viernes, 17 de julio de 2009

Fuera de aquí


"Ordené que trajeran mi caballo del establo. El sirviente no entendió mis órdenes. Así que fui yo mismo al establo, le puse silla a mi caballo y lo monté. A la distancia escuché el sonido de una trompeta y le pregunté al sirviente qué significaba. Él no sabía nada ni escuchó nada. En el portal me detuvo y me preguntó:
-¿A dónde va el patrón?

- No lo sé -le dije- simplemente fuera de aquí, simplemente fuera de aquí. Fuera de aquí, nada más, es la única manera en que puedo alcanzar mi meta.

- ¿Así que conoce usted su meta? -preguntó.

- Sí -repliqué- te lo acabo de decir. Fuera de aquí, esa es mi meta"


La partida, de Franz Kafka

Me encuentro en lo que parece ser un anticuado salón de té, sentada junto a los que, extrañamente, identifico como Boris Vian, Eugène Ionesco y René Clair. Extrañamente, porque no sé en función de qué criterios soy capaz de reconocerlos como tales. No recuerdo si alguna vez en mi vida he visto antes sus caras.

Pese a compartir su misma mesa, sus rostros, sus manos, sus voces, me resultan sorprendentemente lejanos, distantes. Tengo que hacer esfuerzos para eschucharlos, para seguir su conversación. También la mesa misma, las tazas, los platillos, todos los enseres preparados reposan frente a mí en una rara lejanía. Tal vez por ello, por miedo a no calcular bien la medida de mis movimientos en el caso de que me decida a alcanzarlos, mis manos permanecen tímidas sobre mi regazo. Por algún motivo no las veo, aunque siento su pesadez. Mi cuello parece atenazado por una inusual rigidez. Pero no me importa. Mi limito a mirar al frente.

- Como presidente de la Subcomisión de las Soluciones imaginarias -dice Boris Vian- deseo celebrar que nuestra primera actividad de este incipiente Período de Desocultación del Colegio de Patafísica, el que definitivamente cierra nuestro largo Período de Ocultación, haya sido todo un éxito.

- En efecto, señor Presidente -corrobora Ionesco-. La exposición "Agujeros, Nadas y Espejismos" ha sido un verdadero triunfo. Lástima que la comisión no llegara a un acuerdo con respecto a mi propuesta de incluir en ella a la cantante calva. A fin de cuentas, como ya defendí en su día, ¿no es la calvicie una sublime forma de nada, de agujero negro, de espejismo cuando las calvas son lo suficientemente brillantes como para que uno pueda verse reflejado en ellas?

- Ah, mi querido Eugene, creo que eso ya lo discutimos bastante -comenta conciliador Clair-. Y convinimos que los agujeros, las nadas, los espejismos de la exposición debían ser más auténticos, más radicales... Verdaderas ausencias de realidad, auténticos reductos de abisal vacuidad y etérea inmaterialidad.

- Pues a eso mismo me remito, mi querido René. ¿Es que alguien vió alguna vez a la cantante calva? ¿Alguien la oyó cantar? ¿Alguna vez apareció en escena más que en forma de "nada"? Pero bueno, la exposición ya está hecha y no tengo intención de seguir insistiendo. Simplemente pienso que hubiera sido una buena aportación a nuestra artística creación.

- Pero nadie la ha encontrado. La exposición, quiero decir -me atrevo entonces a protestar-. ¿Cómo puede haber sido un éxito? -Mi propia voz retumba en mi cabeza y reverbera contra mis mejillas, como si algo le impidiera salir de mi garganta. Siento una molesta sensación de ahogo. Tengo la impresión de que mis pulmones inspiran y expiran en todo momento el mismo aire viciado. El aire, ahora me percato, retenido tras el cristal que, ante mis ojos, filtra todas las imágenes que llegan a mis retinas. Tal vez sea ese cristal el que produce el efecto de lejanía, de inaccesibilidad, que experimento con respecto a todo aquello que me rodea.

- Mi querida Sylvia, mi querida Sylvia -me replica Boris-, tú siempre tan ausente tras tu campana de cristal. De eso se trataba, nuestra pequeña poetisa, de que nadie la encontrara como tal. Pero te aseguro que, en realidad, e independientemente de lo que haya dicho la prensa, muchos sí la han encontrado. Es más, la exposición se halla eternamente al alcance de todos, de todos los que realmente quieran dar con ella. Lo fascinante, lo maravilloso de nuestra exposición es que no hay límite alguno que la contenga, que no hacía falta encerrarla en ningún recinto al uso, y que, además, durará para siempre. Los agujeros, las nadas, los espejismos, están por todas partes, dentro y fuera, arriba y abajo, a la derecha y a la izquierda. Pero sobre todo dentro. ¿O me negarás que tú misma no estás viviendo ahora rodeada de esa nada? Por cierto, querida, que sepas que esa nueva modalidad de campana te sienta muy bien. Aunque es posible que te resulte un poco incómoda para tomar el té. ¿No quieres una taza?

Boris Vian sirve un poco de te en mi taza y la toma con delicadeza para ofrecérmela. Sigo sin poder medir con precisión a qué distancia se encuentra de mí y no quiero cometer una torpeza. Pero tampoco quiero parecer grosera. Alzo con cierta fatiga mi mano y cuando aparece en mi campo de visión descubro que se halla recubierta por un grueso guante de cristal. Aun así la tiendo con cuidado hacia la suya, que ya está depositando la taza sobre mi palma. No puedo percibir el tacto satinado de la porcelana, el calor del líquido vertido en su interior.

- Bebe, querida -me conmina Ionesco con amabilidad-, te sentará bien.

Trato de acercar la taza a mis labios, pero su borde choca con un ruido metálico contra el cristal que se interpone entre mi rostro y ella. Sólo entonces me doy cuenta de que frente a mí, al fondo de la sala, hay un enorme espejo que reviste toda la extensión de la pared. Pero el espejo no refleja ni a los demás comensales, ni la mesa, ni las sillas, ni el resto de objetos de la sala. Únicamente me muestra a mí, embutida en un aparatoso traje de buzo de cristal cuya escafandra aprisiona mi cabeza.

- No puedo beber. Necesito primero quitarme este traje. Salir de esa campana. ¡Necesito salir de aquí! ¡Fuera de aquí! ¡Que alguien me ayude a salir de aquí! -casi grito con repentina desesperación.

- Querida, no seas boba, sabes que eso es imposible. Nadie puede salirse de su propia piel, por más que lo desee -me reconviene René con una sonrisa condescendiente- Y cuando ésta se convierte en una campana de cristal, sólo uno mismo puede encontrar el mecanismo que le devuelva la antigua permeabilidad que le permita tocar el mundo. Como miembros del Colegio de Patafísica y expertos en esta maravillosa ciencia de las soluciones imaginarias, podemos aconsejarte que busques tu propia solución imaginaria. Pero para eso tendrás que dejar de tomarte tan en serio, en lo que eres o dejas de ser, en lo que puedes o dejas de poder. Y empezar a abrazar sin amargura el absurdo que subyace a tu propia existencia. El absurdo que subyace a la existencia de cada uno de nosotros y a todos nuestros afanes por darnos en ella una forma consistente y sólida. Nada de lo que somos o lleguemos a ser importa tanto, Sylvia. Tendrás que aprender a echarte unas risas mientras bailas un vals con ese absurdo. Así podrás sentirte fuera de nuevo. Anda, trata de beber un poco de té. Quizás eso te ayude.

Intento acercar otra vez la taza a mi boca, con decisión. Pero esta vez la frágil porcelana se quiebra contra el cristal y el líquido se derrama sobre mi pecho, sobre mis rodillas. Ni tan siquiera noto su fluir sobre mi cuerpo, tan sólo las dos lágrimas que se deslizan por mis mejillas. Los tres patafísicos han estallado en carcajadas.

- Pero Sylvia, Sylvia, ¿cómo vas a poder entrar así en nuestro Ilustre Colegio? ¿Pero no te has dado cuenta de lo gracioso que ha sido? -ríe divertido Boris Vian- Anda, ríete, Sylvia, ¡ríete!, ¡ríete!

Cuando despierto las lágrimas han humedecido la almohada. Sigo queriendo estar fuera de aquí. Fuera de mí y de mi propia piel. Pero las comisuras de mis labios ya se esfuerzan por ensayar una sonrisa.

12 comentarios:

dErsu_ dijo...

No lo había pensado nunca hasta ahora, despues de leerte, y seguro que digo un disparate, pero quizás un suicida no sea más que alguien sin sentido del humor. Y que me perdone la señorita Plath, pues quizás los tratamientos con electro shock y el humor ligan poco.

BACCD dijo...

Ya veo que habría que ser más patafísico y menos campanero.

Me gusta ese esbozo de sonrisa, que tal vez empiece a resquebrajar la campana...

(Hija, suerte que pones los enlaces... ¡lo que se aprende en este blog!)

¡Un beso, querida Antígona!

Miss.Burton dijo...

Bueno, tus sueños son altamente benefeciosos, y oye... de un nivel increible. Una tiene que despertarse como nueva, después de un viaje tan intenso interior...
Yo también repito mucho eso de que quiero salir de aquí, no se a donde, no se ni como, pero se que quiero salir. Y eso me hace seguir adelante, y veo luz, y se que al final, estará el letrero de la puta salida por alguna parte, mientras, todos seguimos buscándola.
Dificil... pero es un reto para el que creo vamos preparadas.
Cuando te vea, te contaré. Y tu a mi. Mientras, leerte, es como meterme en tu piel, sí, en tu piel, y descifrar tu día a día. Siempre un placer, porque esa cabecita que tienes, vale orooro.
Un beso fuerte, estoy espesa, hce calor... hablamos ya muy pronto.
Cuídate hasta entonces, cuando te vea, ya te cuido yo tb un poquito¡
ALE, A LOS BARES, CÑO¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
BSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS

Antígona dijo...

No creo en absoluto, Dersu, que digas ningún disparate. El sentido del humor nos ayuda a tomar distancia de las cosas, a cuestionar la relevancia de asuntos a los que en un momento dado podemos dar una importancia desmedida. Sin embargo, no creo que a quien sea víctima de una depresión le sirva de mucho tratar de acudir al sentido del humor. Es probable que la persona de carácter depresivo destaque por su falta de sentido del humor. Pero en el caso de una depresión con todas las de la ley, como parece ser que fue el caso de Sylvia Plath en repetidas ocasiones a lo largo de su vida, el propio estado de ánimo que la define se caracteriza por anular de raíz cualquier posibilidad de risa o ligereza. Los estados de ánimo tienen un poder abrumador sobre nosotros y no siempre somos capaces de sacarnos nosotros mismos del agua tirándonos de los pelos, como el barón de Münchausen.

Un beso

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Pues sí, Dusch, algo debería contagiársenos más a menudo de ese espíritu patafísico para subvertir aquellas imágenes de la realidad, o de nosotros mismos, que nos hacen daño. Apenas conozco nada del Colegio de Patafísica ni de sus propuestas, pero tendré que investigar porque me parece una institución de lo más atractiva.

El esbozo de sonrisa tenía que llegar. Basta con que la protagonista recuerde al despertar lo absurdo de su sueño ;)

Un beso grande, querida Dusch!

Antígona dijo...

Ay, Delirium, ¡que no es ningún sueño mío! Mis sueños suelen ser bastante más triviales y no están poblados de personajes tan interesantes :)

Es más bien el resultado literario de un día un poco tonto que tuve, uno de esos días en que uno apenas se soporta a sí mismo y sólo desearía escapar de su propio pellejo. Supongo que a todo el mundo le ocurre de cuando en cuando y luego, sin saber muy bien por qué, esa sensación desaparece. A veces sólo es síntoma de que estamos vivos, por paradójico que parezca.

Entiendo que el cuento de Kafka y su fuera de aquí plantean algo así como la imposibilidad de encontrarse a gusto en ningún sitio, la imposibilidad de desarrollar un sincero sentimiento de pertenencia en el mundo en el que vivimos. “Es el alma un ser extraño sobre la tierra”, que decía Trakl, a quien ya cité hace tiempo en otro post. Lo leo como un cuento muy existencialista. Pero yo he querido utilizarlo de otra manera en este post, que en el fondo no creo que deje de estar conectada con la suya.

Yo me planteo eso del quiero salir de aquí cuando me veo atormentada por alguna situación cuyo final o cese, sin embargo, se me escapa. Pero por suerte no estoy viviendo ahora mismo ninguna situación así. Sin embargo, la experiencia dice que siempre se acaba por salir. Sólo hay que tomar conciencia de la voluntad de hacerlo y ponerle fuerza y ganas. Y eso a ti desde luego no te falta.

Me temo que el calor nos pone espesos a todos, y más hoy, que casi no se puede ni respirar este aire caliente.

Y sí, hablamos pronto muy pronto. Prontísimo ;)

Y los bares, por descontados. Antes y después de. Tú ya sabes a qué me refiero ;)

Besos besos besos!

daniel rico dijo...

Magnifico.

Estoy leyendo "Escupire sobre vuestras tumbas", de Boris.

saludos

Miss.Burton dijo...

Ay, Antígona, qué calor¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Sí, nos vemos pronto... me apetece muuuuuuuuuuuchooooooooo¡
No se porqué, te hacía yo a ti con este tipo de sueños tan interesantes, pero como para mi, también son sueños, esos que se gestan en la cabeza en los días de comtemplación... Pues eso, que tu cabeza va, y está, como siempre, de pm.
Un besazo¡

NoSurrender dijo...

Boris Vian es siempre una buena compañía. Nunca he cenado con él, pero no me importaría que trajera al cocinero Nicolás y comprtiéramos un poco de la espuma de los día.

Es duro lo que usted plantea, Antígona, pero todos tenemos días duros en los que sólo vemos nuestro destino fuera de nosotros mismos y necesitamos correr y correr. Por cierto, no sabía que Kafka resultara también tan springstiniano.

Soñaré que Nicolás cocina para Vian y para mí una buena anguila. Y que usted, doctora Antígona, también está invitada y sustituye esa escafandra por una gran sonrisa.

Besos, doctora Antígona!

Antígona dijo...

Gracias, Daniel, por tus palabras y por tu visita.

Yo aún no he leído nada de Boris Vian, pero llegué a conocer a algún que otro miembro del “Otro Ilustre Colegio de Patafísica” y de ahí nació más bien la referencia a él en el post.

Un saludo

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Ando ahora por latitudes mediterráneas, Delirium, y el calor no sé si aún es más espantoso. Sudo como un pollo!

La verdad es que me daría un poco de corte escribir aquí algún sueño propiamente mío. No fuera que alguien se empeñara en psicoanalizarlo y me sacara algo muy turbio ;) No, para el blog prefiero estos otros sueños ficticios, que emanan de la propia imaginación consciente.

Un gustazo verte el otro día, Delirium, que se repita pronto!

Un beso grande!

Antígona dijo...

La compañía de Boris Vian, doctor Lagarto, como le decía a Daniel, aún debo descubrirla. Desde la estantería me mira tranquilo precisamente “La espuma de los días”, que espero no tardar mucho tiempo en leer.

Es duro lo que planteo, sí, pero creo que al mismo tiempo es una experiencia muy humana, sin necesidad de pasar por una depresión como le sucedió a Sylvia Plath. Es como si a veces ciertos estados de ánimo nos hicieran sentirnos fuera de todo e incapaces de recuperar el contacto con el mundo, extraños ante lo que, sin embargo, se nos aparece por lo general como lo más familiar o íntimo. No son estados de ánimo agradables. Pero tampoco creo que haya que temerlos. A fin de cuentas, sólo podemos acceder al mundo desde los límites de nuestra propia subjetividad, y en ocasiones ésta se enfanga de tal modo consigo misma que luego no sabe salir del enredo. Pero siempre sale, más pronto o más tarde.

¿Kafka springsteeniano? Uff, yo diría que para nada. Pero si usted prefiere verlo así, no seré yo quien desmonte su interpretación :P

Me encantaría probar en su sueño esa anguila cocinada por Nicolás. Y le aseguro que para la ocasión me habré dejado la escafandra en casa :)

Un beso, doctor Lagarto!

Isabel chiara dijo...

Qué tarde llego al sueño, y menos mal que es ficticio, porque este tipo de sueños me suenan a mí a los que abundan en las cabezas de aquellos que oyen voces, jajaja

Y con los patafísicos nada más y nada menos, que yo lo único que sé de ellos es esa teoría del ésto, aquello y lo otro de la que habla a veces el genial arrabal.

Sin embargo puedo entender la opresión de la Plath, ese no place to go que muchas veces nos invade y nos mantiene aletargados en la cuevita del sufrimiento más absoluto.

Menos mal que la campana del sueño era de cristal y dejaba pasar la luz.

Un besote

c.e.t.i.n.a. dijo...

¿Sylvia es Michael Jackson? Lo digo por lo del guante de cristal...

Efectivamente Antígona, la existencia es tan absurda, tan carente de sentido, que es mejor tomársela como un mero divertimento y vivirla como una fiesta.

Voy a prepararme un revoltillo de setas y trigueros, regado con un tinto del Campo de Borja, que luego tengo una siesta pendiente.

Un beso y gracias por el relato