"Al público hay que darle lo que quiere ver", decía en "Tesis", la primera película de Alejandro Amenábar, el profesor universitario que se hallaba detrás del negocio de producción y venta de snuff movies. Una frase que, posiblemente, nunca ha dejado de ser objeto de controversia desde que el mundo del espectáculo, poco importa si musical, teatral, cinematográfico o televisivo, se transformara en negocio.
Supongo que la controversia se sustenta, básicamente, sobre la problemática que entraña determinar qué es ese ente abstracto llamado "público" y ese otro ente aún más abstracto que sería su presunta "voluntad" o "deseo". Pues ambas abstracciones dan cabida a que todos aquellos que cuentan con la posibilidad o el poder -si en ciertos ámbitos es indudable que la posibilidad va de la mano del poder económico o político- de ofrecer alguna suerte de espectáculo, interpreten, siempre en función de sus propios intereses particulares, cómo es ese público y cuál es su voluntad o deseo. Y que, además, pretendan por lo general hacer pasar tales interpretaciones por verdades universales e inamovibles: el público es así, y esto es lo que quiere. Ergo, esto es lo que hay que darle.
Al acudir al cine estos días atrás a ver su nueva película, "Agora", no he dejado de tener la impresión de que Amenábar ha acabado haciendo suya aquella frase puesta en "Tesis" en boca del perverso profesor según la cual "al público hay que darle lo que quiere ver". Y ello a pesar de la clara intención crítica que allí subyacía a tales palabras. No, no me entiendan mal. Estoy al tanto del rechazo que "Agora" ha suscitado en los medios más conservadores, dado que no es precisamente la imagen de los orígenes del cristianismo proyectada en ella lo que cierto sector igualmente conservador del público querría ver. E incluso, si me apuran, podría estar de acuerdo con la idea, señalada desde otros medios menos conservadores, de que la película de Amenábar supone una valiente y necesaria crítica al renacimiento y exacerbación del más crudo fanatismo religioso -poco importa de qué religión se hable- que padece el mundo actual. Sin embargo, hoy preferiría dejar al margen la cuestión religiosa para centrarme en otro aspecto de la película -y lamento aquí coincidir, al menos parcialmente, con algunos de los comentarios de esas facciones más conservadoras- en relación al cual para mí es obvio que Amenabar se ha plegado a esa controvertida máxima que resaltaba al comienzo del post. Me refiero -tal vez ya lo estén anticipando- a la figura de Hipatia de Alejandría y al, desde mi punto de vista, más que fallido tratamiento que de ella se hace en "Agora".
Más que fallido, fundamentalmente, por una elección nada trivial: la de Raquel Weisz, una actriz joven y de incuestionable belleza, para encarnar a Hipatia de Alejandría. Aunque es verdad que existe cierta disputa en torno a su fecha de nacimiento, los historiadores se inclinan por la tesis de que Hipatia murió cuando contaba aproximadamente con sesenta años. No me cabe la menor duda de que este rejuvenecimiento cinematográfico de Hipatia será juzgado por algunos como una inofensiva "licencia poética" encaminada a atraer al gran público. Pues, a fin de cuentas, se podría sostener, el público siempre preferirá ver como protagonista de una película a una mujer joven y bella antes que a una señora cuya avanzada edad la excluiría de los cánones al uso de la belleza. Como tampoco me cabe la menor duda de que tal "licencia poética" viene en buena medida determinada por el hecho de que el amor haya sido escogido como uno de los hilos conductores centrales de la narración de "Agora", al definir tanto la relación de Hipatia con su discípulo y luego prefecto imperial Orestes, como las motivaciones de Davo, el esclavo de Hipatia convertido al cristianismo. Probablemente, también en función de la creencia de que lo que el público quiere ver y por eso hay que darle es romanticismo traducido en historia amorosa, sea cual sea el formato, trágico o felizmente consumado, que ésta cobre. Y ya se sabe que en el cine, salvo honrosas excepciones, el amor es asunto de la juventud y la belleza antes que de la vejez y la fealdad que, al parecer, ésta por sí misma conlleva.
Sin embargo, me temo que en este caso semejante "licencia poética", lejos de resultar inofensiva, traiciona flagrantemente los rasgos más esenciales que los comentaristas de la época atribuyen a este personaje histórico y por los que realmente valía la pena darlo a conocer a través de la gran pantalla. Porque si Hipatia pasó a la historia fue por sus aportaciones al campo de la matemática y la astronomía. Por su labor docente y su reconocida sabiduría en otros ámbitos del saber. Por haber llegado a ostentar el liderazgo del movimiento neoplatónico y defender por las calles, como un Sócrates redivivo, las doctrinas de Platón y Aristóteles. Por su notoria influencia sobre los que, habiendo sido discípulos suyos, alcanzaron posteriormente puestos de poder. Por su prestigio entre las élites intelectuales cristianas y su papel de consejera política. Méritos todos ellos que, inevitablemente, se desdibujan o incluso esfuman al verse encarnados en la figura de una mujer joven y bella, dado que su condición de posibilidad radica justamente en la experiencia y el saber acumulados tras largos años de estudio y actividad pública. Méritos que, además, "Agora" apenas se esfuerza por reflejar muy parcialmente, y en algunos casos directamente obvia o tergiversa. La Hipatia de Alejandría de "Agora" parece una mera advenediza en el terreno de una ciencia presentada a todas luces como primitiva. Una adolescente cargada de balbucientes preguntas para las que sólo intuye torpes respuestas. No una sabia anciana convencida de su condición de filósofa pagana y capaz de argumentar con contundencia las razones que justificaron su oposición al cristianismo.
¿Es posible que el público no deseara ver a una Hipatia ajada y sabia, y sí a una Hipatia cuya juventud y belleza despertaran el deseo de sus discípulos y esclavos? Sí, es más que posible. Y tal vez sea necesario recordar en este punto que, a pesar de la crítica contenida en "Tesis" hacia la sentencia de que "al público hay que darle lo que quiere ver", aquella primera película de Amenábar concluía con la inquietante idea de que, en efecto, a los seres humanos nos atrae la contemplación de la violencia. Sólo que tal vez sea igualmente necesario, o incluso más necesario todavía, confrontar dicha sentencia con un par de "inocentes" preguntas: primera, si ese ente abstracto llamado "público" existe realmente como tal antes de que se le ofrezca un determinado espectáculo; y, segunda, si los no menos abstractos voluntad o deseo de ese público no se hallan, en un grado suficientemente significativo, condicionados o incluso constituidos por aquello cuyo mero ofrecimiento permite, en el acto mismo de ofrecerse, hablar de un público.
Supongo que la controversia se sustenta, básicamente, sobre la problemática que entraña determinar qué es ese ente abstracto llamado "público" y ese otro ente aún más abstracto que sería su presunta "voluntad" o "deseo". Pues ambas abstracciones dan cabida a que todos aquellos que cuentan con la posibilidad o el poder -si en ciertos ámbitos es indudable que la posibilidad va de la mano del poder económico o político- de ofrecer alguna suerte de espectáculo, interpreten, siempre en función de sus propios intereses particulares, cómo es ese público y cuál es su voluntad o deseo. Y que, además, pretendan por lo general hacer pasar tales interpretaciones por verdades universales e inamovibles: el público es así, y esto es lo que quiere. Ergo, esto es lo que hay que darle.
Al acudir al cine estos días atrás a ver su nueva película, "Agora", no he dejado de tener la impresión de que Amenábar ha acabado haciendo suya aquella frase puesta en "Tesis" en boca del perverso profesor según la cual "al público hay que darle lo que quiere ver". Y ello a pesar de la clara intención crítica que allí subyacía a tales palabras. No, no me entiendan mal. Estoy al tanto del rechazo que "Agora" ha suscitado en los medios más conservadores, dado que no es precisamente la imagen de los orígenes del cristianismo proyectada en ella lo que cierto sector igualmente conservador del público querría ver. E incluso, si me apuran, podría estar de acuerdo con la idea, señalada desde otros medios menos conservadores, de que la película de Amenábar supone una valiente y necesaria crítica al renacimiento y exacerbación del más crudo fanatismo religioso -poco importa de qué religión se hable- que padece el mundo actual. Sin embargo, hoy preferiría dejar al margen la cuestión religiosa para centrarme en otro aspecto de la película -y lamento aquí coincidir, al menos parcialmente, con algunos de los comentarios de esas facciones más conservadoras- en relación al cual para mí es obvio que Amenabar se ha plegado a esa controvertida máxima que resaltaba al comienzo del post. Me refiero -tal vez ya lo estén anticipando- a la figura de Hipatia de Alejandría y al, desde mi punto de vista, más que fallido tratamiento que de ella se hace en "Agora".
Más que fallido, fundamentalmente, por una elección nada trivial: la de Raquel Weisz, una actriz joven y de incuestionable belleza, para encarnar a Hipatia de Alejandría. Aunque es verdad que existe cierta disputa en torno a su fecha de nacimiento, los historiadores se inclinan por la tesis de que Hipatia murió cuando contaba aproximadamente con sesenta años. No me cabe la menor duda de que este rejuvenecimiento cinematográfico de Hipatia será juzgado por algunos como una inofensiva "licencia poética" encaminada a atraer al gran público. Pues, a fin de cuentas, se podría sostener, el público siempre preferirá ver como protagonista de una película a una mujer joven y bella antes que a una señora cuya avanzada edad la excluiría de los cánones al uso de la belleza. Como tampoco me cabe la menor duda de que tal "licencia poética" viene en buena medida determinada por el hecho de que el amor haya sido escogido como uno de los hilos conductores centrales de la narración de "Agora", al definir tanto la relación de Hipatia con su discípulo y luego prefecto imperial Orestes, como las motivaciones de Davo, el esclavo de Hipatia convertido al cristianismo. Probablemente, también en función de la creencia de que lo que el público quiere ver y por eso hay que darle es romanticismo traducido en historia amorosa, sea cual sea el formato, trágico o felizmente consumado, que ésta cobre. Y ya se sabe que en el cine, salvo honrosas excepciones, el amor es asunto de la juventud y la belleza antes que de la vejez y la fealdad que, al parecer, ésta por sí misma conlleva.
Sin embargo, me temo que en este caso semejante "licencia poética", lejos de resultar inofensiva, traiciona flagrantemente los rasgos más esenciales que los comentaristas de la época atribuyen a este personaje histórico y por los que realmente valía la pena darlo a conocer a través de la gran pantalla. Porque si Hipatia pasó a la historia fue por sus aportaciones al campo de la matemática y la astronomía. Por su labor docente y su reconocida sabiduría en otros ámbitos del saber. Por haber llegado a ostentar el liderazgo del movimiento neoplatónico y defender por las calles, como un Sócrates redivivo, las doctrinas de Platón y Aristóteles. Por su notoria influencia sobre los que, habiendo sido discípulos suyos, alcanzaron posteriormente puestos de poder. Por su prestigio entre las élites intelectuales cristianas y su papel de consejera política. Méritos todos ellos que, inevitablemente, se desdibujan o incluso esfuman al verse encarnados en la figura de una mujer joven y bella, dado que su condición de posibilidad radica justamente en la experiencia y el saber acumulados tras largos años de estudio y actividad pública. Méritos que, además, "Agora" apenas se esfuerza por reflejar muy parcialmente, y en algunos casos directamente obvia o tergiversa. La Hipatia de Alejandría de "Agora" parece una mera advenediza en el terreno de una ciencia presentada a todas luces como primitiva. Una adolescente cargada de balbucientes preguntas para las que sólo intuye torpes respuestas. No una sabia anciana convencida de su condición de filósofa pagana y capaz de argumentar con contundencia las razones que justificaron su oposición al cristianismo.
¿Es posible que el público no deseara ver a una Hipatia ajada y sabia, y sí a una Hipatia cuya juventud y belleza despertaran el deseo de sus discípulos y esclavos? Sí, es más que posible. Y tal vez sea necesario recordar en este punto que, a pesar de la crítica contenida en "Tesis" hacia la sentencia de que "al público hay que darle lo que quiere ver", aquella primera película de Amenábar concluía con la inquietante idea de que, en efecto, a los seres humanos nos atrae la contemplación de la violencia. Sólo que tal vez sea igualmente necesario, o incluso más necesario todavía, confrontar dicha sentencia con un par de "inocentes" preguntas: primera, si ese ente abstracto llamado "público" existe realmente como tal antes de que se le ofrezca un determinado espectáculo; y, segunda, si los no menos abstractos voluntad o deseo de ese público no se hallan, en un grado suficientemente significativo, condicionados o incluso constituidos por aquello cuyo mero ofrecimiento permite, en el acto mismo de ofrecerse, hablar de un público.
27 comentarios:
No he visto la película, y no se si acabaré viéndola, porque Amenábar no es que me atraiga demasiado, y encima después de leerte, la verdad es que no me apetece ponerme de mala leche viendo a esa Hipatia.
Lo cierto es que no debemos olvidar que el cine es más un negocio que un arte hoy en día, y que dado el nivel de curiosidad de la gente, lo mismo les da saltarse la historia a la torera, porque lo que quiere la mayoría son tías y tíos buenos, y sobre todo efectos especiales a mansalva.
Pero todavía quedan, todavía quedan películas dignas de ver. Y personas con gusto y dos dedos de frente.
Un beso.
Antígona,
partimos de que no he visto la película,pero me aventuro a opinar sobre el debate que planteas.
A mi modo de ver,"El Público" en sí o no existe o es un ente heterogéneo y plural.
En cuanto al deseo o la voluntad,pues no sé si se constituye únicamente de lo que se le ofrece,pero me gustaría pensar que debajo de esa masa amorfa que denominamos "público" o "taquilla",se esconden cientos y cientos de cabezas pensantes dispuestas a dilucidar y extraer bajo criterio propio,una particularísima opinión.Aún con todo,bajo sospecha de ser manipulados estamos tod@s,me temo y que consumimos cine a mesa puesta también,pero siempre queda esa curiosidad bien sana de averiguar,rastrear,hallar raras avis,contrastar..etc.
Además,todo aquel que te lea se preguntará desde hoy si esa Hipatia de Agora es una impostora,un taquillero producto de mercado,o una licencia artística de Amenabar,nada permanece inalterable(como en el principio de incertidumbre)y Antígona,con este post se altera también nuestra percepción incluso nuestra predisposición de cara a asumir el producto que se nos presenta y se pretende vender.
En fín,espero estés dispuesta a asumir las consecuencias si la taquilla de Ágora sufre a partir de ahora un resbalón.;)
En fín,que por encima del "público" y sus deseos "tele-dirigidos" sigo creyendo en la capacidad de elección del individuo,su curiosidad por aprender,por buscar,por seleccionar,por contrastar,por no conformarse solo con lo que se le venga a mostrar.
Un abrazo agradecido por remover nuestras neuronas una vez más!
Yo de cine tengo sólo unos pocos conocimientos tanto técnicos como artísticos e interpreto las películas desde mi propia visión cultural, vaya por delante.
No he visto la peli aún, no he bueceado en la historia que refleja, y sólo dispongo del poso evocador de las que ha hecho antes, que no las he examinado muy profundamente la verdad.
En estas condiciones, lo que se me ha ocurrido tras leer tu entrada han sido dos cosas:
La primera, que me da en la nariz que Amenábar no es de los que han maquillado sus películas con la imagen de buena venta para el público, y no creo que haya tenido que hacerlo en esta ocasión, vamos que podía haber hecho el personaje de una persona anciana sin ningún problema para atraer a la película a sus seguidores incondicioanles y a los nuevos modernos que quieren estar a la última de la pomada.
La segunda, que de la historia y sus exégetas te puedes fiar a veces menos que de un político en un self service. Con todos mis respetos a los self services, y a los políticos.
Y a las políticas.
Y de postre decir que cuando por aquí se realiza alguna "superporducción", efectos especiales, extras en número ilimitado, acción y batallas incluídas, al menos algunos sentimos que cine americano no es todo lo que apetece consumir si gustas del cine como amnesia artificial para la existencia.
P.D.:
El tipo de crítica que planteas me recuerda a una que con frecuencia oigo al socaire de muchos libros de Pérez Reverte, esto es la pésima interpretación hostórica de los mismos.
Bueno, a mi la mayoría me han dado buenos momentos, y eso es lo que pido a casi todas las manifestaciones artísticas que bebo sin alochol.
☺
Gracias por la información.
Azar. Hay quien cree que da al público lo que este quiere y no vende ni una entrada, y quien por pura carambola vende millones de entradas haciendo una película muda en blanco y negro. El éxito de público es una lotería que poco tiene que ver con la calidad del producto, y sí algo, o bastante, con la inversión publicitaria hecha para promocionar el producto. Ni una buena película tiene poco público, ni una de mala mucho, ni tampoco al revés, entendiendo por público, en este caso, el número de entradas vendidas.
Por otro lado, Amenabar parece un tipo que disfruta tanto haciendo películas, que las películas le importan poco, la cuestión es hacerlas.
Desde luego lo malo es transformar el arte en negocio a saco, que es lo que ha sucedido. Se hacen cálculos sobre datos pasados de ventas y éxito, y sobre eso basan esa noción del público que aún no han tenido y cuyo deseo presuponen.
En vez de echarle narices y tratar de reflejar las cosas tal como eran, intentando ser un poco más fiel a la historia, con el riesgo que conlleva el no saber cómo reaccionará el público, pues no, vamos a basarlo todo en cifras. Vamos a intentar trazar un éxito de antemano. Y así andamos con cine prefabricado, sin amor (aunque la historia se vertebre en el amor), sin nuevos valores ni ideas que transmitir, sin tratar de despertar un deseo en el público, en lugar de preverlo.
Sinceramente, después de lo que he leído aquí, no iría a ver la película.
Un beso, querida Antígona.
Ante todo, tengo pendiente la película, más por obligación "grupal" que por gusto propio... nada en que asentar mi falta de gusto hacia Amenábar, no me gusta y punto. Me cae gordo y contra eso no hay nada que objetar, ni siquiera ante mí misma... Así que reconozco que en sus pelis busco el "chirrido" que me dé la razón, asín somos los seres humanos en nuestras filias y fobias y en nuestro inmenso ego, jeje.
Y sabía que en ésta algo encontraría porque además el director me lo estaba poniendo fácil: demasiado grande el pastel ( historia, mujer “sabia” olvidada por la misma, controversia contra los fundamentalismos religiosos…) temas todos ellos que me interesan pero que me jode cuando se maquillan y se superficializan. Como ya digo un pastel demasiado grande para no caer en la tentación de trivializarlo y hacerlo así más digerible. Suelo pasarme por el forro el gusto del público pero lo que no podemos obviar es la moda imperante de hacerlo todo sencillo, comprensible y a gusto de una amplia mayoría (de verdad es una moda? no fue siempre así y sin embargo nos hace sentir mejor la creencia de que “nuestros tiempos” son peores?). Así que la película me cabreará, tanto como cuando intenté leer algo de Pérez Reverte, como alude un comentarista tuyo, pero no puedo evitar pensar que mis gustos van por otro lado y de eso nadie tiene la culpa, si yo le pido más peras al olmo es problema mío. En el fondo Amenábar ha intentando realizar lo mejor que podía esa obra. Concederle sólo ese logro me reafirma en mis pensamientos hacia él... jeje.
Pero sí, es una lástima, había chicha para hacer una película honesta e interesante … qué le vamos a hacer!! Primaron los decorados sobre un guión que hubiera podido llegar a ser coherente y se quedó en el camino, como tantas otras veces.
Y con todo esto, a lo que intento llegar, si es que me dejo que mira que me gusta enrollarme en tu blog, es que yo creo que sí existe un gusto y dirigido a eso que llaman el gran público, para comprobarlo basta mirar la lista de las películas más vistas. Existiendo, como existe, una opción de mayor calidad. Y por tanto sí, hay que poner a una chica guapa y joven, hay que descargar a la historia real de sus contenidos y transformarlos en algo que pareciéndose al original no lo sea para que sea reconocible por cualquiera y al que le importe un pimiento la fidelidad. Porque si no, me temo yo, no te comes un colín y a Amenábar le gustan mucho los colines, me da a mí.
No es de los peores, Amenabar digo, es sólo que intenta nadar y guardar la ropa y entonces le crecen los pedantes como yo tirándole de las orejas… jajaja. Todo tiene un precio, que se fastide, no te digo!
Besos cinéfilos!
Bueno, pues a mi me gusta Amenábar, y Agora me emocionó, me encandiló, y me interesó.
Admito mi total ignorancia acerca de la vida de Hypatia, pero Raquel Weisz, me trasmitió sabiduría, discernimiento, lucidez, con una belleza que nunca intentó desbancar el interés por el conocimiento.
Por otro lado, puede que las expectativas creadas a raiz de la inversión, hayan obligado a Amenábar a una comercialización de corte hollywoodiense.
Pero a mi entender, eso no resta belleza a la pelíclua.
y su especial visión del fanatismo religioso, tambien me ha gustado aunque éste no sea el tema.
Dicho todo esto, no me queda más que agradecer tu infinita capacidad de discernimiento a la hora de plantear cuestiones que desperezan mi cerebro.
una sonrisa
hmmmm, dame un poco de tiempo para verla, entonces la comentamos; es una peli a la que tengo ganas.. =)
bsos!
Joé, amiga Antígona... esta mañana le intenté dejar un comentario tela de largo, y al ir a colgarlo pasó algo con el Blogger éste de los güevos y dejó de funcionar, al igual que los demás blogs que funcionan a través de él.
En ese comentario le decía más o menos que nos estamos acostumbrando mal a ver siempre la parte mala de las cosas. Le decía que antes de esta peli, nadie apenas conocía a Hipatia de Alejandría, y ahora van a conocer algo de ella miles y miles de personas.
Y dando por sentado que hablamos de una película, y no de un documental, que sea más o menos real no es lo importante, porque el cine, sobre todo, es para hacernos pasar buenos ratos. Y si una mínima parte de los espectadores, después saben algo más real de la figura de esa mujer por otros cauces, como por ejemplo este post, pues todo habrá valido la pena...
Esta mañana, lo desarrollé todo mejor, usted perdone... estaba más fresco; ahora es tan tarde, y tengo el alcohol de la cena y la sobremesa...
Un beso, amiga.
Todas las películas basadas en personajes históricos mienten en al menos un aspecto. Normalmente en muchos más de uno.
Amenábar sabe, siempre ha sabido, lo que el público quiere ver (lo cual no está reñido con la calidad del producto, cosa que a veces olvidamos). El público no siempre es tan tonto, aunque a veces sí. En este caso parece haberse columpiado en esa confianza, y tal vez no le haya salido tan bien como quería (a veces pasa cuando el presupuesto aumenta).
En esta película, al parecer, se producen varios fenómenos: que se tergiversa el personaje histórico en función del pretendido "mensaje", mensaje cuya intención es ilustrar el presente, con la inevitable carga de manipulación que eso conlleva; que se olvida que a veces las apuestas arriesgadas funcionan, y es que no siempre lo que vende, vende bien. La juventud y la belleza venden, sí, pero rejuvenecer a Hipatia es como hacer hablar inglés a Jesucristo, una licencia que puede ser perdonable pero no es imprescindible, como demostró la película en arameo de Mel Gibson.
Una mayor fidelidad en ese y en otros aspectos habría redundado probablemente en beneficio de la película, sin duda en el de su personaje protagonista e incluso, en última instancia, también en el del mensaje, su interpretación y su extrapolación a los momentos que hoy vivimos.
Yo creo que el problema está, como siempre, en las pretensiones. Pero con tan grandes presupuestos debe de ser difícil mantener las pretensiones a raya.
Perdón, esa anónima de ahí arriba soy yo :)
En la carrera uno de los debates más acalorados lo provocaba un profesor con el ejercicio de contestar a la pregunta "¿Tenemos la tele que merecemos?", que viene al hilo con el tema de definir el público y qué es lo que quiere.
Sí supongo que un gran público preferirá la cara de Raquel Weisz, pero estoy de acuerdo contigo en que una sabia de 30 años no es demasiado creíble y que hay actrices preciosas con la edad adecuada para interpretar a Hipatia (de cuya historia no tenía el menor conocimiento, dicho sea de paso).
Bueno, Esencial, la verdad es que yo fui a verla con mucha curiosidad, y, por qué no decirlo, también ilusión. No es que considere que Amenábar sea el mejor director del mundo, pero nada de lo que ha hecho ha dejado de interesarme de un modo u otro, pese a que algunas de sus pelis me han gustado más y otras menos. Sin embargo, ésta tengo que reconocer que no consiguió engancharme de ningún modo. Quizás porque esperaba demasiado de ella, que también puede ser, dado lo interesante que ya en sí mismo me pareció el planteamiento y el tema que aborda.
Es verdad que el cine es un negocio, sí. Y no creo que, en sí mismo, esto entrañe nada malo. El problema es, quizás, por qué el negocio acaba identificándose con lo ramplón, con lo facilón. ¿Por qué se da por sentado que la gente pagará antes por una visión trivial de las cosas, por una banalización de la mirada cinematográfica, antes que por una mirada más lúcida? ¿Por qué lo que quiere la mayoría son tías y tíos buenos y efectos especiales a mansalva? ¿No será justamente al contrario, es decir, que a fuerza de darnos productos cada vez más estúpidos, se nos ha estupidizado como espectadores? No tengo una respuesta clara para esta cuestión, pero me parece que valdría la pena detenerse a pensar sobre ella.
Un beso!
---------------
Troyana, supongo que lo que quería plantear con el post es si ese público, o eso que se pretende como el gran público, como el público mayoritario, no es en buena medida una creación que surge en función de aquello que se le da. Es decir, si sus características, o sus gustos, no vienen en un grado considerable determinados por los productos que se le ofrecen. Porque, ¿sucede realmente que al público le gustan ya de antemano determinado tipo de película, y por eso se hacen películas de ese tipo, o más bien pasa que el producir y promocionar masivamente determinado tipo de películas es lo que crea, lo que educa la mirada y las expectativas de la gente que irá a verlas y que acabará convirtiéndose en su fiel público? ¿No vería el gran público otros productos menos simplones, menos convencionales, si eso fuera lo que se le ofreciera, lo que se le vendiera?
Y lo que planteo no creo que sea incompatible con lo que señalas de que el público sea un ente, en el fondo, heterogéneo y plural, y que por supuesto existen cabezas pensantes y dispuestas a extraer sus particulares opiniones en relación a lo que se le ofrece. Todo lo contrario: me meto más bien con el hecho de que, desde la gran industria del cine, o desde el gran negocio de la distribución y venta de películas, la imagen de aquello que el público quiere, la imagen de lo que el público demanda o lo que le gusta, sea algo cada vez menos exigente o, como le decía a Esencial, más facilón. Es mi impresión y lógicamente puedo estar equivocada. Pero desde tal impresión, esto es lo que le reprocharía a Amenábar: que haya “rebajado” el modo de contar una historia en función de ciertos tópicos que, en mi opinión, sólo responden a eso tan problemático del gusto de la mayoría, y de los que podría haber prescindido perfectamente para hacer una película mejor.
Me halaga lo que dices, Troyana, pero no creo que me lea tanta gente como para que este post pueda alterar de manera significativa la percepción de esta película. Así que Amenábar puede estar más que tranquilo en lo que respecta a sus previsiones de taquilla ;) Que, por cierto, deben de andar bien boyantes, dado que hoy he leído en la prensa que se acaba de comprar un pisito de nada en Madrid por cuatro millones de euros. Ay, qué bien se lo montan algunos!
Yo también creo en la capacidad de elección del individuo, Troyana, claro que sí. Pero creo que también es necesario que seamos conscientes de qué cosas limitan nuestra capacidad de elección, dado que, a fin de cuentas, elegimos siempre dentro del campo de lo elegible, que no suele estar determinado por nosotros mismos.
Un beso y un abrazo, guapa!
Mc Cartney, yo tampoco sé gran cosa de cine y, al igual que tú, interpreto las películas desde mi propia visión cultural, o desde mi particular aproximación al cine, que viene condicionada por un montón de factores tremendamente subjetivos.
Tampoco yo creo que Amenábar haya maquillado sus anteriores películas para hacerlas más accesibles al gran público. Por eso me ha decepcionado que en esta ocasión, en mi humilde y subjetiva opinión, sí lo haya hecho, al dotar, como decía en el post, a la figura de Hipatia de unas características que, en la medida en que no hacen justicia a lo que Hipatia representó en su época, sólo puedo justificar en función de esa voluntad de atraer al gran público.
De la historia y de sus exégetas, hombre, entiendo que, por supuesto, existen las tergiversaciones interesadas. Pero en este caso hay que tener en cuenta que sin la historia y sus exégetas no habríamos tenido noticia de Hipatia ni habríamos sabido siquiera de su existencia. Por ello no tenemos más remedio que tomar los testimonios de los que la conocieron, sean verdaderos o falsos, como fuentes para su conocimiento. Y no hay versiones tan contradictorias o tan dispares como para dudar de su fiabilidad.
No tengo nada contra el cine de evasión, Mc Cartney, sea de factura americana o no americana. Pero dudo mucho, después de haber leído algunas de sus declaraciones sobre la película, que el propósito de Amenábar al hacer Agora fuera hacer cine de evasión. Amenábar ha pretendido, a mi entender, plantear la cuestión del fanatismo religioso reivindicando el talante anti-religioso y científico de la figura de Hipatia. Pero para eso me parece que hubiera sido importante ser un poco más fiel a lo que esta mujer representó en la concreta época histórica que Amenábar ha querido retratar.
Tienes razón al decir que el valor artístico de una novela o de cualquier otra producción no puede medirse por su fidelidad a los hechos históricos. Pero no sé si Pérez-Reverte, cuya obra desconozco, ha pretendido en algún momento reivindicar la memoria de un cierto personaje histórico, como sí entiendo que es lo que Amenábar ha querido hacer con Hipatia.
Un beso
---------------
Dersu, francamente, no sé si hoy en día alguien vendería millones de entradas haciendo una película muda en blanco y negro. Pero tienes razón en señalar que el éxito de ventas de cualquier producto tiene mucho más que ver con la inversión publicitaria realizada para promocionarlo que con su calidad. Ahora, lo que yo me pregunto es por qué son unos y no otros productos los que se promocionan. Por qué la industria del cine considera que sólo con determinados productos será rentable hacer una millonaria inversión publicitaria. Y por qué esos productos comparten por lo general unos rasgos comunes que no son precisamente los del cine de Bergman, por poner un ejemplo extremo, o los del cine de cualquier otro director considerado hoy por hoy “minoritario”. Por qué todos esos productos promocionados parecen, en lo que respecta a ciertos tópicos o a los valores que exaltan, cortados por el mismo patrón.
Demasiadas preguntas, lo sé, para las que no tengo una respuesta clara :)
Me parece estupendo que Amenábar disfrute tanto haciendo sus películas. Estupendo, en serio, nada que objetar. Pero lo que yo le pido es que a mí, como espectadora, me haga también disfrutar. Y esta vez me temo que no lo ha conseguido.
Un beso
No creo, Dusch, como ya decía antes, que haya nada malo en querer transformar el arte en negocio. Pero, ¿por qué no podrían ser igualmente negocio películas con planteamientos más arriesgados y que huyeran de o sencillamente dejaran de lado la explotación de los valores –juventud, belleza, amor- que más se realzan en la sociedad actual? ¿Qué suerte de impedimento se presupone en el público para que películas realizadas con otra mirada no sean un éxito de taquilla?
Lo que tal vez suceda, tal y como sugieres, es que se “acostumbra” al público, a fuerza de ofrecérselo, a un determinado tipo de cine, y así se garantiza después la aceptación o el éxito de todo aquel cine que responda a esos mismos parámetros. En función del hábito ya creado. Algo totalmente ajeno a la voluntad de despertar en el público un nuevo modo de ver, puesto que aquí el éxito no estaría entonces garantizado de antemano. Quizás se cree caminar sobre seguro por la mera repetición de fórmulas que ya anteriormente han funcionado y que están en consonancia con los mensajes que desde otros frentes –la publicidad, por ejemplo- se lanzan.
Yo no digo, Dusch, que no valga la pena ver la película. Reconozco que a mí no me ha gustado, pero no por eso creo que carezca de todo interés. Con el post sólo quería criticar un determinado aspecto que hubiera preferido ver reflejado de otra manera.
Un beso, querida Dusch, y espero que hayas tenido un buen finde!
Niña Margot, de tu comentario se desprende con palmaria claridad que Amenábar no es precisamente santo de tu devoción, jajaja. Pero no, no es mi caso. He visto con interés todas sus pelis y, como ya he dicho antes, en todas he encontrado algo digno de elogio, sin que considere por ello a Amenábar como mi director favorito. Pero no dejo de reconocerle sus méritos y sí hay algo en lo que hace que conecta conmigo, aun cuando no lo haga de la forma más directa o intensa con que me llegan las películas de otros autores.
Es posible que ahí se halle la raíz del problema: que había proyectado sobre la película unas expectativas que luego se han visto defraudadas, porque esperaba de Amenábar una visión más honesta y menos plegada a los cánones hollywoodienses de todos esos grandes temas que, en efecto, se condensan en la película. Es decir, que esperaba de él que, como dices, soslayara esa tentación de “trivializar” la figura de Hipatia en el sentido de que creo que podría haber hecho una gran película retratándola de una forma más coherente con lo que realmente fue este personaje histórico. ¿Qué habría tenido de malo presentar a una mujer mayor como protagonista de la película? Incluso, de haberla presentado como una mujer mayor, ¿habría sido tan chocante o tan imposible hacerla objeto de los deseos amorosos de sus discípulos, si tan necesario era dentro del guión introducir el elemento romance? Es que realmente no entiendo el por qué de esta “licencia poética” de rejuvenecerla si no es bajo la premisa de que lo que el público desea es ver a una mujer joven y guapa. Otra razón, realmente, no encuentro. Pero resulta que en este caso la licencia poética desfigura de tal modo lo que hace de Hipatia un personaje digno de no caer en el olvido que toda la reivindicación de su valía que la película pretende ser se ve, a mi juicio, abocada al sinsentido. No lo sé, pero lo que más me duele es que estoy convencida de que Amenábar lo podría haber hecho mucho mejor.
La lástima, en efecto, es pensar en lo que algo podría haber sido y no es en función de ciertas elecciones que, a mi modo de ver, no se justifican de ninguna manera. Menos cuando uno es Amenábar y cuenta ya con el suficiente apoyo del “gran público” como para ofrecerle lo que a él le dé la gana ofrecerle, sin necesidad de hacer caso de modas o tópicos manidos.
Lo de que exista un gusto del gran público con independencia de lo que a ese público se le da a ver es lo que intento poner en cuestión al final del post. Porque los gustos se conforman, se crean, se educan. No son algo que preexista estando ya dotado de una naturaleza fija e inamovible. Y se conforman por medio de aquello que se le ofrece. Quizás, como le decía más arriba a Dusch, todo responda a una mera reiteración de fórmulas que ya se ha probado que han tenido éxito. O que el hecho mismo de la reiteración acabe conformando un gusto generalizado que acabará garantizando el éxito de toda aquella producción que se reproduzca los mismos esquemas ya conocidos.
Besos alejandrinos, pero de los de verdad!
Iliamehoy, ya lo he dicho más arriba pero no me importa repetirlo: tenía curiosidad e interés por ver la película porque de todo lo que ha hecho Amenábar anteriormente, me haya gustado más o menos, he sacado algo positivo. Pero Agora no consiguió emocionarme, ni atraerme, ni interesarme.
Quizás mi error fuera documentarme sobre la figura de Hipatia antes de ver la película, de quien tampoco sabía absolutamente nada antes de conocer la existencia de Agora. Estoy segura de que, de haberla visto con una mirada más “desprejuiciada”, la habría disfrutado más. Aunque también me temo que la crítica habría venido después, porque sigo pensando que la Hipatia que ha creado Amenábar no está a la altura de lo que esta señora fue en su momento. Me hubiera encantado ver a una Hipatia arrugada y fea, pero hermosa en su sabiduría, predicando por las calles las enseñanzas de Platón y Aristóteles, ay, pero no ha podido ser.
En cuanto a la visión del fanatismo religioso, tampoco estoy segura que la película no haya caído en ciertas simplificaciones, aunque aquí me parecen más justificables en la medida en que una película no puede confundirse con una conferencia sobre historia.
Y bueno, no dejaré de conceder que la peli tiene imágenes de una gran belleza, eso sin duda. Pero insisto, me hubiera ver encarnada en Hipatia otro tipo de belleza que nada tuviera que ver con su juventud ni con su físico, sino con la sabiduría que la hizo merecedora de tanta admiración por quienes llegaron a conocerla o se interesaron en siglos posteriores por su obra.
Un beso!
------------------
Neo, tómate todo el tiempo que quieras, que seguro que la peli aguanta tiempo en cartel. Y ya me contarás! :)
Besos!
No se apure, amigo Carrascus, que sé lo que es eso de haberse currado un comentario y que desaparezca como por arte de magia. Que da una rabia!
Tiene toda la razón, Carrascus: la película será cuanto menos la ocasión de que mucha gente que jamás oyó hablar de Hipatia entre en contacto con este interesante personaje. Y de eso, se lo aseguro, no dejo de alegrarme. Si además, después, los curiosos se animan a conocer más cosas de ella, mejor que mejor. Pero, sin menospreciar lo que eso supone, que es mucho, sigo pensando que el homenaje cinematográfico a esta mujer podría haber tenido una mayor calidad. Calidad de la cual, no me cabe duda, Amenábar hubiera sido muy capaz.
También tiene razón al marcar claramente la diferencia entre el cine y un documental. Pero, ¿por qué no se pueden pasar buenos ratos contemplando algo que fuera más fiel a la historia? ¿Por qué pensar que no habría tenido emoción o enganche cinematográfico la historia de una mujer madura? Hoy a mediodía hablaba con unos amigos precisamente de este tema y uno de ellos ha mencionado “El nombre de la rosa”, en la que Sean Connery interpretaba a un Guillermo de Occam entrado en años y ajeno a toda suerte de romance, una imagen mucho más coherente con la de la sabiduría y la autoridad intelectual que si lo hubiera interpretado un jovencito. ¿Dejó por ello la película de ser entretenida? En absoluto. No sé por qué entonces Hipatia no podía haber sido también representada como una señora entrada en años, como correspondía a la autoridad intelectual de la que gozó, sin que el interés comercial de Agora se viera menoscabado.
Lleve cuidado con el alcohol, amigo Carrascus. O mejor no, que la vida son dos días ;)
Un beso!
Qué alegría verte por aquí, K, aunque sea disfrazada de anónima ;)!
Estoy de acuerdo con lo de que todas las películas basadas en personajes históricos mienten en al menos un aspecto o más de uno. Pero, ¿es lícito mentir en aspectos realmente esenciales y definitorios del personaje sin traicionar la propia pretensión de hacer una película referida a la historia? Porque para hacer una película sobre los efectos perversos del fanatismo religioso no hacía falta escoger la Alejandría del siglo IV ni tomar como eje central al personaje de Hipatia. Guerras de religiones las hubo mucho más cruentas, por ejemplo, en el siglo XVII. De manera que si Hipatia no es un mero pretexto para hablar del fundamentalismo religioso, no me parece poco razonable esperar que su representación cinematográfica resulte mínimamente veraz.
También estoy de acuerdo con que Amenábar siempre ha sabido combinar en sus películas elementos que las hicieran atractivas para públicos muy heterogéneos, y ello sin restar un ápice de calidad a lo que hacía. Por eso, sencillamente, no entiendo por qué esta vez se ha columpiado de ese modo. O a lo mejor la explicación es tan simple como la que propones: cuando el presupuesto es tan elevado, uno no puede dejar de hacer concesiones que jamás hubieran entrado en los planteamientos originales de la película. Aunque aquí habría que indagar más sobre la historia concreta del rodaje y del casting de la película, claro.
Y también estoy de acuerdo en todo lo demás que planteas y sólo puedo darte la razón, salvo en una cosa: y es que no creo que pueda compararse la licencia de hacer hablar inglés a Jesucristo con la de rejuvenecer a Hipatia. A fin cuentas, oír hablar castellano a Humphrey Bogart o a Ingrid Bergman es un fenómeno al que estamos más que acostumbrados y por encima del cual, precisamente por esa costumbre, podemos pasar sin que ello varíe significativamente nuestra percepción de los personajes que encarnan. Otra cosa, es cierto, es cuando por primera vez los oímos hablar inglés. Pero esa licencia podría ser imprescindible para muchos que se niegan a leer subtítulos mientras tratan de disfrutar de una película y hoy por hoy está a la mano de cualquiera la posibilidad de hacerse con una versión original subtitulada de cualquier película extranjera. Sin embargo, en el caso de Hipatia, la licencia de su rejuvenecimiento afecta radicalmente a la imagen que se proyecta de ella, hasta el punto de que, para mí, resulta incluso incoherente con los rasgos que, por otro lado, querrían atribuírsele. Es decir, que su juventud y su belleza no son sólo algo así como meros añadidos gratuitos de los que se podría haber prescindido, sino más bien caracteres que obstaculizan la percepción de Hipatia como una mujer admirada y respetada por su sabiduría y su autoridad intelectual. ¿O acaso hubiera sido posible, dentro de la propia construcción del personaje, que el Rick de Casablanca hubiera sido interpretado por un jovenzuelo de veinte años? Descabellado, ¿no?
Un beso y gracias por pasarte por aquí, guapa!
---------------
Pues sí, Gato, también a mí me parece que ese “¿tenemos la tele que nos merecemos?” no es más que otra versión del “hay que dar al público lo que éste quiere ver”, dado que la pregunta que abre es en el fondo la misma: ¿pero es que alguien ha pedido realmente un determinado tipo de televisión, o ha dicho expresamente qué es lo que quiere ver en el cine? ¿No es una presunción falaz esa de creer saber cuáles son los gustos de la gente? ¿No se acaban ajustando esos gustos a lo que a la gente, sin demandar nada, se le ofrece?
Ésa es otra, Gato, que no será que no hay actrices lo suficientemente atractivas, si de eso se trataba, con una edad mucho más acorde con la del personaje histórico, que no podrían haber hecho esta película. Desde luego, te aseguro que si un día me cruzo por la calle con Amenábar no dejaré de preguntárselo. Pero no sé yo ni me caerá esa breva…
Un beso!
Bueno, en realidad no se sabe mucho de Hipatia. Eso sí, me ha llamado la atención que si se teclea en Google “Hipatia 60 años”, las veinte o treinta primeras entradas son páginas ultraderechistas y fundamentalistas católicas. Parece ser que ese detalle se está explotando para atacar la película por parte de quien, obviamente, se tiene que sentir retratado en ella.
No se sabe mucho de Hipatia, decía, pero la página de Wikipedia que habla de ella está ilustrada con un retrato imaginario del personaje de Rafael Sanzio en el que ¡también se ve una mujer aparentemente más joven y de una belleza serena que recuerda al personaje de Amenábar! ¿Sería aplicable también a Rafael Sanzio eso de “dar al público lo que público pide”? creo que esa controversia es tan interesante en su post, doctora Antígona, como en toda la historia del arte desde que al primer homo sapiens le dio por guarrear las paredes de su casa. Y, cuando un arte se convierte en una industria (no olvidemos que el cine es una industria, por favor), entonces esta controversia tiene que adquirir una dimensión aún mayor.
A mí sí me gustó la película y a mí sí me gusta Amenábar. Me parece un puto genio.
Capaz de ser a la vez terrorífico, intimista, perturbador, emocionante, enigmático y lírico. Y estos son valores muy preciados en un cineasta y que en otros medios (como un ensayo filosófico) no tienen sentido. Es más, poniéndome estupendo, creo que a mí en esta película incluso me sobró retórica y me faltó lírica. No hacía siquiera falta hacer hablar a Hipatia para comprender el drama que Amenábar ha querido mostrar al mundo de manera valiente (por cierto, otra acotación: estamos ante un “producto hollywoodiense” que, oh casualidad, no encuentra distribuidora en Estados Unidos porque nadie se atreve a programarla).
Me gustó más Tesis, en cualquier caso, sí. Pero creo que Ágora es una buena película con una capacidad de riesgo (ergo, más allá de lo que demanda el público) típica de Amenábar y al alcance de muy pocos. O si no, ¿alguien ha visto alguna vez alguna película “de acción” que hable de una mujer filósofa? En cualquier caso, estoy con usted en que me hubiera gustado más ver a una Hipatia más madura (Susan Sarandon, por ejemplo, hubiera hecho una Hipatia impresionante).
Un beso, doctora Antígona!
creo que también me hubiera gustado ver una peli sobre esa "otra Hipatia", pero esta no me pareció mal.
La verdad es que la mayoría de películas biográficas se dejan cosas en el tintero, o son parciales, o omiten cosas fundamentales. Seguramente "Ágora" no es diferente, pero para un profano que jamás había oído hablar de Hipatia esto no es tan importante.
Yo a una peli solo le pido que esté bien hecha, nada más. No me impota, su mensaje, ni sus licencias poéticas, ni la elección delos actores,... Lo único que pido es que mantenga mi interés y que conserve una cierta verosimilitud.
Desgraciadamente con Amenabar me pasa lago parecido a lo que me sucede con Alex de la Iglesia, que reconociéndoles sus méritos creo que nunca han hecho una película redonda.
Ruedan buenas escenas, consiguen crear atmósferas, alguna gran interpretación,... pero en su conjunto hacen películas muy flojitas. Ninguno de los dos tiene una sola película que me apetezca volver a ver.
Así que los iento, pero no creo que vea Ágora. Mi paciencia con Amenabar se acabó con "Mar adentro"
Un beso
Soy consciente, doctor Lagarto, de esa coincidencia que menciona entre mi crítica y la de los fundamentalistas. De hecho, si lo digo expresamente en el post, es porque yo misma tecleé esas palabras en google y encontré esas páginas. La cuestión es que cuando escribí el post no recordaba de qué manera las había encontrado. Porque, inicialmente, y si la memoria no me hubiera fallado en el último momento, la idea era poner un link a alguna de esas páginas.
La figura de Hipatia ha sido objeto de diferentes idealizaciones a lo largo de la historia, como muy bien refleja ese retrato imaginario de Sanzio. Por otra parte, algunas crónicas hacen alusión expresa a su belleza. Pero incluso ante esto creo que cabría decir un par de cosas: una, que el concepto de belleza no tenía en la antigüedad la misma aplicación y significado que posee en nuestros tiempos modernos, dada la unidad existente para los antiguos –y esto es mucho simplificar, pero lo dejaremos ahí-, entre lo bello y lo bueno, de tal forma que esa belleza atribuida a Hipatia bien podría deberse a sus numerosas virtudes antes que a su aspecto físico; y en segundo lugar, que Rafael Sanzio no la retrata en el momento de su muerte, cuando se supone que es cuando contaba con esos sesenta años :P
No puedo más que darle la razón, doctor Lagarto, en la cuestión de que quizás sea un error pedirle al arte que muestre la realidad tal y como es, en lugar de dejar que en él se expresa una nueva mirada sobre esa misma realidad que no dejará de ajustarla a los deseos o ideas de quien la pinta. Lo que criticaría, sin embargo, es que los mecanismos de idealización acaben resultando zafios o simplones. Porque la figura de Hipatia podría ser idealizada, en aras de resaltar o subrayar lo que verdaderamente la hace memorable, en muchos sentidos que exceden el marco inmediato de su presencia física.
Creo que ya he dejado suficientemente claro en mis anteriores respuestas que, en general, valoro el cine de Amenábar. Pero lo de puto genio me parece excesivo :P Puto genio es Kubrick, por ejemplo, al menos dentro de mi particular y muy subjetivo criterio. Lo cual no quita para que siempre haya visto sus películas con interés y algunas de ellas me parezcan buenas o incluso más que buenas, como Tesis o Mar adentro, al menos en determinados aspectos. Todo eso que usted dice lo tiene Amenábar, sí. Pero por ello mismo creo, a diferencia de usted, que el personaje de Hipatia se le queda tremendamente pobre, tanto en la lírica como, fundamentalmente, en la retórica. No creo que hubiera perturbado tanto la visión del supuesto público ignorante de masas –y fíjese que digo supuesto- el que Hipatia hubiera dicho un par o tres de frases inteligentes a lo largo de la película y que la retrataran mejor en sus convicciones filosóficas y vitales. Pero no, me temo que Amenábar no ha tenido un buen guionista. Y poco importa para que esto pueda echarse en falta que se trate de un producto hollywoodiense. Porque usted sabe tan bien como yo que hay productos hollywoodienses en los que sus protagonistas dicen frases o hacen reflexiones que ya han pasado a la historia. Y no estoy hablando de que se marquen algún speech sobre la filosofía de Platón :P
(Sigo abajo, ay, este blogger, que no entiende de excesos...)
Y en cuanto a lo último, bueno, no le negaré a Amenábar el riesgo que ha corrido haciendo esta película, y lo demuestra lo que usted mismo dice de las distribuidoras en Estados Unidos. Pero, como ya he dicho antes, lo que le reprocho es que esa misma capacidad de riesgo no la haya proyectado sobre ciertos aspectos que no eran en absoluto insignificantes para hablar de Hipatia. Y por cierto, le recuerdo que en la película Hipatia no aparece en ningún momento como una mujer filósofa, sino como una mujer científica. Y tampoco estoy de acuerdo en que el planteamiento de Amenábar quede al alcance de muy pocos. Más bien todas esas “licencias poéticas” se han encaminado a ampliar el alcance de su público, siempre bajo el consabido pretexto de aquello que presuntamente el público desea ver. Y creo que el genio de Amenábar bien podría no haber sucumbido a ese manido pretexto :P
Susan Sarandon no hubiera sido una mala elección, cierto. Pero, para mí, Meryl Streep hubiera estado soberbia, por ejemplo.
Un beso, doctor Lagarto!
Zorro de Segovia, pues me temo que se ha perdido la oportunidad de que veamos esa otra película sobre Hipatia. O quizá dentro de treinta años, cuando ya tengamos que acercarnos al cine con el bastón, las gafas de lejos y la medicación para la artrosis en el bolsillo.
Supongo que a mí no podía dejar de parecerme mal en función de lo que esperaba de ella. Las expectativas, sí, que todo lo joden. Las expectativas, que hicieron que la película no lograra engancharme en ningún momento. Qué le vamos a hacer. En cuanto a los profanos, bueno, está bien que se conozca algo que de otra manera no se hubiera conocido. ¿Pero tanto habría costado dar a conocer a Hipatia un poco mejor?
Gracias por tu visita y bienvenido a este blog!
--------------
No es una postura nada insensata, C.E.T.I.N.A., todo lo contrario. Pero es que pienso que en este caso es precisamente la cuestión de la verosimilitud la que se ve afectada por las licencias poéticas tomadas y por la elección de actores a las que conducen. Porque no resulta verosímil que la mujer joven que es Raquel Weisz pueda representar a una mujer venerada y respetada por su sabiduría y por su papel de maestra y consejera política.
Personalmente, “Tesis” sí me pareció una película redonda dentro de lo que pretendía ser. El resto de las de Amenábar no me lo han parecido, pese a que no dejo de reconocerles a todas ellas aspectos, momentos o planteamientos que sí me han gustado o cuanto menos, llamado la atención. Y sí, lo de las ganas de volver a ver una película ya vista es un buen criterio para discernir cuándo una película nos ha dicho realmente algo. Si ninguna de las de Amenábar la volverías a ver, es porque no crees que ninguna de ellas te haya merecido la pena. Aun así, yo creo que dentro de un tiempo sí volvería a ver Agora. Pero sólo para cerciorarme de que no estoy siendo demasiado injusta con ella, jajaja.
Hay tanto cine por ver que no, no creo que valga la pena insistir en aquello que a uno ya no le genera el suficiente interés.
Un beso!
No he visto la película y tengo deseos de hacerlo; Amenabar me parece un realizador interesante que nunca, hasta ahora, me ha defraudado. Curiosamente, la elección de la protagonista, también llamó mi atención en sentido negativo; aún habiendo escuchado comentarios elogiosos hacia el trabajo de la actriz por parte del propio director, me chirría que haya escogido a una mujer tan de film al uso para representar a una sabia del pasado. Más bien se parece a una de las diosas cabareteras de ese engendro que daban por la tele llamado Hércules (un musculitos con melena rubia). Espero no encontrarme con un vestuario similar cuando vea Ágora; aunque me gusten las pechugas y los muslos no pretendo encontrarlos a cada paso, así como no espero ver en los sabios del pasado, a ningún aspirante a Miss Mundo o Mr. América. Creo que estamos de acuerdo una vez más.
Bueno, Antígona, ayer una amiga que la vió en Alcira, a más de recomendármela encarecidamente, me repitió un comentario pillado al azar a la salida que dice mucho sobre el efecto que había causado la peli en algunos de los más típicos habitantes de la España Profunda....
.- [t'imagines] ...com haguera segut el mon si no hagueran hagut religions?
Y vale, la veré, aunque a mí también me carga un poco eso de que la juventud sea el máximo argumento de venta de lo que sea.
Besos maduros
El Can
Publicar un comentario