Hay verdades sepultadas por el polvo de los siglos que deberíamos rescatar más a menudo. Verdades pronunciadas por hombres sabios frente a las que hemos alzado no sólo la barrera del tiempo, sino también la del prejuicio de lo difícilmente alcanzable, de lo sólo accesible para unos pocos. Y basta, sin embargo, con atreverse a profanar esos santuarios, celosamente custodiados por el sacerdocio de la academia, para descubrir palabras e ideas cuyo sentido nos es tan cercano como necesario de recordar.
Decía Spinoza en su Ética demostrada según el orden geométrico algo tan sencillo como que la alegría nos potencia y la tristeza nos debilita. Que el amor y el odio no son sino la alegría o la tristeza asociadas a la idea de aquello que las genera. Y que por eso quien ama se esfuerza por tener presente y conservar la cosa que ama, mientras que quien odia lo hace por apartar y destruir aquello que odia. Pues cada cosa tiende a perseverar en su ser, y no hay forma de perseverar en el ser sin aumentar la propia potencia, sin ganar en fuerza para seguir perseverando.
O sea, que o crecemos o menguamos, o nos engrandecemos o empequeñecemos, pero no hay quietud posible en este río imparable de la vida en el que nunca nos bañaremos dos veces. Y sólo la alegría y el amor que la provoca habrán de potenciar a cada paso lo que somos y seremos, mientras que, por el contrario, la tristeza y el odio acabarán por disminuirnos.
La fórmula de la vida buena se hallaría, por tanto, en el esfuerzo por rodearnos de aquellos objetos que suscitan nuestra alegría, y que por ello amamos, así como en apartar de nosotros aquellos otros que nos entristecen, y por ello odiamos. Parece simple, ¿verdad? Sin embargo, no fue Spinoza tan ingenuo como para no saber que un mismo objeto puede ser a la vez causa de alegría y de tristeza. No cabe duda de que ahí reside la complicación de todo el asunto. Nos debatimos entonces entre el deseo de poseerlo y a la vez de alejarlo, de conservarlo a nuestro lado y al mismo tiempo de destruirlo. Y en medio de ese desgarro, diría Spinoza, tal vez la única solución sea rechazar definitivamente ese objeto de afectos contradictorios y buscar otros objetos dignos de amar que nuevamente despierten nuestra alegría y sólo nuestra alegría.
Ahora bien, lo que cabría preguntarle a Spinoza es por qué si la fórmula se deja expresar de manera teórica con tal simplicidad, por lo general nos resulta tan difícil seguirla. Es obvio que nadie puede desear aquello que le entristece. No obstante, no creo que a ninguno nos resulte ajena la experiencia de haber luchado por mantener a nuestro lado eso que nos entristecía con la inevitable consecuencia de habernos con ello procurado aún más dolor y sufrimiento. Del mismo modo, todos deseamos rodearnos de aquello que nos alegra. Pero, contradictoriamente, en ocasiones somos capaces de apartarlo, de combatirlo, de dañarlo e incluso de llegar a aniquilarlo.
Pero Spinoza, que era en el fondo un gran optimista, posiblemente nos espetaría ante tal pregunta: "¿Qué quiere usted, crecer o decrecer? ¿Potenciarse o debilitarse? Entonces elija. Porque ya le he demostrado, y además según un orden geométrico irrebatible, que la alegría nos potencia y la tristeza nos debilita. Y si alguna vez se ha planteado la idea de que sólo se vive una vez, la elección estará tan clara como el agua".
Hoy tengo la sensación de que este caballero de mirada amable y cabellos alborotados tenía, por más complicados que nos empeñemos en ser, por muchas vueltas que le demos a las cosas, más razón que un santo. Aun cuando toda su demostración geométrica le sobrara para tenerla.
Decía Spinoza en su Ética demostrada según el orden geométrico algo tan sencillo como que la alegría nos potencia y la tristeza nos debilita. Que el amor y el odio no son sino la alegría o la tristeza asociadas a la idea de aquello que las genera. Y que por eso quien ama se esfuerza por tener presente y conservar la cosa que ama, mientras que quien odia lo hace por apartar y destruir aquello que odia. Pues cada cosa tiende a perseverar en su ser, y no hay forma de perseverar en el ser sin aumentar la propia potencia, sin ganar en fuerza para seguir perseverando.
O sea, que o crecemos o menguamos, o nos engrandecemos o empequeñecemos, pero no hay quietud posible en este río imparable de la vida en el que nunca nos bañaremos dos veces. Y sólo la alegría y el amor que la provoca habrán de potenciar a cada paso lo que somos y seremos, mientras que, por el contrario, la tristeza y el odio acabarán por disminuirnos.
La fórmula de la vida buena se hallaría, por tanto, en el esfuerzo por rodearnos de aquellos objetos que suscitan nuestra alegría, y que por ello amamos, así como en apartar de nosotros aquellos otros que nos entristecen, y por ello odiamos. Parece simple, ¿verdad? Sin embargo, no fue Spinoza tan ingenuo como para no saber que un mismo objeto puede ser a la vez causa de alegría y de tristeza. No cabe duda de que ahí reside la complicación de todo el asunto. Nos debatimos entonces entre el deseo de poseerlo y a la vez de alejarlo, de conservarlo a nuestro lado y al mismo tiempo de destruirlo. Y en medio de ese desgarro, diría Spinoza, tal vez la única solución sea rechazar definitivamente ese objeto de afectos contradictorios y buscar otros objetos dignos de amar que nuevamente despierten nuestra alegría y sólo nuestra alegría.
Ahora bien, lo que cabría preguntarle a Spinoza es por qué si la fórmula se deja expresar de manera teórica con tal simplicidad, por lo general nos resulta tan difícil seguirla. Es obvio que nadie puede desear aquello que le entristece. No obstante, no creo que a ninguno nos resulte ajena la experiencia de haber luchado por mantener a nuestro lado eso que nos entristecía con la inevitable consecuencia de habernos con ello procurado aún más dolor y sufrimiento. Del mismo modo, todos deseamos rodearnos de aquello que nos alegra. Pero, contradictoriamente, en ocasiones somos capaces de apartarlo, de combatirlo, de dañarlo e incluso de llegar a aniquilarlo.
Pero Spinoza, que era en el fondo un gran optimista, posiblemente nos espetaría ante tal pregunta: "¿Qué quiere usted, crecer o decrecer? ¿Potenciarse o debilitarse? Entonces elija. Porque ya le he demostrado, y además según un orden geométrico irrebatible, que la alegría nos potencia y la tristeza nos debilita. Y si alguna vez se ha planteado la idea de que sólo se vive una vez, la elección estará tan clara como el agua".
Hoy tengo la sensación de que este caballero de mirada amable y cabellos alborotados tenía, por más complicados que nos empeñemos en ser, por muchas vueltas que le demos a las cosas, más razón que un santo. Aun cuando toda su demostración geométrica le sobrara para tenerla.
29 comentarios:
No... si quitarle la razón no se la vamos a quitar.
Este sesudo razonamiento no debió tener otra motivación que el haberse librado tras ardua batalla de alguna cosita que le atormentaba.
Un amor de esos de "ni contigo ni sin tí"??
Si viviera hoy, tendría un blog doliente, fijo.
Y vale... que tiene toda la razón. Pero a ver quién es el guapo que en estas situaciones se pone racionalista, no te jode...
Un beso, hermosa. Hoy, bien provocadora la veo, a ver qué tal le sale :)
En mí, como en cualquier otro ser humano, se dan actitudes contradictorias. Podría ocurrírseme pensar que eso se debe a que cada cosa puede ser en sí misma buena y mala, según su orientación, o tal vez que es puede ser buena o mala según la perciba yo, en un momento determinado. En cualquier caso, hace mucho que renuncié a otorgarle a la razón las llaves de la alegría o de la tristeza.
Me ha encantado venir.
Un saludo :)
Está claro que, tanto en la era de los ordenadores como en la de la pluma de ganso, los sentimientos y la vivencia de ellos son universales, por más que nos creamos únicos.
Sin quitarle un ápice de razón a Spinoza, la dificultad estriba en que todo produce dolor: hay dolor en el recuerdo, hay dolor en seguir hacia adelante, hay dolor por lo frustrado.
Y aunque sea la mejor solución posible, supone negar y olvidar una parte de tu vida, y lo que forma parte de uno duele.
Bueno, el reir, si lo haces mucho y con entusiasmo, también puede debilitar.
Igual este hombre, con su pensamiento, fue la antesala del consumismo, fijate tú "¡Uy! este verde hoy me pone triste, voy a comprar un vestido más alegre!" ¿qué no?
Parece simple, verdad? pero no...
Claro que se me ocurre que no sólo nuestros afectos hacia los "objetos" son contradictorios, es que los objetos también lo son e interrelacionar tanta contradicción se nos hace cuesta arriba... Es un sin dios y bastaría que los objetos se quedaran quietitos. Lo que me lleva a pensar que yo misma soy a mi vez objeto de otros y de quedarme quieta nanay...
Entre el ser inmutable de Parménides y el devenir de Heráclito aquí me hallo.. nos hallamos y a ver quien es el guapo que lo concreta. Ni Spinoza por mucha razón que tuviera, que la tenía.
Pero a mí me gusta potenciarme de ahí que la geometría me tranquilice pero luego llega el resto con su principio de incertidumbre y se me acaba el invento. Ays.
Besos en tangente, siempre la hay, pena de círculo!!
Queridos y queridas, me tengo que ir pitando y no creo que pueda responder a vuestros comentarios hasta el lunes. ¡Y menos con el nivelazo que tienen! Ya me veo desmadrándome otra vez el lunes con las respuestas, si es que sois vosotros, que me provocáis y claro, una luego no se resiste :P
Si puedo me paso antes, si no, lo dicho, nos vemos en un par de días.
¡Buen finde a todos/as y un montón de besos!
Esa es la cuestión. Y así nos vemos rechazando lo que amamos y buscando lo imposible. Spinoza vivió como todos estos dicotomía (sí, tenía que poner la palabra)… o no. De todas maneras, de todo lo que has escrito me quedo con la mejor manera de tomarse las cosas es con un poco de azúcar (aunque yo prefiera el café solo) y ver esta vida con un optimismo-realista.
Besos y muy buen finde :-)
Joder, ¿por qué nunca me habrán gustado las matemáticas? Desde luego que tenía razón. Lo malo es cuando empiezas a aplicar la teoría de la relatividad, del movimiento constante de las cosas y de que toda moneda tiene dos caras. Supongo que el truco no sólo radica en rodearte de lo que te potencia, sino de saber encontrar la fuente de potencia en las cosas. La teoría és matemáticamente irrefutable. Pero los procesos cerebrales parecen a menudo de lo más irracional.
En fin, tú disfruta del fin de semana y rodéate de cosas positivas hasta la saciedad :)
¡Un besazo!
Al fin y al cabo, con o sin demostraciones, la ventaja que tenemos los humanos es que el dolor no es eterno, ni la tristeza tampoco... y siempre volvemos a la alegría.
Antígona: perdón por mi ausencia por tu casa...
Bueno, siempre que vengo, sé que debo disponer de mi tiempo para comentarte.
La ética de Spinoza así planteada, no deja dudas: yo elijo la alegría, que iría enlazada al amor...
Pero la vida de los seres humanos es un tanto más complicadita, al menos según mi óptica.
¿Cuántas veces, aquello que amamos, nos trae dolor? Sin ir más lejos, por una pena del otro....
(Y estoy en lo playo, que si me meto en lo profundo...ains!)
Por otra parte, no me parece que sean pares contradictorios amor-odio. Uno desde lo cotidiano...¿cuántas veces quiere aniquilar a quien ama?
¡Y a nosotros mismos!!!! ¿nos amamos U nos odiamos? ¿o todojunto, cuando podemos, y separamos las cosas de vez en cuando?????
Bueno, el comentario se está volviendo no sólo largo sino complicadísimo!!!!!
Igual, por Spinoza, elijo la alegría y el amor, of course! (que lo otro viene solo)
Besos
Pues potenciémonos, alegrándonos. Y de paso, enciendes el "Apagón" que he dejado en mi blog (que es en parte tuyo, por cierto).
Señora de Aquiles, espero que no le importe que le haya enlazado en mi blog. Besos!
qué puedo decir frente a algo tan evidente? prefiero hablar de su narración de un cuento de cortázar. difícil tarea, resultado excelente. la auto-moraleja final, ese espejarse en lo ajeno hasta hacerlo propio...
Me gustò este post,interesante Spinoza.AHora, creo que las situaciones son màs complicadas, psicologicamente màs complejas. De todos modos hace un razonamiento bàsico real y preciso.UN beso y siempre interesante lo tuyo,eh?.
Supongo que las personas somos demasiado complejas como para aislar claramente las causas que nos crean alegría o tristeza. No podremos nunca dejar de sentir tristeza, aunque sólo sea porque las causas de nuestras alegrías también nos traen la sensación del miedo a perderlas. Alguien me dijo una vez que todo lo que motiva cada paso que da el ser humano en la vida está movido a la vez por el amor y el miedo, y que sólo se trata de inclinar un poco la balanza hacia el primero, pero que nunca creamos que vamos a dejar atrás el segundo. Tomo a Spinoza, por tanto, como una cuestión ética, más que “geométrica”. ¡Qué pelos, por cierto, lo de este señor!
Espero que haya disfrutado de un buen fin de semana, doctora Antígona. Un beso.
Delos mejores posts qye te he leído... Vivir es vivir con alegría, desde luego, y ser capaz de dar razón a los demás de la propia esperanza... Y, claro, quien vive sin esperanza...sobrevive...
Se que me tiene que venir la regla, y que mis hormonas están dando por culo... pero me has dejado llorando. Sí, porque eso de conservar aquello que nos daña, y vivir en la piel sentimientos contradictorios, pero no poder abandonarse a la nada y elegir de nuevo una persona u objeto que nos procure una felicidad nueva, me ha dado en el pecho, en el corazón, ya sabes, tocada, hundida.
Dijiste una palabra: DESGARRO. Sí, es mi biblia, lo de desgarrarme en pos de la ansiada felicida. Lo de procurarme un habitat calentito, a prueba de bombas, y seguro. Lo del rol de la reina del hielo... Pero croe que Spinoza fué demasiado cerca con las palabras, no profundizó de la manera correcta, porque veo muchos fallos. Amar y odia... uno en cada polo... cuando para mi sólo es digno de odiarse aquel al que se ama o se amó. Otra cosa: procurarse felicidad, que resulta que lo pinta divinodelamuerte lo fácil que puede resultar conseguirlo.... y es una cruzada eterna el lograrlo. Y.. que quizás debiera haber vivido mas este señor, y no quiero dármelas de lista, pero es que veo unas lagunas enormes en su legado que hoy nos traes... da para cuestionarse muchas cosas, pero una de ellas, es el significado vació que no pretende y tiene, y otra, la lección que se esconde detrás y añades de tu cosecha propia. Me quedo con esta, es la que me gusta. Parta de dónde parta. Porque tu me gustas, tu sentido común me gusta, tu manera tan cabal de hablar, me gusta. Y porque a las buenas personas se las reconoce, y yo ayer, ... ví un ángel, un ángel que encima escribe bien y lucha por ser mas grande cada día que pasa... la evolución... la llevas sobrada de arte¡¡¡
UN BESAZO, DE TU AMIGA, la que tienes para todo lo que quieras y necesites. No, si cualquier día me cojo el trén.... y tenemos una charla mujer-mujer de esas de quedarnos calvas...
Arbolito, conozco poco de la vida de este señor, así que no sé si estas reflexiones se debieron, como sugieres, a alguna historia atormentada. Sí es cierto que el racionalismo fue una época de bastante optimismo y confianza en el ser humana. Pero Spinoza no está hablando aquí que yo sepa, de la razón, sino de la parte irracional del ser humano, que es el cuerpo, y que es la sede de los afectos que son tanto la alegría como la tristeza y, además de ellos, del deseo. Deduzco entonces que Spinoza debía de ser bastante consciente de las dificultades de reconducir o modificar aquello que irracionalmente, es decir, afectivamente en su caso, nos atrae o nos repele. Pero ¿no es verdad que muchas veces, sin tan siquiera pensarlo, seguimos estas indicaciones que ya Spinoza diera en su momento en nuestra vida cotidiana? Nos ponemos música que nos alegre si estamos disgustados o nos preparamos una buena cena después de un día agotador, rehuimos en el pasillo al compañero de trabajo que nos cae mal o evitamos fomentar relaciones con personas que no nos transmiten buen rollo. A lo mejor, en esas situaciones complicadas a las que aludes y que siempre nos sumen esta confusión nos vendría bien recordar esta máxima porque en el fondo no está tan alejada de nuestra forma de comportarnos día a día.
¡Un beso, niña!
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La realidad es contradictoria, Mityu, claro que sí, y nosotros frente a ella mucho más. Ya Spinoza reconocía eso que dices, es decir, que un mismo objeto, considerado desde diferentes perspectivas, puede ser fuente de amor o de odio, o que incluso desde esa misma perspectiva puede ser ambivalente en momentos diferentes. Habría que adentrarse con más profundidad en la obra de este señor para ver cómo su fórmula también presenta matices y da cuenta de las dificultades que tenemos para gestionar nuestras alegrías y nuestras tristezas. Y por otra parte, aunque está claro que la razón, como dices, no tiene la fórmula de esa administración, en algo sí pienso nos ayuda, ¿no? Buscar las cosas que nos hacen bien y rehuir las que nos hacen daño no deja de ser una actitud racional si pensamos que la decisión de tratar de construirnos la mejor vida que podamos tener también lo es.
Encantada yo de tenerte por aquí, Mityu. Bienvenida a esta casa y vuelve siempre que quieras.
¡Un beso!
Estoy totalmente de acuerdo contigo, Anna, que la alegría y la tristeza, o como dices, la alegría y el dolor, siempre van de la mano. No creo que Spinoza fuera tan ingenuo como para pensar que el dolor o la tristeza pudieran eliminarse de un plumazo. Pero teniendo en cuenta que el dolor siempre nos acompañará en cada una de nuestras alegrías, ¿no deberíamos tratar de evitarnos dolores innecesarios, experiencias donde el dolor acaba superando con creces las satisfacciones que nos proporcionan? El dolor no debe olvidarse, no. Pero una cosa es tenerlo presente para intentar evitarlo en el futuro y otra recrearse en él y acabar amargándose la vida por lo sucedido. Tiramos hacia delante también gracias a los dolores sufridos. Pero por lo general tratando de no repetir nuestros errores y buscando las alegrías que aún no hemos gozado.
¡Un beso!
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Tienes toda la razón, Juan Rafael, imagino que para lo que dices habría que recurrir más bien a aquél que habló de la justa medida y el término medio, porque en esta vida todo es cuestión de equilibrios y proporciones y tampoco un exceso de risa tonta puede ser lo que se dice muy saludable. En cuanto a lo del consumismo... hombre, yo creo que Spinoza sabría perfectamente que también hay alegrías efímeras y en el fondo vacías que a la larga sólo acaban generando más vacío y más tristeza. Vamos, que comprarse un vestidito para alegrarse el día puede estar muy bien, pero necesitamos, para potenciarnos en la alegría, objetos a los que amar o desear un pelín más consistentes, ¿no crees? La alegría de los objetos de consumo dura demasiado poco y se vuelve a la postre en contra nuestra, porque inmediatamente necesitamos otro objeto que consumir.
¡Un beso!
Pues sí, Margot, como le decía Mityu más arriba, creo que Spinoza, como hombre cabal, tenía todo eso en cuenta y sabía bastante de la complicación del ser humano. Los objetos presentan siempre múltiples facetas a valorar, nosotros cambiamos igualmente con el tiempo y lo que antes nos alegraba puede dejar de hacerlo... La cuestión es jodida, vaya que sí. Pero creo que fórmulas tan simples como la que he planteado de este hombre -y que obviamente, en su teoría, no es tan simple- esconden en el fondo grandes verdades que vale la pena tener presentes.
Me gusta la idea de que lo que nos alegra nos potencia, no hace sentirnos más fuertes, nos engrande, así como la asociación que hace Spinoza de la alegría con el amor, sea el amor hacia algo o hacia alguien. A nadie se le escapa que el enamorado correspondido -en el caso del doliente ya es otro tema- se siente capaz de comerse el mundo, saca fuerzas de donde no las tiene para dedicarse a su amado y se crece ante las dificultades. Me parece igual de cierto que la tristeza nos empequeñece, nos hace encogernos y acaba por debilitar hasta la percepción que tenemos de nosotros mismos. No digo que siempre podamos escoger, en esta vida nos pasan demasiadas cosas que no decidimos. Pero, ¿por qué no tratar de mantener la máxima de apostar por aquello que nos potencia en lugar de por aquello que nos debilita? Nadie dice que sea fácil pero como actitud vital me parece más enriquecedora que la de aquel que sólo sabe lamentarse y no persigue aquello que, dentro de sus circunstancias, mejor puede hacerle sentir.
¡Besos en círculos concéntricos!
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Ay, Tako, todos nos enfrentamos a cada paso con ese peligro, el de la autodestrucción, que también es inherente al ser humano, y no creo que haya nadie que pase por la vida sin enfangarse en algún momento en relaciones, búsquedas o asuntos que sólo acaben reportándole malestar y tristeza. La cuestión es que cuando miramos atrás y nos recordamos en esas situaciones, solemos decir: ¡Pero mira que fui imbécil! O sea que sí nos reconocemos en esa voluntad de evitar la desgracia, al menos la que cae dentro de nuestro poder de decisión, y tratamos de sacar consecuencias para el futuro. Tratemos de ser optimistas, sí. El pesimismo sólo nos hace innecesariamente desgraciados.
¡Un beso enorme!
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Ay, Dusch, el rollo este matemático o geométrico de Spinoza no termino yo de entenderlo, la verdad. ¡Me parece en el fondo tan alejado de toda formulación de una doctrina vital! Pero como las matemáticas gozan de tanto prestigio pues no era mala estrategia para tratar de convencer a alguien de que lo dicho, si gozaba además de una formulación matemática, no podía dejar de ser cierto. Dejémosle nosotros las fórmulas matemáticas a Spinoza y quedémonos con aquello que de él nos sirva. También hay que hacer un uso interesado de la tradición. Todo lo demás es cuestión de erudición que poco puede reportarnos.
¡Un gran beso, guapa!
Pues sí, Carrascus, gracias a dios o al diablo nada es eterno. No sé si la alegría vuelve por sí sola, pero si podemos hacer algo por acelerar su llegada, ¿a qué estamos esperando? Me voy a poner un buen disco que me alegre la tarde, que hoy he tenido un día agotador ;)
¡Un beso!
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El nombre, tranquila, que aquí la primera que debe disculparse soy yo, que ando últimamente tan ajetreada que no tengo tiempo para visitar todas las casas que querría.
Todas las complicaciones que planteas son absolutamente ciertas, y aún podríamos plantear muchas más, claro que sí. Los seres humanos, si de algo no disponemos, es de certezas, por más que nos en algunos momentos daríamos una mano por tener tan sólo una de ellas, más allá del hecho de que un día moriremos. Pero, como dices, se trata de apostar, dentro de nuestras posibilidades. Y el que apuesta a perder, y no a ganar, o ha entendido mal las reglas del juego, o es que tiene vocación de suicida... muy respetable, no digo yo que no, pero no precisamente la mía, o al menos no todavía.
Elijamos entonces rodearnos de objetos amables, por supuesto. Como dices, los odiables ya nos llegan solos, y en cantidades a veces abusivas.
¡Un beso!
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Veí, ahora mismo me paso, que tengo ganas de ver cómo ha quedado ese relato conjunto :)
¡Besos con alegría!
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Por supuesto que no me importa, pies diminutos, faltaría más. Gracias por enlazarme. ¡Todo un honor para mí! :)
¡Un beso!
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Me alegro, cacho de pan, que te haya gustado la narración del cuento de Cortázar. Supongo que cuando algo nos gusta mucho, como en mi caso es Cortázar, no es difícil que nos inspire para bien. ¡El entusiasmo también nos potencia! Los cuentos de Cortázar son, para mí, de esos objetos amables que constituyen fuentes inagotables de alegría y satisfacción. ¡Uno se lo pasa tan bien leyéndolos!
¡Un beso!
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Spinoza es muy interesante, Fiorella. Mucho más interesante de lo que el post deja entrever, pues yo apenas conozco nada de él. Sólo que incluso quedándonos en la superficie de sus teorías creo que podemos sacar cosas positivas de él. Y si algún mérito tiene el post, ¡es todo suyo! :)
¡Un beso!
Es cierto, NoSurrender, nuestra complejidad es tal como para llegar a abrumarnos y siempre nos sentiremos un poco perdidos dentro de ella. Pero si algo nos da la experiencia vital, el ir cumpliendo años, es también el saber determinar, con un poquito más de claridad, aunque sólo sea un poquito, qué nos alegra y qué nos entristece. Y ello teniendo en cuenta, como ya ha salido antes y muy bien apuntas, que la tristeza y la alegría siempre irán de la mano y que no podríamos tener conciencia de la una sin la otra.
Me parece muy sabio eso que te dijeron acerca del amor y el miedo. El miedo es otro de esos sentimientos que nos debilita hasta el punto de llegar a paralizarnos o a hacernos renunciar a cosas que intuimos podrían potenciarnos. Pero todos sabemos que esos miedos son nefastos y tratamos, si no de neutralizarlos totalmente, cosa imposible, sí de evitar que nos priven de aquellos objetos que pueden hacernos disfrutar más de esta vida y sacarle todo su partido. Sigamos inclinando la balanza hacia el amor. Quien se deja ganar por el miedo puede sufrir menos a corto plazo, pero creo que siempre lamentará las oportunidades perdidas por su causa, las alegrías que no vivió temiendo salir mal parado. Y cuando haga balance al final de su vida, pensará que en algo se estafó a sí mismo.
Mi fin de semana ha sido estupendo, doctor Lagarto, precisamente porque he tenido la suerte de poder rodearme de objetos de esos amables que son fuente de alegría. ¡Lástima que se haya pasado tan pronto! Espero que también usted haya disfrutado del suyo.
¡Un beso!
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JJ, me alegro de verte por aquí y de que te haya gustado el post. No puedo estar más de acuerdo con lo que dices. Vivamos, no sobrevivamos, al menos dentro del alcance que nos sea posible. Y me parece muy interesante el aspecto que introduces y que todavía no había salido: la alegría se transmite, se contagia, igual que el mal rollo. Llenemos con un poco de nuestra alegría este mundo que por desgracia nos brinda tantos motivos de tristeza.
¡Un beso!
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Querida Delirium, lamento tus lágrimas, ¡ay, que yo no pretendía entristecer a nadie!, aunque también pienso que las lágrimas nos alivian y nos ayudan a soltar dolores y tristezas que es mejor no guardar dentro mucho tiempo.
Me llama la atención lo que dices acerca del amor y el odio porque coincide exactamente con lo que ya decía Spinoza al respecto. Mira, te lo transcribo literalmente: "Si alguien comenzara a odiar una cosa amada, de tal modo que su amor quede enteramente suprimido, por esa causa la odiará más que si nunca la hubiera amado, y con odio tanto mayor cuanto mayor haya sido ante su amor". O sea, que sí, que aquello que más llegamos odiar sólo puede ser algo que hayamos amado profundamente porque, añado yo, el odio no sería tal vez más que la consecuencia de un amor traicionado o frustrado. Pa que veas, que te has puesto, sin quererlo, a la altura de uno de los filósofos más reconocidos de los últimos siglos, ¡señora filósofa! :) Si ha podido quedar en mi post una visión de este hombre un tanto simplona es culpa mía, en parte por desconocimiento, en parte porque sólo quería resaltar una idea que en su simplicidad me parecía interesante como proclama a favor de la alegría y en contra de la tristeza.
Gracias por tus palabras, Delirium, de corazón. Me alegran y me potencian :) Y me alegro de que te gustara la persona que viste el otro día. Lo de que sea un ángel, no sé, creo que todos llevamos dentro tanto ángeles como demonios, y tratamos de sacar a los primeros cuando la situación lo requiere o cuando lo creemos de justicia y de domesticar o mantener a raya a los segundos para provocar el menor daño posible. El tiempo nos enseña además a vérnoslas con estos personajillos que pululan en nosotros, y las cosas vividas. Ya que estamos aquí, algo habrá que aprender, ¿no?
Otro besazo enorme de esta amiga que tienes aquí. La charla de mujer a mujer la tenemos cuando quieras, claro que sí, pero, por favor, ¡no nos quedemos calvas! Que si no luego no hay manera de ligar ;)
A todos, ay, perdonad los rollos, ya sabía yo que me iba a desmadrar después de estos días de ausencia. ¡No tengo arreglo! Esto del comedimiento lo tengo que apuntar en mi lista de cosas pendientes por aprender :)
¡Más besos!
Yo siempre sostengo: hay que cuestionar todo. Incluso eso que nos vendieron como incuestionable, éso es lo que más debemos desmenuzar. Saber de qué están hechas las cosas.
Hágame el favor, no se "comeda" :-D
Así que al final no parezco tan burra... claro, suplo la falta de conocimientos con el corazón que tengo...jejeje, y tu de visión simplista nada de nada, mas quisiera yo meterme en estas historias con tu arte, y tu sabiduría...nena, no te eches tierra, que tu vales muchooooo¡¡¡ La culpa de todo la tiene Spinoza, por no estar aquí para aclararnos las cosas...
UNBESAZONENAAA¡¡¡
Y Spinoza... predicó con el ejemplo? fué feliz?
Comparto tu actitud, Arcángel, claro que sí. Pero creo que difícilmente se puede cuestionar lo que lleva siglos olvidado. Sólo por eso pensé que merecía la pena sacarlo a la luz. Ahora ya podemos cuestionarlo :)
¡Un beso!
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Anna, ay, es que una tiende al exceso incluso cuando no puede permitírselo por falta de tiempo. Y si encima me animáis a ello, apaga y vámonos :)
¡Otro beso!
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Delirium, por dios, que de burra tú no tienes ni un pelo. ¡Pero ni uno solo! Y digo yo que hay algunas verdades a las que se puede llegar antes con el corazón que con la cabeza. Y a lo mejor de una manera mucho más clara y contundente. Que nuestras neuronas tienden a veces a montarse unos líos...
Spinoza, ¡revive!, que dice Delirium que tú tienes la culpa de todo ;)
¡Besos grandes, guapetona!
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Dersu, si quieres que te diga la verdad, no tengo ni idea. ¿Pero quién puede saberlo? E incluso si Spinoza fue un pobre desgraciado, pienso que poco nos tiene que importar. Lo relevante es si algo de lo que nos legó, que son sólo sus textos, aún tienen algo que decirnos. Lo demás me parece secundario.
Bienvenido a esta casa y vuelve siempre que quieras.
¡Un beso!
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