En 1919 Freud escribió un artículo titulado "Lo siniestro" en el que trataba de dilucidar, como su nombre indica, cuál era el sentido concreto de la experiencia de lo siniestro. Pues si bien esta experiencia quedaría para él asociada a un sentimiento fundamental en el desarrollo del individuo, a saber, la angustia, también considera la necesidad de que exista algún componente específico por el que determinada situación u objeto angustioso pueda, además, ser calificado de siniestro.
La primera vía que Freud emprende para su investigación es el análisis del propio concepto de lo siniestro atendiendo al uso que de él se hace en el lenguaje. Lo siniestro se identifica de entrada con lo que produce espanto, con lo pavoroso, espeluznante, inquietante o lúgubre. Sin embargo, la verdadera clave que encauzará el estudio freudiano se obtendrá del examen de aquel término del cual, en su propia lengua alemana, deriva lo que nosotros llamamos siniestro: lo unheimlich, que además de siniestro significa también inhóspito, no es sino la ausencia o negación de lo heimlich, adjetivo que, procedente del sustantivo Heim (hogar), cabría traducir como lo propio de la casa, lo familiar, lo no extraño, lo que recuerda al hogar, lo confortable, entrañable o íntimo. Pero, sorprendentemente, heimlich posee a su vez en alemán otro sentido muy distinto al mencionado: heimlich sería lo secreto, lo oculto, lo que no debe manifestarse e incluso lo que se sustrae al conocimiento o se muestra como impenetrable. Así pues, si lo heimlich denota por una parte lo familiar y conocido, también puede designar, por otra, aquello que, siendo desconocido e insondable, constituye igualmente una fuente de temor.
Del hecho de que lo heimlich o familiar evolucionara en alemán hasta el punto de llegar a significar su contrario, es decir, lo unheimlich o siniestro, Freud concluirá que lo siniestro no sería en el fondo más que algo así como el rostro oculto de lo familiar: lo siniestro representaría aquella forma de lo angustiante que afecta a las cosas ya conocidas y familiares. Frente a la identificación de lo nuevo, insólito o desconocido con la raíz más común de nuestros miedos, para Freud serán exclusivamente las cosas familiares las que, en un momento dado, pueden tornarse siniestras o espantosas.
Dada la consabida fijación del psicoanálisis por los impulsos erótico-libidinos del individuo, Freud pretenderá en su artículo llevar esta tesis al terreno de las experiencias reprimidas y los miedos infantiles a la castración. Pero dejando de lado tal lectura en clave psicoanalítica, siempre me ha parecido muy sugerente esa visión que propone de lo siniestro. Y por varias razones.
Sin duda lo familiar o conocido, aquellas personas, lugares o cosas que nos reconfortan y con las que nos sentimos como en casa, son el referente por excelencia de nuestros sentimientos de protección y seguridad. En ellos encontramos el espacio donde sabernos protegidos, a salvo de cualquier posible amenaza. Son nuestro refugio, el terreno en el que ampararnos o guarecernos, el conjuro perfecto frente a los continuos peligros a los que estamos expuestos. Por ello, si en algún momento tuviéramos la sensación de que lo familiar puede convertirse también en habitáculo del miedo, quedaríamos absolutamente faltos de protección y agarradero. ¿Dónde podríamos resguardarnos en ese caso? ¿Hacia dónde huir del peligro si ese peligro emerge de lo que nos es más próximo? ¿Qué podría entonces procurarnos el sentimiento de estar a salvo? La experiencia de lo siniestro, diría Freud, responde a la súbita transformación del propio calor del hogar en algo capaz de helarnos la sangre en las venas.
Pero, por otra parte, la idea freudiana sugiere también que tal vez lo más familiar esté ya habitado, en esencia, por lo siniestro. Sólo será cuestión de que determinadas circunstancias propicien una visión diferente de nuestra realidad inmediata y conocida para que descubramos en ella un agujero negro, un abismo oscuro y terrorífico. Nuestro habitual sentirnos como en casa no sería entonces más que una pantalla que ocultaría lo que de radicalmente inhóspito anida en lo más cercano, en lo cotidiano y sabido. Pocos años después alguien diría que eso es lo que realmente sucede en la existencia humana: abocados a una muerte siempre cierta y totalmente imprevisible, capaz de sobrevenirnos en cualquier instante, caminamos por el mundo rehuyendo esta certeza, haciendo para mañana o para el próximo minuto planes sólo imaginables si nos esforzamos tenazmente por obviar esa constante posibilidad de morir. Nuestra propia existencia, nunca elegida y además mortal, sería, en definitiva, un lugar inhóspito, un espacio siniestro, por más que cotidianamente nos ceguemos ante tal condición.
El artículo de Freud analiza asimismo, al hilo de ciertos cuentos de terror, aquellos posibles objetos a los que se liga la experiencia de lo siniestro: entre otros, destacará la oscuridad, que vuelve la habitación familiar en una estancia amenazante; una vieja muñeca que despierta a la vida -nada más familiar y cercano que las muñecas de nuestra infancia-; la sospecha de tener un "doble", es decir, de encontrarnos con un ser absolutamente idéntico a nosotros; la repetición de lo semejante; o un miembro separado del cuerpo que inesperadamente cobra vida propia.
Cuando hace ya muchos años leí este artículo recordé un cuento de Cortázar que me había fascinado particularmente. Siempre he visto en Cortázar a un maestro a la hora de proyectar una mirada sobre la realidad que subvierta nuestra percepción más común de ella. Y creo que este cuento ilustra perfectamente esta idea. En él, lo que para la teoría freudiana constituiría un objeto claramente siniestro, a saber, una mano que aparece todas las noches ante la ventana de su protagonista, se convierte en una figura entrañable que se pasea tranquilamente por su habitación curioseando entre sus pertenencias, deslizando un dedo por las líneas de sus libros como si estuviera leyendo o acariciando los tejidos que encuentra a su paso, y con la que el protagonista llega a entablar una relación de rara naturaleza afectiva. Sin embargo, esta figura aparentemente terrorífica y transformada magistralmente por Cortázar en algo entrañable, acabará, en una nueva vuelta de tuerca, por recuperar su carácter siniestro: será en el momento en que el protagonista advierta cómo juega con el estilete con el que suele abrir las cartas enviadas por su amada, y tema que la mano, presa de celos, albergue intenciones de asesinarlo.
He contado el relato de memoria y es posible que lo haya adornado en mi imaginación, pues lo leí siendo muy joven y nunca he tenido oportunidad de leerlo otra vez. Si no recuerdo mal, se trata de un cuento hasta entonces inédito publicado en las obras completas de Cortázar editadas por Galaxia Gutenberg, cuyo primer volumen me prestó un amigo de aquella época. El otro día estuve buscándolo desesperadamente por la red pero sin éxito alguno, ya que no consigo recordar su título. ¿Alguno de vosotros lo ha leído y lo sabe?
La primera vía que Freud emprende para su investigación es el análisis del propio concepto de lo siniestro atendiendo al uso que de él se hace en el lenguaje. Lo siniestro se identifica de entrada con lo que produce espanto, con lo pavoroso, espeluznante, inquietante o lúgubre. Sin embargo, la verdadera clave que encauzará el estudio freudiano se obtendrá del examen de aquel término del cual, en su propia lengua alemana, deriva lo que nosotros llamamos siniestro: lo unheimlich, que además de siniestro significa también inhóspito, no es sino la ausencia o negación de lo heimlich, adjetivo que, procedente del sustantivo Heim (hogar), cabría traducir como lo propio de la casa, lo familiar, lo no extraño, lo que recuerda al hogar, lo confortable, entrañable o íntimo. Pero, sorprendentemente, heimlich posee a su vez en alemán otro sentido muy distinto al mencionado: heimlich sería lo secreto, lo oculto, lo que no debe manifestarse e incluso lo que se sustrae al conocimiento o se muestra como impenetrable. Así pues, si lo heimlich denota por una parte lo familiar y conocido, también puede designar, por otra, aquello que, siendo desconocido e insondable, constituye igualmente una fuente de temor.
Del hecho de que lo heimlich o familiar evolucionara en alemán hasta el punto de llegar a significar su contrario, es decir, lo unheimlich o siniestro, Freud concluirá que lo siniestro no sería en el fondo más que algo así como el rostro oculto de lo familiar: lo siniestro representaría aquella forma de lo angustiante que afecta a las cosas ya conocidas y familiares. Frente a la identificación de lo nuevo, insólito o desconocido con la raíz más común de nuestros miedos, para Freud serán exclusivamente las cosas familiares las que, en un momento dado, pueden tornarse siniestras o espantosas.
Dada la consabida fijación del psicoanálisis por los impulsos erótico-libidinos del individuo, Freud pretenderá en su artículo llevar esta tesis al terreno de las experiencias reprimidas y los miedos infantiles a la castración. Pero dejando de lado tal lectura en clave psicoanalítica, siempre me ha parecido muy sugerente esa visión que propone de lo siniestro. Y por varias razones.
Sin duda lo familiar o conocido, aquellas personas, lugares o cosas que nos reconfortan y con las que nos sentimos como en casa, son el referente por excelencia de nuestros sentimientos de protección y seguridad. En ellos encontramos el espacio donde sabernos protegidos, a salvo de cualquier posible amenaza. Son nuestro refugio, el terreno en el que ampararnos o guarecernos, el conjuro perfecto frente a los continuos peligros a los que estamos expuestos. Por ello, si en algún momento tuviéramos la sensación de que lo familiar puede convertirse también en habitáculo del miedo, quedaríamos absolutamente faltos de protección y agarradero. ¿Dónde podríamos resguardarnos en ese caso? ¿Hacia dónde huir del peligro si ese peligro emerge de lo que nos es más próximo? ¿Qué podría entonces procurarnos el sentimiento de estar a salvo? La experiencia de lo siniestro, diría Freud, responde a la súbita transformación del propio calor del hogar en algo capaz de helarnos la sangre en las venas.
Pero, por otra parte, la idea freudiana sugiere también que tal vez lo más familiar esté ya habitado, en esencia, por lo siniestro. Sólo será cuestión de que determinadas circunstancias propicien una visión diferente de nuestra realidad inmediata y conocida para que descubramos en ella un agujero negro, un abismo oscuro y terrorífico. Nuestro habitual sentirnos como en casa no sería entonces más que una pantalla que ocultaría lo que de radicalmente inhóspito anida en lo más cercano, en lo cotidiano y sabido. Pocos años después alguien diría que eso es lo que realmente sucede en la existencia humana: abocados a una muerte siempre cierta y totalmente imprevisible, capaz de sobrevenirnos en cualquier instante, caminamos por el mundo rehuyendo esta certeza, haciendo para mañana o para el próximo minuto planes sólo imaginables si nos esforzamos tenazmente por obviar esa constante posibilidad de morir. Nuestra propia existencia, nunca elegida y además mortal, sería, en definitiva, un lugar inhóspito, un espacio siniestro, por más que cotidianamente nos ceguemos ante tal condición.
El artículo de Freud analiza asimismo, al hilo de ciertos cuentos de terror, aquellos posibles objetos a los que se liga la experiencia de lo siniestro: entre otros, destacará la oscuridad, que vuelve la habitación familiar en una estancia amenazante; una vieja muñeca que despierta a la vida -nada más familiar y cercano que las muñecas de nuestra infancia-; la sospecha de tener un "doble", es decir, de encontrarnos con un ser absolutamente idéntico a nosotros; la repetición de lo semejante; o un miembro separado del cuerpo que inesperadamente cobra vida propia.
Cuando hace ya muchos años leí este artículo recordé un cuento de Cortázar que me había fascinado particularmente. Siempre he visto en Cortázar a un maestro a la hora de proyectar una mirada sobre la realidad que subvierta nuestra percepción más común de ella. Y creo que este cuento ilustra perfectamente esta idea. En él, lo que para la teoría freudiana constituiría un objeto claramente siniestro, a saber, una mano que aparece todas las noches ante la ventana de su protagonista, se convierte en una figura entrañable que se pasea tranquilamente por su habitación curioseando entre sus pertenencias, deslizando un dedo por las líneas de sus libros como si estuviera leyendo o acariciando los tejidos que encuentra a su paso, y con la que el protagonista llega a entablar una relación de rara naturaleza afectiva. Sin embargo, esta figura aparentemente terrorífica y transformada magistralmente por Cortázar en algo entrañable, acabará, en una nueva vuelta de tuerca, por recuperar su carácter siniestro: será en el momento en que el protagonista advierta cómo juega con el estilete con el que suele abrir las cartas enviadas por su amada, y tema que la mano, presa de celos, albergue intenciones de asesinarlo.
He contado el relato de memoria y es posible que lo haya adornado en mi imaginación, pues lo leí siendo muy joven y nunca he tenido oportunidad de leerlo otra vez. Si no recuerdo mal, se trata de un cuento hasta entonces inédito publicado en las obras completas de Cortázar editadas por Galaxia Gutenberg, cuyo primer volumen me prestó un amigo de aquella época. El otro día estuve buscándolo desesperadamente por la red pero sin éxito alguno, ya que no consigo recordar su título. ¿Alguno de vosotros lo ha leído y lo sabe?
26 comentarios:
El cuento de Cortázar al que te refieres es "Estación de la mano", y de él existen dos versiones ligeramente modificadas, que puedes encontrar en dos de los libros del autor, "La vuelta al día en ochenta mundos" y el póstumo "La otra orilla".
Lo acabo de releer porque no me sonaba el final que cuentas tú, y creo, Antígona, que sí que lo ha adornado tu imaginación... cosas del tiempo. La mano usaba el estilete (un cortapapeles en realidad) que el propio protagonista le había regalado, no para abrir cartas, sino para abrir libros que el hombre seleccionaba para ella. Lo siniestro reapareció cuando el hombre soñó que la mano cortada (a la que llamaba Dg, y era diestra) se había enamorado de la mano izquierda de él, y aprovechaba que estaba durmiendo para cortarla con el puñal abrecartas y raptarla.
Entonces el hombre entendió la locura de dejar un puñal en poder de aquella mano "al alcance de tanto misterio", y se la quitó cuando no estaba (la mano solo aparecía de noche y se iba al alba).
Después se arrepintió y se lo volvió a traer, pero ya la mano estaba desencantada, porque la conducta del hombre "puso en su inocencia la altivez y el rencor", y desapareció para siempre.
El hombre volvió a ser "un habitante correcto".
Todo lo entrecomillado es del propio Cortázar, tal como lo escribió en el cuento.
Espero que encuentres el relato, que mis indicaciones te sirvan.
Leyendo tu post también he obtenido una buena pista de por qué a mí, que tengo afición por los relatos de ciencia ficción, nunca me han gustado las historias de naves interplanetarias y viajes lejanos, sino las que se desarrollan en nuestra propia cotidianeidad dando otra dimensión a la vida normal... una dimensión siniestra...
Caray, Carrascus, eso es aplicación y lo demás son cuentos :)
Te lo agradezco infinito, tanto por el título como por la exposición que has hecho. Conforme te he ido leyendo me he ido acordando de que, en efecto, es tal y como lo cuentas. Supongo que en mi cabeza se quedó la idea del posible enamoramiento de la mano y de su repentina conversión en fuente de temor para el protagonista. Lo demás ya lo ha puesto mi cabecita cuando he tratado de recordarlo :)
Desde luego, el final del cuento de Cortázar es mucho más interesante, e incluso puede que cuadre más con lo que quería plantear en el post, porque para Freud el miedo a que se nos mutile, a que se nos prive de algún órgano de nuestro cuerpo -y cuanto más importante el miembro, mayor el miedo- es un miedo también relacionado con lo siniestro.
La cuestión del arrepentimiento, del intento de reparar un daño causado que a la postre fracasa, me parece también un tema muy atractivo y que abre además el cuento a otras posibles lecturas. Porque introduce la cuestión de la confianza, de la duda, de nuestras proyecciones sobre los otros, que tan esenciales son en las relaciones humanas.
Lo que nunca comprendí es que, si no vuelvo a recordarlo mal otra vez, el propio Cortázar considerara este cuento como un ejercicio literario de juventud lleno de defectos y por ello de poca valía.
Gracias de nuevo por las indicaciones, ahora me resultará mucho más fácil encontrar el relato. Tal vez vuelva a leerlo y ya no me entusiasme tanto como en aquel entonces. Son cosas que suelen ocurrir con el paso del tiempo, que lo que nos impresionó de jóvenes, se vuelve menos atractivo por la experiencia adquirida con los años. Pero haré la prueba igualmente.
¡Un beso!
Nada que agradecer, por supuesto; ha sido un placer que de tu mano haya vuelto a leer a Cortázar...
Por cierto... ¿has pasado a leer el nuevo post del "Blogin"...?
¿Se admiten peticiones?. Podría, señorita Antígona, una vez que nos ha deleitado con su cartografía de lo siniestro, analizar su, quizás, antitético: lo grotesco.
Freud intuyó que el miedo provenía del pasado, pero no podía ni imaginarse de cuan remoto era ese pasado.
Las últimas investigaciones científicas consideran el miedo como el primer sentimiento que almacenaron los cerebros de los animales más primitivos: los reptiles.
El miedo, en principio, sería un mecanismo de defensa del propio cerebro frente al peligro. Pero a veces el miedo puede paralizarnos de tal manera que pone en peligro la propia existencia.
La corteza del cerebro de los animales más evolucionados es el área responsable del pensamiento racional que matiza ese miedo ancestral.
Supongo que debido a esta estructura del cerebro es comprensible que cuando el miedo nos domina seamos capaces de cometer todo tipo de actos irracionales: suicidio, asesinato, racismo, maltratos, etc...
Y sobretodo el miedo permite a nuestros dirigentes manejarnos con amenazas periódicas: la bomba atómica, la crisis del petróleo, el paro, la inmigración, el calentamiento global, etc...El miedo nos convierte en esclavos
Era también uno de mis cuentos preferidos cuando comencé a leer a Córtazar y aún releo aquella miscelanea que era "La vuelta al día en ochenta días" y tampoco entendí porqué Córtazar renegaba de ese cuento...
Pero enlazando con Freud (un señor al que nunca presté demasiada atención) reconozco que en este caso expresa a la perfección esa extraña condición de lo siniestro, el como nos damos la vuelta cuando lo más cercano y que sentimos protector se nos revuelve y se convierte en amenazador. El mundo del maltrato enlazaría directamente con este hecho. He conocido críos maltratados que ya de adultos se movían en un mundo de intemperie permanente y sí, la expresión vital que los caracterizaba era la de siniestra. Un objeto siniestro llevado más allá que los mencionados por Freud.
Pero sin llegar a ese extremo, que afortunadamente no es el más común, es cierto que todos nos movemos dentro de ese círculo que representa la muerte dentro de la vida. Lo más desapacible contenido en aquello que nos forma y acoge. Tal vez la visión acertada sería llegar a interiorizar que una es la consecuencia de la otra y no existen por separado pero cualquiera es el guapito que lo hace. De ahí tantos palos de ciego... ays.
Siempre logras que acabe hablando en voz alta más que comentar cuando te leo... jeje.
Un beso, encanto pensante.
No, no lo leí, la verdad es que aún no me enamoré de Cortázar.
Este post me pareció excelente, Antígona. Tenés razon, nada es más pavoroso que lo familiar convertido en extraño o amenazante. Ya la palabra "siniestro" es una palabra que sugiere algo retorcido, algo complejo.
Carrascus, Cortázar es que es mucho Cortázar y no se lo puede dejar atrás fácilmente :)
Ahora mismo escucho de nuevo “Islands”. Estupendo post el que habéis colgado, sí ;) Y perdona si te vuelvo a dar de nuevo las gracias, pero es que me ha encantado.
Por cierto, he encontrado el cuento en la red. Por si a alguien le interesara dejo aquí el link:
http://www.losandes.com.ar/nota.asp?nrc=9338
¡Otro beso!
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Pues claro que se admiten peticiones, señorito Dersu :P El problema es que no sé si seré capaz de satisfacerlas. El concepto de lo grotesco me resulta también muy interesante, pero me temo que nada podría aportar con respecto a él ni tendría ni idea de por dónde abordarlo. Aunque investigaré cuando tenga un rato, sí. Quizás se me ocurra algo. ¿Tiene usted ya alguna interpretación en concreto?
¡Un beso!
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Me parece perfectamente lógico, C.E.T.I.N.A., que el miedo sea el sentimiento más antiguo dentro de la escala evolutiva. Precisamente porque, como dices, se trata de un mecanismo de defensa, de una protección. Sin medio, ni los animales ni nosotros aguantaríamos más de dos días en este mundo. El miedo es lo que nos motiva a huir del peligro, real o hipotético, un escudo para nuestra supervivencia.
Por otro lado, no sé si a los animales les pasará lo mismo, pero es obvio que en los humanos el miedo, tal vez a causa del pensamiento racional, puede adquirir un carácter autodestructivo. Nos paraliza, en efecto, y con ello no sólo pone en peligro nuestra supervivencia sino que en ocasiones nos impide avanzar en la dirección deseada y obstaculiza, sin fundamento alguno, la consecución de nuestros deseos. Y si no nos paraliza nos amarga la existencia. No creo que podamos librarnos jamás de esos miedos improductivos. Desventajas de la evolución, me temo. Los humanos somos de tal modo que si tenemos lo que deseamos también tememos perderlo. Y cuanto más valioso sea lo que tenemos, en mayor medida nos acompaña el miedo. Aunque también pienso que a esos miedos improductivos debe uno enfrentarse y aprender a no dejar que le dominen. De lo contrario, hasta la felicidad puede convertirse en un calvario.
Es verdad que a causa de nuestros miedos nos convertimos en seres perfectamente manipulables. En el mundo de hoy se nos inocula el miedo por todos los lados. Se nos impone la imagen de que vivimos en un mundo hostil lleno de peligros. Y puesto que sentirnos seguros constituye una de nuestras necesidades más básicas, no dudamos, para aplacar el miedo, en consentir que algunas de nuestras libertades civiles más básicas. La derecha siempre lo ha sabido bien. El miedo nos esclaviza, sí, tanto individual como socialmente. Por miedo seríamos capaz de hacer cosas, de ceder ante demandas, de aceptar atropellos, que sin él jamás nos consentiríamos.
¡Un beso!
Tampoco yo conozco mucho a Freud, Margot, ni simpatizo especialmente con sus teorías -cosas como el complejo de Electra sólo pueden dar risa hoy día-, pero también creo que a Freud se lo ha leído menos de lo que se debería y se lo ha tergiversado y malinterpretado más de lo deseable.
El mundo del maltrato que mencionas me parece un buen ejemplo de lo siniestro, sí. Precisamente porque el concepto de lo “familiar”, que cuando nos hacemos adultos excede con mucho el ámbito de la propia familia de origen y que puede adquirir además un sentido por completo diverso con respecto a ella, sí se acerca mucho más a tal ámbito en el niño, más cuanto más pequeños son, que sólo han tenido tiempo de adquirir familiaridad con lo que tienen en sus propias casas. En ese sentido, una familia que se convierte en un espacio inhóspito nos expulsa de todo sentimiento de protección y tranquilidad, sobre todo si, como los niños, carecemos de otras vías donde acogernos. Creo que por ello Freud retrotrae lo siniestro al miedo infantil a la castración, cuando el niño, en la fase del complejo de Edipo, siente temor al castigo de su padre por sus sentimientos agresivos hacia él al considerarlo un rival en el amor hacia la madre. También el padre se convierte de repente en una amenaza, en una fuente de temor, aunque después el complejo sea superado.
En cuanto a la muerte, bueno, creo que podemos aceptar que está dentro de la vida cuando pensamos en la muerte de otros, de nuestros seres queridos o no tanto, pero no cuando pensamos en "mi" propia muerte, que excluirá toda noción de vida en mí. Es verdad que la una es consecuencia de la otra. Hay quien ha definido a los humanos como los únicos animales que saben de su propia muerte, precisamente para expresar cómo no podemos entendernos a nosotros mismos sin esa percepción de nuestra propia finitud. Pero también me parece acertada la idea de que nuestra existencia consiste en un constante darle la espalda a la posibilidad de nuestra muerte, que, sin embargo, es absolutamente necesario. Sin olvidarnos de ella, no podríamos estar abiertos a la anticipación. Y sin anticipación tampoco hay presente vivible.
Tú sigue hablando en voz alta, que aquí se te escucha siempre con atención :)
¡Un besote hospitalario y acogedor!
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Ay, Arcángel, pues de Cortázar hay que enamorarse al menos una vez en la vida, mujer, así que leélo y expón tu corazón a las flechas de Cupido :P
El mérito no es mío, Arcángel, sino del señor Freud, que no sólo hablaba de sexo, libidos, falos y complejos de castración, sino también de otras cosas muy interesantes. ¿La palabra siniestro sugiere en sí misma algo complicado, retorcido, o es más bien que ya intuimos lo retorcido y complicado que habita en lo siniestro, y por eso lo asociamos a la palabra? Ay, el lenguaje, qué gran misterio :)
¡Un beso!
Ha sido un auténtico placer leerte, una vez más.
Pero como yo soy historiador del arte todo lo reduzco a imágenes, y tu me ha llevado inmediatamente a pensar en los mundos de David Cronenberg o David Lynch, o ¿por qué no? del gran Hitchcock.
En fin, deformación profesional (de una profesión que nunca pude ejercer, además). ¿Habrá algo más patético?
un beso desde la "leprosería"
Corro a efectuar ese enlace en busca de ese cuento de Cortázar con el que me has puesto los dientes tan largos.
No sólo coincidimos en el amor a Proust, A Cortázar también,
un beso
un tejido inconsciente, muy freudiano: siniestro deriva de izquierdo: la mano siniestra, y la diestra, la derecha...no le� ese cuento de Cort�zar, o no lo recuerdo, supongo que tambi�n �l asoci� tal vez no tan inocentemente...tambi�n hablan de siniestros las aseguradoras y los noticieros.
Freud fue un creador con sus pros y sus contras. Negarlo es imposible, aunque algunos lo intenten. Ser�a como negar el siglo XX.
Aún recuerdo a Freud de las clases del instituto y con esa idea me quedé. Creo que es alguien que, yo mismo el primero, al final era motivo de burla por su, como tu dices, consabida fijación. Pero el tema la verdad me ha encantado lo siniestro no sería en el fondo más que algo así como el rostro oculto de lo familiar. Es un poco como la tópica frase “quién bien te quiere te hará llorar”. Sólo sé que me alegro esta noche tener un concierto y que llegaré tarde a casa, con sueño… quién sabe lo que me puede esperar debajo de la cama.
Y ahora voy a leer o Cortazar, que también me apunto a su club de fans.
Pienso que Hitchcock estaría totalmente de acuerdo contigo, como por ejemplo, en Vértigo.
Koolau, me parece de lo más natural que hayas pensado en imágenes, el mundo del cine nos ha dejado grandes momentos donde se plasma lo siniestro, y todos los directores que mencionas lo han explotado de un modo u otro. Diría que David Lynch es, desde luego, uno de los que más ha sabido utilizar la idea de transformar cosas o situaciones triviales en puertas que nos conducen al horror más desconcertante. Y Hitchcock por supuesto también. Estaba ahora recordando “Los pájaros”, otro claro ejemplo, a mi juicio, de cómo lo más inocente puede convertirse en un elemento terrorífico. ¡Con lo monos que son los gorriones! ;)
De patético nada, Koolau, simplemente la formación que recibiste ha dejado en ti un poso que se mantiene pese a no haber ejercido nunca. Y eso me parece todo un mérito, la verdad.
Espero que te guste el cuento de Cortázar. Yo he vuelto a leerlo estos días y no me ha defraudado. Proust, Cortázar... tienes buen gusto, Koolau ;)
¡Un beso!
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Interesante reflexión, Cacho de pan, en la que no había caído. Porque es verdad que lo siniestro podría ser, en esa conexión con la siniestra, lo desviado, lo que se aleja de lo que debe ser, según el correspondiente vínculo en muchos idiomas de la derecha con lo correcto, con lo que está bien. En cuanto a los siniestros, me resulta difícil encontrar alguna relación con el sentido al que quería apuntar en el post, pues según la RAE un siniestro sólo sería aquel daño que puede ser indemnizado por una aseguradora. ¿Será que las aseguradoras son en el fondo lo siniestro, dada su resistencia a pagar lo que prometen? Ay, el lenguaje y sus múltiples vericuetos.
La influencia de Freud en nuestra cultura es, como dices, innegable. Y el escándalo que sus teorías representaron en su momento contribuyó a abrir otra perspectiva sobre nosotros mismos cuyo valor me parece igualmente indudable.
¡Un beso!
Pues sí, Tako, también yo recuerdo haberme quedado un tanto boquiabierta al estudiar todo aquello de las fases del desarrollo, la etapa fálica en los niños y el complejo de Edipo. Pero aún así sigo pensando que hay aspectos de las teorías freudianas que nos ayudan mejor a entender cómo y quiénes somos, como, por ejemplo, la importancia que da a los elementos inconscientes en la constitución psíquica de los individuos.
Espero que anoche no te esperara nada terrible dejado de la cama, o que si así fue, supieras dejarlo fuera de combate con un par de golpes de kárate ;)
Disfruta del cuento, sí, que vale la pena.
¡Un gran beso!
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Yo también lo creo, Juan Rafael, además de que su fascinación por Freud está presente en muchas de sus películas. Hace poco he visto “Recuerda”, una verdadera lección de psicoanálisis para profanos. En cuanto a “Vértigo”, la tengo un poco perdida en la memoria, pero sí, recuerdo escenas verdaderamente inquietantes. Además de que en ella se habla de una tendencia en el ser humano, la necrofilia, de naturaleza ciertamente siniestra. Uy, qué repelús.
¡Un beso!
Yo definiría lo siniestro como una canción de Pink Floyd que empieza con un melódico arpegio en un tono menor y de pronto es seguida por la voz grave y de psiquiátrico de Roger Waters. O como una mano conocida que sabemos cálida y que sentimos fría cuando la tocamos... Como una oreja cortada en una mujer hermosa en una película de Lynch... sí, desde luego el mundo de las amputaciones familiares tiene mucho de siniestro.
Pero también es curioso que el idioma identifique a los zurdos con “lo que produce espanto, con lo pavoroso, espeluznante, inquietante o lúgubre” como lo define usted, doctora Antígona. ¿Provocamos esas sensaciones los que escribimos con la mano izquierda realmente?
Qué casualidad, tengo ese cuento de Cortázar aquí. Lo leeré en cuanto tenga tiempo para mí y tenga controladas ambas manos.
Un beso, doctora Antígona.
Lo acabo de leer. Gracias por facilitarme el enlace, doctora Antigona (parafraseando a Nosurrender)
Los pelos de punta me has puesto sólo con este temita, y no tengo ya muchos...;)
El miedo a lo siniestro juega especialmente no con lo desconocido, sino con la proyección de la experiencia o conocimiento de lo siniestro y, especialmente con lo conocido parcialmente, que es dónde más cabe la manipulación y la imaginación se puede echar a volar despavorida.
Espero que no mutes al lado oscuro porque entonces dejaras de percibir mis besos. Piénsatelo;)
Totalmente de acuerdo, el entorno que nos da forma, la gente que nos quiere, nuestras cosas... todo ese mundo que es nuestro mundo, es lo mas siniestro que puede existir cuando la llega una vuelta de tuerca de esas que de repente lo desestabilizan todo. Y allí nace el verdadero miedo, cuando no nos podemos aferrar a cuantas cosas fueron un referente, porque estas nos están traicionando. Sólo espero que lo siniestro, no se me aparezca algún día con otra cara, y que sí yo controlo, los demás lo hagan, y pueda tener bajada la guardia en esta vida que parece que si no te mueves... puede tener hasta sentido.
Es muy interesante, y sí, totalmente cabal, esa interpretación de la palabra. Lo que mas miedo me da, a mi personalmente, es aquellas personas que creés conocer, y un día, de repente, son extraños. Yo los llamaba capullos, falsos... ahora los llamaré siniestrosssssssssssss¡¡¡
Amorcito, que un besazo, y perdona que pase de pascuas a ramos... es que siepre voy a tope, y ahora en especial estoy otra vez con los lobos en el blog... lo de siempre¡ Pero con humor, eh, con mucho humor¡¡¡
CUIDATE MUCHO, y oye, a ver si nos vemos pronto¡
La experiencia de lo siniestro se encuentra en lugares muy diversos, NoSurrender, claro que sí. En el caso de Pink Floyd creo que sé a lo que te refieres, y en especial algunos temas de “The Wall”, al menos a mí personalmente, me producen sensaciones similares. También en la película la sensación de extrañeza que parece sobrecoger en todo momento al protagonista roza, en mi opinión, esa cara siniestra que de repente lo cotidiano puede mostrarnos. La oreja cortada de David Lynch es otro claro ejemplo, o aquel pajarito que canta dulcemente en la ventana en “Blue Velvet” y, si no recuerdo mal otra vez, se zampa un gusano con voracidad.
En cuanto al idioma, ay, doctor Lagarto, del lenguaje y sus asociaciones no me hago responsable, la verdad. En el mundo de hoy me resulta muy difícil atribuir a los zurdos todas esas cualidades, pero ¿no hubo una época en que se les corregía tozudamente, en la creencia de que escribir con la mano izquierda era un posible signo de perversión, de algo demoníaco? No se fíe usted mucho de lo que digo, pero algo me va por la cabeza al respecto. En cualquier caso, de las sensaciones que provoquen los zurdos, pues dependerá del zurdo en concreto, ¿no? Tal vez haya algunos muy siniestros. Confío en que usted no sea uno de ellos, por el bien de sus pacientes :P
Disfrute usted del cuento de Cortázar, estoy segura de que le gustará.
¡Un beso!
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No hay nada que agradecer, Koolau, espero que hayas disfrutado de su lectura. Respecto a lo de doctora, uy, espero que no se trate de ningún título relacionado con la medicina, que a mí los médicos sí que me parecen de lo más siniestro :)
¡Más besos!
Bueno, Marc, no era mi intención, pero seguro que así de punta aparentan ser más de los que son :P
Creo que lo que dices se ajusta bastante a lo que Freud señala, que también ve en la repetición de cosas, en lo casual -un día en que un número cualquier, por ejemplo, aparece asociado a diversas cosas sin motivo aparente- uno de los factores de lo siniestro. Supongo que en el caso de lo parcialmente conocido, para que se produzca la experiencia de lo siniestro, tal vez debamos partir de la falsa creencia de que lo conocemos plenamente para que súbitamente se nos manifieste un lado oscuro y desconocido que no preveíamos. Pero no sé, tampoco soy ninguna especialista en el tema :)
Tranquilo, que yo de mutar nada, siempre he tenido ya un pie en el lado oscuro :P Si aun así percibo tus besos, ¿será que tú también coqueteas con tu lado oscuro más de lo que imaginas? :P
¡Besos claros y diáfanos! :)
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Querida Delirium, pienso que aun cuando la experiencia de lo siniestro no sea precisamente habitual, sí lo es su amenaza o posibilidad. Porque me temo que vivimos tratando de convencernos de que nuestras vidas reposan sobre cimientos sólidos o estables sin darnos cuenta de que éstos son más precarios de lo que nos pensamos y de que el peligro de que se derrumben siempre está ahí. Nos hemos acostumbrado a cegarnos para lo siniestro, a pasarlo por alto, cuando probablemente la posibilidad de que haga acto de presencia nos rodea por todas partes. De todos modos, no podríamos vivir tampoco temiendo constantemente su aparición. Que ansiedad y qué agobio, entonces. Mejor estar un poco ciegos para ello y vivir confiando en que nada de lo que nos rodea nos hará daño, ¿no crees? Al menos, creo que así viviremos más tranquilos.
Esas personas a las que aludes... ay, qué difícil, porque no tengo claro que verdaderamente lleguemos a conocer nunca a nadie hasta el fondo. Alguna experiencia de esas he tenido yo, sí, y sólo espero que no me vuelva a pasar nunca. Crucemos los dedos, Delirium, para no descubrir más siniestros :)
Tranquila, niña, que aquí la que anda fatal de tiempo y sin poder comentar todo lo que querría soy yo, que ya he visto en tu blog que los lobos han vuelto al acecho pero aún no he podido dejarte un comentario.
Cuídate mucho tú también, y ¡a ver si es verdad que nos vemos pronto!
¡Besazos, hermosa!
A mí lo que me parece siniestro es que pienso... joer, yo he leído un montón a lo largo de mi vida, y cada vez que me paseo por un par de blogs que yo me sé, pienso: qué cojones he leído yo, que no he leído nada de lo que ha leído esta gente?
Mortadelos?
Filemones?
Joder, es que encima me pongo a pensar y debo tener una amnesia tremenda, porque NO SÉ QUÉ HE ESTADO LEYENDO ESTOS ÚLTIMOS QUINCE AÑOS!!!
Socorroooooo!!!!
Beso!
Arbolillo, seguro que si se te pasa la amnesia y consigues recordar todos esos libros que has leído en los últimos quince años la que tiene una experiencia siniestra soy yo. Me apuesto lo que quieras :)
Los rabos de pasa dicen que van muy bien para la memoria :P
Y piensa en positivo, mujer, mira cuántas horas de disfrute tienes aún por delante.
¡Besazos!
Verá, señorita Antigona, hay un tal Soleràs, Juli Soleàs, personaje de ficción de grandes dotes proféticos, una especie de Jeremias, que en cierto momento de una novela (la Incerta Glòria de Joan Sales) afirma que venimos de lo obsceno y vamos hacia lo macabro. En cambio, usted me ha abierto un nuevo camino con lo siniestro, que quizás, y de ahí mi petición, pueda desembocar en lo grotesco.
Antígona: con respecto al texto de Cortázar, veo que ya te han informado...
Respecto al de Freud, justamente lo leí hace unas semanas, para comprender más y mejor lo que Lacan luego desarrolla en su seminario de La Angustia.
"El hombre de la arena", de Hoffman, también es una referencia freudiana, como, creo, "Los elixires del diablo".
Realmente, citás y comentás textos muy interesantes, y que dan para cortar mucha tela.
Me pasó lo que a vos, al leer por 1era. vez "Lo siniestro", de Freud. ese desarrollo que hace de la palabra en alemán, donde los opuestos terminan siendo equivalentes... es impresionante!
Gracias, por aportar siempre tu visión acerca de la literatura psicoanalítica!
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