miércoles, 1 de septiembre de 2010

Anticipar


Cárcel tengo por fuera,
cárcel por dentro.

Voy vagando y vagando,
puerta no encuentro.

Tener no me importara
cárcel por fuera,
si de la de aquí adentro
salir pudiera.

Romance del prisionero, Chicho Sánchez Ferlosio


Como el reo que abandona el cuerpo inmóvil al lóbrego escenario de la celda, mientras recorre y explora una y otra vez el más siniestro en su mente agitada del patio de ejecución, la tarima de madera recién ensamblada, la pecera aséptica donde olerá a fármaco y desinfectante. Y durante largas, amargas horas cada día, allí se instala y vive, y entrecorta la angustia su respiración cuando camina con paso endeble por las baldosas de piedra para situarse frente al pelotón y dejarse vendar los ojos. Al aferrarse sus oídos al silencio benévolo, ya el líquido vergonzante deslizándose por su entrepierna, pronto desgarrado por las voces de mando. Al estallido de cada impacto sobre la carne siempre tierna para el metal. Mientras aguarda el definitivo fundido en negro que lo libere del dolor inimaginable. El silbido de la hoja rasgando el aire antes de cercenar la cabeza ya casi rodante. El colapso del corazón alcanzado por las sustancias letales trepando por sus arterias. Extraño debe ser sentir un corazón detenido en el pecho, y palpa su mano el corazón aún palpitante, tembloroso en su congoja, olvidado en esas horas junto a su cuerpo entre las paredes grises de la celda. Las que cada amanecer baña un rayo cálido de luz, invisible para el espíritu ausente y los ojos enredados en tinieblas.

Así, idénticos a ese reo que sufre una y otra vez el sufrimiento próximo de una única agonía, así somos nosotros avanzando sobre el penoso puente que acerca al porvenir no querido, al mañana que repele, al presente por llegar que con indescriptible alivio, de sernos concedida tal gracia, borraríamos sin vacilación de nuestra ruta. Prendidos en la anticipación de las fotografías inexistentes que lo retratan. De antemano sumergidos en una realidad aún no real según las leyes de Cronos, más que efectiva para el sentir capaz de anular toda perspectiva y lejanía. Multiplicando por cada pensamiento adherido a ese mañana, a ese después, las horas de desazón para él pronosticada. Doliéndonos por adelantado, en quejosa letanía interior, por el tiempo de miseria, de aburrimiento, de vacío, alzado frente a nosotros en la imagen íntima como un singular espectro en su inmaterialidad dotado de la solidez pétrea, ruda, tangible de las estatuas. Inclinados como nos hallamos, ya desde los primeros años escolares, a la mustia dilapidación de cada tarde de domingo ante el lunes inminente, en la maduración al abatimiento por el fin de la fiesta cuando todavía danzan nuestros pies al son de la música. Sabedores, además, de que el imparable caer sin otoño ni estaciones de las hojas del calendario, el giro en apareciencia enfebrecido de las agujas del reloj acortando la distancia que nos resguarda del ahora temido, no cesarán de acrecentar el temor, la tristeza, la ansiedad que induce a rabiar por el pinchazo antes de que la aguja penetre la encía, a la arcada en el estómago cuando el purgante todavía no ha inundado la lengua.

No deja de ocultarse aquí una verdad: difícilmente sobreviviríamos sin el anticipar, sin el movimiento de avanzadilla que, junto a la memoria en leve retroceso, ensancha de continuo e inventa los límites de cada ahora fugaz e inaprehensible. En su carencia, el accidente habitaría probable en cada curva tomada al volante, en cada esquina la ocasión para el tropiezo, el fracaso y el hambre en cada flecha lanzada contra el vuelo de las aves del cielo. Quizá en deriva ulterior del mecanismo que protege ahuecando el presente inmediato, sobre ese adelantarse tiende su estera el guerrero la noche previa a la batalla, en concentrada invocación del valor preciso para abrazar la idea de la muerte posible, en tenaz afán por dominar el terror de su negrura. Y, semejantes a ese guerrero, a menudo nos entregamos también nosotros a la fantasía minuciosa, truculenta, del mal trago futuro, en la creencia de que, llegado el momento de su cumplimiento, el ejercicio de la imaginación habrá agotado y por fin exorcizado los temores ya sufridos en la antelación, permitiéndonos afrontarlo con la requerida fortaleza. Como si la preparación del ánimo y el cuerpo pasara por la vivencia previa de la cabeza replegada sobre sí. Como si del torturante juego de inmersión en el dolor anticipado fuera a emerger la justa tensión de los músculos, la tranquilizadora sensación de un porvenir domesticado, amansado en su naturaleza ingrata.

Olvidamos entonces que la imaginación se desborda delirante en la anticipación del suelo aún virgen de experiencia, por apoyarse precaria sobre la dudosa muleta del relato de otros, de la palabra ajena, tal vez inútil por en exceso extraña a la sensibilidad de nuestro espíritu y nuestra carne. Y que el error anida análogo en la recreación proyectante del terreno vital conocido, del pasado que cíclico retorna, si nada hay en el multiforme fluir de los acontecimientos del mundo, en el propio mundo, que se repita idéntico a sí mismo, que regrese con rostro imperturbable. Si la constante metamorfosis impuesta por ese imparable fluir en nuestras pieles nos convierte cada día en neonatos e inexpertos aprendices. Si, en alianza con ello, la mirada en perspectiva contaminada por el temor, el rechazo o la desgana, falsea magnificando el recuerdo de lo terrible para determinar su aparición ante nuestros ojos como doble, triplemente terrible. No es raro que más tétrica y repelente se moldee la figura del fantasma del futuro que florezca más tarde su realidad constatable.


Pero ante todo olvidamos, perdidos en ese mar de espectros anunciados, buceando con la respiración entrecortada por la angustia por sus aguas solitarias, que la vida se despliega aquí y ahora, en este mismo instante, en este mismo lugar, donde nuestros dedos inconscientes no rozan fanstasmas, sino tan sólo estos otros dedos amables, esta superficie mullida, este viento suave y fresco soplando sobre ellos, este tierno brote de hierba. Y en flagrante desperdicio del presente precioso, único espacio para el reposar sentido, vibrante de nuestras plantas y manos, único pentagrama para la inscripción de la melodía que nos canta, permanecemos ciegos al rayo cálido de luz que cada amanecer baña las paredes a ratos grises de nuestras celdas.

23 comentarios:

Marga dijo...

Siempre lo he pensado, qué feliz sería yo sin esa puñetera, y dañina, costumbre de anticipar!

Aunque he de reconocer que con el tiempo he aprendido a controlarla un poco, lo justo para que no me jorobe los buenos momentos, o al menos darme cuenta de su aparición y pararla antes de que me desborde... o saber contemplar la experiencia de que nada nunca fue peor a lo que imaginamos.

Pero sí, es un arma que tenemos a nuestro favor, como bien dices, y como todas las armas pues... es de doble filo, cagüenlá!

Besos desde la empuñadura!

TRoyaNa dijo...

Antígona,
siempre me han admirado esas personas que toman las cosas tal cual van viniendo,sin permitirse anticiparse y menos cuando esa anticipación viene en forma de augurio angustiante.Sin embargo,la anticipación es un mal común que tal vez tenga su parte beneficiosa,sobre todo si se anticipa en positivo,pero lo común es anticipar tremendos o pequeños desastres que además después nunca suceden,no al menos en la medida que imaginamos.La mente es una lente que agranda,deforma y distorsiona,y además por anticipado.Lo único que cuenta además es el momento presente,lo demás,es pura conjetura.
Besos de regreso vacacional!

huelladeperro dijo...

¡Ah! ¡las dos! ¡¡yo quiero las dos!!

No quiero perderme la experiencia de tantas muertes, y sólo me está permitido vivir una sola.
Y tampoco quiero perderme el goce de cada aroma, de cada roce, de cada hoja de hierba.

¡todo! ¡¡lo quiero todo!!

Lúzbel Guerrero dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Lúzbel Guerrero dijo...

Así como una gran parte del placer de las vacaciones consiste en planearlas, avanzar las asechanzas que nos angustian forma parte del "marrón" que calculamos como escenario futuro

En muchas ocasiones, el agotar a la mente con la previsión de un daño, hace que esta se rinda a un reparador sueño
Al día siguiente, bien descansados, los lobos están desdentados y los monstruos ,descafeinados, firman y se van sin hacer mucha pupa

No sé si se trata de una estrategia de las bambalinas del puente de mando o la indudable atracción que tiene el miedo para quien está seguro en su sofá, la cuestión es que no podemos sustraernos a las infinitas posibilidades que ofrece la desventura cuando aún no se han desatado las hostilidades y no estamos muy seguros de nuestras fuerzas

Es un buen consejo por supuesto desentenderse de un oscuro porvenir, asoleándose en un presente sosegado y acogedor; pero dudo de que alguien tenga los bemoles de seguirlo
Es una especie de versión íntima y vital de la tele basura; estás en paz en tu casita y enciendes la tele para que unos cuantos garrulos se insulten en tu salón
¿Qué adoslescente no ha elaborado el trágico episodio de su muerte y visto desfilar penitentes a todos los que nunca le comprendieron?
Somos morbosos, y nos place ponernos en lo peor o agigantar el poder de lo que se nos opone, para que nuestra hipotética victorias sea una gesta o nuestra derrota un: "se veía venir", y por lo tanto, comprensible

No sé si yo estoy hoy particularmente espeso o Ud. demasiado densa, la cuestión es que he tenido que dejar de masticar mi chicle para seguir el curso del texto y estar seguro de haber comprendido. No nos haga esto, que venimos canturreando aún la canción del verano

Miss.Burton dijo...

Había escrito un mensaje bien largo.. coño, y ha salido una cosa de error server, o no se qué, y ale, pa la basura.
Lo que decía, es que el presente es el único tiempo que nos pertenece, y que lo de jugar al futuro, es sólo ese pulso imaginario que le echamos a la vida, creyéndonos mas listos que nadie, para prepararnos para lo que venga, que nunca está uno preparado, y menos cuando lo que acecha es imposible de olerse.
Me gustan el pasado, y el presente. El pasado porque somos eso, en cierta medida, y el presente porque es lo que hay y punto. Odio el futuro, me da miedo, me paraliza muchas veces su oscuridad, y me desconcierta lo desconocido, así que intento burlarlo con otras cosas, pero finalmente, es un autoengaño, queremos ganarle la batalla a la vida, y nos ofuscamos en anticiparnos a todo, sin tomar conciencia de que en el presente los colores son nítidos, pero que te voy a decir que tú no sepas...
Recuerdo un dicho, algo así como que en el camino hacia la felicidad, es donde encontramos esa misma felicidad, y que al llegar a la meta, ó metas, uno se siente desilusionado, porque por el camino ha ido guiado por una luz que le decía que llegaría a un final cojonudo, y eso, le alentaba.
Sinceramente, conozco de cerca una persona que no se rompe la cabeza con prácticamente casi nada, y le va de puta madre. A veces me da una envidia del carajo, tan feliz, a su bola y pasando del mundo. Otras, siento que se pierde tantas cosas que me dan ganas de meterle un tortazo para ver si reacciona. Creo que ni tanto, ni tan poco. El punto medio, ese que es tan dificil de conseguir.
Me gustaría mucho comerme el presente, devorarlo... pero el ogro del futuro es el coco, y la verdad, hay que estar preparado para todo, así qeu seguiré así, al acecho, y mientras burlando el presente que es el tiempo que deberíamos vivir, siempre. Muy jodido, la verdad, saberlo hacer, saberlo disfrutar.
Un besazo, sí, nos vemos pronto con una buena cena, y mejor conversación¡

Jota dijo...

Bueno, bueno y bueno... a eso lo llamo yo regresar triunfal de las vacaciones. Poderosas imágenes para retratar la tragedia de lo inaprensible, ese presente que es una entelequia, pues deja de ser pasado en un instante para convertirse en futuro un instante después. El presente es como esos talgos que pasan veloces sin detenerse en los apeaderos de las aldeas y desplazan el aire con una violencia tal que los que están en el andén esperando su humilde cercanías no pueden evitar que el corazón se les encoja de puro sobresalto, aunque el pito de la máquina y la vibración metálica de las vías haya anticipado su llegada. Domar ese presente, hacerlo nuestro, es una técnica tan difícil y tan superior al ser humano, que quien decide intentarlo a menudo pasa toda una vida aprendiendo a hacerlo. Es el objetivo del yoga, la meditación y el ascetismo oriental: concentrarse de tal modo en el presente que el tiempo, casi, casi, se detenga.
Tarea de titanes, afirmo.
Un beso.

El peletero dijo...

Yo siempre anticipo, apreciada Antígona, pero al igual que los astrónomos, mirar lejos es mirar, en realidad, hacia el pasado.

Todo son juegos de la memoria, es como jugar a cartas, para prever la próxima jugada hay que recordar todas las que han ido saliendo. Podemos jugar al ajedrez porque partimos de un origen pactado, la vida no es así, cada mirada a lo lejos es una búsqueda de ese principio.

Besos.

NoSurrender dijo...

Supongo que es inevitable anticipar el futuro, doctora Antígona. De hecho, dicen, es una de las escasas cosas que nos diferencia a los humanos de otras especies más perfectas, como los topos, el avestruz o las ovejas.

Es más, no existiríamos si no tuviéramos esa capacidad de anticipar el futuro, de saber que el lunes seguirá al domingo, de saber que moriremos, de comprar ropa de invierno.

Pero no deja de ser absurdo perder el instante cierto en anticipaciones futuras que cambian ese mismo instante cierto hasta hacerlo insufrible en sí mismo. Se nos hace a veces tan insufrible ese anticipar, que acaba siendo mayor el dolor en la espera que en el paso real de lo anticipado. A mí me pasa todos los lunes de mi vida. Qué tremendamente absurdo es estar vivo

Un beso, doctora Antígona!

c.e.t.i.n.a. dijo...

Un beso por anticipado

Los etólogos dicen que anticipar es una capacidad propia de animales muy evolucionados. Una capacidad muy útil para preveer futuros peligros pero que a ciertos individuos puede llegar a angustiarles hasta impedirles vivir el presente, sobre todo cuando tienden a anticipar únicamente todo lo malo.

Supongo que son esa gente para la que los domingos por la tarde son terribles simplemente porque no pueden evitar pensar en el lunes, cuando en realidad deberían estar tomándose una cerveza y echando unas risas.

Carpe diem, hombre. Carpe diem. Que al mal tiempo no hace falta llamarle. Ya viene por si solo.

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Antígona dijo...

Ay, niña Marga, digo yo que qué felices seríamos todos, porque supongo que el que más y el que menos sabe de la experiencia de amargarse por anticipado con lo que está por venir. Y es que tal vez esta tendencia nuestra a sufrir por adelantado el futuro que tememos o desearíamos no vivir venga en el mismo lote que nuestra capacidad para empezar a salivar tiempo antes de comernos nuestro plato favorito o de alegrarnos el viernes ante la perspectiva del fin de semana.

Yo sigo sin poder controlar esa puñetera costumbre de anticipar y sufrir de antemano, ay, es posible que hoy por hoy sea la gran bestia negra de mi vida, la que más desearía dominar y menos lo consigo, tanto en lo que respecta al futuro inmediato como al más lejano. En parte, es verdad que cuando llega ese futuro, lo he dramatizado ya tanto en mi imaginación que luego todo resulta mucho mejor de lo esperado. Pero por otra parte, me digo, ¡joder! ¡y tanto sufrimiento para esto! El caso es que sigo en la brecha, batallando día a día con la imaginación, a ver si poco a poco voy aprendiendo a controlarla. Y la esperanza por lograrlo no la pierdo, eso nunca.

Besos al pie del cañón!

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Troyana, a mí también me admira y envidio esa serenidad cuando la veo en los otros, en quienes son capaces de vivir el presente sin estar doliéndose de antemano por todas las miserias que tienen que llegar, unas más próximas y ciertas, otras más lejanas e inseguras. Te aseguro que me encantaría tener ese talante y esa serenidad en lugar de inclinarme a la ansiedad y la angustia de la que a menudo soy víctima.

Es verdad que la anticipación tiene una parte beneficiosa, y no sólo en lo relativo a la protección que nos depara que mencionaba en el post o a la alegría anticipada del viernes que le comentaba a Margot. Supongo que es también en buena parte gracias a ella por lo que podemos planificar y proyectarnos hacia adelante según nuestra voluntad y no sólo en función de nuestras apetencias más inmediatas. De hecho, a veces coincide que esas personas que tan poco sufren por el futuro son personas a las que les cuesta planificar y calcular con antelación, como si su capacidad de anticipación estuviera mermada tanto para lo malo como para lo necesario o lo bueno.

Por otra parte, es cierto que a veces la imaginación nos pierde anticipando pequeños o grandes desastres que nunca suceden. Pero, ¿qué pasa, por ejemplo, con la anticipación de eventos tan relativamente cotidianos como ir al dentista, experiencia que casi todo el mundo suele considerar nada grata, que sabemos positivamente que van a ocurrir? Personalmente no puedo evitar ponerme nerviosa horas antes de pisar la consulta ni lamentarme por tener que ir ya días antes, y la verdad es que me encantaría ser capaz de no dedicarle ni un solo pensamiento hasta el momento mismo de estar sentada en la silla con la boca abierta. Pero, ¿por qué será tan difícil lograrlo?

Besos y abrazos!

Antígona dijo...

Huelladeperro, ¡eres un abusón! ¡Que no se puede tener todo en esta vida, hombre! :P

Yo la verdad que puestos a elegir, no elegiría vivir tantas muertes, sino vivir en una perpetua e imposible celebración anticipada de aquellas cosas buenas que sé que en mi vida están por llegar. Y en cuanto al presente… ay, me temo que nuestra incapacidad para anclarnos y sumergirnos en él en toda su plenitud debe de ser inmemorial. Siempre he pensado –una vez ya le dediqué un post a esto- que los niños sí poseen esa capacidad, que todos la tuvimos al serlo, pero que la hemos perdido al madurar y convertirnos en adultos y si acaso podemos intentar recuperar algo de ella a fuerza de mucho trabajo y nunca de la misma manera espontánea.

Un beso!

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Pues yo no creo que estuviera usted espeso, señor Luzbel, porque diría por su comentario que me ha entendido perfectísimamente. Y así es, tal y como usted dice: del mismo modo que disfrutamos planeando las vacaciones, nos lamentamos y amargamos cuando éstas están tocando a su fin pensando en la vuelta al trabajo y en todas sus miserias. ¿O qué se cree usted que ha motivado mi post, dadas las fechas en las que lo escribí? :P

Es cierto que muchas veces la anticipación sirve para que, llegado el futuro temido, hayamos ya agotado de tal modo la cuota de sufrimiento que podía estarle destinado que entonces lo afrontemos con mucha más tranquilidad e incluso con una especie de fría distancia. Pero supongo que el problema estriba, tal y como quería plantear en el post, en que quizá hayamos sufrido doblemente en la antelación, tanto en lo que respecta a intensidad como a duración del sufrimiento, que si nos hubiéramos logrado dominar nuestra tendencia a la anticipación. Y, ¡coño!, esto de sufrir gratuitamente más de lo debido es de tontos en una vida que por sí sola ya nos depara más penurias de las que en ocasiones somos capaces de anticipar, ¿no?

Por otra parte, yo distinguiría entre el sufrimiento anticipado por las infinitas posibilidades de la desventura y el que se desata ante posibilidades de desventura o dolor bien concretas y de segura actualización, aun cuando las dos formas de sufrimiento respondan al mismo mecanismo. Quizá porque el primero sea más fácil de dominar, precisamente por su carácter de posibilidad cuya materialización nada asegura, y entonces siempre cabe proyectar una mirada optimista sobre la vida y confiar en que la posibilidad nunca devenga real, mientras que el control del segundo exige todo un ejercicio por evitar pensar en la situación que tememos y que sin duda llegará a mi juicio nada fácil de llevar a cabo.
En este sentido, me alegro de que haya mencionado el tema de la muerte, al que de alguna manera quería aludir con el final del post. Porque aquí todos somos condenados a muerte, aun cuando, a diferencia del reo que va a ser ajusticiado, no sepamos a fecha fija cuándo ni cómo sucederá nuestra muerte. Y es muy posible que en nuestro sufrimiento anticipado por ella se junten y entremezclen las dos formas de sufrimiento que acabo de mencionar: la primera, porque la indeterminación de su acaecimiento nos permite confiar, al menos mientras somos relativamente jóvenes, en que se trata de una posibilidad aún lejana y con la que “por ahora” podemos no contar; la segunda, porque, pese a esa indeterminación, sabemos que se trata de una posibilidad absolutamente cierta y segura de la que ninguno nos libraremos.

Canturree usted la canción del verano mientras pueda, que yo ya no me acuerdo ni de sus primeras notas :P

Un beso!

Antígona dijo...

Delirium, blogger está de un gilipollas subido últimamente, y cada vez además más tacaño con la extensión de los comentarios. ¡Con lo que nos gusta a nosotras explayarnos a gusto! Va a haber que pedir responsabilidades :)

Tienes más razón que una santa, maja, porque yo también pienso que una de las motivaciones más fuertes que nos llevan a la anticipación estriba en nuestra voluntad de prepararnos para el futuro cuando, como bien dices, para el futuro nunca se termina de estar preparado, incluso cuando creemos saber exactamente qué es lo que nos espera, y menos aún cuando no sabemos ni sospechamos qué es eso que puede aguardarnos.

El futuro da miedo, claro que sí, pero también puede ilusionar si uno anticipa acontecimientos positivos y si uno confía en que lo mejor de la propia vida siempre puede estar por venir. ¿No es cierto que también nuestras actitudes ante las cosas pueden acabar provocando que éstas se desenvuelvan de una manera u otra? Pues tal vez esta actitud de confianza ante el futuro es la que deberíamos cultivar en lugar de tratar de anticipar ansiosamente y entregarnos a cálculos inútiles por generalmente fallidos.

Ahora, es cierto que, como señalas, la felicidad no se encuentra en la meta sino en cada uno de los pasos que componen el camino que creemos conduce a ella, y esos pasos son siempre pasos en el presente, como mucho proyección del paso dado hacia el futuro inmediato. Por eso, creo que es necesario tratar de evitar que las proyecciones futuras, sean positivas o negativas, nos hagan olvidarnos del momento presente, que es el que realmente forjará nuestros recuerdos y el que nos permitirá valorar, cuando acudamos a ellos, qué y cómo ha sido nuestra vida.

También yo creo, en esto de la anticipación, es preciso un cierto equilibrio, pues, como decía antes, no es raro que quienes viven plenamente anclados al presente sin preocuparse jamás por lo que vendrá fallen en aquellos ámbitos en los que se requiere un mínimo de anticipación y de proyección. Además, a fin de cuentas, uno tiene que saber de algún modo hacia dónde va, y esto sólo es posible desde la proyección de ciertas metas, aun cuando éstas no sean lejanas ni perfectamente nítidas ni tampoco rígidas. Pero eso, el justo medio, el no pasarse y tampoco no llegar, mira que es difícil de alcanzar, y además estrictamente personal e intransferible.

Hagamos todo lo posible, Delirium, por devorar el presente tanto como seamos capaces, aun contando con que el coco del futuro nunca terminará de dejarnos en paz. Pero creo que aquí hay efectivamente una tarea que debemos emprender contra nosotros mismos y nuestra tendencia a la anticipación, para así tratar de extraerle a la vida todo su jugo.

A ver si éste no, sino el próximo finde estás libre y podemos vernos, que ya tengo ganas!

Un besazo, hermosa!

Antígona dijo...

Poderosas imágenes las que utilizas tú, Jota, como la de ese talgo raudo y veloz que nos sobresalta frente a toda anticipación. Tu comentario me ha recordado un lúcido fragmento de Pascal sobre este tema, que, aunque es un poco largo, te copio porque no tiene desperdicio:

“No nos atenemos jamás al tiempo presente. Recordamos el pasado. Anticipamos el futuro como algo que tarda demasiado en llegar, como para apresurar su curso, o recordamos el pasado para retenerlo como algo demasiado fugaz; tan imprudentes, que erramos por los tiempos que no son nuestros y no pensamos en el único que nos pertenece, y tan vanos, que soñamos en aquellos que no existen ya y dejamos escapar sin darnos cuenta al único que subsiste. Es que el presente, de ordinario, nos hiere. Lo ocultamos a nuestra vista porque nos aflige, y si nos es agradable nos lamentamos al verlo escapar. Tratamos de retenerlo a través del futuro, y pensamos en disponer las cosas que no están en nuestra mano para un tiempo al que no tenemos seguridad alguna de llegar.
Que cada uno examine sus pensamientos. Los hallará ocupados todos en el pasado o en el futuro. Casi no pensamos en el presente y, si pensamos en él, no es más que para sacar de él la luz con que disponer el porvenir. El presente no es nunca nuestro fin.
El pasado y el presente constituyen nuestros medios, sólo el futuro es nuestro fin. Así, no vivimos nunca, pero esperamos vivir, y disponiéndonos siempre a ser felices, es inevitable que no lo seamos jamás”.

Creo que esta última afirmación justifica lo que tú mismo señalas de que domar el presente es una tarea de titanes. Pues bien, creámonos un poco titanes cada día, a ver sin, aunque sea por unos instantes, conseguimos desmentir esa condena a la infelicidad que Pascal hace caer sobre nuestras cabezas.

Un beso!

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Así es, estimado Peletero, la fantasía nunca deja de alimentarse del recuerdo, y es ella la que opera allí donde nos empeñamos en imaginar el futuro. Siempre en función de nuestra experiencia pasada, que creemos puede guiarnos en la previsión y dominación del futuro.

Pero nada más cierto que lo que planteas: la vida no es un juego de ajedrez, y ni hay un principio determinable en la partida, ni tampoco un conjunto de reglas fijas que limiten los movimientos de los jugadores. Por no hablar de que tampoco es un tablero cuyas casillas y posibilidades se hallen trazadas de antemano. Por eso nos equivocamos tantas veces en la anticipación, y es natural que así sea.

Un beso!

Antígona dijo...

Es posible, doctor Lagarto, que también los animales sean capaces de anticipar mínimamente, por una cuestión de mera supervivencia y por supuesto de una forma instintiva. Pero, de ser así, nada en esta anticipación tendría probablemente que ver con aquella a la que nos entregamos los humanos, en absoluto limitada a la inmediatez y capaz de extenderse hasta el fin mismo de nuestra vida, como cuando pensamos morbosamente en nuestra muerte. Es como si en los humanos este mecanismo de anticipación de lo inmediato que quizá compartamos con algunos animales se hubiera desbordado de sus cauces primeros y de ese desbordamiento naciera nuestra capacidad para entristecernos el domingo por la tarde ante la perspectiva del lunes de trabajo, pero también nuestra capacidad para planificar y trazarnos un destino. Porque, ¿no es cierto que los animales nada tienen que decidir sobre sus vidas, mientras que en nuestro caso nos enfrentamos a un constante vacío que nos impele a tener que determinar, a golpe de decisión, hacia dónde deseamos conducir nuestras vidas? Pues quizá ese vacío ante nosotros lo que nos ha llevado a no poder prescindir de la anticipación, porque no hay forma de emprender un camino sin tener más o menos a la vista un horizonte al que dirigirnos.

Y sí, por si no fuera ya suficientemente arduo y trabajoso esto de tener una nada frente a nosotros que nos obliga a inventarnos cada día que hacer con ella, resulta que cargamos con el absurdo de contaminar constantemente el instante presente con las emociones que nos genera el futuro, y cuando anticipamos sufrimiento para ese futuro, el sufrimiento se convierte en la anticipación ya en algo presente en ausencia de ese porvenir que aún no ha llegado. El dolor en la espera es una maldición de las gordas. Y si no que se lo cuenten al reo con el que comenzaba el post, cuyo dolor ante su muerte cierta superará en mil veces al dolor que vaya a sentir cuando su muerte se haga efectiva.

Pero es lo que hay, doctor Lagarto. Asumir el absurdo y tratar de sobrellevarlo lo mejor que se pueda debe ser la consigna. Y quizá una vez asumido logremos inventar estrategias para sentirlo como menos absurdo y para sufrir en menor medida en la antelación.

Un beso, doctor Lagarto!

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Ay, C.E.T.I.N.A., no se me olvida que ya una vez te definiste en este blog como un “bon vivant” y desde luego es más que cierto.

Dado que hablas de “esa gente”, parece obvio que tú no eres de los que se angustian un domingo por la tarde, ¿verdad? Pues tienes toda mi admiración. Porque en verdad es ridículo desperdiciar las tardes de los domingos en lugar de estar aún disfrutando del fin de semana. Pero es que me temo que a los que nos agobiamos por la llegada del lunes se nos van hasta las ganas de salir a tomar unas cervezas pensando en que al día siguiente hay que madrugar. Y eso que yo no soy de las que se agobie especialmente los domingos. Creo que peor lo pasaba de niña cuando me tenía que poner a hacer todos los deberes que no había hecho durante el fin de semana y entonces ya me sentía como si estuviera de nuevo en el colegio aunque aún no fuera lunes.

Carpe diem, vaya que sí. Deberíamos tatuárnoslo en un lugar bien visible de nuestra anatomía, para que no se nos olvidara nunca.

Un beso sin anticipación!

BACCD dijo...

Es verdad, hija. Qué mala sangre se hace uno a veces antes de que pase nada. Aunque supongo que es, en parte, por aquello de que uno "tiene" que ser previsor. Y cuando sabes que más o menos te va a pasar esto y aquello, reaccionas exageradamente mal cuando aquello que nos espera mañana nos causa inseguridad o miedo.

Suerte que también se puede uno anticipar a lo bueno. Y eso,a veces, también nos perturba felizmente el sueño, aunque no suceda con tanta frecuencia. Me parece que a veces somos unos comecocos y un poco masocas. ¡Qué raros somos los humanos!

Miss.Burton dijo...

Hola, guapa, libre el finde del 24 porque este tengo a mi gorda. A ver como lo podemos hacer...
Tienes mucha razón en eso de que tenemos que positivizarlo todo, y propiciar con nuestras propias actitudes, un futuro mejor. A veces uno está arriba del todo, y propicia la hostia de cosas, a veces, estamos abajo, y lo que nos viene es feo y oscuro. Ley de vida.... como afrontar las cosas, es facil de contar, dificil luego la práctica. Y yo odio las teorías sin clases prácticas...
Te dejo un besazo, ganas de verte muchas, y eso, que ya planearemos algo.
Mañana baja la temperatura, llueve, y acaba el calor por unos días, ESO ME HACE FELIZ DE COJONES, guapa, así que afrontaré los días venideros con un buen rollo que no veas¡¡
Un besazo fuerte.

Anónimo dijo...

(¿pa cuando otro post? se te echa de menos...)

Antígona dijo...

Bueno, Dusch, el post sólo quería centrarse en aquellas ocasiones en que anticipamos los malos momentos, y en el absurdo que supone sufrir anticipadamente por lo que nos hará sufrir, ya que así no dejamos de multiplicar el sufrimiento que tanto querríamos evitar. Pero es verdad que, de la misma manera, también la anticipación juega a nuestro favor en los momentos en que disfrutamos de antemano de un futuro que nos ilusiona, o de una vivencia que esperamos o sabemos agradable contemplada en la distancia cuando aún no ha llegado.

No tengo tan claro que eso no nos suceda con la misma frecuencia que la anticipación de lo negativo. Ahora, tal vez sí sea cierto que el sufrimiento que experimentamos ante la perspectiva de algo que nos causa miedo o inseguridad nos domine más y sea más intenso que el placer que sentimos con antelación ante la perspectiva de algo placentero. ¿Por qué? También a mí me gustaría saberlo, sobre todo si eso me ayudara a disfrutar más en la anticipación de lo bueno y a sufrir menos en la de lo malo. En fin, seguiremos investigando ;)

Un beso!

Antígona dijo...

¿Así que ya vamos otra vez con los tiempos cambiados, Delirium? Vaya, pues habrá que pensar algo, maja… A ver qué se me ocurre.

Creo que nos olvidamos demasiado a menudo del poder que tenemos para influir sobre nuestras propias circunstancias. A veces incluso con pequeños gestos podríamos hacer mucho. Cuando uno se esfuerza por afrontar las cosas de manera positiva, es inevitable que eso no influya en su estado de ánimo y, a partir de él, en todo lo que nos rodea, que también reacciona de una manera u otra según ese estado de ánimo nuestro. Pero tienes razón, no basta con ser conscientes de esto, y lo más difícil es aplicarlo. Sigamos intentándolo, sea como sea.

Me alegro de que estés tan contenta con la bajada de la temperatura y la lluvia, yo no lo llevo tan bien como tú, la verdad, me entra morriña del verano y de las vacaciones, ay. Pero ya me iré haciendo a la idea, qué remedio.

Un gran beso, guapa!

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Pues pa' ahora mismo, Beneditina! Es que esto de la vuelta al curro me tiene muy liada… ¡Qué maldición el trabajo, joer!

Marga dijo...

He tenido que bajar hasta aquí, han desaparecido los comentarios del post de Amery...o al menos a mí no me aparecen desde tu blog.

Ni panfletario ni narices, perfectamente correcto!! no te das cuenta de que cada vez más nos sentimos culpables por llamar a las cosas por su nombre? por utilizar términos e ideas? la ideología, o llamalo como quieras, el pensamiento propio, el posicionamiento progresista, se identifica con demagogia en los últimos tiempos... por qué?

No muevo ni una coma de lo dicho en el video, ni lo dicho por ti.

Cuando hay tanta marejada, tanto lío (a río revuelto ganancia de pescadores, desconfío pues del revuelto que hay hoy en día) lo único coherente es fiarse de gente como ellos, con una trayectoria decente e inteligente, reflexiva... y todo ello demostrable. El resto, me sobra, ajá.

Besotes coincidentes!

Antígona dijo...

De casualidad que te veo, niña! El caso es que sí siguen abiertos los comentarios del post anterior, pero como blogger anda bastante tonto de un tiempo a esta parte, vete tú a saber qué ha pasado cuando lo has intentado.

Bueno, panfletario lo es un poquito el vídeo, pero te doy la razón en que no por las ideas que plantea, sino a mi juicio sencillamente por el modo en que las presenta. Pero por esas ideas es por lo que lo he colgado y espero con impaciencia que salga el documental sobre la crisis del que forma parte.

Y la cuestión es que no quería forzar a nadie a que se posicionara frente al huelga ni mucho menos montar un debate sobre ella, para el que me faltarían argumentos aunque no intuiciones y convicciones. Pero, por otro lado, no sé, necesitaba utilizar el blog para decir, aunque fuera a través de otros, lo que pienso, y quizá, quién sabe, para animar a algún indeciso.

Ha sido todo un descubrimiento conocer a estas personas a través del vídeo. Si no le has echado ya un vistado a las páginas que linko, te recomendaría que te leyeras un artículo de este Juan Torres que más contundente y claro no puede ser:

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=113564

Me encanta coincidir contigo! :)

Un besazo!

Marga dijo...

Lo acabo de leer y sí, está genial, desconocía a juan Torres aunque comparte las tesis de Vicen Navarro, al que hace mucho tiempo que sí sigo, y por eso me suena familiar lo que cuenta...

A esperar el documental!, imagino que será menos "espectacular" su presentación, espero... pero en el poco tiempo que permite un corto y con la que se venía encima tampoco estaba de más echar algo de sal al asunto... jajaja. Contrarrestar al poder mediático generalizado en estos últimos días no ha debido ser nada fácil... así que resulta comprensible que en la presentación se les haya ido un poco la mano.

Ya veremos tras el documental, no?

Besos, Coincidencia, jajaja!