martes, 4 de agosto de 2009

De la imposibilidad de dar


Escuchando esta mañana en la radio, con creciente estupefacción, las noticias sobre la resolución judicial del presunto caso de cohecho más traído y llevado de los últimos tiempos, se me ha venido a la cabeza la siguiente pregunta: ¿es posible dar algo sin esperar recibir algo a cambio?

Hace ya unos años Jacques Derrida planteó en un ensayo titulado "Dar (el) tiempo" no sólo que el acto de dar exige no esperar nada a cambio, sino que, en virtud de esa misma exigencia, el dar, la donación o el don constituyen algo tan imposible que representan la imagen misma de lo imposible.

Decía Derrida que para que pueda hablarse propiamente de un dar o de una donación, es estricta, ineludiblemente necesario que no haya reciprocidad, ni devolución, ni intercambio, ni tampoco deuda. Porque en el momento en que existe reciprocidad, devolución, intercambio o deuda, la donación se destruye para dar paso al cálculo económico, al intercambio de bienes. Que haya don, que haya dar, depende de la supresión del cálculo económico, del no tener lugar de intercambio alguno. Pero es esta misma negación del intercambio la que hace del dar una acción imposible, en la medida en que el simple reconocimiento de la acción de dar provoca en sí mismo ese intercambio, bien sea real o simbólico, tanto desde el punto de vista de quien recibe el don como de quien lo dispensa.

Pongamos que invito a comer a alguien y éste me devuelve otro día la invitación. Ya no puede decirse que ninguno de los dos nos hayamos dado nada sino que, sencillamente, hemos intercambiado dos bienes similares. Lo mismo sucede si, en lugar de invitarme a comer, esta persona recompensa mi acción, por ejemplo, haciéndome otro día un regalo. Tampoco podrá decirse entonces que nos hayamos dado nada, sino tan sólo que hemos intercambiado dos bienes diferentes. Pero incluso si el otro no me ofrece a cambio de mi donación bien material alguno, sino que se limita a expresar su gratitud hacia mi invitación, ya me está dando algo a cambio de ella, a saber, esa misma gratitud, que yo recibo como un regalo simbólico en compensación por el gasto realizado.

Por otra parte, también podría darse el caso de que el otro no exprese gratitud y sencillamente reconozca que le estoy dando algo. Según Derrida, por el mero hecho de reconocer mi dar como dar, de percibir mi donación como tal, el otro no podrá sustraerse a la percepción de que ésta le ha hecho contraer una deuda conmigo, con lo cual me regalará la conciencia de su estar en deuda conmigo y quizás la expectativa de la posible restitución de dicha deuda. Y si, yendo todavía más lejos, el otro ni tan siquiera expresa o siente tal gratitud o estar en deuda porque -por los motivos que fueren- no reconoce o no es capaz de reconocer mi donación como donación, yo no dejaré por ello, en el instante en que me reconozca ante mí mismo que estoy haciendo una donación, de recibir algo a cambio de ella: lo que recibiré es la percepción de mi propia generosidad, mi felicitación o aprobación hacia mí mismo, mi congratulación por mi acción generosa, todos ellos bienes morales con los que me restituiré simbólicamente el valor de lo que acabo de dar.

La conclusión de Derrida es que la posibilidad misma del dar requiere que este dar no aparezca como lo que es ni para quien da ni para quien recibe la donación. Porque en el momento en que el dar aparece o se presenta como tal, la donación se transforma automáticamente en intercambio, es decir, en un proceso económico en el que dos bienes, poco importa de la índole que sean, son intercambiados. Así, si soy consciente de que me están dando algo, habré contraido con el otro una deuda que tornará imposible mi darle algo, puesto que la restitución de esa deuda contraída ya no podrá ser otra cosa que intercambio y nunca donación por mi parte. Y si soy consciente de que doy algo, no podré evitar esperar algo a cambio, aun cuando aquello que espere no sea más que mi propia satisfacción con respecto al hecho de haber dado. De manera que, bien mirado, no estaré dando nada, sino que sólo estaré intercambiando lo que doy por aquello que espero de mi donación.

Me temo que estas reflexiones de Derrida sobre el dar son quizás en exceso complicadas para las elevadas temperaturas veraniegas. Pero hoy me ha parecido pertinente traerlas a colación porque creo que vendrían a avalar filosóficamente las bases jurídicas del artículo del Código Penal que el Tribunal encargado de la resolución de ese caso de posible cohecho tan traído y llevado en los últimos tiempos ha decidido, sorprendentemente, obviar: el que sanciona la aceptación por autoridad y funcionarios de regalos ofrecidos "en consideración a su función o para la consecución de un acto no prohibido". Un artículo que parece hacerse cargo de lo que Derrida concibiera como la imposibilidad de dar y pretende así protegernos de la amenaza de que las decisiones políticas acaben sometidas a la inevitable lógica del cálculo económico y del intercambio de bienes en que deriva toda donación consciente de sí misma. Como señalaba cierta publicación periódica en su editorial, lo grave de este asunto no es tanto la resolución en sí misma como el peligroso precedente que sienta.

28 comentarios:

carrascus dijo...

Siempre me ha parecido que los filósofos tienen demasiado tiempo libre...

Una deconstrucción del concepto de "dar" como el que explicas en tu post, amiga Antígona, retrata perfectamente la posición de Derrida sobre "que una cosa no tenga significado no significa que no signifique nada en absoluto". Y a mí eso me parece que se ajusta de lleno a su pensamiento de que los escritores se contradicen a sí mismos, no solo ocasionalmente, sino invariablemente.

Y Derrida siempre ha parecido empeñado en ser una demostración clara de sus propios postulados, por eso su deconstructivismo, a base de ser cada vez un coñazo mayor para el que le lee ha perdido ya toda su novedad y su glamour. Y hay que sustituirlo por el "nuevo historicismo", que reafirma la importancia de las circunstancias históricas, de las circunstancias que están fuera del texto.

Y en un caso como éste de "dar algo", referido a estos dirigentes políticos que te han servido de pie para el texto, lo realmente importante es la ética, la estética y el comportamiento político de la acción y de sus protagonistas, y no discutir si esa acción es posible o imposible en el campo estrictamente teórico o textual.

Y tienes razón, claro, al afirmar que el tribunal que se ha ocupado de este caso ha obviado alguna doctrina avalada por el pensamiento de Derrida... lo cual es disculpable tanto por el calor estival que nos conduce a la molicie como por lo perfectamente desechable que es ya la teoría de la "deconstrucción" (aunque sea aplicada a las tortillas de patatas de Ferrán Adriá). Lo peor de todo, y eso sí que es de una gravedad que no tiene perdón alguno, es que ha obviado el sentido común.

iliamehoy dijo...

Después de leerte, se me quedó la sensación de que nunca he dado nada en mi vida... lo que tampoco tiene porqué ser grave, ni irremediable. pero centrándome en la noticia, estupefacta se queda en poco cuando pienso que todos ya casi sabíamos que éste iba a ser el triste final de esta no menos triste pantomima. Y lo peor... nos hemos quedado tan anchos. Serán los calores...
Una sonrisa, sin tregua

frikosal dijo...

Yo ayer le di el vale de la zona azul a un hombre que acababa de aparcar: la percepción de mi propia generosidad, debe ser eso.
El altruismo en realidad no existe, dice Dawkins llegando a una conclusión parecido por otro lado (pero se refiere a los animales, a los demás animales).

Neo dijo...

Tengo bien claro que hay personas por las que lo daríamos todo, hasta la vida, de forma totalmente irracional, sin esperar agradecimiento, reconocimiento o reciprocidad.
Que me explique Derrida si eso esa dar o no. jajaja

Antígona dijo...

Es posible que los filósofos tuvieran demasiado tiempo libre, Carrascus, pero fíjate tú que gracias a ese tiempo libre tenemos hoy aviones volando por el cielo e incluso cohetes espaciales que han llegado a la luna… Sorprendente lo que puede dar de sí la ociosidad, ¿no crees?

Conozco de Derrida mucho menos de lo que me gustaría conocer, pero no veo contradicción alguna en la frase que citas de Derrida, dado que me juego lo que quieras, sin saber cuál es el contexto del que está extraída la frase, a que el concepto de “significado” que aparece en primer lugar tiene un sentido bien preciso que no se solapa con el de su tercera aparición. A esto les gusta jugar a los filósofos, porque resulta que, a veces, bajo las trivialidades más aparentes, se ocultan problemas, ambigüedades, aporías, sobre las que el común de los mortales nos movemos acríticamente sin problema pero que, bajo ciertas circunstancias, es necesario que sean destapados y asumidos como lo que son.

No te negaré que Derrida no pueda llegar a ser un verdadero coñazo, con su retórica enrevesada y su falta de transparencia. Pero de ahí a que deba ser sustituido por el “nuevo historicismo” –que, por cierto, no tengo ni idea de lo que es pero me suena fatal–, hay un salto que no me resulta fácil aceptar en función de lo que dices, dado que Derrida nunca ha dejado de tener en cuenta la historia como parte fundamental del texto en el que leemos y desciframos nuestro propio presente.

Lo que no entiendo tampoco es por qué piensas que Derrida no está hablando de ética, de estética o de comportamiento político, precisamente en el caso de un autor tan políticamente comprometido como él. Que su análisis sea teórico –como no puede dejar de serlo toda tematización conceptual- no significa en absoluto que su campo de aplicación no sea precisamente el de la acción concreta del dar sea cual sea el terreno en el que ésta tenga lugar. Y creo que lo único que está señalando Derrida con ese análisis es la imposibilidad de un dar consciente de sí mismo que no esté sometido a la economía y a la lógica del intercambio, algo que aprendemos desde pequeñitos cuando nos enseñan a “dar” las gracias cuando se nos “da” algo para ser niños bien educados.

Por último, yo no he dicho que el Tribunal obviara ninguna “doctrina” avalada por el pensamiento de Derrida –nada más alejado de la deconstrucción que lo doctrinario-, sino un artículo del Código Penal que se hace cargo de la imposibilidad de sustraerse a esa lógica del intercambio que está señalando Derrida y por eso castiga la aceptación de regalos por parte de funcionarios, para evitar la perversión de que sus decisiones públicas puedan estar condicionadas por un juego privado de intercambio de favores o de agradecimientos personales.

Ya estaba echando de menos estos comentarios polémicos tuyos ;)

Un beso!

Antígona dijo...

Iliamehoy, la verdad es que Derrida no dice que sea imposible dar nada, sino que es imposible que haya un dar cuando éste se reconoce, cuando se presenta como tal tanto a ojos de quien da como de quien recibe. Lo cual significa que sí damos allí donde no reconocemos que estamos dando, allí donde no somos conscientes de que estamos dando. Así que por supuesto que has dado algo en esta vida, como todos.

Para mí la noticia es un escándalo. Lo increíble es que exista tal desajuste entre lo que el sentido común nos dicta –que en las circunstancias concretas del caso nadie da nada a cambio de nada- y lo que la justicia permite probar o sancionar.

Otra sonrisa, un tanto acalorada :)

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Bueno, Frikosal, no creo que puedas negar que te sintieras bien al hacerlo, aun cuando ese sentirse bien no tenga por qué ser fruto de un regodeo en la presunta propia bondad, sino simplemente algo que acompaña, de la manera que sea, a la percepción de haber dado algo.

Por otra parte, tampoco pienso que Derrida esté negando el altruismo. Altruista puede ser quien da sin recibir a cambio la compensación recíproca de aquello mismo que ha dado. Pero eso no significa que no reciba nada –aunque sea en el plano de lo simbólico, como insiste Derrida- a cambio de aquello que da.

Un beso!

Antígona dijo...

Tu propia conciencia ya se encargaría de recompensarte, Neo, en el momento en que eligieras conscientemente ese dar. La compensación no tiene por qué venir por parte del otro, basta con que uno mismo sienta la satisfacción del deber cumplido, del sacrificio o del acto generoso. Ahora, otra cosa es cuando damos sin saberlo. Es ahí donde el dar se vuelve posible, según Derrida.

Pero me temo que a ti esto no te convence, ¿verdad?

Un beso!

frikosal dijo...

>Por otra parte, tampoco pienso que Derrida esté negando el altruismo

Si, tienes razón, no es lo mismo.

Está muy bien pero es muy desconocido "The mating mind", G.Miller. No se ni si se ha traducido.

troyana dijo...

Antígona,
es bien interesante el tema que planteas.
Por un lado,creo que incluso en las donaciones más desinteresadas siempre existe un intercambio,una compensación,una contra-prestación más o menos explícita o más o menos inconsciente.
Bien es cierto,que a veces damos sin ser conscientes de esa entrega y quizá ahí sí que existiría una acción más desinteresada o disociada en el acto de la entrega en sí.
En cuanto a Neo,bueno,no pongo en duda esa manifestación que roza lo heroíco-siempre he pensado que entre nosotros hay más de un caballero andante adaptado por supuesto a nuestro tiempo y bien relacionado con las nuevas tecnologías ;)-pero pienso que sí existe una compensación inconsciente o involuntaria en ese acto de la entrega abnegada y absoluta.
Y por favor,no me tires de la lengua en cuanto al caso de cohecho al que aludes porque se me sube toda la sangre a la cabeza.Es más que peligrosa esa resolución porque sienta un precedente y espero que la oposición no cese en recurrir ese veredicto hasta agotar todas las vías posibles y existentes en la justicia autonómica y estatal.Es lamentable cómo salen impunes e ilesos de un caso que recuerda a la película "cadena de favores" y no precisamente en beneficio público.
bsos maja!

NoSurrender dijo...

El dar sólo se explica bajo la lógica del intercambio, sí. Pero quizás podríamos replantearnos el carácter peyorativo que le estamos dando a la “lógica del intercambio”, ya que el hombre es un ser social y sólo existe y sólo se explica bajo su condición de “intercambio”. Quizás con nuestra generosidad compramos paz interior, ideología, sentimiento de compromiso, o simplemente experiencia.

Ahora sé que el señor Camps es un pobre chorizo, embustero, cínico y sin conciencia ética de lo que representa su cargo. Y esto lo sé ahora gracias a la sentencia escrita por el juez que lo ha exonerado. El tema es que no hay una ley clara para delimitar el “delito” de recibir cosas a cambio de nada concreto. Pero que no exista la ley no quiere decir que no exista el juicio ético previo. La ley siempre se escribe después de que alguien viole una norma de convivencia: el acto delictivo es previo a su definición como delito.

El personaje Roy Bean, de la película de John Huston El juez de la horca, solía confundir en sus disparatados discursos la expresión “la justicia es el brazo derecho de la ley” con la de “la ley es el brazo derecho de la justicia”, lo que me parece un guiño de lo más inteligente por parte de Huston.

Aristóteles propuso en su Graphe Paranomon que se castigara con penas muy severas a aquél que forzara a la polis a tener que dictar una nueva ley. Obligar a la sociedad a legislar era uno de los más graves delitos que se podían cometer contra el Estado. “Dictar una ley es contaminar el mundo con una regla más y es necesario hacer pagar al responsable”.

Un beso, doctora Antígona!

carrascus dijo...

Precisamente, amiga Antígona, esos ejemplos que citas de los aviones y los cohetes son fruto de no quedarse en la ociosidad, sino de emplear bien el tiempo libre, en lugar de emplearlo en intentar explicar las cosas obvias y en enrevesar lo que tiene un sentido que todo el mundo puede apreciar. Los agricultores, de siempre han sabido que hay que sembrar para recoger, y eso se puede aplicar a cualquier orden de la vida, sin que Derrida nos suelte un “discurso” sobre la deconstrucción del significado de “dar”. El primer párrafo del comentario de NoSurrender enuncia perfectamente loq ue siempre se ha considerado “dar” y como todo el mundo lo entiende de forma natural.

Y si no encuentras contradicción en decir que algo que no significa nada sí tiene significado, pues creo que el resto de la discusión no nos llevará a ningún lado. No sé que quieres decir con que el concepto de “significado” no se solapa con el de “significa algo”… ¿no son la misma cosa…?

Yo lo que no entiendo es que le hagamos tanto caso a una persona como Derrida, que es tan contradictorio como para que tú digas que nunca ha dejado de tener en cuenta la historia como parte fundamental del texto, y que sin embargo, uno de sus más conocidos pronunciamientos sea que “no hay nada más allá del texto”. A mí me parece mucho más importante analizar el texto teniendo en cuenta todo lo que está fuera de él, teniendo en cuenta las circunstancias históricas que están “fuera del texto”… eso, por ejemplo, es una de las visiones del “nuevo historicismo” que tan mal te suena.

Derrida, como él mismo dice, con sus deconstrucciones (tan pasadas ya de moda a mi parecer) lo único que hace (y te repito que son palabras textuales suyas) es buscar formas de explicar los principales supuestos comunes de la cultura… algo que a mí siempre me ha parecido una forma elegante de tocarse los huevos, y que encima le reconozcan el mérito.

Y sobre lo de la decisión del Tribunal, tú y yo pensamos lo mismo, lo único que difiere es la forma de decirlo.

Un beso, niña.

Antígona dijo...

Frikosal, no conozco ni al autor ni el libro, pero espero que no se trate de otro estudio realizado desde la perspectiva de la psicología evolutiva, tal y como me ha parecido intuir de lo que he encontrado por la red. Le tengo yo especial tirria a esta disciplina :P

Otro beso!

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Troyana, supongo que no podemos en el fondo sustraernos a esa lógica del intercambio, y esto es lo que se muestra en los numerosos estudios antropológicos cuya validez Derrida reconoce, por un lado, y de los que, por otro, trata de distanciarse a la hora de pensar el concepto del don.
Y sí, Derrida insiste en esa compensación de carácter inconsciente que tú señalas, al decir que “el círculo de la deuda, del intercambio o del equilibrio simbólico se reconstruye de acuerdo con las leyes del inconsciente; la conciencia “generosa” o “agradecida” no es sino el fenómeno de un cálculo y la artimaña de una economía”. O sea, que sería nuestra propia configuración psíquica inconsciente la que no permitiría un dar sin algún tipo de compensación, sea ésta de la índole que fuera.

En cualquier caso, no creo que nada de esto anule o destruya la valía de las manifestaciones cuasi heroicas de esos caballeros andantes a los que aludes. ¿O acaso el hecho de recibir algo a cambio resta valor al propio hecho de dar? Yo no lo pienso así, y me parece que Derrida tampoco.

Por otra parte, también espero que en este caso de presunto cohecho la oposición recurra por todos los medios que le sea posible, porque de lo contrario se estará abriendo la veda para que las empresas compitan entre sí en esto de ofrecer dádivas personales a cambio de posiciones de privilegio, en lugar de competir en el terreno en el que deben legítimamente hacerlo, que es el del concurso público. No obstante, lo que me parece que se ha puesto de manifiesto con todo este asunto es que la legislación al respecto es más que insuficiente ante este tipo de presuntos delitos. Algo falla en una ley que no consigue penar lo que a todas luces parece punible.

Besos, guapa!

Antígona dijo...

Yo no pienso, doctor Lagarto, que Derrida valore negativamente esa “lógica del intercambio” que se oculta detrás de todo supuesto dar que se reconozca como tal. Tiene razón en lo que dice y estoy segura de que Derrida estaría de acuerdo con sus palabras. Sin embargo, la intención de este ensayo, según creo yo entenderlo, es mostrar que sí existe un dar ajeno a esa lógica, si bien ese dar no puede ser humano. En este sentido, la única forma en que Derrida puede apelar a ese don no imposible es señalando la imposibilidad del don social, sin necesidad de caracterizar peyorativamente el sistema de compensaciones que lo hace imposible.

Por supuesto que el señor Camps es un chorizo y carece de toda conciencia ética. De lo contrario, no podría salir tan sonriente de un juicio que ha demostrado que mentía flagrantemente al decir que los dichosos trajes se los había pagado él. Estoy de acuerdo en que no existe una ley clara con respecto a en qué casos la aceptación de regalos debería ser delito y en qué casos no. Y quizá tenga razón cierto artículo de ese mismo periódico que citaba en el post donde se señalaba la necesidad de fijar un límite económico a partir del cual la aceptación de la dádiva constituiría delito.

Por otra parte, es cierto que el acto delictivo es siempre previo a su definición como delito. Pero creo que a estas alturas de la jugada ese delito hace ya mucho que debería estar perfectamente definido y tipificado. Y no sólo porque acciones de este tipo se conozcan desde que el mundo es mundo, sino porque a mi juicio exceden de lleno el plano de la ética y se inscriben plenamente en el de la política. No creo que aquí la cuestión se dirima en torno a la pregunta de si está bien o mal, moralmente, que un funcionario acepte regalos en función del cargo que se ocupa, sino si eso puede causar un perjuicio colectivo que debe vetarse precisamente a quien, por ser funcionario, tiene la obligación de velar por y garantizar el beneficio colectivo.

Muy buena esa película de Houston, y sí, me temo que Roy Bean no tenía nada clara la diferencia entre la ley y la justicia. La justicia es sencillamente una quimera a la que la ley trata de aproximarse sabiendo perfectamente que jamás podrá solaparse con ella. Pero el reconocimiento de la existencia de ese hiato insalvable entre lo justo y lo legal no debería ser un obstáculo para que sigamos esforzándonos por que las leyes reflejen, aunque sólo pálidamente, cierto ideal de justicia.

Esas palabras de Aristóteles me parecen de lo más lúcido y sensato. Hay aspectos de la vida que las personas deberíamos ser capaces de resolver sin necesidad de la injerencia de una ley que lo haga por nosotros. Supongo que la proliferación de leyes sólo muestra la pérdida de un sentido ético que habría hecho necesaria la promulgación de la ley. Es obvio que si a nadie se le ocurriera robar, no harían falta leyes que castigaran el robo. Además de que el peligro de la proliferación de leyes es que éstas acaben legislando terrenos que únicamente al individuo y a su más íntima conciencia moral le corresponde legislar.

Un beso, doctor Lagarto!

Antígona dijo...

Ay, amigo Carrascus, los ejemplos que citaba tenían que ver con la dependencia del surgimiento de la ciencia de la previa interrogación filosófica. Vamos, que según dicen los expertos, no habría habido la ciencia que nos ha permitido construir aviones y cohetes si señores como Heráclito, Parménides, Platón o Aristóteles no se hubieran planteado preguntas tan abstrusas como ¿qué es el ente? o ¿en qué consiste ser? Increíble pero cierto.

Por otra parte, y como le comentaba a NoSurrender, Derrida asume perfectamente que ese sentido del dar al que aludes es el sentido del dar que se maneja en el medio social. Y no sólo no pone en cuestión su validez, sino que más bien la subraya al destacar la imposibilidad de un dar no sujeto al intercambio. Sin embargo, su voluntad de delimitar conceptualmente y localizar un don que lo sea verdaderamente, es decir, que no esté sujeto al cálculo económico, tiene que llevarle a decir que eso que ocurre en el medio social o en el interior de la conciencia del sujeto no es propiamente un don, simplemente para marcar la diferencia entre una cosa y otra.

Si no encuentro contradicción en la frase que citabas es porque, insisto -y apelando al principio de caridad interpretativa que nos lleva a proyectar sentido en lugar de negarlo de la misma forma que no nos negamos a nosotros mismos el sentido de nuestros propios discursos-, puedo figurarme que Derrida está con ella aludiendo a la propia ambigüedad o equivocidad del concepto de significar. Porque resulta que, por ejemplo, desde el punto de vista de la lingüística o de la lógica, el concepto de “significado” tiene un sentido perfectamente definido que no coincide con otros usos cotidianos del concepto de significar. Un gesto significa de manera distinta a como lo hace una palabra. E incluso podría aventurarme a decir que el hecho de que un texto –pongamos por caso una poesía, sujeta a diferentes interpretaciones- no tenga un significado definible –único, perfectamente reconocible por todos- no quiere decir que no se pueda invocar en él a un abanico de posibles sentidos que, sin embargo, nunca se dejarían exponer totalmente y que por ello, desde cierto punto de vista, no constituirían un “significado” en el sentido más estricto del término. No sé, Carrascus, es difícil analizar el sentido de una frase sacada del contexto original en el que, en principio, debe cobrar ese sentido. Lo único a lo que quería apuntar es al hecho de que tras las palabras se esconden ambigüedades que la deconstrucción usa para indicar los problemas de conceptualización de la realidad que revelan esas mismas ambigüedades.

En cuanto a la historia y al texto, me temo que has tomado en un sentido demasiado literal la palabra “texto”, dado que para Derrida la realidad en cuanto tal tiene la estructura de un texto escrito y plantea los mismos problemas de comprensión e interpretación que comúnmente atribuimos a éstos. Por eso decía que la historia no puede quedar fuera de aquello que para Derrida es texto. Sencillamente porque para él todo es texto, en el sentido de que nuestra relación con todo lo que nos rodea se deja asimilar a la relación establecemos con un texto escrito cuando tratamos de descifrar su significado.

Vaya, continúo abajo, que Blogger me está penalizando la longitud de la respuesta.

Antígona dijo...

De lo último que dices, yo no creo que la intención de Derrida sea explicar esos supuestos comunes de la cultura. Su voluntad radica más bien en ponerlos en cuestión, en criticarlos, en mostrar su arbitrariedad o en dinamitarlos, justamente porque su carácter de supuestos exige que hayan permanecido incuestionados durante siglos y que se ofrezcan de entrada como incuestionables, en tanto constitutivos de esa cultura. Y esa puesta en cuestión de lo aparentemente incuestionable no es sólo un componente esencial del ejercicio de la filosofía, sino probablemente aquello que la hace imprescindible como vía de liberación de las ataduras que representan ciertos prejuicios, perniciosos tanto para el individuo como para la convivencia social. Así que no estoy en absoluto de acuerdo con que las reflexiones de Derrida supongan, ni de lejos, un tocarse los huevos por su parte, esto es, un ejercicio estéril u onanista.

Otro beso!

BACCD dijo...

Pienso que aquí se está considerando el significado de dar como tal sólo y exclusivamente si es sin recibir nada a cambio, aunque sea el mero reconocimiento de uno mismo. Siguiendo esa norma, el verbo "dar" no tendría cabida en este mundo, pero creo que es darle demasiadas vueltas a un verbo. ¿Dónde se dice que "dar" tenga que ser un acto que no implique intercambio alguno?

Para mí "dar" es un traspaso, un traslado de algo que no puede moverse ni entregarse por sí mismo, porque requiere la voluntad de una persona. Que, además, el acto implique casi por necesidad un intercambio es otra historia. Es también parte del equilibrio del mundo que se produzcan intercambios a cualquier nivel.

carrascus dijo...

Una cosa, amiga Antígona... ¿por qué siempre soy yo el que toma mal el sentido de las palabras, en este caso, por ejemplo, "texto" y "significado"...?

Y puede que tú no creas que la intención de Derrida sea explicar esos supuestos comunes de la cultura... pero son palabras textuales suyas...

El principio de tu contestación a mi comentario es muy clarificador: precisamente lo que los grandes pensadores antiguos querían explicar eran las cosas "abstrusas", es decir, las de difícil comprensión. Derrida intenta explicarnos cosas que todo el mundo asume como naturales y que todo el mundo comprende perfectamente.

Ten cuidado, no sea que se te peguen un poco de sus contradicciones...

Oye, que esto último es broma, eh... un beso muy grande.

Isabel chiara dijo...

Te confieso que Derrida me aburre y me lía, sobre todo me lía. Pero sí es cierto que la donación como tal parece no esperar nada a cambio, que tampoco estoy tan segura. Pero de ser así (ni tan siquiera satisfacción personal por el bienestar que se pueda lograr) de hecho no debería ni existir la palabra a tal acto. El dar implica recibir, siempre, eso creo.

Ahora, la historia bochornosa de estos malandrines horteras sí tiene palabras para definirla. Y es más que lamentable que siempre salen por la puerta grande. Es una verguenza que quien debe dar ejemplo se pasee con su sonrisa chulesca y se vanaglorie de los "apoyos" de quien pretende alcanzar la poltra monclovita. No soporto esta basura que saca las uñas cuando oye hablar del aborto, de educación para la ciudadanía y otras leches, mientras ellos sacan la pipa y arramplan con lo que pueden. Después seguro que se echan unos rezos del carajo los domingos en misa: varias hostias pa la garganta y salvados.

No los soporto, tampoco a la tribu judicaturesca que miden con diferente rasero según la alcurnia del presunto.

Un besote (me ha subido la leche entre la temperatura infernal y el señor camps)

Anónimo dijo...

Hay que donar, pues, de forma anónima!!

Antígona dijo...

Bueno, Dusch, yo creo que Derrida sí acierta al proponer que el dar debe ser algo diferente del intercambio, en la medida en que la propia idea del intercambio –doy algo a cambio de otra cosa- implica que en el momento en que doy, eso que doy se ve restituido por otra cosa, es decir, mi propia donación me es devuelta –aunque sea en una especie completamente distinta al objeto dado-, de tal manera que esa devolución o restitución anula la posibilidad de que esté realmente dando algo.

De todos modos, es cierto que el análisis de Derrida se encamina a mostrar que ese “dar” posible, ese dar exento de intercambio, no es que no tenga cabida en este mundo, sino que excede la esfera de la acción humana, en la que, igual que tú misma señalas, es imposible desligar el dar del intercambio. Para él se trata del darse del tiempo, del dársenos de la presencia de las cosas. Pero esto ya sería una cuestión más complicada.

Un beso!

Antígona dijo...

Carrascus, a ver, que en uno y otro caso son problemas diferentes. Que el concepto de texto en Derrida no tiene el sentido restringido que tú le atribuyes sino que cobra en su filosofía ese otro sentido más amplio al que yo apuntaba no creo que sea una cuestión discutible. Sencillamente, forma parte del propio vocabulario que Derrida acuña para elaborar sus reflexiones y por eso tiene un significado específico que no coincide con el de su uso cotidiano. Y si no se piensa el concepto de texto en ese sentido específico, entonces es imposible entender otros conceptos de su filosofía como el de escritura, archi-escritura, logocentrismo… En cuando al concepto de “significado”, no puedo decir ni que estés equivocado ni que no lo estés, fundamentalmente porque no sé de dónde proviene esa cita ni cuál es el contexto que la enmarca. Sencillamente, trataba de dotar de sentido a su frase imaginándome de qué manera podría tenerlo, porque me cuesta creer que un filósofo de la talla de Derrida formule esa contradicción sin ser consciente de ella o importándole tres pimientos. Y si es consciente de ella, como no puede dejar de serlo, entonces la contradicción debe de ser sólo aparente y se resolvería en virtud de los diferentes sentidos que en esa formulación tiene el concepto de significar.

Por otra parte, que las palabras que citabas de Derrida sean textuales suyas no quiere decir que sean incompatibles con lo que yo he dicho, y de hecho no lo son, dado que una explicación de supuestos comunes puede pasar perfectamente por una puesta en cuestión y una revisión crítica de los mismos. De todos modos, nuevamente sacas de contexto una frase como si ésta hablara por sí sola más allá del marco en que se presenta, mientras que habría que atender a éste para averiguar qué es lo que Derrida quiere decir exactamente con esa frase. Además de que podríamos encontrar, revisando su numerosa bibliografía, muchas otras aclaraciones complementarias a ésa acerca de cómo Derrida interpreta su propio ejercicio filosófico.

En cuanto a lo abstruso y lo comprensible, vaya, yo diría que es justamente al contrario. Porque resulta que el verbo ser es también de esas cosas que de entrada podrían calificarse como perfectamente comprensibles de suyo –a fin de cuentas, lo usamos constantemente en el lenguaje como algo aproblemático-, hasta que llega un filósofo y hace notar que eso que resulta de entrada tan comprensible en realidad no está en absoluto tan claro como parece. Son las preguntas que se hacen los filósofos las que sacan a la luz la problematicidad de lo aparentemente trivial, las que introducen oscuridad allí donde todo parece estar muy claro. Y creo que esto es justamente lo que hace Derrida con su análisis del dar.

Y tranquilo, que todos podemos incurrir en contradicción y yo la primera, y espero que si lo hago alguien me lo señale porque la contradicción es inadmisible en una argumentación.

Un beso muy fuerte!

Antígona dijo...

Ichiara, es que Derrida lía a cualquiera, y yo también tengo la sensación de que a veces no entiendo nada de lo que dice, pero justamente por ello despierta mi curiosidad. Será que soy masoca ;)

Como le comentaba a Dusch, para Derrida ese dar que rompe con la lógica del intercambio y que haría justicia al propio concepto del dar tendría que ver con el dársenos de ciertas cosas a los humanos, como el tiempo, o la presencia de las cosas, y por tanto, no con la acción de ningún sujeto. Pero repito que en su ensayo Derrida no deja de tener en cuenta que desde la antropología el don siempre se ha pensado desde esa lógica del intercambio, ni de dar la razón a esos estudios antropológicos en tanto que describen lo que sucede en la esfera social.

La historia de los malandrines horteras es, como dices, de auténtica vergüenza. Pero lo peor no es que existan estos malandrines horteras, que siempre los habrá, sino que aquellos que les votan no sean en absoluto sensibles a los escándalos por corrupción en que se ven envueltos, ni a esa doble moral a la que apuntas y que es más que notoria. Francamente, me resulta bastante difícil de comprender por qué las cosas son así. Pero lo cierto es que son así y no me cabe la menor duda de que, pese a lo sucedido, seguirán en sus puestos de poder los que ya estaban y me temo que lo alcanzará ese aspirante a la poltra monclovita al que aludes.

En cuanto a la tribu judicaturesca, vaya, es que resulta de uno de los jueces del caso es íntimo amigo del interfecto. ¿Y no hay una ley que diga que un juez no puede juzgar a sus amigos íntimos a fin de preservar la garantía de la imparcialidad de su juicio? Me gustaría saberlo.

Un besazo, también a más grados de los deseables, uff!

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Rockdelgo, me temo que con eso no se soluciona el problema que plantea Derrida. Pero siempre es más elegante que hacerlo de forma no anónima ;)

Gracias por tu visita y bienvenido a esta casa

carrascus dijo...

Espero, amiga Antígona, que no te moleste demasiado que te diga que haces trampa en esta discusión. Tanto tú como Derrida acuñáis vuestro propio vocabulario para elaborar vuestras reflexiones (palabras textuales tuyas ahí arriba). Y atribuyes el significado que te viene bien para tus argumentos a frases que tienen un significado claro y diferente. Yo entiendo perfectamente los marcos en los que Derrida dice sus frases, pero tú siempre te apoyas en que están fuera de contexto para decirme que significan supuestamente otra cosa, aunque tampoco sabes qué… y si Derrida, además, tiene que pasarse la vida haciendo aclaraciones sobre lo que ya ha dicho antes (como tú misma señalas), es que lo que dice no lo entiende nadie… y seguramente será porque para él, como para ti, sus palabras significan algo muy distinto que para los demás. Y así no hay quien se aclare.

Otro ejemplo, ¿qué hay al contrario de lo que yo digo entre lo abstruso y lo comprensible…? Precisamente el signifiado que yo pongo de abstruso lo he sacado del Diccionario de la Lengua… pero si para ti abstruso y comprensible significan otra cosa distinta, vuelvo a repetirte que así nunca nos entenderemos.

Y todas las discusiones serán estériles si no partimos del mismo lenguaje común para los dos. Yo uso el habitual, el lógico, el que recogen el diccionario de la RAE… ¿cuál usas tú?

Antígona dijo...

Ay, amigo Carrascus, pero qué peleón estás pese a las elevadas temperaturas :)

Y yo qué mal que debo de haberme explicado…

A ver, intento hacerlo mejor. Que Derrida acuñe su propio vocabulario no es nada nuevo dentro de la historia de la filosofía, puesto que el nacimiento de la filosofía viene marcado por la necesidad de crear nuevos conceptos con los que plantear problemas antes no planteados y no hay forma de crear conceptos más que acudiendo al lenguaje cotidiano y alterando el sentido de algunos de sus vocablos. Por poner un ejemplo bastante gráfico, el término “hyle” significaba originariamente “madera”, hasta que llega Aristóteles y con su propia reflexión filosófica lo convierte en la abstracción “materia”. Si la operación no te parece legítima, entonces no puede parecértelo tampoco la filosofía en cuanto tal.

Y yo no creo que haya hecho nada de esto en el marco de esta discusión, y si lo he hecho, dime en qué momento porque no consigo identificarlo.

Por otra parte, mi insistencia en cuanto a la ausencia del contexto en que se insertan las frases que citabas para poder interpretarlas proviene del hecho de que considero que es imposible interpretarlas si no es en función de ese mismo contexto. Hagamos la prueba con esta frase de Hegel:

“Pero la nada, considerada como la nada de aquello de que proviene, sólo es, en realidad, el resultado verdadero; es, por esto, en ella misma, algo determinado y tiene un contenido”.

¿Entiendes algo de esta frase? ¿Qué necesitarías para poder entenderla? Yo creo que es indudable que lo que necesitarías es saber qué es lo que viene antes y después de ella en el texto de Hegel al que pertenece, de tal forma que sólo atendiendo a este contexto podrás si acaso entender a qué está aludiendo Hegel con el concepto de “nada”, o con las nociones de “verdad”, de “ser algo determinado”, o “tener un contenido”.

Por supuesto que no puedo saber lo que significan las frases de Derrida sin saber qué es lo que Derrida ha dicho antes y después al menos en el libro o capítulo de libro del que forman parte. Y es por eso por lo que no me atrevo a negarles un sentido, puesto que percibo que no tengo herramientas suficientes como para poder saber si lo tienen o no. Pero es más, no sólo no les niego el sentido, sino que presupongo que lo tienen aun cuando aparentemente parezcan no tenerlo, dado que algo conozco del estilo de Derrida y sé que cuando escribe frases como la que tú citabas sobre el significado, algo comprensible quiere decirnos con esa aparente contradicción. Otra cuestión muy distinta es que no se disponga de los elementos necesarios –el contexto, como mínimo, y tal vez un amplio conocimiento de su filosofía- para poder comprenderlas.

Y continúo abajo, que blogger es un tacaño...

Antígona dijo...

Por otra parte, no me parece desencaminado eso que dices de que Derrida tenga que pasarse la vida haciendo aclaraciones sobre lo que ya ha dicho antes. La verdad es que no conozco a ningún filósofo que no lo haya hecho, de un modo u otro. Siempre existe un hiato entre lo que uno querría decir y lo que uno realmente alcanza a decir –un problema, por cierto, muy abordado por Derrida-, de tal manera que las aclaraciones suelen ser necesarias. Pero mucho más aún cuando de lo que se trata es de plantear problemas de una forma nueva a como se había hecho hasta el momento, o incluso de plantear nuevos problemas aún no pensados. Si no fuera así, si los textos de la filosofía fueran perfectamente comprensibles y tuvieran un significado claro e inequívocamente reconocible por todo aquél que los leyera, entonces no se seguiría discutiendo sobre la filosofía de Platón o de cualquier otro, como de hecho, sin embargo, sucede.

Y lo de abstruso y comprensible. Tú decías que la diferencia entre los grandes pensadores antiguos y Derrida era que aquellos querían explicar cosas abstrusas, mientras que éste se limitaba a querer explicarnos cosas perfectamente comprensibles. Lo que yo decía es que tanto los antiguos como Derrida han sido filósofos porque se han preguntado por aquello que parecía ser perfectamente comprensible y que, sin embargo, se ha vuelto abstruso a través de sus propias preguntas. Es decir, que no hay tal diferencia entre los antiguos y Derrida. Por eso ponía el ejemplo del verbo ser, que utilizamos de forma aproblemática todos los días cuando hablamos, como si su significado fuera perfectamente comprensible, y que sin embargo se vuelve objeto de cuestionamiento y asunto abstruso cuando a alguien se le ocurre preguntar ¿pero en qué consiste eso de ser?, volviendo así oscuro lo que a primera vista parecía claro como el agua. Pues eso mismo es lo que yo creo que hace Derrida con el verbo dar: hacerlo objeto de una problematización que ponga en cuestión su aparente comprensibilidad, que saque a la luz aspectos que escapan a esa comprensibilidad que tú llamabas natural. Otra cosa es que no te convenza la argumentación de Derrida o creas que su ejercicio es fallido. Pero, independientemente de esta cuestión, a mí no me cabe la menor duda de que ésa es, entre otras, la intención que lo guía cuando se pone a analizar el concepto del dar.

Así que, huelga ahora decir, estoy usando los conceptos de lo abstruso y lo comprensible en el mismo sentido que recoge el diccionario de la RAE y doy por sentado que en el mismo sentido que tú.

Espero ahora haberme explicado un poco mejor.

El veí de dalt dijo...

Pero si yo te "doy" a invitar a cenar, pero pagas tu...¿qué diría Darrida? ;-) ¿Es un dar sin recibir?

Yo, es que a estos del PP valenciano les daba tila a mogollón, pero con cicuta.

huelladeperro dijo...

Por una vez me salto los comentarios (sin que sirva de precedente) y entro a comentar yo también directamente.

El tío Derrida es para mí un poco coñazo, y su rollo de la deconstrucción me parece una exacerbación de la filosofía analítica, que también me carga (¡Joder, que a gusto me he quedado!)
pero entiendo la necesidad de hacer esos análisis exahustivos y el sentido de la verdad que queda, al final, como poso destilado.
Creo sin embargo que su concepción del dar como imposible tiene sentido únicamente en un ámbito concreto, el de nuestras sociedades individualizadas en las que prima el tener. En las más viejas sociedades tribales comunitaristas en las que es más importante "quién se es" dentro del grupo, creo que ese análisis no tendría sentido. Hilan, desde luego, mucho más fino estas sociedades con lo que es generosidad o no, y las pesas en el platillo propio o ajeno de la balanza no empiezan a tener sentido hasta llegar a un cierto umbral de percepción, que normalmente dependerá de la riqueza accesible a todos...

2) Creo que Camps, como buen Opusdeisiano, es relativamente honesto (comparado con la mayoría de los políticos), pero débil y estúpido (cualidades que deberían estar prohibidas en ellos), basta ver con quién se relaciona y a quienes considera amigos del alma. Gobernar una comunidad autónoma con comportamiento caciquil no es lo más conveniente en los tiempos que corren, sobre todo cuando el que gobierna no tiene ningún parecido con un monarca ilustrado.

Sí, el tribunal se ha (es lo menos que se puede decir) equivocado. Confiemos en que tribunal más alto resuelva mejor.

Besos, amiga Antígona

Antígona dijo...

Jajaja, Veí, a ti lo que te pasa es que tienes mucha cara. Espero que no sea eso lo que pase cada vez que invites a alguien a cenar ;)

No sería mala idea eso de la tila con cicuta. Podríamos añadir de paso un poco de cianuro –que acabó con Rasputín- y una pizquita de arsénico, para que el brebaje fuera más efectivo. Pero no sé, dicen aquello de que mala hierba nunca muere…

Un beso!

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Bueno, Huelladeperro, Derrida es enrevesado, intrincado, minimalista “ad nauseam” en sus análisis, pero yo no lo compararía con la filosofía analítica -¡eso sí que es un auténtico coñazo, y además vacío!- y me alegro de que pese a tu juicio consideres que lo que hace tiene sentido.

En relación a lo que dices de las viejas sociedades tribales, no tengo tan claro que Derrida estuviera de acuerdo contigo, dado que, según él, todas las antropologías han “tratado conjuntamente, como un sistema, el don y la deuda, el don y el ciclo de la restitución, el don y el préstamo, el don y el crédito, el don y el contra-don”, y entiendo, por lo que dice más adelante, que se trata en muchos casos de antropologías elaboradas a partir de los estudios de los pueblos mal llamados “primitivos”. Por otra parte, uno de los capítulos de este ensayo se ocupa de Marcel Mauss y su “Ensayo sobre el don, la forma y la razón del intercambio en las sociedades arcaicas”, en el que este antropólogo estudia el fenómeno del potlatch en los pueblos indios de la costa del Pacífico y concluye a partir de él que los dones no sólo crean vínculos sociales, sino que generan “obligaciones” de las que sólo es posible liberarse por medio de un contra-don.

Pero atendiendo a lo que dices, bien pudiera ser que haya sido la propia mirada etnocentrista de la antropología la que haya llegado a ese tipo de conclusiones sobre el fenómeno del dar en las sociedades tribales, pasando por alto el carácter específico y distinto al occidental que éste tendría en ellas.

Si, por otra parte, resulta que Camps es opusdeísta, espero que ya se haya confesado y haya cumplido con la correspondiente penitencia por haber mentido tantas veces en lo relativo al pago de sus trajes. Así que no sé si darte la razón con eso de que es relativamente honesto, aun cuando sí te la daré plenamente en que es débil y sobre todo estúpido. Es obvio que sus amistades le delatan. Pero lo peor para mí de su carácter es su falta de inteligencia para valorar qué acciones –o pasiones- puede permitirse como presidente de la Generalitat y cuáles no. Lo del comportamiento caciquil me temo que ya lo había demostrado con creces con lo de la Educación para la Ciudanía en inglés, cuya única razón de ser son sus santos –o no tan santos- cojones. En fin, lo de los políticos de esta comunidad no tiene nombre. Menos aún el triunfo aplastante del PP en ella.

Confiemos en ese más alto tribunal, sí, que no nos queda otra.

Besos, querido Can!