis. Sólo con distanciarme de toda esta estrategia vil de negación y disimulo de las trágicas consecuencias de las políticas que se aplican, que me produce una profunda repugnancia moral, creo que ya ganaría, y mucho, en salud.

¿De la franja de “ponent”? No lo había escuchado en la vida. ¿Es su franja de “ponent” Valencia? Porque de ahí soy yo. Pero no fallera, ¿eh? :P

Allí hablamos de “ponent” cuando llega ese viento seco y abrasador del interior que te seca la garganta y el sudor sobre la piel y apenas te deja respirar.

Besets

El peletero dijo...

No polemizaremos por una cuestión de nombres, querida Antígona, ambos hemos entendido perfectamente la intención del otro al exponer cada uno sus propios argumentos.

La Wikipedia no es tan mala y hay que reconocerle su mérito. Los frikis de la Frikipedia sí tienen mala leche, es verdad, pero en estos negocios hay poca esgrima de florete y mucha hacha de dos filos.

Creí oír campanas aragonesas y pensé que usted era de la zona lindante a Catalunya, que aquí llamamos “Franja de ponent”, donde también se habla catalán y de dónde es, por cierto, el que fue presidente de Aragón entre 1999 y 2011 y que habla un catalán precioso.

Yo también tengo aquí mis vínculos y mis responsabilidades, pero si no las tuviera seguramente ahora le estaría escribiendo desde cerca del Ecuador.

Petons.