miércoles, 23 de enero de 2008

El Jefe ha huido


Hoy hemos visto lo que nunca pensamos que nuestros ojos de loco llegarían a ver: el Jefe ha huido. ¡El Jefe ha huido! El gigante indio ha atravesado la sala, abrazado al enorme bloque de mármol sembrado de grifos, y lo ha lanzado contra el ventanal para abrir en él la puerta de su libertad. ¡Ja! Ese mismo bloque ante el que un día Mc Murphy enrojeció de dolor y se desesperó esforzándose en vano por alzarlo, para al final tener que desistir, pero exclamando que, al menos él, a diferencia de todos nosotros, pobres locos pero sobre todo pobres cobardes, pobres ovejas temblorosas frente a la vara invisible de la enfermera Ratched, al menos él, lo había intentado.

Mañana se correrá el rumor de que el Jefe ha matado a Mc Murphy. De que no es cierto que Mc Murphy se liara a golpes con los enfermeros y escapara. De que tenía razón el pedante de Harding, ese insoportable que se cree superior a todos nosotros y utiliza palabras extrañas para que no le entendamos, al decirnos esta tarde que Mc Murphy seguía arriba, pandilla de locos, arriba, no fuera, y que ya no iba a dar más problemas. Y seguro que mañana trata de explicarnos por qué dijo eso y nos cuenta, loco engreído, loco presuntuoso, siempre pavoneándose de lo mucho que sabe, nos cuenta de la operación, de esa operación para locos peligrosos, ¡ja! ¿no lo son todos?, de las cicatrices en su frente, de las cicatrices de la mansedumbre y docilidad definitivas, advirtiéndonos de que, ¡cuidado con lo que hacemos!, con no respetar las normas de la enfermera Ratched, si no queremos acabar como él, pobre loco, pobre vegetal, pobre vegetal asqueroso, pobre Mc Murphy.

Pero nosotros no le creeremos. Jamás. ¿Cómo podría el Jefe haber matado a Mc Murphy, al mismísimo Mc Murphy, si sólo gracias a él despertó de su letargo? ¿Si sólo con su empeño se convirtió en nuestro hombre en los partidos contra los enfermeros? ¿Si dicen que iban a huir juntos la noche de la fiesta? No. Imposible. Además, ¿quién iba a poder con Mc Murphy?


Nunca lo olvidaremos, a Mc Murphy. Y le vamos a echar de menos, vaya que sí. Pero hasta unos locos como nosotros pueden comprender que Mc Murphy tenía que acabar saliendo de aquí. Que éste no es sitio para él. Pero si sólo había que verle, con esa mirada burlona e insolente, con esos gestos de hombre de mundo con que se enfrentaba a la enfermera Ratched para que, por una vez, por una maldita vez, algo se alterara en la rutina de la sala y tuviéramos un poco de diversión, ¿es mucho pedir un maldito partido de béisbol en la televisión?, para que, por una vez, por una maldita vez, la enfermera dejara de tratarnos como a niños locos y perdidos y nos mirara como a personas, locas, sí, pero personas. Nunca lo olvidaremos, no. Qué gran tipo. Una día nos preguntó si realmente pensábamos que estábamos locos y nos dijo que no, ¡no, malditos chiflados!, que no estábamos más locos que todo el mundo. Qué gran tipo.

¿Quién iba a poder con él? Nadie. Por eso el Jefe ha huido. Porque sabía que Mc Murphy lo estaba esperando ahí fuera, ¡fuera!, fuera de aquí, fuera de estas rejas, fuera de estas normas absurdas, absurdas pero cómodas, absurdas pero seguras, seguros nosotros bajo su lazada, absurdas pero fáciles para los pobres locos que sólo huelen peligro, rechazo, desprecio, miradas temerosas ahí afuera.

Lástima que nosotros sólo seamos unos pobres locos, pero sobre todo, unos pobres cobardes. Lástima que hayamos aceptado esta etiqueta de locos y prefiramos acatar las normas a vivir en la intemperie. Lástima que, como a tantos, como a casi todos, el miedo nos tiente a someternos a las normas, por absurdas que sean, por mucho que nos maten poco a poco.


Sí, Mc Murphy tenía razón, nadie está menos loco que nosotros, tampoco Mc Murphy o el Jefe. Pero ellos, estando locos, no son tan cobardes. Ellos se han atrevido a vivir para no morir en vida. Por eso Mc Murphy quiso matar a la enfermera Ratched cuando Billy se suicidó. Por eso se ha liado a puñetazos con los enfermeros y ha escapado. Por eso el Jefe se ha valido de su fuerza de oso y se ha lanzado tras él. Para desplegar sus alas y volar sin miedo por encima de cualquier nido.

Qué más da si mueren en el intento. Incluso si ya están muertos. Incluso si Mc Murphy ya está muerto. También los pájaros mueren poco a poco tras las rejas de sus jaulas. También los pájaros mueren lentamente si no baten los aires de la libertad.


En 1936 el psiquiatra portugués Egas Moniz practicó por vez primera a una mujer una leucotomía prefrontal, vulgarmente conocida como lobotomía: el objetivo de la operación era destruir las conexiones nerviosas anómalas hipotéticamente responsables de su comportamiento agresivo. En 1949 recibió el Premio Nobel de Medicina. Se calcula que desde entonces se han practicado unas cuarenta o cincuenta mil lobotomías, la última en 1967.


En 1975 Milos Forman rodó "Alguien voló sobre el nido del cuco", basándose en la novela de Ken Kesey, para denunciar la opresión del individuo y lanzar un canto a la libertad. Y es que no todas las lobotomías requieren de un leucotomo o un picahielos para ser realizadas o surtir el efecto de domesticación y control del individuo deseado. Ni en los manicomios ni, por supuesto, fuera de ellos.



29 comentarios:

Arcángel Mirón dijo...

Es difícil, muy difícil ser el distinto, el tuerto en el país de los ciegos y gritarlo a quien quiera escucharlo. La vida está en juego, la vida y todo lo demás.

c.e.t.i.n.a. dijo...

Arcángel mirón, distintos somos todos.

Desde el principio de la Historia siempre ha habido un Dios, un gobierno, un "mercado" o un manipulador de turno que nos ha impuesto un ideal de "normalidad", tanto a los que le han creído como a los que no.

Los que se lo han creído se han dedicado a señalar con el dedo a los que no se ajustaban con ese "ideal". Y lo que es peor, la mayoría de los que no cumplían con ese "ideal" aceptaban con resignación su condición de bichos raros y procuraban parecer "normales".

Solo una minoría, consciente de la trampa, se niegan a ser catalogados como "raros" por unos tipos tan "raros" o más que ellos mismos.

¿O acaso el verdaderamente raro no sería áquel que cree que solo hay una manera correcta de vivir y sentir?

Jause dijo...

La verdad es que Mc Murphy no quería estar allí, pero a su vez, tiene multitud de posibilidades de escapar pero no lo hacen en el fondo de la historia late la idea de que se sentía integrado en un grupo, dentro del cual se siente como el jefe dentro de este grupo de locos. Por otro lado "el jefe" estaba a gusto en el psiquiátrico, hasta que conoce a Mc Murphy, y le entran ansias de vivir, sobre todo cuando descubre la verdad de que le pueden robar su vida, su mente, y sale corriendo en busca de la vida

juan rafael dijo...

Brutal escena, aunque yo diría que politicamente incorrecta actualmente porque, y saliendo del contexto del post, acaso no dicen en estudios psicológicos, que cuando esos padres que luego se suicidan ¿no acaban antes con la vida de sus hij@s porque esa no es la manera de vivir que desean para ellos y lo hacen por amor?
No es esa la intención del post, ya lo sé, pero ¿acaso no practico el Gran Jefe la eutanasia por amor, sabiendo que hay distintas clases de amores?

Arcángel Mirón dijo...

Cetina: pero no todos están dispuestos a inaugurar revoluciones.

Antígona dijo...

No sé si te entiendo muy bien, Arcángel, porque si bien es cierto que Mc Murphy es distinto a los demás locos, comparte con ellos una característica fundamental: la de ser un inadaptado, la de no ajustarse bien a la sociedad en la que vive, la de estorbar en el buen funcionamiento de esa sociedad. Por eso su destino será el de un loco peligroso: la lobotomía. Un procedimiento perfecto para aniquilar anímicamente a cualquier individuo supuestamente peligroso y dañino para el resto sin cometer un asesinato. Y además al amparo de su hipotética finalidad terapéutica, para tener bien limpia la conciencia.

Claro que la vida está en juego. Pero no cualquier vida, sino la vida digna de ser vivida.

¡Un beso!

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C.E.T.I.N.A, en efecto, todos somos distintos, y por ello, con algo esencial en común: nuestra “anormalidad” cuando por normalidad se entiende, como bien dices, ese ideal dictado desde arriba que en ocasiones ha servido como mecanismo de opresión para quien se ha negado a plegarse a él. Léase cuando la “anormalidad” de turno afectaba a cuestiones morales, religiosas o relativas al orden social deseado.

Porque la cuestión es que a uno se le consiente relativamente ser “anormal” cuando su anormalidad no entra en conflicto con el orden establecido. Uno podrá verse entonces estigmatizado, rechazado, despreciado, marginado, y tal vez acabe buscando cobijo, como los locos de la película, voluntariamente internos en el psiquiátrico, en alguna institución que lo proteja de ese rechazo. Pero, ¿qué pasa cuando la anormalidad amenaza con poner el peligro el orden establecido? Entonces es cuando se abre la veda para la destrucción del individuo, sea en la hoguera o a manos de la autoridad médica.

Y por supuesto que el raro es aquel que cree que sólo hay una manera de vivir y de sentir. Ése es el verdadero enfermo, al igual que la más loca de todo el manicomio es la enfermera Ratched. Pero nadie va a atacar esa rareza, dado que está al servicio de quienes imponen ese ideal de normalidad.

¡Un beso!

Antígona dijo...

Jause, yo no creo que sea eso lo que le pasa a Mc Murphy. Mc Murphy simplemente cambia los trabajos forzados de la cárcel por el manicomio, pensando que así saldrá ganando. Pero en el fondo no desea estar ni en un sitio ni en otro, sino haciendo su santa voluntad, aunque esa voluntad demuestre que no ha interiorizado los principios básicos que habría hecho de él un ciudadanos responsable y productivo.

Tampoco creo que el Jefe esté a gusto en el psiquiátrico. Simplemente, ha renunciado a vivir en una sociedad que no le ofrece oportunidades, una sociedad que abocó a su padre a la muerte alcohólica al quitarle sus tierras. El Jefe vive en el manicomio porque cree que la vida fuera de él acabará matándolo, como hizo con su padre. Pero la llegada de Mc Murphy le descubre que es fuera del manicomio donde se encuentra la verdadera vida, por peligrosa, por jodida ésta que sea. Para mí, el Jefe es alguien que ha asumido la derrota antes siquiera de emprender el combate. Y, de repente, se da cuenta de que su vida sólo será una vida digna si al menos lucha por ella.

Gracias por tu visita y bienvenido a esta casa.

¡Un beso!

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Brutal escena, sí, Juan Rafael, brutal pero hermosa. Porque, como dices, el asesinato del Jefe es un acto de amor, de piedad, ante unos despojos humanos que ya sólo tienen de humanos su mera apariencia física. El Jefe no puede tolerar que Mc Murphy siga en ese estado, porque ese estado ya no es vida ninguna. Y sólo matándolo conseguirá librarlo de la nueva cárcel, tan terrible, tan irremediable, en la que lo han metido. Es lo único que se puede hacer ya por Mc Murphy: devolverle su dignidad sacándolo de la condición de vegetal a la que lo han sometido.

Entiendo que extiendas el razonamiento a esos casos de padres que matan por amor. Pero creo que hay una diferencia muy importante entre ambos casos: Mc Murphy ya no puede siquiera decidir si quiere seguir viviendo o no porque no puede decidir nada, porque nunca más podrá decidir nada. Sin embargo, esos padres que matan a sus hijos están decidiendo por ellos sin ningún derecho a hacerlo.

¡Un beso!

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Arcángel, eso es cierto, casi nadie está dispuesto a inaugurar revoluciones. Pero cada cual ha de mirar por su propia vida y valorar qué grado de opresión está dispuesto a soportar, qué grado de sometimiento le parece tolerable. Mc Murphy muere porque no soporta la opresión que la enfermera Ratched ejerce sobre los enfermos, porque no tolera que uno de ellos se suicide víctima de esa opresión. Él paga su rebeldía, su oposición al orden, con su propia vida. Un precio muy alto, sí. Pero su ejemplo sirve para que el Jefe dé por fin sentido a la suya propia, y la valore en sus posibilidades, en lugar de esconderse en un manicomio.

¡Otro beso!

NoSurrender dijo...

Es un placer leer aquí, doctora Antígona. Todo este texto rebosa fuerza y emoción. Qué ganas me han entrado de coger el archivador (aquí no tenemos bloques de mármol sembrados de grifos) y lanzarlo contra esta ecológica ventana de oficina.

Tocas un tema muy interesante, como siempre. La psiquiatría avanza a ciegas entre la prueba y el error. La lobotomía con premio nobel es un buen ejemplo. Pero es que las enfermedades mentales son diferentes de las del resto del cuerpo. Porque tienen una vertiente social que las otras no tienen. Los centros psiquiátricos sirven para aislar a los individuos no socializables. La curación o los intentos de curación son una derivada muy secundaria. Las medicaciones excesivas y con efectos secundarios gravísimos que se dan a estos enfermos no procuran el bienestar del paciente, sino que no moleste a su entorno social. Porque, seamos claros; la lobotomía no se practica porque hay métodos más modernos y eficientes para anular la voluntad de un individuo sin necesidad de meterle un picahielos por el globo ocular. El efecto es el mismo, pero más sofisticado.

La historia de “Alguien voló sobre el nido del cuco” es impresionante. Todos los personajes interactúan y se apoyan unos en otros de manera increíble. Tengo ganas de verla otra vez.

Un beso, doctora Antígona.

Anónimo dijo...

Oye, Antígona, ¿es solo cosa mía o tú ves también a McMurphy como un símbolo o una alegoría de la figura de Jesucristo...? McMurphy muere por sus creencias, y sus discípulos abandonan el hospital mental para vivir de acuerdo a sus enseñanzas. Se ganan el respeto y la libertad de hacer elecciones independientes, tal como McMurphy les empujaba a hacer. Y el mejor ejemplo de todos es El Jefe, que da el definitivo paso final hacia su autorealización cumpliendo los deseos de McMurphy y reafirmándose a sí mismo como ser humano.

Muy logrado y efectivo el que la enfermera Ratched, después del ataque, vuelva con la capacidad de hablar totalmente perdida, con lo que ha perdido también su mayor signo de humanidad... justo lo que estaba haciendo con El Jefe.

Si hay una definición absoluta de victoria pírrica es esta película: en realidad, con la lobotomía y la muerte de McMurphy, la que venció (objetivamente) fue la enfermera... pero tuvo que pagar un precio que hizo que la victoria no mereciese la pena en absoluto.

Kurtz dijo...

Me gustó la película y la novela. Me gusta McMurphy. Me gusta la metáfora que representa cada personaje, como describe desde la aparente locura lo que la sociedad en la que vivimos es. Me encanta ese final, triste pero lleno de esperanza. Me gusta su post, Antigona.
Un beso

Anónimo dijo...

Me leí la novela, vi la película, ambas impresionantes.
El debate sobre el individuo y la opresión del grupo social en el que está inmerso,me parece tan fascinante como inagotable.A otra escala la novela "1984" de George Orwell o "Rebelión en la granja" también abordaban la libertad del individuo frente a la presión de las masas o de los grupos dominantes y/o mayoritarios.Cito a Jesús Quintero en su última reflexión porque él recoge mi pensamiento en este caso de manera absoluta y radical:

"Dijo Lenin que la libertad es un bien tan precioso que hay que racionarlo. Pero si se raciona deja de ser un bien y deja de ser libertad.
La libertad no admite racionamientos, recortes ni rebajas. Si es libertad, tiene que ser completa, total.

Nadie tiene derecho a racionarla porque es propiedad de cada hombre libre y sólo a cada hombre libre le corresponde decidir hasta dónde llega y dónde se detiene su libertad."
Por supuesto, se sobreentiende que a cada hombre y a cada mujer.
Un abrazo Antígona desde Troya

Mityu dijo...

Apreciada Antígona. Es un placer, un confortable placer volver a leerte. Qué buen post. Qué interesante reflexión, presente por otra parte en todos los que nos hacemos las mínimas cuestiones de cada día.

Dolorosamente estoy de acuerdo con nosurrender: no necesitan el picahielos para lobotomizar.

Inquietantemente estoy de acuerdo contigo, viendo tanta gente ajena a su propio letargo y abandono.

Esperanzadoramente recuerdo que aún existe gente capaz de rebelarse, y, sin poder evitarlo, atraerá a otros tras sí, como a su manera retrata Carrascus.

Renacer, combatir y amar. Sin levantar la mano contra nadie, sin apegarse a lo inmediato, vivos hasta el fin, y más allá.

Un beso¡¡¡¡ ;)

c.e.t.i.n.a. dijo...

Nunca me he acabado de creer esas historias románticas sobre las revoluciones, porque como bien se decía en "El Gatopardo": Todo debe cambiar para continuar igual.

En este caso ¿qué victoría es más pírrica, la de la enfermera jefe o la de Mc Murphy? Yo no lo tengo nada claro. Enfermeras jefes hay a patadas, pero quizás Mc Murphy's no haya tantos y su sacrificio no haya servido para nada. Total, un loco menos.

Antígona dijo...

Me alegra que le guste, doctor Lagarto. La película merecería igualmente un análisis mucho más teórico, mucho más distanciado, que pusiera de relieve de una forma más clara las ideas que en ella se están poniendo en juego. Pero hay ya tantas reflexiones de este tipo sobre ella, que me apetecío hacer algo diferente.

Las enfermedades mentales son un asunto muy complejo, sí. Hubo un tiempo en que quise estudiar psiquiatría y la pregunta que más me inquietaba era: ¿cómo puede enfermar una mente? ¿en función de qué criterio cabe calificar de enferma, de patológica, una cierta percepción de la realidad, una determinada corriente de conciencia, un determinado comportamiento? De ahí que la psiquiatría haya puesto y siga poniendo tanto empeño en encontrar las bases fisiológicas de las enfermedades mentales. Porque una vez localizado el neurotransmisor que falla, la parte del cerebro que no funciona bien, las enfermedades mentales pasarían a contemplarse como una enfermedad más de las, supuestamente, puramente corporales, puramente físicas. Nada más erróneo, a mi entender, nada más ilusorio.

En efecto, los manicomios son instituciones para el aislamiento. Los locos molestan, perturban el orden social, son una amenaza para el sistema de valores y reglas establecido. La pretensión terapéutica en el tratamiento de los locos es muy moderna, muy reciente. Y la psiquiatría debería reconocer que apenas sabe nada de la enfermedad mental más allá de la identificación de sus síntomas -asunto igualmente espinoso, por otro lado- y que, por tanto, está aún muy lejos de ser capaz de curarla. Y lo has expuesto muy bien: la lobotomía deja de practicarse gracias al descubrimiento de los psicotrópicos, que tienen la virtud de amansar y reducir la facultad volitiva del individuo sin intervenir salvajemente en su cerebro. Aunque habría que ver, como han denunciado ya muchos psiquiatras críticos con la propia psiquiatría, si tales psicotrópicos no tienen efectos igualmente nefastos sobre el individuo a largo plazo y no constituyen más que otra castración menos evidente, más políticamente correcta, pero idénticamente perversa.

La película de Milos Forman es fantástica. Me conmueve especialmente cómo la entrada de Mc Murphy supone la introducción de una humanidad elemental en el trato a los locos cuya ausencia antes de su llegada es simplemente escandalosa, terriblemente obscena. ¡No deje de verla de nuevo en cuanto pueda!

¡Un beso, doctor Lagarto!

Antígona dijo...

Joder, Carrascus, pues la verdad es que no lo había pensado en absoluto, y mira, si lo pienso bien, me queda muy lejos la figura de Jesucristo de la de Mc Murphy, aunque no deje de ver ciertos paralelismos. Porque Mc Murphy no tiene creencias, ni una doctrina, sino una manera de estar en el mundo, de afrontarlo, en absoluto reflexiva, incluso cuestionable -recordemos que está en la cárcel por violación- que choca con la rigidez y la deshumanización del manicomio. Para mí, Mc Murphy no es más que un individuo anárquico, rebelde, incluso un cara dura, que sólo busca disfrutar de la vida a su manera. Pero en su falta de respeto al orden hay un impulso vital verdadero, que es lo que permanece dormido, o castrado, en el resto de los locos. Éstos, convencidos de su anormalidad, han asumido la renuncia a una vida plena, han asumido que para sentirse seguros, protegidos, deben renunciar a su libertad y por ello se someten dócilmente. Mc Murphy sólo pretende hacerles ver que esa renuncia, en las condiciones en que está planteada en el manicomio, es inadmisible, y que no hay miedo que la justifique.

En cuanto a la enfermera Ratched, entiendo que su afonía es meramente temporal y que nada ha cambiado realmente en el manicomio. El sistema represivo ha hecho una manifestación de su poder cuando se ha visto amenazado. Sigue imperando sobre el individuo. No puede ser de otra manera. Pero al menos hay alguien, el Jefe, que ha tomado la decisión de no soportarlo más, de no seguir tolerándolo.

Es posible que la enfermera, representación del poder, haya vencido. Pero la enfermera está más muerta que el propio Mc Murphy. Está tan lobotomizada como él, en su posición represora, precisamente por su capacidad de decisión, su voluntad, ha sido totalmente asimilada por el sistema para el cumplimiento de sus normas.

¡Un beso!

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Yo también creo, Coronel, que el psiquiátrico no es más que una representación, a pequeña escala, de la sociedad que, en apariencia, queda fuera de él. Sólo que en ese espacio reducido se contemplan mejor sus perversiones, sus dinamismos. El final de la película es maravilloso. Está lleno de fuerza y, como dices, de esperanza. Es, para mí, un canto a la resistencia, a la libertad íntima, a la potencia del individuo para renegar de lo establecido, para actuar conforme a valores básicos que el sistema pretende aniquilar. Mc Murphy es una más de sus víctimas, sí, y eso es triste. Pero al menos su muerte anímica sirve para resucitar a otro que hasta entonces también estaba anímicamente muerto.

¡Un beso!

Antígona dijo...

No he leído la novela, Troyana, aunque lo haré en cuanto tenga ocasión. Según he visto por la red, hay diferencias bastante significativas entre el libro y la película, y el propio Ken Kesey no vió reconocida su obra en esta última. Pero creo que en este caso da un poco igual. Incluso si la versión de Milos Forman se aleja del espíritu de la novela, creo que su propuesta habla por sí misma más allá de ella.

Ese debate entre el individuo y la sociedad es realmente interesante, sí, y como dices, inagotable. A fin de cuentas, lo sufrimos en nuestras propias carnes todos los días. No somos más que el resultado de un proceso de domesticación social que siempre entra en conflicto con nuestra libertad individual, incluso admitiendo racionalmente que ese proceso no es necesario. No sé si, como dice Quintero, la libertad tiene que ser total. Lo que sí sé es que hay determinados ámbitos de libertad que sí deben ser irrenunciables, sobre los que es inadmisible tolerar cualquier forma de injerencia o recorte. Son esos ámbitos los que deberían estar muy pero que muy claros, para combatir y resistir cualquier atentado del sistema social sobre ellos. La cuestión no es nada fácil, y hay que seguir reflexionando sobre ella.

¡Un beso y un abrazo, Troyana!

Antígona dijo...

Querida Mityu, lo que es un auténtico placer es verte de nuevo por aquí después de tu ausencia, y más sabiendo lo que representa que estés de nuevo por aquí. Me alegro mucho por ello.

Es así, Mityu, los alcances de la lobotomización son mucho mayores de lo que nos creemos, y más sutiles. Los encuentro hasta en el tranquilizante que te receta el médico ante una situación de estrés laboral propiciada por unas condiciones de trabajo que no deberíamos tolerar y toleramos. Sólo en el letargo se pueden soportar ciertas condiciones, de ahí que el sistema no dude en fomentarlo, bien sea tratando de aplacar un sufrimiento que su propia estructura origina, bien sea invitándonos a los premios y las recompensas vacías del consumo y de la satisfacción de deseos inauténticos.

Aún existe gente capaz de rebelarse, sí. Pero lo que yo mayoritariamente veo a mi alrededor, en mí misma, es que nuestra capacidad de rebeldía anda demasiado mermada, demasiado debilitada por un sistema que trata de convencernos de que nuestra felicidad depende del acatamiento, de la obediencia, porque, de lo contrario, nos veríamos abocados al caos. Hay que rebelarse más, aunque sea en espíritu. Hay que conformarse menos con unas reglas de juego que en lo más profundo de nosotros mismos intuimos absurdas y castradoras.

Renacer, combatir, amar... lo suscribo todo, incondicionalmente.

¡Un beso enorme!

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Entiendo tu pesimismo, C.E.T.I.N.A., pero quiero confiar en que hay cosas que, gracias a las luchas de ciertos colectivos, sí han cambiado y pueden seguir cambiando. E incluso si me pongo muy escéptica y reconozco que los cambios no han sido tan sustanciales como queremos creer, y que además, sólo han generado nuevas formas de sometimiento más sutiles y menos identificables a simple vista, siempre nos queda la resistencia individual, la revolución individual, aquella cuyo alcance, es cierto, es despreciable desde una perspectiva externa, pero muy importante cuando pensamos en nosotros mismos y en las personas que más cerca tenemos.

Quizás lo más sensato sea aceptar que las enfermeras jefe casi siempre saldrán ganando. Pero a las posibilidades que se nos abren en ese “casi” debemos agarrarnos. Como dice el propio Mc Murphy en la película, al menos él lo ha intentado, aunque fracase.

el nombre... dijo...

uff! se me borró el comentario. vuelta a escribir lo que voy recordando de lo qe te venía diciendo.
La psiquiatría es cruel, despiadada, inhumana con los desvalidos emocionales.
Pero aún más lo somos nosotros, creyéndonos tan cuerdos, tan adaptaditos!!!
Hace ´pocos días escribí un post llamado "Ellos (y?) nosotros", que trata de un tema muy cercano, casi casi... Evidente sintonía de intereses, de sensibilidad, de miradas, mi Antígona.

Está muy bueno.
No recuerdo el título de una peli con Jessica Lange, de hace muchos años, donde a ella también le practicaban esa operación.

Ahora estamos con los chalecos "químicos", tratando de maquillar la crueldad.

el nombre... dijo...

Anti: soy conciente que no paso tan frecuentemente como querría.
Pero confío en tu paciencia y comprensión.
Cuando tengo tiempo, vengo y comento, y no es obligación para mí. Es un placer del que me veo también privada en algunas epocas...

Mil besos

k dijo...

Sí que es verdad que los psiquiátricos son como desguaces humanos. Pero, ¿qué hacemos, si no? ¿Esperamos que un señor con esquizofrenia paranoide se cargue a su padre? La cosa es compleja. No sabemos qué hacer con ellos.

Por otra parte, la peli es poesía. Un canto a la libertad, llena de símbolos. Gracias por traerla.

BACCD dijo...

Una gran película que me gustaría volver a ver.

Ahí se habla de las jaulas impuestas externamente para los inadaptables. Luego existen también las jaulas autoimpuestas. En fin, lo que comentas sobre la cobardía es realmente un punto muy central que nos afecta a los más y a los menos tarados.

Tengo que pensar por narices en aquella canción de Marillion, "These Chains", que una vez ya puse en mi blog.

¡Un besazo, Antígona!

Margot dijo...

Ufff aún recuerdo el estremecimiento que me produjo la película, hace años...

Etiquetas para lo distinto, para lo que nos asusta por cercano o posible en nosotros mismos, para la vida, para la muerte en ella sin ataud y respirando, para la locura...

Y la locura (qué define en realidad?) como una incógnita de nuestra mente. Y yo la mayor parte de las veces pensando que no existen locos, existe una sociedad que nos vuelve locos porque lo triste y gris, la codicia emocional, la avaricia absurda sin finalidad, la mezquindad del pensamiento y las formas de actuar... dónde pueden llevar sino? Al menos para el inadaptado, ya sea por decisión propia, ya sea porque no quedan más bemoles. Pero haberlos haylos...

Y nunca fue muy distinto, cambian los métodos, los diagnósticos, las posibles explicaciones pero... Pero sin dudar que existan lesiones cerebrales, creo que la enfermedad mental va más allá de la neurología. Es algo que se gesta dentro de esa domesticación que irá contra natura.

Y porque la mayor parte de los desequilibrios que veo a mi alrededor se "curarían" sólo con cambiar de vida, Doctor, no necesito Lexatin (por citar sólo el más "in" entre nuestros galenos).

Pero eso, estaré loca, Doctor? jeje

Un beso, mi cuerda Antígona!

Antígona dijo...

La psiquiatría es, el nombre, a mi entender, sólo un parche muy rudimentario para tratar de paliar los efectos nocivos, indeseables, del propio sistema social. No dudo que en ella no haya un afán terapéutico, un propósito bondadoso de acabar con el sufrimiento de determinados individuos. Pero eso queda en un segundo plano, me temo. Lo realmente importante es que sigamos siendo sujetos productivos, y, sobre todo, que no representemos una amenaza. Para ser menos cruel en sus métodos, creo que la psiquiatría debería empezar por reconocer que anda absolutamente perdida en su conocimiento de la enfermedad mental, y presentarse como lo que realmente es: un saber insuficiente cuyos métodos se basan, precisamente por esa insuficiencia, en el ensayo y el error, y que, en consecuencia, se cobra muchas víctimas.

No creo que el resto nos creamos tan cuerdos. Cada cual sabe de su propio grado de locura. Pero la diferencia entre “ellos” y nosotros es que nosotros seguimos cumpliendo con nuestro horario laboral y aún soportamos, sin desmoronarnos, sin revolvernos agresivamente contra lo que nos rodea, esa adaptación exigida. En el momento en que no seamos capaces de ello, entonces pasaremos a formar parte de ese “ellos”. Así de simple.

No sé a qué película de Jessica Lange te refieres, pero buscaré información sobre ella.

En cuanto a tu segundo comentario, el nombre, no hacen falta disculpas de ningún tipo. Aquí somos muchos los que estamos en el mismo carro, sufriendo ese mal endémico que es la falta de tiempo, y yo misma no puedo dedicar tanto tiempo a comentar como me gustaría. Así que ven cuando puedas y te apetezca, sin más. ¡Tampoco yo puedo hacer otra cosa!

¡Un gran beso!

Antígona dijo...

No lo sé, K, y soy consciente de que la cuestión es compleja, muy compleja. Pero, ¿son tantos los casos de locos peligrosos? ¿O tendemos más bien a considerar a cualquier persona que en un momento dado manifiesta una conducta agresiva como un loco peligroso, sin preguntarnos realmente por las causas que han motivado esa conducta? Por otra parte, los movimientos de la llamada antipsiquiatría empezaron a proponer tratamientos alternativos a la esquizofrenia más allá de los corsés mentales de la medicación, una medicación que además los enfermos tienden a abandonar cuando se percatan de los indeseables efectos secundarios que genera. Lamentablemente, los hospitales que, con fondos públicos, comenzaron a aplicar ese tipo de terapias y a constatar sus resultados positivos en la curación o mejora de los esquizofrénicos, fueron cerrados. Eran demasiado caros. Así que es posible que se puedan hacer muchas más cosas que las que actualmente se hacen. Pero para ello la psiquiatría oficial tendría que empezar por cuestionar muchos de sus principios.

La película es absolutamente genial, sí. Gracias a ti por pasarte por aquí :)

¡Un beso!

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Bueno, Dusch, en un momento de la película Mc Murphy se sorprende enormemente al descubrir que la mayoría de los enfermos de la sala están internados por voluntad propia. Así que su jaula es externa pero también interna. Sólo que en su caso es verdad que se trata de personas cuyas características les impiden vivir con un mínimo de tranquilidad fuera del psiquiátrico, personas que se ven rechazadas por el resto, y de ahí su predisposición a aceptar el encierro, incluso su convencimiento de que sólo en ese lugar podrán vivir seguros. Todos aceptamos los costes del sometimiento por miedo, por la necesidad de sentirnos protegidos. Nuestra cobardía no es injustificada. Tal vez deberíamos revisar nuestros miedos y tratar de pensar si no vale la pena combatirlos en aras de una vida que tal vez, tal vez, podría ser mejor que la que llevamos.

Buscaré de nuevo esa canción de Marillion. Siempre me gustan tus recomendaciones :)

¡Un beso enorme!

Antígona dijo...

Sí, Margot, la película es para estremecerse, en muchos momentos. Milos Forman sabe muy bien cómo apelar emocionalmente al espectador, tanto cuando nos muestra el efecto revitalizante de la entrada de Mc Murphy en el manicomio como cuando asistimos a su muerte en vida, injusta y despiadada.

Somos esclavos de las etiquetas, eso es cierto, las creemos necesarias para enfrentarnos a una realidad que siempre nos desborda, por su exceso de multiplicidad y variedad. Pero claro, esa necesidad que conlleva de separarnos, de distinguirnos, de aislar y separar eso que nos asusta -el germen de la locura en nosotros mismos, de la desviación de la norma- ha tenido y sigue teniendo demasiadas víctimas. Sólo hay que pensar en la época en la que los homosexuales eran sometidos a tratamientos terapéuticos para curarlos de su desviación de la norma, catalogada en cuanto desviación como enfermedad mental.

Estoy contigo en lo que dices: la mayor parte de casos de locura poco tienen que ver con causas endógenas, sino con una sociedad enferma que hace enfermar a sus individuos, en principio a todos, más gravemente a los más frágiles, hasta llevarlos a la quiebra anímica. Todos corremos ese riesgo, y creo que sólo la buena fortuna nos salva en el fondo de no sucumbir. Se sabe además que la enfermedad mental asciende, se pronostica incluso que cada vez habrá más casos en las sociedades modernas. Los factores sociales de la enfermedad mental no son del todo desconocidos, tampoco para los psiquiatras. Pero, claro, ¿quién los cambia? ¿Quién puede permitirse cambiar de vida? ¿A quién se le enseña a cambiar de patrones cognitivos o emocionales que le abocan constantemente a la contradicción, al dolor en el alma? Mucho más fácil recetar el Lexatin, por supuesto, que aletarga y atonta un poco y con ello frena todo pensamiento subversivo, toda verdadera reflexión acerca de los motivos por los que uno se siente mal.

No digo yo que no deba tomarse. Mejor, dadas las cosas como están, un Lexatin a tiempo que un crimen pasional. Pero al menos uno debe ser consciente de lo que está haciendo cuando decide tomarlo.

¿Loca? Mi querida Margot, en absoluto, eso que dices me parece muy muy cuerdo. Pero no vayas a contárselo a ningún psiquiatra, ¡no sea que salgas de la consulta con la camisa de fuerza puesta! ;)

¡Un beso loco!

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Troyana, cuando antes dije: "No somos más que el resultado de un proceso de domesticación social que siempre entra en conflicto con nuestra libertad individual, incluso admitiendo racionalmente que ese proceso no es necesario", quería decir "incluso admitiendo racionalmente que ese proceso "es" necesario". Ayyys, que a mí también se me va la olla ;)

¡Otro beso!

Anónimo dijo...

Puerca repulsiva la muerte es lo que te espera, tu no me conoces lo que voy a echarte encima no te lo vas a poder quitar, la enfermedad la muerte sufriendo, vas a saber lo que es por puerca por cerda por meter tu cara de puta puerca asquerosa donde no debias. Puercas guarras desgraciadas hijas de puta . Ya os acordareis y os arrepentireis de harberme dado motivos cuando mucho mas de lo que hayais ganado poniendoos a cutro patas, lamiendo culos y pollas, os lo tengais que gastas en medicinas que no os van a poder curar. La enfermedad y la muerte lenta la teneis aseguradas por puercas despreciables.

Anónimo dijo...

Eso es lo que les va a pasar a la zorra asquerosa de la carolina la cretina y a la puerca de su hermana la marian la desgraciada la masticapollas la camella, la arrastrada, la cerda, la inmundicia mas grande que ha ha pisado la tierra. Y tú, y cualquiera que tenga algo que objetas con ellas. Cerdas puercas ratas desgraciadas hijas de putas perras que no debisteis nacer.

Antígona dijo...

La muerte nos espera a todos, anónimo, qué le vamos a hacer. No sé a qué viene tanta ira, tanta amenaza y tanto insulto, la verdad. Pero te agradecería que no perdieras tu tiempo vomitándolos aquí, me temo que has ido a dar al lugar equivocado.

c.e.t.i.n.a. dijo...

Quizás no me he explicado bien. Yo mismo me cuestiono cada día el orden establecido pero creo que no sirve de nada inmolarse a lo kamikaze en nombre de ninguna causa, por muy justa que sea la causa.

Prefiero enfocar mis esfuerzos a las pequeñas batallas diarias que malgastar mi tiempo en grandes guerras en las que, a la larga, siempre acaba venciendo el orden establecido.

Y lo que es más desalentador, suele vencer gracias a la interesada colaboración de algunos elementos que anteponen unos ínfimos intereses personales frente a los intereses de sus compañeros, vecinos e incluso a veces de sus propios hijos.

Como dice un colega: ¡Cuánta gente y que pocas personas!