"No se podía hacer otra cosa que abandonarse a la marcha, adaptarse mecánicamente a la velocidad de los autos que lo rodeaban, no pensar.
Un hecho trivial: atasco de domingo por la tarde en la autopista del sur dirección París. Miles de personas detenidas en sus coches bajo un sol ardiente. Impaciencia, impotencia, aburrimiento. Han comenzado ya los primeros acercamientos. Es necesario matar el tiempo de alguna manera, compartir el desasosiego. La chica del Dauphine se empeña en hacer partícipe al ingeniero del Peugeot 404 situado a su lado de sus inútiles cálculos temporales, espaciales: cuántas horas han pasado ya, qué ridícula cantidad de metros se ha avanzado en ellas. Los tripulantes se observan desde sus respectivos vehículos. Sus señas identificatorias se reducen a las del modelo del automóvil que ocupan.
Pasan las horas. Circulan de coche en coche hipótesis acerca de las posibles causas de tan monumental atasco. Ninguna cierta. Ninguna creíble. Todos tienen prisa. Citas particulares o motivos difusos para llegar cuanto antes a París. La situación es absurda. Para desesperación de los personajes, para desesperación del lector, cae la noche. Con ella, surgen las primeras muestras de solidaridad. Un sandwich a medias, un trozo de una tableta de chocolate, un poco de agua.
En el Volkswagen del soldado debía de estar su chaqueta de cuero. Taunnus tenía la novela que él había leído en los primeros días. Un frasco de lavanda casi vacío en el 2HP de las monjas. Y él tenía ahí, tocándolo a veces con la mano derecha, el osito de felpa que Dauphine le había regalado como mascota.
Se hace de día y urge organizarse. Los niños y los ancianos necesitan más atenciones. Hay quienes poseen provisiones y no dudan en repartirlas. Primeras muestras, también, del egoísta afán de supervivencia ante la incertidumbre. Pero la solidaridad acaba primando. La desolación afecta a todos por igual, y de la angustia brota una hermandad tal vez impensable en la seguridad garantizada de la ciudad.
Perdidos en los pormenores de esa peculiar administración de víveres en medio de ninguna parte, pasa otro día, otro más. LLega un punto en que el propio Cortázar desiste de llevar la cuenta. En un tiempo ahora indefinido, asistimos a la primera deserción -un hombre ha abandonado su Floride en plena noche-, al primer suicidio -el del extraño tripulante del Caravelle, voluntariamente aislado en su coche desde el principio, víctima del desgarro, según la nota garabateada en su agenda, por el abandono de su amada-, al enfermar de la anciana del ID, finalmente a su muerte. El Peugeot 404 se convierte en ambulancia para los posibles enfermos. Expediciones a las granjas vecinas en busca de alimento topan sólo con una hostilidad valientemente superada en la unión. Porsche es el empresario sin escrúpulos que no duda en enriquecerse a costa de la indigencia reinante, la llegada de las leyes del mercado a esa pequeña comunidad surgida de la casualidad y el accidente. Pero incluso entonces sigue imperando la generosidad y la cooperación frente al tirano económico.
Recrudecimiento de las circunstancias: el capricho nevado del frío, compartir mantas, colchones, chaquetas. Al calor de esos abrigos precarios en el interior de los vehículos, el encuentro de los labios, de los sentimientos, de los sexos. En ese tiempo fuera del tiempo que ya no sabemos cuánto dura, Dauphine anunciará que espera un hijo de Peugeot 404, el hijo fruto de un mundo fortuitamente construido donde el nacimiento por venir, el amor y la muerte atestiguan, como no puede ser de otra manera, el prosperar de la vida aún en medio del caos domesticado. De una vida improvisada sobre cuatro palillos, sí, pero tan real que, subrepticiamente, acabará haciéndose más fuerte en el deseo que la que cada aguarda a cada uno de sus nuevos miembros. Tal vez porque en ella sólo les espere la soledad de sus viviendas parisinas, el aislamiento en la muchedumbre, el anonimato de la gran urbe.
Absurdamente se aferró a la idea de que a las nueve y media se distribuirían los alimentos, habría que visitar a los enfermos, examinar la situación con Taunus y el campesino del Ariane; después sería la noche, sería Dauphine subiendo sigilosamente a su auto, las estrellas o las nubes, la vida. Sí, tenía que ser así, no era posible que eso hubiera terminado para siempre. Tal vez el soldado consiguiera una ración de agua, que había escaseado en las últimas horas; de todos modos se podía contar con Porsche, siempre que se le pagara el precio que quería.
Porque también es ley de vida que nada dure eternamente. De manera inesperada el atasco se disuelve y los coches comienzan a rodar. Imposible preever las consecuencias que de ello se derivarán en los próximos minutos. La imprevisibilidad es en el cuento la clave del infortunio, de la separación, de la pérdida abrupta de unos lazos que no por breves han sido menos verdaderos, menos intensos. Sin embargo, ¿no es siempre así? Todo nos pilla siempre por sorpresa. Por primera o por última vez. Los acontecimientos nos sobrevienen sin previo aviso y no nos cabe sino mirar hacia adelante. Siempre adelante.
Y en la antena de la radio flotaba locamente la bandera con la cruz roja y se corría a ochenta kilómetros por hora hacia las luces que crecían poco a poco, sin que ya se supiera bien por qué tanto apuro, por qué esa carrera en la noche entre autos desconocidos donde nadie sabía nada de los otros, donde todo el mundo miraba fijamente hacia adelante, exclusivamente hacia adelante."
Tal vez La autopista del sur no sea uno de los mejores cuentos de mi admirado Cortázar. Pero siempre he querido leer en él una de las grandes metáforas de la provisionalidad de la vida, del carácter transitorio de los encuentros y desencuentros que nos brinda, de lo azaroso y fugaz de las relaciones humanas, invariablemente sujetas a circunstacias, lugares y tiempos, cuyo control se nos escapa sin remedio.
O casi. Porque cuando imagino y sufro con él la desesperación del ingeniero del Peugeot 404 al ver alejarse en la autopista el Dauphine de la muchacha, su angustia ante su ya inevitable desaparición en medio del apresurado avanzar de los coches, nunca puedo dejar de pensar que parte de ella debió traducirse, en ese mundo ficticio creado en nuestras cabezas por la narración capaz de sobrepasar las palabras de Cortázar, en un doloroso lamento por no haberle pedido sus señas en París, su número de teléfono.
Ingeniero, hay que estar más atento. Lo que se quiere no se puede dejar escapar tan fácilmente. Que no se te olvide la próxima vez. Si es que la hay.
Un hecho trivial: atasco de domingo por la tarde en la autopista del sur dirección París. Miles de personas detenidas en sus coches bajo un sol ardiente. Impaciencia, impotencia, aburrimiento. Han comenzado ya los primeros acercamientos. Es necesario matar el tiempo de alguna manera, compartir el desasosiego. La chica del Dauphine se empeña en hacer partícipe al ingeniero del Peugeot 404 situado a su lado de sus inútiles cálculos temporales, espaciales: cuántas horas han pasado ya, qué ridícula cantidad de metros se ha avanzado en ellas. Los tripulantes se observan desde sus respectivos vehículos. Sus señas identificatorias se reducen a las del modelo del automóvil que ocupan.
Pasan las horas. Circulan de coche en coche hipótesis acerca de las posibles causas de tan monumental atasco. Ninguna cierta. Ninguna creíble. Todos tienen prisa. Citas particulares o motivos difusos para llegar cuanto antes a París. La situación es absurda. Para desesperación de los personajes, para desesperación del lector, cae la noche. Con ella, surgen las primeras muestras de solidaridad. Un sandwich a medias, un trozo de una tableta de chocolate, un poco de agua.
En el Volkswagen del soldado debía de estar su chaqueta de cuero. Taunnus tenía la novela que él había leído en los primeros días. Un frasco de lavanda casi vacío en el 2HP de las monjas. Y él tenía ahí, tocándolo a veces con la mano derecha, el osito de felpa que Dauphine le había regalado como mascota.
Se hace de día y urge organizarse. Los niños y los ancianos necesitan más atenciones. Hay quienes poseen provisiones y no dudan en repartirlas. Primeras muestras, también, del egoísta afán de supervivencia ante la incertidumbre. Pero la solidaridad acaba primando. La desolación afecta a todos por igual, y de la angustia brota una hermandad tal vez impensable en la seguridad garantizada de la ciudad.
Perdidos en los pormenores de esa peculiar administración de víveres en medio de ninguna parte, pasa otro día, otro más. LLega un punto en que el propio Cortázar desiste de llevar la cuenta. En un tiempo ahora indefinido, asistimos a la primera deserción -un hombre ha abandonado su Floride en plena noche-, al primer suicidio -el del extraño tripulante del Caravelle, voluntariamente aislado en su coche desde el principio, víctima del desgarro, según la nota garabateada en su agenda, por el abandono de su amada-, al enfermar de la anciana del ID, finalmente a su muerte. El Peugeot 404 se convierte en ambulancia para los posibles enfermos. Expediciones a las granjas vecinas en busca de alimento topan sólo con una hostilidad valientemente superada en la unión. Porsche es el empresario sin escrúpulos que no duda en enriquecerse a costa de la indigencia reinante, la llegada de las leyes del mercado a esa pequeña comunidad surgida de la casualidad y el accidente. Pero incluso entonces sigue imperando la generosidad y la cooperación frente al tirano económico.
Recrudecimiento de las circunstancias: el capricho nevado del frío, compartir mantas, colchones, chaquetas. Al calor de esos abrigos precarios en el interior de los vehículos, el encuentro de los labios, de los sentimientos, de los sexos. En ese tiempo fuera del tiempo que ya no sabemos cuánto dura, Dauphine anunciará que espera un hijo de Peugeot 404, el hijo fruto de un mundo fortuitamente construido donde el nacimiento por venir, el amor y la muerte atestiguan, como no puede ser de otra manera, el prosperar de la vida aún en medio del caos domesticado. De una vida improvisada sobre cuatro palillos, sí, pero tan real que, subrepticiamente, acabará haciéndose más fuerte en el deseo que la que cada aguarda a cada uno de sus nuevos miembros. Tal vez porque en ella sólo les espere la soledad de sus viviendas parisinas, el aislamiento en la muchedumbre, el anonimato de la gran urbe.
Absurdamente se aferró a la idea de que a las nueve y media se distribuirían los alimentos, habría que visitar a los enfermos, examinar la situación con Taunus y el campesino del Ariane; después sería la noche, sería Dauphine subiendo sigilosamente a su auto, las estrellas o las nubes, la vida. Sí, tenía que ser así, no era posible que eso hubiera terminado para siempre. Tal vez el soldado consiguiera una ración de agua, que había escaseado en las últimas horas; de todos modos se podía contar con Porsche, siempre que se le pagara el precio que quería.
Porque también es ley de vida que nada dure eternamente. De manera inesperada el atasco se disuelve y los coches comienzan a rodar. Imposible preever las consecuencias que de ello se derivarán en los próximos minutos. La imprevisibilidad es en el cuento la clave del infortunio, de la separación, de la pérdida abrupta de unos lazos que no por breves han sido menos verdaderos, menos intensos. Sin embargo, ¿no es siempre así? Todo nos pilla siempre por sorpresa. Por primera o por última vez. Los acontecimientos nos sobrevienen sin previo aviso y no nos cabe sino mirar hacia adelante. Siempre adelante.
Y en la antena de la radio flotaba locamente la bandera con la cruz roja y se corría a ochenta kilómetros por hora hacia las luces que crecían poco a poco, sin que ya se supiera bien por qué tanto apuro, por qué esa carrera en la noche entre autos desconocidos donde nadie sabía nada de los otros, donde todo el mundo miraba fijamente hacia adelante, exclusivamente hacia adelante."
Tal vez La autopista del sur no sea uno de los mejores cuentos de mi admirado Cortázar. Pero siempre he querido leer en él una de las grandes metáforas de la provisionalidad de la vida, del carácter transitorio de los encuentros y desencuentros que nos brinda, de lo azaroso y fugaz de las relaciones humanas, invariablemente sujetas a circunstacias, lugares y tiempos, cuyo control se nos escapa sin remedio.
O casi. Porque cuando imagino y sufro con él la desesperación del ingeniero del Peugeot 404 al ver alejarse en la autopista el Dauphine de la muchacha, su angustia ante su ya inevitable desaparición en medio del apresurado avanzar de los coches, nunca puedo dejar de pensar que parte de ella debió traducirse, en ese mundo ficticio creado en nuestras cabezas por la narración capaz de sobrepasar las palabras de Cortázar, en un doloroso lamento por no haberle pedido sus señas en París, su número de teléfono.
Ingeniero, hay que estar más atento. Lo que se quiere no se puede dejar escapar tan fácilmente. Que no se te olvide la próxima vez. Si es que la hay.
32 comentarios:
Lo efímero de los encuentros no siempre los hace menos intensos... especialmente en situaciones de límite, como en este cuento.
Me gustó mucho que lo trajeras, que le dieras una vuelta de tuerca...
me acordé de la mesa de billar, con sus bolas rodando y encontrándose...rozándose, siguiendo a la par por un tramo, y luego separándose o cayendo.
¿no es también una metáfora de nuestros encuentros con los otros, en la vida?
Y muy de acuerdo con tu oración final: no siempre la vida te da una segunda oportunidad!!!!
Más de una vez he creído verme inmerso en el atasco perfecto en las calles de Madrid; atascadas las calles en las que desemboca la calle atascada por el atasco de esa propia calle. Una manzana rodeada de coches que no pueden girar. Y, entonces, pienso que todos vamos a abandonar los vehículos y que éstos serán retirados por grúas especiales mientras la manzana se llena de periodistas venidos de todo el mundo. Realmente me sorprende que nunca haya ocurrido.
El cuento de Cortázar es maravilloso, doctora Antígona. No hay nadie como él para dar tanta naturalidad a lo inexplicable, a hacernos rutinario lo ajeno.
Yo creo que Peugeot 404 encontrará a Dauphine casualmente en las calles de París. En el puente, junto a la Maga. No puede ser de otro modo.
Un beso!
Ese cuento es fabuloso. Que el mundo mire exclusivamente hacia adelante.. no se. No se si es siempre así. Argentina está repleta de políticos "peronistas" que hablan como si pretendieran ser el mismo Perón. Creo que todos los caminos son circulares. Todo se repite. "Todo lo que se cae se vuelve a caer". Claro que eso es esperanzador, en un punto. Como que si se vuelve acaer, es porque ya se levantó. Eso también es circular.
No creas que no puede ser de otro modo, Nosurrender... en el atasco de la autovía del '92, a la altura de Benacazón, a la morenita con la que, a pleno sol andaluz y a falta de agua, compartí caramelos, nunca me la he vuelto a encontrar...
Por eso a veces, ante la sospechada fugacidad de un encuentro, de una oportunidad, nos abalanzamos a ella sin pensar en lo que nos rodea, en las consecuencias para uno mismo, para los demás. Porque ese ir hacia adelante, que a veces resulta tan perverso, nos muestra desvíos o áreas de descanso que sólo podemos tomar si estamos atentos a ellos y actuamos en el momento oportuno.
El ir hacia adelante conduce, además, a mucha confusión. Porque, cuando te has saltado un desvío o un área de descanso, tratas de consolarte diciéndote que más adelante llegará otro. ¿Y quién lo garantiza? ¿Cómo puede uno saber si eso es cierto?
¡Un beso, Antígona!
Es cierto, el nombre, incluso diría que en las situaciones límite, como la que el cuento plantea, los encuentros no sólo son más intensos, sino más verdaderos, incluso más auténticos. Hay más necesidad de acercarse, más urgencia por compartir, y tal vez por ello menos tiempo para las máscaras, para los falseamientos.
Y sí, claro que, a mi juicio, es una metáfora de nuestros encuentros con los otros, siempre azarosos, siempre rodeados de mil circunstancias ajenas a nuestra voluntad que propician que el encuentro se prolongue o se termine. Sólo que también en nuestra mano queda el luchar contra las circunstancias, contra los acontecimientos que tienden a separarnos o a unirnos, depende del caso. No siempre estamos lo suficientemente avispados para combatir la casualidad o el azar cuando éste se pone en contra de nuestros deseos. Pero tampoco es imposible, ¿no crees?
¡Un beso!
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Tu atasco perfecto suena a auténtica pesadilla de película surrealista, NoSurrender. Pero en ella no aparecerían entonces grúas, ni periodistas. Toda la ciudad sería víctima de ese atasco perfecto, conductores de grúas y periodistas incluídos, y la gente permanecería quizás dentro de sus coches, atrapados en ese nudo imposible de deshacer, paralizados por el absurdo de la situación, esperando un milagro que les sacara de ellos o lamentándose del justo castigo de un dios iracundo ante la estupidez humana. Ay, lo que Buñuel hubiera hecho con una historia así.
Sí, el cuento de Cortázar es estupendo. Lo que se dibuja como una situación asfixiante acaba convirtiéndose en un escenario cálido, en un lugar de florecimiento de relaciones y sentimientos que parecerían de entrada impensables en ella y que nos lleva incluso a envidiar el no haber vivido un atasco como ése. Y luego, sin embargo, el drama, la situación de nuevo asfixiante pero ahora producto de la vuelta a la normalidad. Increíble cómo este maestro consigue que lo que debería vivir el lector como una liberación se transforme finalmente en causa de angustia, de tristeza, de desesperación que ya no podemos dejar de compartir con los personajes del cuento.
En el mundo de Cortázar todo es posible, más tratándose del azar. Pero según se desarrolla este cuento, si Peugeot 404 encontrara casualmente a Dauphine sería justo cuando ésta se está agachando para abrocharse un zapato. Y Peugeot dudaría entonces si se trata de Dauphine, recordaría como en un sueño lo sucedido en la autopista y pasaría de largo, pobre, creyendo que no puede tratarse de ella, o la reconocería pero pensaría que Dauphine y su hijo han construido ya una nueva vida que le excluye a él. Es un cuento triste, según yo lo leo, doctor Lagarto.
¡Un beso!
Yo creo, Arcángel, que siempre estamos metidos en un doble juego donde lo circular y lo que camina hacia delante se mezclan y superponen constantemente. Las cosas se repiten, sí, pero nunca exactamente de la misma manera. Tenemos la sensación de que nada nuevo puede ya suceder, de que todo es una pura reiteración de lo ya sucedido, y, sin embargo, somos también conscientes de que eso ya conocido es en el fondo nuevo y misterioso. Pero creo que en el cuento lo que se expresa es algo así como una cierta amargura ante el hecho inevitable de que la vida siempre nos empuje hacia delante a una velocidad, a un ritmo, que no siempre somos capaces de encajar. La vida no espera, sigue su curso, y aunque mil veces querríamos detenerla, no podemos luchar contra su fluir, tan imparable como el de un río.
¡Un beso!
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A lo mejor, Carrascus, sí que te has cruzado con ella al ir al kiosko a por el periódico, o en el metro de camino al trabajo. Quizás incluso sea la vecina del quinto de tu propia finca. Pero tú no has sabido reconocerla fuera de la autovía, sin el sol andaluz, sin los caramelos que compartísteis. O no ha tenido ya ningún sentido en tu vida que la reconocieras. Hay cosas que pertenecen a un lugar y a un momento determinado, y no vale que luego reaparezcan porque tampoco nosotros permanecemos ajenos al paso del tiempo, al cambio de las circunstancias.
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Tienes toda la razón, Dusch. Quizás el problema no sea tanto el estar constantemente empujados hacia delante, sino el habernos marcado un objetivo donde nosotros mismos empujamos cegándonos a lo que, mientras vamos caminando, nos va surgiendo más allá de nuestros planes, más allá del objetivo marcado. No siempre es fácil mirar a nuestro alrededor y estar atento a los márgenes del camino, a sus desvíos. Pero si lo hacemos podemos sorprendernos muy gratamente. Incluso si entonces acabamos transitando por vías desconocidas que nos alejen definitivamente de la meta fijada.
Nada nos garantiza la aparición de ese nuevo desvío. O lo que desde luego nunca volverá a aparecer es el desvío que nos saltamos. Surgirán otros, sí, pero nunca el mismo. En la vida no hay segundas oportunidades. No puede haberlas. La oportunidad pasa y no regresa. Como mucho puede darse una segunda ocasión que, por una carambola, se parezca mucho a la primera y nos conduzca al lugar al que creíamos que ésta conducía. Pero eso es sólo ya una hipótesis que nosotros inventamos.
¡Un beso enorme, niña!
Te dejo atascado un beso!
(Pienso luego me atasco Anti!!!!)
Besos, todos, para mi pensadora favorita!
AnA
Cuando alguién se quiere ir o se va, no le hacen falta ningún tipo de atasco para poner tierra por enmedio. aunque casi mejor así, si la intención del despechado es perseguirla.
Reflexionando ¿cuántas Dauphine se habrán escapado a la vuelta de un domingo o en plena hora punta? De hecho, suelo ir en moto y llevar dos cascos para que no se escape quién quiera acompañarme. Besos.
Puf! Me encanta ese cuento de Cortázar... es tan anécdotico y a la vez, posee tantas lecturas, tantas interpretaciones. Sin duda, es uno de los que más me han marcado de este autor. Lo recuerdo a menudo cuanto viajo.
Besos!
Algo similar comentaba yo con una amiga. La frase famosa era “perder el tren” (frase muy Sabinera, por cierto). Comentábamos que hay estar atentos a ese tren, no despistarse en la estación… Bueno, puede usted imaginar. De todas maneras el final de la conversación (cuando hablábamos de lo que pasa al perder el último tren) fue un giro sorprendente ya que, como le dijo su abuelo a su nieta y ella a mi “en caso de perder el tren siempre te queda la opción de intentar un transbordo”
Suyo, en el intercambiador de líneas.
Algo similar comentaba yo con una amiga. La frase famosa era “perder el tren” (frase muy Sabinera, por cierto). Comentábamos que hay estar atentos a ese tren, no despistarse en la estación… Bueno, puede usted imaginar. De todas maneras el final de la conversación (cuando hablábamos de lo que pasa al perder el último tren) fue un giro sorprendente ya que, como le dijo su abuelo a su nieta y ella a mi “en caso de perder el tren siempre te queda la opción de intentar un transbordo”
Suyo, en el intercambiador de líneas.
La Autopista del Sur es uno de mis cuentos favoritos de Cortázar, a veces pienso que el que más me gusta... Quizá porque lo leí muy joven (pero es que ley muy joven casi todo lo de Cortázar), o quizá por esa sensación de oportunidad perdida en medio del caos... ¡Vete tú a saber! Me ha encantado encontrarlo por aquí. Saludos...
hay que ser muy especial para encontrar magia en un atasco parisino (o de cualquier otra capital europea).
Compartimos devoción por Cortázar desde que una persona muy importante para mí me regaló "Rayuela" y luego me encandiló con sus historias de cronocopios y famas :)
Un beso atascado... ¿no será un beso de tornillo mal enroscado? ;)
Piensa, pero no te atasques, mujer... ¿qué diría el señor Descartes entonces?
¡Besos con desatascador!
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Ay, Juan Rafael, que me temo yo que esta Dauphine no quería escaparse de ningún modo, y menos con un hijo de Peugeot 404 en sus entrañas... ¿o será que en el fondo Peugeot lo había entendido todo mal y Dauphine estaba hasta el gorro de esos encuentros amorosos dentro del coche? Porque no puede negarse que lugares mejores que ése los hay y no pocos :P
Me parece muy buena idea la del casco, Juan Rafael, siempre que la chica en cuestión no se preocupe por su permanente ;)
¡Un beso!
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Estoy de acuerdo, pies diminutos. Por lo general, creo que todos los cuentos de Cortázar tienen la virtud de ofrecer muchas posibles lecturas, o al menos de plantear temas muy diversos al hilo de una historia al tiempo trivial y enigmática.
¡Un beso!
Estimado Sir Villet, me alegro de verle por aquí. ¿Es que ha perdido Ud. algún tren últimamente? :P
Los trenes pueden perderse por múltiples motivos y entonces, como bien dice, sólo nos queda lamentarnos por no haber estado más atentos o por no haber sido lo suficientemente valientes como para aventurarnos en el viaje que nos ofrecían. En cuanto a los transbordos... pues es posible. No necesariamente hay un único camino para llegar al lugar deseado, y a veces cabe la posibilidad del rodeo.
¡No se me pierda Ud. en la estación! ;)
A sus pies, en medio de los raíles
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Sir Villet, veo que le preocupa el tema por partida doble :P
Suya con afecto
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A mí también me gusta mucho, Cronopio44, creo que también lo leí de muy joven y recuerdo que me impresionó por el modo en que destaca la fragilidad de las relaciones humanas, el inevitable componente de azar que las hace posibles, su contigencia, que no pocas veces desemboca en esa pérdida que señalas.
Bienvenido a esta casa, que con tu presencia aún se vuelve más "cortazariana" ;) Espero verte de nuevo por aquí.
¡Un beso!
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Tamaruca, es que los cuentos de Cortázar son muy especiales, claro que sí. Cortázar es inigualable en eso de proyectar una mirada distinta sobre las situaciones más triviales y hacer que brillen de un modo hasta entonces no entrevisto.
Creo que somos muchos los que compartimos esa devoción por Cortázar. Brindo contigo por la persona que te lo dio a conocer :)
Gracias por pasarte y bienvenida también.
¡Un beso!
Sí, también yo lo leí de muy joven y era uno de mis preferidos. La extrañeza, un tema recurrente, y la provisionalidad que todo conlleva.
Pero yo nunca hubiera imaginado otro final, se ve que me gustaban las líneas discontínuas y el sentido del cuento lo encontraba justo ahí. Si el ingeniero le hubiera pedido sus señas me hubiera sentido estafada... encuentros y desencuentros sin finalidad. Por mucho que nos guste encontrarlas casi nunca la tienen salvo para uno mismo y su momento.
Y lo jodido del caso es hacerlas coincidir sin forzarlas... pero vaya, esto último es una reflexión a capón, jajaja.
Besote cuentistas a gogó!
Tienes toda la razón, Margot, ese final no hubiera tenido cabida sin pervertir todo el cuento. Es decir, el hecho de que uno pueda plantearse la pregunta del porqué de esa pérdida sólo es posible en la medida en que Cortázar nos conduce a la desazón que provoca, en la medida en que la propone, dentro de la lógica del cuento, como algo inevitable. Sólo así podía destilarse la imagen de la fugacidad, de la provisionalidad, del pender de un hilo siempre frágil de todos los encuentros y desencuentros. Sólo así esa imagen se muestra con una nitidez que, en el caso contrario, se hubiera desdibujado totalmente.
El giro que yo he querido darle depende totalmente de ese final, que considero perfecto dentro de una trama "absurda", dentro de los parámetros habituales, de principio a fin. Creo que con ese giro únicamente pretendía señalar cómo más allá de ese final angustioso necesitamos vivir con la ilusión de que algo sí queda de nuestra mano, de que algún poder de decisión tenemos. A lo mejor todo se reduce a la ilusión de un azar que nos favorezca, que se ponga, casualmente, de nuestro lado.
Siempre interesantes tus reflexiones, Margot, es un placer tenerte por aquí :)
¡Besos de cuento de hadas!
No sé si será o no uno de los mejores cuentos de Cortázar, pero cuando lo leí ´(buf! hace ya...; mejor no lo digo) me dejó una huella indeleble. Siempre te quedan imágenes de las lecturas que has disfrutado En ´ste caso, la imagen de cómo se iba formando el atasco, todas las situaciones "amorosas" que se sucedían y luego cómo se iba deshaciendo la caravana, con las dos manos unidas de los amantes que acaban desligándose y perdiéndose, para siempre más, en un nuevo tumúlto urbano. Me ha gustado recordarlo con tu post.
Ese cuento es enorme, pero me agobió en su día el leerlo, creo que si tienes poca fé en la humanidad, ese cuento acaba por destruirla... Y respecto al lamento final, aquella luz que pierde, no sabemos porqué.... supongo que la dejó escapar porque no se veía a la altura, porque tenía miedo, porque era un abismo al que lanzarse, y quizás el ya iba trasquilado y no era plan... pero siempre se mira con nostalgia y cariño aquellos hechos que no sucedieron, y la memoria los suele tachar de perfectos... por únicamente no haberse materializado, sino, serían carne de autoanálisis, y su posterior papelera de reciclaje. Punto. Me recordó a aquella peli francesa de Rhommer, Cuento de primavera, la viste??? Una en la que un hombre y una mujer se enamoran y luego se dan la dirección con muchas prisas, y muy confiados en que se verán pronto... uffffff, y pasa toda la película sin que se produzca el encuentro.... Definitivamente, cuando hay que estar, hay que estar a todo, y esto son dos días, mejor abrir bien los ojos, y saber, que lo que no se vive, quizás no pueda volverse a vivir nunca, hay ocasiones en las que todo se da para que ocurra esa magia que andamos buscando, coño, no es plan de esquivarlas por cobardía...
Un besazo, y un placer¡
Hola hola hola pequeña Colérica, El pecador regresa tras el miedo y el espanto concentrado en un paseo en barca ... cafetera, cierta sensación perdida, la luna ocupa la ventana entera, quizá sean versos, quizá maldiciones, quizá las pastillas que he vuelto a perderlas.
Saludos.
El pecador sabe que en sus oraciones te encuentras.
Y encima me habían robado la foto. ¡¡A mí!!
Saludos a bordo del trasbordo.
Reaparezco tras pasar una "divertida" semana en el hospital entre enenas, sondas nasogástricas y otras agradables torturas.
Ya tenía "mono".
Este relato, obra de un genio. me recuerda a una película, obra de otro genio: "Ocho y medio" de Fellini, que comienza también con un enorme y absurdo atasco.
enemas, no enenas, en qué estaría pensando, perdón por la torpeza
Grande cortazar y grande tu por traernos estas pequeñas dosis que enganchan como la peor de las drogas¡¡¡
que lujo de atasco
besssossssssssss
Anda, maja, que vamos a tener que estudiar para leerte!!
Me he atascado, mala alumna.
Intentaré aplicarme más en el próximo.
Un beso :P
Bueno, Veí, hay tantos cuentos memorables de Cortázar que la verdad es que es imposible quedarse con uno... ¡ni con una docena! Cortázar siempre me ha apasionado, consigue transmitir además una sensación de calidez a través de sus personajes, de cercanía, que tal vez por ello ciertas imágenes perduran tanto en el recuerdo.
¡Un beso!
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Delirium, es un cuento triste sí, de esos que cuando acabas te dejan un poso de amargura aún más amargo tal vez porque uno no lo esperaba. En este caso Peugeot 404 pierde a Dauphine únicamente por uno de esos giros desafortunados del destino en los que no hay culpables. La disolución del atasco es en el cuento imprevisible, como la vida misma, que en ocasiones nos sorprende para bien y en otras nos arrebata de cuajo lo que más queremos sin darnos apenas la posibilidad de reaccionar.
Increíble que hayas traído a colación aquella película de Rohmer, porque yo también me acordé de ella mientras estaba escribiendo el post, y eso que la vi hace mil años y la tenía totalmente difuminada en la memoria. Sólo que creo recordar que al final ambos se encuentran, también por pura casualidad. El azar se pone mágicamente de su lado, del mismo modo que aquí arremete en contra de los protagonistas del cuento. El azar es caprichoso, qué le vamos a hacer. Tengamos los ojos abiertos, sí, pero crucemos también los dedos para que el viento sople a nuestro favor. Hay cosas en las que más no podemos hacer.
¡Besos enormes!
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Me alegro de tu regreso, Pecador, se te echaba de menos. Espero que la tempestad haya dado paso a la calma. Si te sirve de algo, aquí siempre tendrás también una taza de café. En cuanto a las pastillas, te daré a probar algunas de las mías, a ver si te apañan, mientras tratas de encontrar las tuyas. Pero con moderación, eh? ;)
¡Un beso!
Sir Villet, me alegro de que haya recuperado su careto de villano simpático :P
¡Un beso trasatlántico!
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Me alegro de que el calvario haya ya pasado, Koolau, no suena precisamente "divertido" lo que cuentas.
No conozco la peli de Fellini, pero me la apunto. En la ya larguísima lista de películas pendientes. Pero seguro que vale la pena. Tomo buena nota.
¡Un beso!
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Pues sí, aparcacuentos, creo que es el único atasco que me hubiera gustado vivir, pese a lo estrambótico de la situación que Cortázar plantea.
Gracias a ti por pasarte de nuevo, ahora me paso por tu casa, que últimamente no dejo de sufrir esta maldición del hombre moderno que es la falta de tiempo.
¡Un beso!
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Un árbol, no me jodas, que a ti últimamente lo que te pasa es que estás en las nubes y todos sabemos lo que eso afecta a la capacidad de concentración :P
Claro, que es que en las nubes se está mucho mejor que leyendo mis rollos macabeos ;)
Vale, lo dejamos para el próximo. Pero entonces te haré un examen, eh? :P
¡Besos besos, niña!
Antiiiiii que te dejo un beso red-abrazo!!!!
gracias!!!!
Peazo vaga... jeje
Gracias, Anita, tus besos y tus abrazos son siempre aquí bienvenidos.
¡Más besos para ti!
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Margot, eso no me lo dices en la calle. Te advierto que soy la pistolera más rápida de este lado del Turia :P
¡¡¡Que voy a mil ultimamente, joder!!! Bueno, va, a ver si luego cuelgo algo.
Te quedas sin beso, hala :P
Cortázar es inacabable.
Me dan ganas de volver a tomar algo suyo.
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