jueves, 4 de septiembre de 2008

Robo II: Tragar


...Mire, Señor Comisario, lo cierto es que no sé muy bien por dónde empezar... Quiero decir, que ya sé que lo que usted me pregunta podría tener, así a primera vista, una respuesta fácil, usted me pregunta, ¿por qué lo hizo? y yo le respondo, pues lo hice porque tal y tal cosa, y el asunto quedaría zanjado con una simple frase y usted podría irse a su casa tan satisfecho y yo al calabozo a seguir rumiando mis pensamientos. Pero es que hay cosas que no tienen una respuesta tan sencilla, ¿no cree?, ya me gustaría a mí que la tuvieran, a veces parece que sí podrían tenerla, pero sólo lo parece, y entonces, si sólo lo parece, es porque realmente no es así, digo yo que es de cajón, ¿no? No sé, Señor Comisario,... ¿ha leído usted "El extranjero"? Sí, hombre, de un tal Camus... Vaya, perdone, no, no es que pretenda irme por las ramas ni mucho menos malgastar su tiempo, Señor Comisario, que yo con el tiempo ajeno soy muy respetuoso, pero es que por un momento he pensado que si lo hubiera usted leído tal vez podría entenderme un poco mejor. Pero no importa, no importa... mire, Señor Comisario, yo creo que lo que me pasa es que algo en mí no funciona bien, por decirlo de algún modo, sí, no funciona bien, porque yo veo que la mayoría de la gente se levanta por las mañanas, soporta el dichoso atasco, se tira horas y horas trabajando y aguantando a sus jefes, recibiendo órdenes, dedicando su tiempo a algo que no les apetece hacer, y luego vuelta al atasco, llegar a casa más muerto que vivo, ya sin ganas ni fuerzas más que para estupidizarse un rato con la tele y ¡hala!, al catre y vuelta a empezar y así día tras día. Y esa gente, ¿sabe?, parece que se adapta, que se resigna, que se conforma, que acaba por no quejarse, incluso están contentos, mire bien lo que le digo, ¡contentos! Pero yo no puedo, ¿sabe?, algo en mí no funciona bien porque yo no puedo. Y mire que lo he intentado, que me lo he propuesto, no una, sino mil veces, pero es que no me sale, no hay manera, me lo pregunto todos los días, ¿por qué yo no puedo?, ¿por qué yo no? Pues sigo sin saberlo, no lo sé, pero el caso es que yo no me acostumbro a tragar, ¿sabe?, a tragar. Porque de eso, de eso, es de lo que va este juego: de tragar, de ingerir, de deglutir, usted lo sabe tan bien como yo, no me diga usted que no, y seguro que lo ha sentido alguna vez, aunque a lo mejor ya no se acuerda, a lo mejor usted también se ha conformado, se ha resignado, como la mayoría de la gente, y ya no se da cuenta y por eso igual hasta se levanta contento y todo. Pero si rasca un poco, Señor Comisario, si se para un poco a pensar, seguro que me comprende... O a lo mejor no, Señor Comisario, y no le culpo por ello, porque estas cosas no tienen por qué comprenderse, se sienten con las tripas, que son las que tragan, con las tripas, ahí es donde yo las siento, y a lo mejor a usted las tripas le funcionan perfectamente y ya no le duelen ni se quejan, mientras que a mí me están todo el día incordiando, y llenándome de bilis, porque no quieren tragar, no quieren, las muy jodidas... No quieren tragar con las horas de oficina, con las órdenes de mi jefe, con los informes, con los madrugones, con el puto atasco, y sobre todo, ¿sabe?, no quieren tragar con que me quiten mi tiempo, con que me lo roben, ni quieren tragarse y matar ya de una vez las ganas que siempre he tenido y sigo teniendo de hacer otras cosas que no sea levantarme por las mañanas, meterme en el puto atasco, pasarme horas y horas en la oficina escribiendo estúpidos informes, y volver a meterme en el puto atasco para llegar a casa derrotado y sin ánimos para nada. Otras cosas, ¡vaya si hay cosas que hacer!, para las que nunca tengo tiempo porque me lo están quitando día a día, porque me lo están robando, ¡robando!, y mis tripas no sólo tienen que tragarse todas esas ganas de hacer otras cosas sino también la rabia, la impotencia, la frustración que rezuma de ese no tener tiempo para ellas, para todo aquello que realmente me gustaría hacer, un tiempo que no tengo porque, como ya le he dicho, siento que cada día me lo quitan... Sí, a cambio de dinero, ya ve, mierda de dinero, que sí, que lo necesito, como todo dios, claro que lo necesito, pero, ¿a cambio de qué lo consigo? Pues de eso, de que me quiten mi tiempo, lo único que es verdaderamente mío... Porque hay cosas que para poder hacerse y, sobre todo, para poder disfrutarse, exigen que uno tenga tiempo de verdad, y no un ratito aquí y un ratito allá, tiempo por delante, que se suele decir, para paladearlas, para detenerse en ellas, para sacarles su jugo, para mirarlas y remirarlas despacio, con calma, disfrutando de ellas y del tiempo que se les dedica. Como en las mañanas de domingo, ¿sabe?, cuando puedo levantarme sin prisas y preparar tranquilamente el café, y empezar a paladearlo ya desde el momento en que enciendo el gas y pongo la cafetera al fuego, y luego tomarlo a pequeños sorbitos, saboreando cada trago. Ahí es cuando tengo la sensación de que mi tiempo es mío, ¿sabe?, mío, como si tuviera una cajita de la que yo mismo fuera sacando los minutos, uno detrás de otro, despacito, poco a poco, y no como cuando uno tiene que levantarse a todo correr para ir a trabajar y termina el día sin saber a dónde han ido a parar todos esos minutos, qué otra mano se los ha sacado de la caja y se los ha ido quedando... Y mi mujer, la pobre, nunca deja de repetirme que ya haré eso cuando me jubile, que no me amargue, que entonces hasta me aburriré y no sabré qué hacer con tanto tiempo, si será tonta, ¡con la de cosas que yo haría si pudiera recuperar mi tiempo...! Pero eso a mí no me sirve, ¿cómo me va a servir?, si lo que cuenta es el presente, ¿no cree?, el aquí y el ahora, y vaya usted a saber qué habrá sido de mí cuando me jubile o si viviré tanto como para jubilarme, que no es por ponerme agorero, Señor Comisario, pero es que eso nunca se sabe, nadie lo sabe, ni usted ni yo... Y además, ¿qué pasa con todo el tiempo que ya me han quitado? ¿Qué pasa con ese tiempo que me siguen quitando? La vida se me va, Señor Comisario, se me está yendo, y yo sin el tiempo que es mío para poder vivirla como querría... eso sí que es realmente un crimen, ¿no le parece, Señor Comisario? En fin, qué quiere que le diga, yo preferiría que mis tripas funcionaran como las de todo el mundo, y poder levantarme contento y tragar pacíficamente con todo, y que dejara de rezumarme toda esta rabia que siento por no ser dueño de mi tiempo, por sentir que me lo están quitando. Pero no puedo, sencillamente no puedo... Así que supongo que lo que pasó fue que cuando aquel coche chocó con el mío en medio del atasco y el tipo salió hecho una furia, y me gritó, blandiendo el limpiaparabrisas que se había soltado con el golpe, que la reparación me la iba a tragar yo, con estas palabras lo dijo, que me la iba a tragar yo, no sé, Señor Comisario, es verdad que no había un sol cegador, como aquel día para Mersault, estaba cayendo la noche, pero algo en mí debió de pensar que ya estaba bien de tragar, que mis pobres tripas tenían un límite, y que quien se iba a tragar el limpiaparabrisas esta puta vez era él..."

42 comentarios:

c.e.t.i.n.a. dijo...

L'étranger que tout nous avons à l'intérieur... Ese animal que se alimenta de frustraciones y desengaños, que dormita en nuestro interior pero que en el momento más inesperado puede desatar una furia que nunca reconoceríamos como propia.

"Enajenación mental transitoria" creo que le llaman los expertos. "Se le fue la perola" dicen en mi barrio.

Las ciudades son sitios fríos y violentos. Conviene abrigarse, hasta en verano.

Ósculos!

Idea dijo...

¡Un día de furia! La ira nos va envenenando poco a poco y sutilmente, un día, estallamos casi sin darnos cuenta. Las ciudades son enormes trampas de hormigón y nosotros persistimos en seguir acorralados.
Un placer leerte.

Novicia Dalila dijo...

No es necesario vivir en una ciudad para optar por "tragar" o "no tragar"... es una actitud y una forma de valent�a negarse a ello. Eso s� el precio es alto. No tragar implica soledad, rechazo, aislamiento... La �nica recompensa es tu propio orgullo de t� mismo.
Eso s� en una comisar�a jam�s te dar�n la oportunidad de dar tantas explicaciones...

Un beso Antigona (K)

Inma Luna dijo...

Aparte de estar impresionada por tus reflexiones (me he dado un largo paseo por el blog)te diré Antígona que comprendo estas reacciones pero, personalmente, busco otras salidas que me alteren menos porque huir de las estrechas vías de lo obligatorio para abrirte una brecha en la cabeza contra el muro, o abrírsela al que tenga la mala suerte de cruzarse por tu momento de furia, no me resulta una apetecible alternativa.
Desde luego, eso sí, malos tragos, los mínimos.
Besos.

Margot dijo...

Y olé!! te daba la vuelta al ruedo... jeje.

Coñe, que conmigo se hubiera tragado igual el parabrisas, joder, que le entiendo... (Espera, voy a tomar un ansiolítico... ya, ya se me ha pasado...)

Y Camus era un impostor!! (acabo de tomarme otro orfidal o prozac o lexatin; quizás todos juntos, no sé, tengo un mal día...).

Y que vivan los comisarios, las oficinas, los semáforos, el tiempo sangrado y sangrante y hasta la Tuna!! (lo he regado todo con unos chupitos de orujo, no creo que sea perjudicial, no?)

Pues eso, que eso!! jajaja.

Besos ociosos, querida Antígona.

juan rafael dijo...

¡Que dificil debe de ser comisario! Nunca me lo había planteado, será que no veo las series de la televisión.

Gato dijo...

¿Y qué le vamos a hacer? Además de comprar loterías y tratar de renunciar a algo de dinero a cambio de tiempo, cuando se tenga la opción... Con nuestro tiempo compramos el dinero para subsistir, y los fines de semana (o los días libres para los de hostelería).

Nos ha tocado pagar caro... pero también hay que aprender a renunciar a cosas y así no tener que trabajar tanto para pagarlas.

huelladeperro dijo...

Los Hotentotes dedican 17 horas a la semana a trabajar; a lo que es para ellos el equivalente de "nuestro" trabajo (cito de memoria, según Marvin Harris), y disfrutan de lujos por los que en las sociedades civilizadas se pagan millonadas: Tiempo, espacio ilimitado, comida sana y natural (alimentación biológica sin renunciar a los placeres de la carne (¡caza!), libertad. No les falta tiempo para estar con sus hijos ni con sus parejas, y cuando se hacen mayores no son aparcados en "residencias" y olvidados, sino que conforme su edad aumenta son más respetados, escuchados, consultados y tenidos en cuenta.

He renunciado al dinero (a casi todo), para tener tiempo; para no llegar un día a encontrarme como el protagonista de tu post; y ahora casi no sé qué hacer con mi tiempo... Yo también me he críado en esta sociedad estúpidizadora ;-)

¿Cómo saber quién tiene razón? Quizá como la hormiga os riáis de mí cuando estéis disfrutando vuestra jubilación y yo, viejo y andrajoso, tenga que soportar las inclemencias del tiempo y mendigar mi supervivencia.

Quizá como un cabrón me ria yo de aquellos de vosotros a los que toque morir justo antes de la jubilación. (mi abuelo sólo la disfrutó 3 años, mi padre sólo 3 meses). Pero yo no soy un cabrón...

Gato tiene razón, nos ha tocado pagar caro y
Novicia Dalila Tiene razón, el precio de negarse a ello es alto



(perdonadme si personalizo, he leído algunos de vuestros blogs, la mayoría curráis)

Gato dijo...

Huella de Perro, salir del sistema es complicado. Pero a nivel personal hay que tratar de rentabilizar nuestras elecciones personales, lo que es más fácil cuando tu esquema de valores está claro. ¿Una supertele en el salón VS no tener tiempo para sentarte delante de ella, pero poder mostrarla a los invitados? Si haces un poco de higiene mental puedes descubrir que, de hecho, hasta se puede llegar a prescindir de un salón. Es cuestión de no dar cosas (y menos necesidades) por sentado.

Antígona dijo...

Lo que yo me pregunto, C.E.T.I.N.A., es si en este mundo nuestro y con los regímenes laborales que la gran mayoría tiene que padecer, ese animal no está más que sobrealimentado de frustraciones e impotencia. Aun cuando lo peor es que el sistema ya se encarga de aplacarlo todo lo que puede a fuerza de grandes dosis de domesticación y de variados sustitutivos (consumismo, bienes materiales) de eso que con más decisión debería reclamar, que es recuperar su tiempo, que a fin de cuentas, no es más que recuperar su propia vida. De ahí que el extranjero que a todos nos habita estalle con tan poca frecuencia y la enajenación mental transitoria o la ida de perola no sea más que una anécdota esporádica en los periódicos.

Las ciudades son sitios fríos y violentos, sí. Pero más fría y violenta es una jornada laboral de tropecientas horas en cualquier lugar en el que el precio de la vivienda supere con creces el salario conseguido con ella, ¿no crees?

¡Besos!

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Un día de furia, sí, Idea, y a mi juicio plenamente justificado según funciona este mundo. Yo no creo que el problema resida principalmente en las ciudades, aunque también, sino en la enorme mentira de tener que vivir para trabajar en lugar de trabajar para vivir que no sólo nos han vendido, sino que se nos impone incluso aun cuando no nos la creemos y no tenemos más remedio que sufrirla a diario. La ira tiene sus causas legítimas, al menos desde mi punto de vista. La putada es que esa ira no se canalice más y mejor, es decir, de formas más civilizadas, y algo pueda cambiar. ¿No dejaron los obreros del siglo XIX de trabajar doce horas diarias sin que la economía se hundiera? ¿Por qué no podríamos hoy por hoy aspirar a una jornada laboral de seis horas, en lugar de ocho? No sé si me estoy pasando de ingenua, pero a mí no me parece algo tan descabellado.

¡Un beso!

Antígona dijo...

En efecto, Novicia, el entorno de la ciudad es secundario, aun cuando los que vivimos en ellas conocemos perfectamente todo el estrés que generan. Tragar o no tragar es una cuestión de actitud, sí, pero me temo que para la opción de no tragar apenas si se nos deja margen. Más bien, diría que hoy por hoy no tragar es un acto heroico que muchos, simplemente, no se pueden permitir, bien porque lo han pensado demasiado tarde y ya han adquirido demasiados compromisos (hipoteca, hijos…), bien porque no es nada fácil acostumbrarse a vivir en la inseguridad y los costes de esta opción podrían ser excesivamente altos. No tragar no implica sólo soledad, aislamiento, o rechazo, sino, para decirlo con una sola palabra, indigencia. Quien no quiera verse abocado a ella, ya sabe entonces lo que tiene que hacer.

En cuanto al comisario, tal vez se trate de una persona igualmente harta de su trabajo a quien la actitud y el monólogo del protagonista no han dejado de conmover. Quién sabe, el discurso de este remedo de Mersault, a fin de cuentas, podría ser el de muchos.

¡Un beso!

PD. Por cierto, ¿por qué la K?

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Inma Luna, me alegro de que te haya gustado el blog después de esa larga vuelta. Pero espero que no hayas acabado harta, que ya sé que tiendo a abusar de la paciencia de mis lectores :)

Yo también comprendo tales reacciones, si bien el final y el contexto del monólogo sólo pretendían en el fondo revestir con un poco de humor un tema bastante amargo. Porque lo que más comprendo, más allá de la reacción del protagonista, es su frustración, su desesperación, su rabia ante una existencia que siente como absurda y malgastada porque no es capaz de conformarse con aquello con lo que todos, mal que bien, acabamos conformándonos. Y comprendo su rebeldía, su amargura, y la visceralidad con que tus tripas reclaman algo mejor para él, porque me parece que todos esos sentimientos están cargados de sólidas y buenas razones. Sensatas razones que tendemos a olvidar por mero conformismo de supervivientes.

¡Un beso!

Antígona dijo...

Ay, Margot, que te leo hoy muy alterada y ahora me siento responsable por haber escrito este post. Miedo me daría ir contigo en coche después de lo que acabas de decir del limpiaparabrisas, maja, así que, sí, tómate el ansiolítico, anda, no vayamos a tener un día de estos un disgusto contigo :)

¿Y Camus un impostor? ¡Anatema! Eso sí que no te lo perdono ni aún con todos los orfidales, prozacs o lexatines del mundo. Suerte tendrá nuestro particular Mersault de no acabar en el patíbulo, ay.

Tiempo sangrado y sangrante, sí. Preciosa y contundente manera de describirlo. Si esto ha sido efecto el orujo, no te prives, no, estoy segura de que no puede ser perjudicial en absoluto.

¡Un besote rebelde, niña!

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Jajaja, Juan Rafael, yo tampoco veo nunca las series de televisión, así que no tengo ni la más puñetera idea de cómo será de difícil eso de ser comisario, por más que tampoco piense que la mejor manera de conocer su oficio sean tales de series de la tele, ¿no? :P

Este comisario debía de ser en el fondo un tipo simpático, para aguantar tanto chaparrón de verborrea desesperada.

¡Un beso!

Antígona dijo...

Y yo qué sé, Gato, qué es lo que podríamos hacer. ¿Pegarle fuego al Ministerio de Trabajo y también al de Vivienda, por ejemplo? En fin, fuera coñas, me temo que este sistema no está hecho para quien quiera renunciar a algo de dinero a cambio de tiempo. Entre otras cosas, porque supongo que el empresario de turno siempre preferiría contratar a quien quisiera trabajar más horas y ser así más productivo para su empresa. Yo elegiría trabajar menos horas por menos dinero sin ninguna vacilación. Pero no se me permite hacer eso. Por otro lado, ¿no se podría pensar que ese intercambio tiempo-dinero no es en realidad justo, en los términos en que está establecido hoy por hoy? ¿Que después de todos los avances tecnológicos que supuestamente deberían habernos liberado del trabajo deberíamos trabajar menos horas a cambio de un dinero que nos permitiera subsistir dignamente?

Dos días a la semana de descanso y cinco de trabajo (en algunos casos, uno de descanso y seis de trabajo) me parece una proporción indignante. Propongo, como mínimo, tres y cuatro. Al menos para empezar.

¡Un beso!

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Pues ese ejemplo tan bien traído de los Hotentotes, Huelladeperro, indica a mi juicio claramente que algo funciona mal en la evolución de nuestra cultura, que en algo nos estamos equivocando. El sueño de la liberación de la condena del trabajo se nos ha quedado a mitad camino, y, francamente, no termino de entender por qué. Es más, diría que va en franco retroceso, después de que hace pocos días Sarkozy se haya visto presionado, ¡por el propio colectivo de trabajadores!, a revocar la Ley que obligaba a una jornada de trabajo semanal de 35 horas, frente a las antiguas 40. Hay una gran mayoría que no sólo ha dejado de percibir el trabajo como una condena, sino que reclama trabajar más. Supongo que, en algunos casos, para consumir más. Y es que el trabajo conlleva una doble alienación: además de la alienación del tiempo de trabajo que es tiempo de vida de cada cual, mata la percepción de estar alienado y acaba matando todo impulso por recuperar ese tiempo de vida que se nos sustrae con el trabajo. Algo en lo que, intuyo, la moral protestante ha tenido también mucho que ver, con su veneración del trabajo.

La opción de renunciar al dinero es dura, claro que sí. Entre otras cosas porque no tener dinero implica igualmente una reducción de las posibilidades de inversión del propio tiempo. Y, obviamente, porque, como dices, vivimos en una sociedad imbecilizante que lejos de formar para la autonomía y la utilización enriquecedora del tiempo libre, lo hace para el sometimiento y la moral del esclavo. Nunca es fácil, además, nadar contra corriente.

Pero este dilema entre renunciar o no renunciar al dinero se vería en parte aliviado si el dinero necesario para disfrutar de un mínimo de bienes materiales pudiera conseguirse con un número de horas de trabajo que no representaran un tercio de nuestra existencia. No creo que, económicamente, fuera una cuestión inviable. Si bien, está claro, topamos aquí con el tema de la injusta distribución de la riqueza y el progresivo ensanchamiento de la distancia que separa a ricos y pobres.

Yo, como todos, desearía no morir nada más jubilarme. Pero los que trabajamos asumimos el riesgo de palmarla antes de poder disfrutar un poco de nuestro tiempo a cambio de una supuesta seguridad futura. Nada en el fondo tan distante a la idea de la vida eterna: pena ahora para gozar después. Y encima, nuestro presunto goce no será eterno, sino, con suerte, achacoso y adornado de mil y una dolencias propias de la vejez. Lamentable, sí.

La putada, vuelvo a decirlo, es que se nos ponga en la disyuntiva de haber de elegir entre las dos opciones que planteas, ambas llenas de inconvenientes. Porque me uno a las frases que has destacado e incluso las corrijo ligeramente: nos ha tocado pagar no caro, sino MUY caro; y el precio de negarse a ello, es no sólo alto, sino MUY alto.

Voy a pensarme si no me lío la manta a la cabeza y me voy a vivir con los Hotentotes, que han sabido montárselo mucho mejor que nosotros. Gente sabia, vaya que sí.

¡Un beso!

Antígona dijo...

Gato, tienes razón, no todos están dispuestos a ser presas del delirio consumista y muchos entienden que vale la pena renunciar a él por una mejor calidad de vida. El problema es si esta opción es una opción real cuando uno simplemente desea poseer uno de esos bienes que se consideran necesarios y a los que supuestamente tenemos derecho, como una vivienda, y para poder tenerla debe trabajar seis días a la semana nueve o diez horas diarias. Es el caso de muchos trabajadores. Otro problema es que la voluntad de muchos de tener ese supermegatelevisor y su disposición a renunciar a su vida para poseerlo nos afecta a todos: como te decía antes, para el empresario es siempre más rentable un trabajador que quiera trabajar más horas que uno que quiera trabajar menos. Así que al final la opción personal de trabajar menos resulta sencillamente impracticable.

¡Otro beso!

Anónimo dijo...

Me siento como un bicho raro... me gusta la tele, veo series por un tubo, me gustan el fútbol y el baloncesto y voy a los partidos tan asiduamente como a los conciertos, me gusta tener invitados en casa y enseñarles mi salón y mi estudio, me gusta organizar barbacoas y comilonas en el porche, y beber cubatas con mis amigos sentado en el jacuzzi de la piscina...

Y tengo tiempo para todo eso y para llevar adelante un blog con dos actualizaciones semanales...

Es verdad que renuncié a mucho más sueldo porque con ese dinero lo que me hubiese gustado comprar es el tiempo libre que tengo ahora. Pero curro de 6,45 a 13 e incluso me da tiempo a echar buenas siestas mientras veo "Sé lo que hicisteis"...

¿Qué hago...? ¿Pido perdón por estar tan integrado en el sistema o me quejo de algo?

Bueno, venga, voy a quejarme... ¡es un coñazo tener que levantarse a las seis de la mañana, joé! Y con la nueva revisión me han vuelto a subir la hipoteca... perra vida!

NoSurrender dijo...

Pues yo que el comisario, le iría recomendando a este señor comprar más limpiaparabrisas, ya que la derecha europea pretende aumentar desde las 48 hasta 65 horas semanales el tiempo máximo que un trabajador puede trabajar. Eso sí, dicen que será (espere, que está dando un ataque de risa)… que será… que será… ¡¡voluntario!! Hay que ser indecente para proponer una ley que elimine derechos del trabajador y confíe en la libertad del asalariado a la hora de defenderse ante su empresa privada.

El problema no es la libre disposición de horas de trabajo y ocio cuando los contratos vienen cerrados (“lo toma o lo deja, que hay otros esperando”). No somos nosotros los que nos integramos más o menos en el sistema, sino el sistema quien nos integra más o menos en él.

Besos, doctora Antígona!

Antígona dijo...

Joer, Carrascus, qué quieres que te diga, es que tú no puedes quejarte porque eres todo un privilegiado. ¿De 6.45 a 13? O sea, que estás casi en las seis horas de curro diario que yo reivindicaría desde ya como avance en la percepción de lo que es una jornada de trabajo legítimamente exigible. Y supongo que todas esas cosas que dices que haces las haces porque a las 13 puedes ya desconectar completamente del curro, ¿no?, es decir, te vas a tu casa sin faenas pendientes ni “deberes”. En fin, amigo Carrascus, que dudo mucho de que tu situación laboral se parezca a la de la gran mayoría, y de ahí que tus tripas no se revuelvan como las de mi protagonista, porque dispones de un número de horas considerable de tiempo libre con las que poder disfrutar mínimamente de la vida.

Por otro lado, y perdona el truco un pelín sucio, te copio lo que tú mismo escribiste en tu blog hace dos días: “Se me acaban las vacaciones… 17 días de vivir sin reloj; creo que podría acostumbrarme fácilmente a ello: toda la vida en el “dolce far niente” de leer, beber y comer en los paseos marítimos. El lunes habrá que volver, sin embargo, a la cruda realidad”.

¿Estás o no reconociendo con ello que sin trabajar, o trabajando menos, viviríamos mucho mejor? Pues eso. Que aquí estamos casi todos integrados porque no tenemos más remedio que estarlo. La cantidad de bilis que eso nos produzca ya depende después del número de horas trabajadas, del estrés, del tráfico matutino… Y creo que todos conocemos ejemplos de precariedad laboral y vital –demasiadas horas por poco dinero- que no querríamos sufrir en nuestras propias carnes.

En cualquier caso, no me alegro por que tus vacaciones hayan terminado pero sí porque estés de vuelta. Ahora ya puedo plantearme de nuevo volver a colgar un post incendiario para que propicies el debate ;)

¡Un beso!

Antígona dijo...

Ay, doctor Lagarto, lo de la derecha europea es como para ir pensando ya en suicidarse… Porque esta propuesta de las 65 horas semanales es el mayor atropello cometido contra la humanidad que yo recuerde en los últimos tiempos. Pero ¿qué coño está pasando? ¿Nos hemos vuelto todos locos? ¿O es que nadie tiene ya un poco de memoria histórica ni recuerda por tanto lo que han sido los logros en cuanto a derechos del trabajador de los últimos cien años? ¿Y ahora vamos a permitir que nos los arrebaten así como así? Estas cosas sí que me ponen incendiaria de verdad, y muy capaz de ir perpetrando crímenes con todos los limpiaparabrisas que se crucen en mi camino. Y es que ésa que usted menciona es justamente la cuestión: decir que las 65 horas semanales representarán una opción voluntaria constituye un auténtico insulto a la inteligencia de cualquiera, además de ser una afirmación indecente. Como si no supiéramos ya de sobra cómo funciona el mercado laboral y a qué tipo de presiones se ve sometido el trabajador para poder serlo, presiones que reducen su libertad a la mera alternativa de “o las tomas o las dejas, como las lentejas”.

Y enlazando con esta cuestión de la libertad, aprovecho para dejarle unas palabras de Boris Groys que he encontrado esta tarde por la red y que me han encantado: “La única libertad que de verdad cuenta es la de ser libres del trabajo. Y en los países comunistas gobernaba una burocracia que, por lo menos ésa fue mi experiencia, era bastante floja. Así que te podías escaquear con facilidad. Nadie puede escapar, en cambio, de las redes del mercado. Al mercado no puedes engañarlo porque dependes de él, del dinero que te proporciona para vivir. Hay una idea falsa en Occidente y es que la vida está llena de deseos. Pero si de verdad a alguien lo liberas de sus obligaciones, se va a dormir. La verdadera libertad es no trabajar. Por eso había tanta libertad en los países comunistas, porque nadie daba ni golpe. Y por eso hay tan poca en un mundo dominado por el mercado”.

Unas palabras desde luego provocadoras, pero en cualquier caso, para mí, verdaderas: porque nada más cierto que esa libertad de ser libres del trabajo, si no la única que cuenta, al menos es de las más importantes. Una verdad para la que aquí, por lo visto, nos hemos vuelto ciegos hace ya mucho.

¡Un beso, doctor Lagarto!

Inquisidora dijo...

Profundamente patético, un blog que hace palabras todo lo que el mundo piensa sobre lo realmente patético que nos rodea.

http://profundamentepatetico.blogspot.com/


Pd.: tu blog jamás sería digno de aparecer en nuestro blog, eso lo doy por hecho.

Anónimo dijo...

jajaja
que se trague el limpiaparabrisas. y que pruebe el tubo de escape, el carter la servidirección!!!

menú degustación mecánico.

Anónimo dijo...

Antígona,tercer intento de dejar comentario,hazme el favor de poner firmes a los duendes de tu blog,o.k?
Me parece a mí que el tiempo se ha convertido en la segunda sino la primera mercancía más valiosa de nuestro tiempo.Lo invertimos,lo prestamos y lo administramos no siempre a nuestro antojo sino más bien sujeto a horarios propios y ajenos,a jornadas,a períodos laborales o vacacionales....hay que ser conscientes de su valor y a ser posible emplearlo en una actividad que nos aporte una mínima satisfacción,y si no es el caso,buscar,y seguir buscando hasta que el cambio se acople mínimamente a nuestra expectativa.Cierto que las circunstancias son a veces determinantes y que el riesgo de cambio a veces implica mayor riesgo de pérdida,pero lo cierto es que nuestro tiempo sigue siendo nuestro y la resignación no suele ser buena consejera.Mira sino,a donde se puede llegar con un limpiaparabrisas!
Un abrazo!

Anónimo dijo...

Pues sí, claro, amiga Antígona. Si yo asumo mis contradicciones y soy el primero en saber que me quejo de vicio.

Por supuesto que se está mejor sin trabajar y disponiendo de todas las horas del día para hacer con ellas lo que quieras.

Pero claro, todos queremos comer y alguien tiene que haber para sembrar o preparar lo que nos comemos, y alguien tendrá que hacérnoslo llegar. Y cuando enfermemos, alguien tendrá que curarnos. Y esa vivienda digna a la que todos aspiramos, alguien tendrá que construirla... Debemos aprender a dejar trabajo de lado para que el reparto de éste sea más equitativo, y luchar para que se nos pague bien por el que hacemos, y se nos trate bien mientras lo hacemos... lo demás, eso de no trabajar nada en absoluto, porque me lo impide mi conciencia social, son monsergas. Sobre todo si abrimos también el debate sobre el agravio comparativo que resulta ser que ese que no trabaja también disfruta de la seguridad social, las aceras, y la pensión no contributiva, sin contribuir al sustento económico de todo ello. Que no digo yo, que a los que no trabajen no haya que darles gratis estas cosas, al contrario, hay que darles más y de más calidad... pero al que no trabaja porque no puede, no al que no lo hace porque no quiere...

Y esto se lo estoy escribiendo desde ese trabajo que me ha devuelto hoy mismo a la cruda realidad... cagonlá...!

Margot dijo...

Ey!! que lo de Camus lo dije tras tomarme el orfidal... para eso sirven, para "descolocarnos" jeje.

Camus forever, Antígona muá.

Más besos...

Vintage dijo...

Bueno Antigona, hoy te has superado, pq te he entendido a la primera, no por ti, mas bien soy yo
Los textos densos no los asimilo rapidamente, cada uno ha de aceptarse tal cual, yo lo acepto
Creo q de Camús el extranjero es el único q entendí casi a la primera.

Tu señor protagonista, me ha recordado tristemente a mi misma
Y mira q intento tragar y tragar, te lo juro q lo intento, pero llega un momento del dia q haria lo mismo con ese señor
Lo hice hace poco con una pareja de la guardia civil, tendría q haberme quedado en silencio, pero no pude
les solté un picoletos de mierda, y nada mas decirlo supe q la habia cagado, pero me quedé como dios, ahora tengo una denuncia q te cagas, ya no estoy como dios
Espero q no me metan en a carcel, si lo hacen prometo leer enterito a Camús, para después entender mñas rapido los blogs.

En serio antigona me gusta leerte, pq haces q se me revuelvan las tripas y eas son las q hacen q piense

MUAKKKKKKKK
enajenacion mentan han dicho no=¿¿
un par de ñaos y en la calle
muakkkkkkkkkk

Anónimo dijo...

Que sé de buena tinta que el mismo Camus dijo de "La Peste" que era un fraude ( o algo así)

Anónimo dijo...

Comprendo perfectamente al protagonista de tu post, y su alusión a esa novela de Camus. La masa borreguil se piensa que los inadaptados lo pasan genial, que van a su bola, ¡hala, qué bien!, y no. En muchos casos, tras ellos nos encontramos historiales médicos interminables de patologías que, posiblemente, nunca tengan cura, o al menos no definitiva.
Bueno, no me enrollo más. Enhorabuena, de nuevo.

Besos orgiásticos

Antígona dijo...

Inquisidora, en cuanto tenga un rato me paso por tu blog, aun cuando creo que no deberías presuponer que todo el mundo tiene una idea unitaria sobre lo que es patético y deja de serlo.

Gracias por la postdata.

Un saludo.

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Luis, igual el pobre conductor había pasado un día tan aperreado como el protagonista del post y lo que menos se merecía era tragarse limpiaparabrisas ninguno, ¿no crees?

Los desfavorecidos por este sistema son bastantes más que los favorecidos.

¡Un beso!

Antígona dijo...

Troyana, la verdad es que no tenía ni idea de que había duendes por mi blog. ¡No me asustes, mujer! Pero como me encuentre con ellos, se van a enterar esos cabrones :)

Yo no creo que el tiempo sea la segunda mercancía más valiosa, sino la primerísima. ¿Qué otra cosa podemos cambiar por dinero más que nuestro tiempo? Pero el robo está en el hecho de que no somos nosotros los que fijamos lo que vale nuestro tiempo, sino el mercado. Habría que releer aquellas páginas de “El Capital”, que seguro que a muchos parecerán obsoletas pero a mí no, donde Marx explica cómo el empresario consigue que un trabajador trabaje más horas para él y sea más productivo: pagándole menos dinero por cada hora de trabajo, de tal forma que el trabajador, para satisfacer sus necesidades diarias, no tenga más remedio que trabajar el número de horas que el empresario le exige. La situación es, obviamente, mucho más compleja que la que se desprende de ese análisis de Marx, eso también lo veo. Pero en mi opinión algo de este principio sigue imperando en el sistema capitalista en el que vivimos.

Estoy totalmente de acuerdo en lo que dices de que cada cual debe tratar de emplear su propio tiempo en aquella actividad que más le satisfaga. Pero, más allá del hecho de que eso no siempre es posible, creo que siempre hay que contar con un factor muy importante: nuestro tiempo es limitado, las horas de nuestros días están contadas. Y no es por tanto irrelevante cuánto tiempo de dedicación se nos exija, sea cual sea la actividad que profesionalmente hagamos y por más que ésta nos llene. La ecuación es tan simple como que, siendo el tiempo limitado, más horas de trabajo representan menos horas de gestión libre del propio tiempo, menos horas de un tiempo sustraído a la condición de mera mercancía.

¡Un beso!

Antígona dijo...

Bueno, Carrascus, esta vez no tengo nada que objetar a nada de lo que dices :)

Que en esta vida no se nos regala nada, por supuesto. Que si queremos comer y disponer de servicios habrá que trabajárselos, individual y colectivamente, pues claro. Pero el quid de la cuestión, supongo, está en la pregunta acerca de si ese intercambio tiempo-dinero al que todos nos sometemos es un intercambio justo en los términos en que está planteado en esta sociedad. Es decir, en si se nos paga lo suficiente por la inversión de tiempo que hacemos a diario, o planteado al revés, en si no se nos exige una excesiva inversión de tiempo para ganar el dinero que necesitamos para vivir. Es en ese terreno en el que pienso que hay que luchar y seguir protestando, y sobre todo ante medidas tales como la de las 65 horas de trabajo semanal que se mencionaba más arriba y que suponen un auténtico retroceso en toda una serie de derechos laborales que sólo con muchos esfuerzos se lograron.

Me temo que en tiempos como el nuestro, dominado por el consumismo, empieza a desdibujarse la percepción de que el trabajo es una maldición. Lo cual no deja de tener efectos perversos tanto para quienes sí perciben esa maldición, como para quienes la sufren con mayor radicalidad en sus propias carnes en función de las condiciones que les ha tocado vivir.

¡Otro beso!

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Ya sé que lo de Camus lo dijiste bajo los efectos del orfidal, niña Margot, vamos, en ningún momento lo he dudado. Pero también sabías tú perfectamente que ante una frase como esa iba a saltar yo como un resorte y no iba a tolerar ni orfidales ni leches como eximente, ¿a que sí? ;)

Pues eso, que Camus forever. Y hasta el infinito y más allá.

¡Un beso descolocao! :)

Antígona dijo...

Ay, Bolero, estoy convencida de que siempre entiendes mucho mejor las cosas de lo que tú misma piensas, por más que te empeñes en creer lo contrario. De verdad. Otra cosa es que yo me pase con la longitud de los post, que lo reconozco, y está claro que uno no siempre tiene ni el tiempo ni la disposición para “tragarse” semejantes mamotretos.

Mi protagonista, ya te lo habrás podido figurar, tiene bastante que ver conmigo misma, aunque espero que a mí nunca me dé por hacerle tragar a nadie un limpiaparabrisas. Vamos, que a mí también me cuesta asumir ese tragar y tragar, y no tengo tan claro que llegue el día en que mis tripas no se revolucionen cada vez que cobro conciencia de lo mucho que tenemos que tragar. De momento siempre he conseguido frenarme ante impulsos como el tuyo –aunque luego uno acaba pagándolo de otra manera, debo de estar al borde de la úlcera-, supongo que porque no soy una persona muy impulsiva y eso me lleva a anticiparme a lo que desearía hacer sopesando las consecuencias de mis actos. Pero entiendo que pueda haber situaciones en las que la vena rebelde se imponga con fuerza pasando por encima de cualquier valoración.

Esperemos que lo tuyo con los guardias civiles se quede en nada, Bolero, que te echaríamos de menos por la blogosfera si fueras a parar con tus huesos en la cárcel. Eso sí, tiempo para ti ibas a tener mucho. Pero tampoco me parece que la mejor vía para recuperar el tiempo que a uno se le va en el curro sea estando encerrado en chirona. Poco, por no decir nada, se podría disfrutar de ese tiempo.

Me alegra que te guste leerme, Bolero, pero cuidado con tus tripas, no se te vayan a desmadrar un día de estos :)

¡Un besazo!

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Huelladeperro, yo no sé lo que diría Camus de su propia obra, pero poco me importa. Lo que me importa es lo que sus libros me digan a mí. Y los que he leído siempre me han dicho cosas que valían la pena.

¡Otro beso!

Antígona dijo...

Ay, Ella, lo que pasa es que yo no creo que detrás de mi protagonista se oculte ninguna patología incurable, sino simplemente una insatisfacción feroz, conducente a la desesperación, con el modo en que le ha tocado vivir su vida. Una insatisfacción que no sólo, como decía más arriba, me parece plenamente justificada, sino que muchos podrían reconocer y compartir con él si no fuera porque este sistema bien se encarga de poner todos los medios necesarios para procurar nuestra adaptación, así como para volvernos ciegos a tal insatisfacción a fuerza de sustitutivos y compensaciones vacías. Es en los llamados inadaptados donde a menudo se esconde la mayor lucidez. También para su desgracia, claro.

¡Besos inadaptados!

Anónimo dijo...

Hola:

Me ha venido a la memoria Wakefield de Nathaniel Hawthorne (y cuento favorito de Borges):

"No vamos a seguir a nuestro amigo a través del umbral. Ya nos ha dejado bastante sustento para el pensamiento. Una porción de él prestará su sabiduría para una moraleja y tomará la forma del tropo. En medio de la aparente confusión de nuestro misterioso mundo, los individuos están tan perfectamente ajustados a un sistema y los sistemas unos a otros y todos a un todo que, un hombre al salirse del sistema por un momento, se expone al riesgo espantoso de perder su lugar para siempre. Al igual que Wakefield, se puede convertir en el Proscrito del Universo".

Esa es, en cierta forma, la primera pregunta que me sugiere tu texto: ¿cuál es el precio de una opción alternativa?

Enhorabuena.

Dante Bertini dijo...

fascinante Magritte: a veces me atrevo a decir que me tiene cansado, que ya no me gusta, y de golpe aparece una imagen como esta y quedo anonadado.
¡Bendito hijo de su madre!
¡Qué sintesis portentosa!

una historia de horror muy bien contada, aunque es preferible relajarse y seguir adelante.
El crimen siempre paga.

Antígona dijo...

Hola, Loverfriend, y bienvenido a este espacio.

No conocía ese cuento de Nathaniel Hawthorne, pero un tanto impresionada por ese fragmento que has puesto, acabo de buscarlo por la red y de leerlo, eso sí, con más apresuramiento de lo que seguro requeriría. Ya sabes, esta maldición del trabajo que le roba a uno el tiempo que desearía dedicar a otras cosas.

No sé si los casos de Wakefield y el del protagonista del post son comparables, aun cuando soy consciente de que posiblemente tu intención al citar dicho fragmento era prescindir del contexto en que se enmarca. Quiero decir, que la gratuidad del gesto de Wakefield poco tiene que ver con la desesperación de quien desearía salir de un sistema por el que se siente constantemente expoliado en aquello que más íntimamente le constituye, que es su tiempo. En este sentido, es posible que quien se decidiera por esa salida poco tuviera que temer con respecto a la pérdida definitiva de ese lugar del cual huye por considerar inhabitable. Lo que teme más bien son las consecuencias negativas de dicha salida, unas consecuencias que, en la mayoría de los casos, no está dispuesto a pagar por estimar que su precio es excesivamente alto. Ésta es, probablemente, la mayor contradicción a la que se enfrenta: no está contento dentro del sistema, pero intuye, o incluso sabe positivamente, que tampoco podría estarlo fuera de él.

¿Cuál sería ese precio? En mi opinión, fundamentalmente, la inseguridad. Y hay que recordar aquí que en la famosa pirámide de Maslow la seguridad representa el segundo escalón a cubrir para que otras necesidades puedan emerger y reclamar su satisfacción. Una inseguridad que, obviamente, siempre estará relacionada con la precariedad económica, con el riesgo de indigencia, con el aislamiento social e incluso, por qué no, con el temor de no ser capaz de disfrutar de ese tiempo ganado mediante la renuncia al dinero. Porque, como mencionaba Huelladeperro, no vivimos precisamente en una sociedad en la que se nos enseñe a hacer un uso provechoso de nuestro tiempo. Más bien se nos adoctrina desde bien pequeños a convivir con el tiempo vacío del trabajo y el más vacío aún del ocio convertido en prolongación oculta de la jornada laboral a través del consumo.

Gracias por tu visita.

¡Un beso!

Antígona dijo...

Cacho de pan, Magritte es, me parece, el pintor cuyos cuadros más han aparecido en este blog. Desde hace mucho me fascina su pintura y aunque tampoco me gustaría ser repetitiva con él, siempre acabo encontrando alguna imagen suya que me parece que cuadra perfectamente con el espíritu del post.

Tú lo has dicho: una historia de horror. Sólo que de un horror domesticado dado que son tantos y tantos los que lo asumen día a día y se esfuerzan tenazmente por no ver su lado más siniestro. Lo cual no quita para que el lado siniestro siga ahí, y hoy, por circunstancias que no vienen al caso, estoy más convencida que nunca de él.

¿Relajarse? Mmm, creo que hoy me vendría muy bien todo ese cargamento de orfidales al que se refería Margot en su comentario. En cuanto al crimen, claro, todo tiene un precio. Pero éste del trabajo no es más bajo por el hecho de que el común de los mortales esté dispuesto a pagarlo. Ni por asomo.

¡Un beso!

Anónimo dijo...

Gracias a ti por tu extensa respuesta.

En efecto, el final del cuento hace referencia a tu entrada (magnífica).

Sobre el precio, la inseguridad de Maslow y todo lo que conlleva, decir que sería el precio inmediato. Como bien apuntas, al final, lo verdaderamente caro sería comprobar que, después de todo, tomar el camino de Wakefield conduce incluso a una mayor angustia existencial (al no saber qué hacer con nuestro tiempo, como los nuevos ricos con el dinero) y eso nos situaría en la cúspide de la pirámide (invertida, al no lograr la propia realización personal).

Un placer.

Ana dijo...

Pobre señor, si es que tiene razón!!

Si es que estamos aborregaos!

Yo tengo una tele pequeña, que nunca se pone, y cuando se pone, le quitamos la voz y nos creemos que es la chimenea de casa de los abuelos... siempre digo que voy a filmar la chimenea de los abuelos cuando esté encendida, y luego pondré el CD continuamente, para engañarnos un poco más.

El tiempo se pierde, tendemos a hacer lo que hacen los demás sin cuestionarnos si es lo que queremos hacer, compramos lo que no necesitamos, vivimos atascados en el tráfico, las deudas, las avaricias...

Yo me quiero comprar un rebaño, chica. Pero es que las putas ovejas no entienden de fines de semana, y eso también me jode.

Seré repetitiva y pesada: un poco de término medio, un poco de racionalidad, un poco de leer más y comprar menos... no sé... algo conseguiríamos, no??

Perdona la espesura y la escasa frecuencia con la que vengo a verte, pero estoy en pleno período de adaptación y me está costando un huevo y la yema del otro:)

Un besooooo

Margot dijo...

Jajajaja puñetera...

Vintage dijo...

Ay Antigona de mis entretelas q os lo llevais a risa lo q no me entero y es cierto, q me cuesta... no es por lo largo mira si era largo los hermanos karamazov y lo pillé, es la densidad q poonéis al escribir, madre mía si es me asustais y to
NO ahora en serio, me gusta leerte pq utilizas de maravilla el lenguaje y eso da gusto
No lo pisoteas y eso a mi como q me pone, me poe a pensar

Yo con lo q no puedo tragar son con los abusos de la autoridad, me supera q unos niños de 25 años se crean Indiana por llevar una pistola en la cadera
Ayyyyyyy cuanta fase escatológica mal pasada q tienen algunos

muakkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkk

Antígona dijo...

En efecto, Loverfriend, no cabe realización personal siendo presa de la angustia existencial. Y no todo el mundo está dispuesto a poner en riesgo o a sentir que tal vez esté aniquilando de antemano, con una decisión errónea, la posibilidad, supuestamente siempre abierta, de esa realización que habrá de, también supuestamente, depararnos la felicidad.

Lo que habría que plantearse, no obstante, muy seriamente es si la venta de un tiempo excesivo a cambio de dinero permite igualmente esa deseada realización personal que debería conducirnos a la felicidad.

Un placer también para mí dialogar contigo.

¡Otro beso!

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Ay, Tormento, aborregaos es poco. Pero, ¿realmente tenemos muchas más opciones?

Hace poco vi un capítulo, creo que era de la tercera temporada, de Doctor en Alaska, en el que Ed miraba, junto a un espíritu que había venido a ayudarle a encontrar a su padre, un fuego que ardía en su televisión. Y le decía que eso le hacía entrar en calor en las heladas noches invernales de Alaska ;)

El tiempo se pierde, sí. Pero no es lo mismo perderlo uno mismo por propia decisión que tener que venderlo a cambio de dinero y sentirse además estafado en el intercambio, ¿no crees?

Yo lo del rebaño lo llevaría fatal. Mejor que me toque la lotería. O si hay por aquí algún millonario de buen ver dispuesto a mantenerme pidiendo muy poquito a cambio, ¡que levante la mano, por favor!

El término medio, sí, estaría de miedo. Pero para que ese término medio sea posible en todo aquello que nos apetecería, ¿qué tal empezar por una jornada laboral de seis horas máximo, por ejemplo? Porque digo yo que el término medio requerirá de un cierto equilibrio entre el tiempo que uno vende y el que puede reservar para sí, ¿no?

Y tranquila, que yo también ando en período de adaptación y estos días mucho más ausente de la blogosfera de lo que querría. ¿Un huevo y la yema del otro? Pues a mí a este paso me va a costar media mandíbula… ay, si yo te contara :)

Ánimo con la adaptación y ¡un besazo!

Antígona dijo...

Jajaja, niña Margot, pero, ¿qué esperabas? :P

Besoteeeee!

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Venga, venga, Bolerillo, insisto en que te enteras mucho más de lo que crees. Lo único que pasa es que cierta densidad se compadece mal con la falta de tiempo y la tranquilidad que uno desearía tener para leer blogs y por lo general no tiene. Y yo reconozco que tiendo a ponerme demasiado espesa para este medio. Pero qué quieres, es que no me sale de otra manera, ay. Mea culpa.

Yo sospecho que los abusos de autoridad son en el fondo el recurso de personas débiles, frustradas, e insatisfechas consigo mismas. Personas que no saben hacerse valer si no es con el revestimiento de una autoridad externa que no sienten poseer por sí mismas en ningún sentido. Y cuando uno entonces piensa, ¡pobres desgraciaos!, resulta más fácil tolerar sus desmanes. Pruébalo la próxima vez que tengas tentaciones de mandarlos a tomar vientos, a ver si funciona ;)

¡Muacks!

Anónimo dijo...

Antígona,ay, me temo que ya se cerró el debate, sólo que después de todo, una duda me quedó en el aire:
partiendo de que personalmente estaría de acuerdo con que se recortara la jornada laboral a 6 horas( a ser posible cobrando lo mismo que podría cobrar con 8horas)
¿qué hacemos con el/la individuo/a que quiera voluntariamente trabajar 8 o más horas?¿respetamos su libertad individual, o es en este caso el Estado benefactor quien mejor sabe lo que le conveniene hacer con su tiempo?
Un abrazo,como siempre