En estos días aún de desasosiego y excesivo trabajo porque hasta la más insignificante de las tareas se revela doblemente trabajosa, días aún de desubicación y desorientación más que palpable en la chaqueta que pierdo caminando por la calle, en la bolsa de la compra olvidada en el supermercado, en las llaves mil veces extraviadas y mil veces reencontradas al retroceder sobre mis pasos, releo en escasos ratos perdidos, de la mano de Vila-matas y a la espera del regreso de la calma necesaria para otras lecturas que aguardan desde hace tiempo, el que en mi memoria siempre se me aparece como el libro de los escritores del No.
Entiendo que lo natural, lo más sensato, lo más lógico, es lanzar el interrogante sobre por qué los escritores escriben. No preguntarse por qué no escriben. Hasta la propia formulación de la cuestión resulta un tanto paradójica: se da por sentado que un escritor es alguien que escribe, y no alguien que dice no al escribir. Pero este singular libro está enteramente dedicado a los escritores que no escribieron y a la indagación sobre las razones que podrían sustentar su decir no a la literatura. Escritores a los que su autor, en homenaje al inconfundible protagonista de la novela de Melville y su irritante "Preferiría no hacerlo", bautiza como los bartlebys, seres en los que, a su juicio, habita una turbadora tendencia a la negación del mundo, algo así como una fatal atracción por la nada.
Entre los numerosos bartlebys que desfilan a lo largo de las páginas de este libro, Vila-matas hace figurar a diferentes especies de negadores: los que, tras publicar una o dos grandes obras que les valieron la fama y la admiración del mundo literario, nunca más volvieron a escribir; los que comenzaron a escribir algo y un buen día quedaron paralizados para continuar su proyecto; pero también aquellos que, pese a tener una reconocida conciencia literaria, una notoria mentalidad artística evidente para quienes los conocieron, nunca llegaron a escribir nada. Supongo que cualquier lector se preguntará sorprendido si se puede ser escritor sin haber escrito nunca nada. Pero Vila-matas se adelanta al interrogante citando a un autor que escribió un libro titulado, precisamente, "Por qué no he escrito ninguno de mis libros", y en el que defiende que los libros que no ha escrito, lejos de ser pura nada, se hallarían "como en suspensión en la literatura universal". Sin duda, un extraño e inquietante estado éste de la suspensión literaria, en el que además, contradictoriamente, no podía entrar lo que acabó tomando la forma de un libro cuya mera existencia desmiente que su autor no hubiera escrito ningún libro. Sólo que para Vila-matas esto no entraña contradicción alguna: víctimas de ese raro Síndrome de Bartleby habrían sido igualmente quienes escribieron sobre la imposibilidad esencial de la escritura. Pese a ser conscientes de que escribir que no se puede escribir, también es escribir, como dijera una vez Robert Walser.
En el itinerario trazado por los motivos de los que podría emerger ese no se hace patente que éstos poseen múltiples y variopintas apariencias. Así, cuenta Vila-matas que Juan Rulfo no escribió nada durante treinta años alegando que había muerto su tío Celerino, que era el que le contaba las historias. Otro escritor confesó haber dejado de escribir por culpa del trastorno de haber aprendido inglés y las complicaciones que esto le producía. Otro, por haber estado esperando durante diez años la llegada de la inspiración. Algunos renunciaron a escribir negándose de paso a sí mismos y proclamando no ser nadie o desear que el mundo se olvidara de ellos. E incluso se dio el caso de un aspirante a escritor que, tras verse imposibilitado para escribir al conocer a otro famoso escritor, dijo sentirse como un mueble y que, es obvio, los muebles no escriben. Pero también hubo los que incluyeron en su negatividad la negación a justificar por qué habían dejado de escribir y, sencillamente, desaparecieron de la noche a la mañana sin dejar rastro seguible. Y los hubo asimismo que se negaron radicalmente tanto en su escritura como en su existencia y acabaron suicidándose.
Sin embargo, y aunque aún no he terminado de releer el libro, sospecho que, por debajo de tantas razones y pretextos que en realidad no logran explicar el por qué del rechazo a la escritura ni quizá pretendan hacerlo, late una suerte de motivo común que podría rastrearse en muchos de ellos: la percepción de la escritura como una actividad de alto riesgo, como un ejercicio que en cada uno de sus trazos se ve enfrentado a la nada y al vacío porque sabe que su sentido estriba en abrir nuevos caminos e intentar decir lo que todavía no se ha dicho.
En ninguna otra parte he encontrado una mejor definición de esta idea, la idea del desafío casi sobrehumano y su posible fracaso que representa la literatura, que en las siguientes palabras de Roberto Bolaño: "¿Entonces qué es una escritura de calidad? Pues lo que siempre ha sido: saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al vacío, saber que la literatura básicamente es un oficio peligroso. Correr por el borde del precipicio: a un lado el abismo sin fondo y al otro lado las caras que uno quiere, las sonrientes caras que uno quiere, y los libros, y los amigos, y la comida". Tal vez haya que no estar muy cuerdo para optar por el lado de ese abismo sin fondo y ese precipicio, pudiendo elegir en su lugar el lado de las caras sonrientes que uno quiere, los libros, los amigos y la comida. Tal vez esa falta de cordura deba tener, necesariamente, una duración limitada si no quiere convertirse en fatal e irreversible locura. Pero sea como sea, puedo comprender que sólo algunos se sientan capaces de convivir con esa dialéctica entre la elección del abismo sin fondo y lo que, según Bolaño, debe dejarse de lado al adentrarse en él. Como puedo comprender que la manera de aventurarse en las profundidades tenebrosas de ese abismo de algunos otros pasara por su negación, por pronunciar ante él un decidido no. Bien desde su mismo interior, escribiendo sobre la imposibilidad de escribir, bien contemplándolo horrorizados desde fuera para, como Bartleby, preferir no hacerlo y sumirse en el silencio.
22 comentarios:
Sabes que durante la lectura del texto pensaba en Kennedy Toole, un tipo con un sentido del humor extraordinario (literariamente), al igual que Salinger e incluso Bolaño. Y resulta paradójico que escritores que muestran en su obra la realidad desde un prisma tan ingenioso, luego carezcan de ese "ingenio" para abordar ese abismo (Bolaño no) que separa la literatura de la vida. Quizás esa percepción les impida afrontar la escritura sin tintes dramáticos,sin esa sensación de vértigo de entrar a fondo en la naturaleza humana, de verse reflejados en los trasuntos que salen de sus plumas.
Puede que me esté liando, pero intuyo que el pudor, no ya sólo personal, también universal, influye en estos escritores del No. No sé nada de los que pudieron y no lo hicieron, pero conozco algunos de los que lo dejaron y sus obras ciertamente caen en el abismo, muestran una naturaleza que se halla en todos nosotros, un ridículo al que es muy difícil enfrentarse.
No leí el libro de Matas, pero ya me lo apunto. Yo ahora ando con Baroja, las ciudades, y me río a cada párrafo. Qué bien retrata la España provinciana.
Un besote, y qué voy a decir de tu aterrizaje, que te cuides, disfrutes, y al toro que es una mona.
Sigo, estoy viendo una entrevista a Rulfo del 77 en el programa A fondo, y habla de la preocupación por el hombre y el estado de violencia en el que se halla constantemente. Y siente verguenza, timidez, pese a que es un tema recurrente en su obra y él dice no conocerla personalmente, pero las recrea en su mente, esa pulsión primitiva que subyace a la razón.
Bolaño tenía una vena moralista bastante peligrosa, y digo peligrosa, porque coincide con mi propia visión moral del asunto, y es cosa sabida que el exceso de certeza es algo peligroso. En cambio, no me imagino a Walser o a Melville (por poner a mis preferidos) pontificando como Bolaño, o repitiéndose como Vila-Matas. Quizás habría que estudiar la patología de los autores del Sí, aquellos que no hay manera que callen.
Sólo puedo entender entonces que tienen básicamente terror ante el fracaso. Que tal vez aspiran a tanto que les da pánico no poder estar realmente a la altura. O, para aquellos que tuvieron su momento de gloria y dejaron de escribir, no ser capaces de mantener ese nivel o de cumplir ya no sus propias expectativas, sino las de los demás, en función de los éxitos cosechados.
Tal vez, antes de verse incapaces o de que los demás así los consideraran, prefirieron poner un muro rotundo. Y ahí quedará siempre la duda de lo que podría haber sido, sin que se les pueda considerar unos fracasados. Simplemente no quisieron.
Y ya ves, gracias a ello, hasta Vila-matas los menciona en su propio libro. Ellos mismos han quedados suspendidos e igualmente incluidos en la historia de la literatura, escribieran más, menos o (casi) nada. No llegaron a más, porque no quisieron.
Yo creo que el que es algo y no lo hace está de alguna manera traicionándose a sí mismo, no?
También pienso que cuando uno crea, lo hace a partir de lo que uno es, y eso es exponerse mucho. Demasiado para algunos, tal vez.
Por otro lado, echo de menos que se mencione a Loki, el vengador, compañero de Bartleby en su peregrinar hacia la iglesia de St Michael, jajajaja
bsos
Leí el libro hace tiempo y me dejó un cierto "resquemor"...Veo que sacas a Rimbaud en el cuadro. Uno de los que citaba Vila-Matas. Quizás unos loa casos más sonado de los escritores del "no". Suerte que tu eres de las del "sí". Cómo el de las niñas de Moratín ;-) ¡Recuerdos!
Y lo mismo es aplicable, creo, no sólo a la literatura, sino también a otras artes, pues el arte muchas veces nos aparta de la realidad (no tan solo las obras que resultan de él, sino su proceso de creación). No es infrecuente el artista que logra conmovernos con su obra pero que es absolutamente inhábil para las relaciones sociales. Y en ello reside su gracia.
Ichiara, acabo de buscar por la red la biografía de Kennedy Toole, que no recordaba, y supongo que Vila-Matas no lo incluiría entre los escritores del No, dado que su suicidio, según entiendo de lo que leo, no vendría inducido tanto por su imposibilidad de escribir como por su vanidad y ansia de reconocimiento frustradas. Además de que Vila-matas, no termino de comprender muy bien por qué, confiesa sentir bastante poca simpatía por estos escritores suicidas. Sin embargo, sí entiendo perfectamente lo que quieres decir y también a mí me resulta paradójico. Pero a veces los humanos somos así de complicados: un maestro del sentido del humor en la ficción puede mostrarse, en su vida real, incapaz de aplicar tal sentido del humor y resultar un completo amargado. Por no contar con que en ocasiones un sentido del humor corrosivo puede no ser más que el modo de expresión de un profundo pesimismo vital con respecto a la naturaleza humana, una ridiculización que emerge de la más honda decepción o desesperanza.
Por otra parte, supongo que cualquier autor que tome su obra en serio, que se sienta comprometido con el hecho mismo de la escritura, que se implique en ella con una gran conciencia de lo que hace y un elevado grado de autoexigencia con respecto a lo que desea plasmar en ella, no puede dejar de afrontar la escritura sin esos tintes dramáticos de los que hablas. Los grandes desafíos pueden ser también los que antes nos paralicen, tanto por la magnitud de la empresa que ponemos ante nosotros como por el consabido miedo al fracaso.
En cuanto a la cuestión del pudor, sí, me imagino que hay que ser muy valiente para enfrentarse a ciertas percepciones, a ciertas visiones de los aspectos más oscuros del ser humano y atreverse además a abismarse en ellas con decisión para plasmarlas por escrito. Más aún cuando quien escribe sabe que también escribe, al hablar de esos lados tenebrosos, sobre sí mismo.
El libro de Vila-matas aún lo estoy terminando de releer, y me temo que ahora, después de avanzar en la lectura, escribiría el post de una manera muy distinta. Pero bueno, lo hecho hecho está. Espero que si algún día Vila-matas me lee no me lo tenga muy en cuenta ;)
Baroja forma parte de mis muchas y grandes lagunas literarias. A ver si un día le pongo remedio.
Lástima haberme perdido esa entrevista, me hubiera encantado verla. Rebuscaré por youtube a ver si alguien la ha colgado. De lo que dice, no me extraña. Quien más violencia genera es posible que no mantenga la distancia suficiente como ser capaz de analizarla y describirla. Una distancia que, por el contrario, sí tiene quien la siente ajena a su persona y se limita a observarla y a diseccionarla.
Un besazo y cuídate tú también!
Tienes razón al hablar de moral, Dersu, y el propio Vila-matas lo recoge en su libro reseñando la obra de un tal Del Giudice, quien, según él, habría dicho que “en una descripción bien hecha, aunque sea obscena, hay algo moral: la voluntad de decir la verdad. Cuando se usa el lenguaje para simplemente obtener un efecto, para no ir más allá de lo que nos está permitido, se incurre paradójicamente en un acto inmoral”. Para mí es, como le decía antes a Ichiara, la idea del compromiso con lo que se escribe, con uno mismo como aquel que se propone la tarea de decir algo que diga verdad. Pero tienes razón en que el exceso de certeza es algo peligroso. Yo tampoco me imagino a Walser o a Melville “pontificando” de esa manera, pero no tengo tan claro que no compartieran muy en el fondo esa misma premisa que Bolaño a la hora de ponerse a escribir, pese a que no lo dijeran o no quisieran reconocérselo ante sí mismos. En cuanto a Bolaño, no hay que olvidar que murió joven, legándonos su mejor obra. Quién sabe si su conciencia de escritor hubiera o no sobrevivido al éxito de sus dos últimos libros.
La patología de los escritores del Sí puede tener muchas explicaciones: falta de conciencia literaria, falta de autoexigencia, mera vanidad, fórmula acomodaticia para seguir siendo noticia… Pero sí, estaría bien estudiarla, aunque supongo que sacaríamos demasiadas miserias de ella.
Un beso
Miedo al fracaso, Dusch, temor a no estar a la altura de sus pretensiones o a lo ya hecho… estoy de acuerdo contigo en todo. Quizás la renuncia sea una cuestión de pura honestidad intelectual cuando uno se percata que lo mejor que podía dar de sí mismo ya está dado y que no tiene nada más que aportar. Quizás lo perverso sea la constante expectativa proyectada por los otros de que, quien una vez hizo una obra maestra, puede seguir haciéndolas a voluntad. Y la falta de honestidad, lo que más abunda, como sugería Dersu al hablar de la patología del Sí: quien se siente prisionero de su condición de escritor y por ello no deja de escribir pese a ser más o menos consciente de que ya nada de lo que escribe tiene verdadero sentido, ni para sí mismo ni para los demás.
De todos modos, Vila-matas menciona muchos otros motivos que yo he omitido exponer: la muerte de la persona amada en el caso de Juan Ramón Jiménez, la percepción del abismo que existe entre la realidad que el lenguaje quisiera expresar y la propia pobreza del lenguaje, la conciencia de que ya todo lo relevante estaría dicho y al escritor no le cabe más que repetir… por sólo poner algunas de las que me vienen ahora a la cabeza. La cuestión del No es, para Vila-matas, un verdadero laberinto sin centro que se complica cada vez más conforme avanza en su investigación.
Un beso!
Bueno, Neo, la cuestión es si verdaderamente somos “algo” o somos infinidad de posibilidades que se van manifestando de forma errática a lo largo de nuestra vida. ¿Por qué haber escrito un libro debería convertir a alguien en escritor? ¿No habría más bien que decir que ha sido escritor mientras lo escribía, y no volverá a serlo hasta que no vuelva a ponerse a escribir?
Quizá tenemos una excesiva tendencia a definirnos, a etiquetarnos, sin darnos cuenta de que esas etiquetas también nos traicionan y, lo que es más grave, nos encadenan y nos obligan a ser lo que tal vez ya no queremos ser, pese a haberlo sido en algún momento.
Con lo de la exposición estoy de acuerdo. Exponerse es un acto valeroso que exige además un inevitable enfrentamiento con uno mismo, con lo que uno es o deja de ser, con lo que uno querría ser y acaso no es, y eso no siempre se está en disposición de poder hacerlo.
Vaya, a Loki lo tengo un tanto olvidado de mi memoria. Deberé releer el libro de Melville para refrescarla un poco.
Besos!
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Pues sí, Veí, el cuadro representa a Rimbaud, y lo puse precisamente por lo mucho que habla Vila-matas de él en su libro como claro ejemplo de los escritores del No. Lo cual no quiere decir que no tome también distancia con respecto a él y llegue a decir que se convirtió en un ser mezquino mientras estaba en Etiopía.
¿Yo soy del sí? Bueno, de momento. También fui del No antes de empezar a escribir este blog, cuando llevaba tantísimos años sin escribir nada de esta manera, quiero decir, al margen de asuntos profesionales. Así que quién sabe lo que pueda pasar en un futuro. Ahora, lo que no te perdono es que compares mi sí con el de las niñas de Moratín. ¡Que yo estoy rotundamente en contra del matrimonio, hombre! Ahora, hay algo que ahora mismo en esta comedia tiene mucho que ver conmigo. Pero no te diré qué :P
Un beso!
Así es, Jota, no creo que de esta voluntad de negación se pueda excluir a ninguna forma de arte. De hecho, Vila-matas también aborda el caso de Marcel Duchamp. En cuando a lo segundo que dices, más bien creo que la falta de habilidades sociales suele ser frecuente en los artistas precisamente por eso mismo que señalas: que el arte aparta de la realidad, o mejor diría de la vida; que la creación exige un aislamiento y una reconcentración sobre sí mismo, un escapar a las rutinas habituales del común de los mortales, que luego no es raro que la relación con tales mortales resulte más costosa y difícil. Tanto por habituación al aislamiento como por falta de costumbre a la hora de relacionarse con los demás y compartir sus intereses.
Un beso!
Desde luego, doctora Antígona asumir un “No” puede dar para más literatura que un “Sí”. Además, puede ser más sincero (¿realmente todo lo escrito ha aportado algo a la literatura, o era completamente prescindible? Supongo que esta pregunta sería dura de asumir hasta para los más grandes)
El propio Vila Matas retoma esta enfermedad de la literatura en El mal de Montano, y hace decir a su protagonista, escritor incapaz de escribir; “No es que no pueda ya escribir, sino que cada dos por tres soy visitado por ideas de otros, ideas que me llegan de improviso, que me vienen de fuera y que se apoderan de mi cerebro, y así la verdad es que no hay quien escriba”.
Quiero decir, quizás lo más paralizante es la certeza que todo autor puede sentir en un momento dado de que ya no le queda nada más que decir. Claro que a Roberto Bolaño nunca le llegó ese momento. como no le llegó a Kafka, como no le llegó a Pessoa, como no le llegó a Mann. Pero genios que vivan en el límite del abismo (en la oscuridad del borde de la ciudad, que llamaba el otro) hay pocos. Quizás por eso Vila Matas admiraba tanto a su amigo Bolaño.
Todo lo que empieza como comedia acaba como tragedia.
Tonight I'll be on that hill 'cause I can't stop
I'll be on that hill with everything I got
Lives on the line where dreams are found and lost
I'll be there on time and I'll pay the cost
For wanting things that can only be found
In the darkness on the edge of town
Un beso, doctora Antígona!
Gracias por permitirme fumar mientras leo, aprendo, vuelvo a leer y creo que no comprendo...
se me escapa ese no, probablemente porque voy menguando a medida que vislumbro esa inmensidad de ideas, opiniones, motivos y frustraciones que llevan a un artista a refugiarse en su auto-negación.
Siempre que paso por aquí siento algo parecido a la certeza de mis capacidades a-negadas, o simplemente limitadas.
Pero sonrio mientras aprehendo....
Antígona,
es complicada la naturaleza humana,pero aunque pensemos que todo está dicho,escrito o inventado jamás una misma experiencia es vivida o transcrita del mismo modo,y ese pánico escénico suena a falta de fe en un@ mism@,al fin y al cabo y no sólo en la literatura:siempre se pierde lo que no se da.
Besos y abrazos!
Leí ese libro hace mucho, me hizo reir como casi siempre Vila-Matas, esa sonrisa que provoca la complicidad y la ironía, también la sorpresa, que a mi entender es la mejor baza de Vila-Matas. Y recuerdo que al poco escribí un post en el que me enzarzaba con el "no" vital... algo como tú con tus perdidas de objetos... rachas, que me digo yo.
Pero sigo pensando que existen tantas razones para escribir o para no hacerlo, o dejar de hacerlo, o hacerlo a solas sin ánimo de ser leído, o hacerlo haciendo el pino o... como personas hay, como seres individuales con sus motivaciones tan, tan personales y únicas que sería absurdo intentar encontrar una lógica, un canon del "no escritor" como el hacerlo del "sí escritor". Por eso disfruté el libro cuando leía en él una mera exposición de sujetos curiosos pero que dejaba de lado extraer ninguna conclusión...
Y por esa misma razón admiro al Bolaño escritor pero me salto al dogmático que gustaba de sentar catédra, con esa falta de humildad que lleva a alguien a convertir en universal lo que no deja de ser un sentir o un hacer propio. Aunque la historia de la literatura esté plagada de afirmaciones así de contundentes, para ser justos... pobre Bolaño, leñe, que no es, ni será, el único.
En fin, reconozco que el silencio me llama la atención como opción, cada vez más, a pesar de mi verborrea... deben ser estos tiempos de orfeos a tantas voces desafinadas y casi siempre sin fundamento.
Besos cacareando!!
Quizás el NO sea simplemente un mecanismo de defensa para huir de la exigente vida del escritor y convertirse momentáneamente en DIOS.
Un dios dispone de la vida y la muerte, crea y destruye a voluntad. Cuando DIOS dice NO es NO, sin necesidad de argumentos ni de ridículas justificaciones. Es NO porque lo digo yo. Palabra de DIOS.
Creo que a los porteros de discoteca les pasa algo similar. ;-)
Un beso
Es, desde luego, doctor Lagarto, la idea de Vila-matas, ésa de que el No puede dar para más literatura que un Sí. La tesis de Vila-matas es, incluso, que “sólo del rastreo del laberinto del No pueden surgir los caminos que quedan abiertos para la literatura que viene”, de lo cual entiendo que el propio Vila-matas considera que la literatura habría llegado a un punto de inflexión a través de ese No en el que debe ahondarse para que la literatura, tal vez la gran literatura, sea posible de nuevo. El No no es algo nihilista. Sería más bien algo que, de ser comprendido, podría constituir un nuevo punto de partida.
Sin haber leído esa otra obra de Vila-matas, su cita me suena. Tal vez sea entonces un guiño a lo ya escrito en “Bartleby y compañía”, o que, como sugería Dersu, Vila-matas se repite demasiado :P En cualquier caso, leeré el libro un poco más adelante. Me interesa lo que hace este hombre.
Entiendo bien lo que dice, la idea de que un autor puede en un momento dado sentir que ya no le queda más que decir. Sólo que es posible que esa sensación sea algo transitorio. Supongo que todos los escritores pasan por etapas de mayor creatividad y otras auténticamente desérticas en cuanto a nuevas ideas o nuevos estímulos se refiere. Pero los motivos para dejar de escribir pueden ser más profundos: percatarse no de que uno ya no tiene nada que decir, sino que no tiene nada que decir que sea verdaderamente relevante, que no aporte algo a lo ya dicho; o percatarse de que uno tiene aún cosas que decir pero no se siente con fuerzas para enfrentarse a ese abismo que supondría aventurarse a escribirlo.
Me gusta esa frase de “Los detectives salvajes”. Pero hoy démosle la vuelta. Que lo que empieza en tragedia acabe en comedia.
Gracias por traer aquí esa estupenda letra de Bruce. Le doy toda la razón en que hay cosas que sólo pueden encontrarse allí donde se arriesga.
¡Un beso, doctor Lagarto!
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Íliamehoy, te invito a un cigarrillo virtual que aquí el humo es siempre bienvenido :)
No creo que haya realmente nada tan extraño en ese No. Entre otras cosas, porque estoy segura de que la mayoría de los bloggeros –que nadie entienda que nos estoy comparando con los escritores, por favor, que no se trata de eso- nos hemos visto tentados en muchas ocasiones a plantarle un No al blog y al ejercicio de escritura que representa. No siempre se está en disposición de escribir. Menos aún cuando quien ha escrito algo ha alcanzado con ello la fama y siente la presión del público que se aclama para volver a estar a la altura de sí mismo, para alcanzar su propia medida, sin saber muy bien tal vez cuáles fueron los mecanismos por los que alcanzó dicha medida y con la incertidumbre de si será capaz de volver a hacerlo. Y las razones para sentirse uno mismo incapaz de volver a crear o sencillamente para no poder encontrar un sentido en la propia vida al esfuerzo que requiere la escritura pueden ser múltiples.
Y, por favor de nuevo, nada de capacidades a-negadas –bonito engendro- o limitadas. Conozco poco tu blog, últimamente ando demasiado desconectada de este medio, mucho más de lo que desearía, también por múltiples razones, pero lo poco que conozco me parece, personalmente, que habla más bien de capacidades nada a-negadas sino todo lo contrario. Lo de la limitación, ay, es algo común a todos. Es sencillamente humana :)
Un beso
Muy complicada, claro que sí, Troyana, tan complicada como la complicación de nuestros deseos, de nuestras ambiciones, de nuestras exigencias para con nosotros mismos. Recuerdo que cuando de joven descubrí a Cortázar pensé que nunca más escribiría ningún cuento. Me pareció que había tal maestría literaria en cada uno de ellos que no valía la pena invertir tiempo alguno en escribir nada que nunca le llegaría ni a la suela de los zapatos. Que después de existir su obra era sencillamente estúpido, banal y vacío tratar siquiera de intentarlo. Hoy por hoy sigo, desde cierta perspectiva, sigo pensando exactamente lo mismo. Pero he encontrado otras motivaciones para escribir: me divierte, me entretiene, me ayuda a pensar y a sacar cosas de mí que de otro modo difícilmente aflorarían. Pero la ventaja es que yo no soy escritora ni pretendo serlo. No me exijo aportar nada que no se haya hecho ya. Si éste fuera el caso, es posible que entonces no escribiera.
Sin embargo, me ha encantado la última frase que has puesto, lo de que se pierde lo que no se da. Me parece tremendamente verdadera. Supongo que hay muchas cosas respecto a las cuales poco importaría que se perdieran. Pero quizás a uno mismo sí le importe, y mientras haya un receptor al que también le importe, el dar habrá tenido sentido.
Un beso y un abrazo!
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No me extraña, Margot, que el libro de Vila-matas también te inspirara a ti para un post. Recoge tantas citas extraordinarias de tantos autores sobre el hecho de escribir, sobre lo que significa mantener una actitud de afirmación o negación no sólo ante la escritura sino también ante la vida, que uno no puede dejar de plantearse ciertas cosas, y para mí el simple darle vueltas a algo suele acabar, más tarde o más temprano, en un post. De todos modos, mis pérdidas de objetos creo que poco tienen que ver con un “no” vital, sino con eso de que aún no sé muy bien el terreno que piso y tengo que andar pendiente de tantas cosas para no tropezar que supongo que es lógico que alguna se me quede por el camino :)
En lo que dices de las muchas razones que existen para escribir o no hacerlo te doy plenamente la razón. De hecho, creo que ya lo he mencionado más arriba, al seguir releyendo el libro me di cuenta de lo mucho que estaba traicionando a Vila-matas con mi post. Hacia el final reconoce que no hay un centro, no hay un fondo común ni nada que se le parezca en ese laberinto del No que él trata de desentrañar. Hay demasiadas razones para el No como para poder unificarlas o sacar de ellas alguna conclusión. Y supongo que, como dices, lo mismo sucedería para el laberinto del Sí.
Pero supongo también que la traición se debió a lo reveladoras que me parecen esas palabras de Bolaño, o al peso que yo misma le daría a la dificultad de enfrentarse al abismo de escribir si tuviera que escribir mi propia tesis sobre el laberinto del No. Una escritora cuyo nombre ahora no recuerdo dijo una vez que escribir es suicidarse y entendí perfectamente el dramatismo de su frase. También dogmática, por supuesto, pero debe de ser que está cercana a cosas que yo misma he sentido en determinados momentos hacia la escritura y por eso me llegó. De lo cual, obviamente, no tengo intención alguna en concluir que se trate de una experiencia universal. Ni de lejos.
Los tiempos son de mucha verborrea desafinada, es cierto. Y el silencio un tesoro cada vez más devaluado. Es lo que suelo pensar cuando salgo a mediodía a tomar algo a una terraza y tengo que sufrir la tiranía de los niños chillones a los que sus padres no dicen nada porque es posible que piensen que es normal que los niños chillen o que todo el mundo debe reconocerles ese derecho, jajaja. Aunque ya sé que hablabas de otras voces desafinadas :)
Un beso silencioso!
Bueno, C.E.T.I.N.A., interesante tesis :) No recuerdo ahora si Vila-matas plantea algo parecido, y mira que el egocentrismo y los delirios de grandeza suelen ser cosa bastante frecuente en los artistas!
De todos modos, no me parece mal que ni ellos ni todos nosotros nos erijamos de cuando en cuando en dioses para poder decir No sin justificaciones ni argumentos. ¿Por qué será que los Noes tienen que justificarse y argumentarse mucho más que los Síes? Qué cansancio, caray, cuando a uno lo que le sale realmente de dentro es decir que NO. Pero es que en el No siempre hay un gesto de rebeldía, o de desobediencia, o de rechazo que no suelen llevar bien quienes lo reciben.
Lo de los porteros de discoteca, jajaja, eso día que es algo distinto. Son un espécimen aparte y sus Noes poco tienen de rebeldes sino de pura afirmación del sistema.
Un beso!
¡PLÍÑ! un 20 ANTÍGONA, y gracias por el capote que me ha echado para justificar no haber escrito mis mejores obras... ¡Pa' qué!
Como siempre ocurre, no son todos los que son ni están todos lo que están; muchos harían un favor si se adscribieran a la tendencia o, anónimamente, se abstuvieran de irritarnos con sus escritos, mientras otros, nos roban el placer de momentos de comunión con desconocidos.
Intentar escribir lo que nunca sea ha escrito, es un alto riesgo a que se nos achaque no haber leído lo suficiente, y aquellos que efectivamente no lo hemos hecho, tenemos la estupenda excusa de la espera de las musas novedosas para no acometer la ingente tarea que exige escribir siendo digno, o al menos interesante.
¿Cree que suena bien: Lúzbel Guerrero Bartleby?
¡Mola!
Si, somos infinidad de posibilidades erráticas, pero en cada momento, somos algo, no para el resto, si no para nosotros mismos. Y si en ese momento, lo ocultamos, nos traicionamos. A menos que seamos ocultadores, en cuyo caso, haremos bien en ocultar. =)
Loki no aparece en el libro de M., si no en la peli Dogma de Kevin Smith.
Voy a ocultarme un ratico.
Salud!
Ésas sus mejores obras deben de estar entonces en ese raro estado de suspensión de la literatura universal, ¿no, Luzbel? A ver si un día me entero de cuál es la puerta por la que se accede a todo lo que debe de haber allí acumulado, que estoy segura de que disfrutaré de lo lindo leyéndole, a usted y a tantos otros.
Es cierto que muchos nos harían un favor adscribiéndose a la tendencia del No. Aunque en realidad, bastaría con no leerlos. El problema es que luego nadie te devuelve el dinero invertido en el libro o el tiempo que uno le ha dedicado hasta darse cuenta de que no valía la pena perderlo en él. Por no hablar del espacio que ocupan en las librerías y de los árboles talados para su edición en papel, ay.
En cuanto a lo segundo, la cuestión es que nadie ha leído lo suficiente. Ni Proust, ni Balzac, ni Dostoievski, ni tan siquiera ellos leyeron lo suficiente y no me cabe la menor duda de que lo sabían. Lo suficiente en el campo de la literatura es, sencillamente, inabarcable para el tiempo de una vida. Es otra imposibilidad. Pero a ellos no les importó. O era más fuerte que esa conciencia la necesidad de decir algo, la obsesión por decirlo. Escribir tiene algo de obsesivo. Porque es probable que sin esa obsesión un tanto enfermiza no fuera posible enfrentarse al abismo.
El truco de la espera de la llegada de las musas ya lo utilizó Stendhal, según Vila-matas, durante diez años. Y luego se arrepintió de haberlo hecho y de haber “malgastado” esos diez años. Esperemos que no le pase a usted lo mismo, amigo Luzbel Guerrero Bartleby ;)
Un beso!
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Entiendo lo que dices y lo comparto, Neo. Hay que ser coherente con lo que uno desea para sí en cada momento, en lugar de huir buscando pretextos. Pero a veces, pasado el tiempo, la mayor coherencia es el abandono de lo que uno fue y ya no es. O mejor, el reconocimiento de que eso que uno fue, por raro que parezca, ya no puede seguir siéndolo y que más vale deshacerse de la ilusión de que sí. Somos nosotros mismos los que, por lo general, nos encadenamos al “soy” sin querer ver las transformaciones que nuestro ser sufre.
La peli no la he visto, pero me hago con ella en cuanto pueda.
Espero que disfrutaras de ese ratico de ocultación ;)
Besos!
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